La traducción española de la palabra griega eros es amor; sin embargo, existen unas diferencias sustanciales entre el significado de estos dos términos. Para los griegos, Eros era una fuerza primordial de la naturaleza, el principio de armonía universal que en el ámbito físico pone en conexión la materia formando los objetos, en el ámbito social une a los ciudadanos entre sí permitiendo el nacimiento de la ciudad, y en el ámbito psicológico vincula a los individuos suscitando la amistad y el amor. Por tanto, el amor entre dos compañeros sentimentales (el instinto que propiamente se denomina <erótico>) no posee una naturaleza diferente de la fuerza que mantiene unido a todo el Universo (del lazo que, por ejemplo, une el Sol con la Luna). Por consiguiente, el eros griego no posee las connotaciones psicológicas e intimistas arraigadas en la sensibilidad moderna.
Esta mentalidad se trasluce en el mito que consideraba a Eros como entidad cósmica primordial, uno de los dioses primigenios del que derivaron todos los demás. Durante el período arcaico, antes de fijarse en la representación antropomorfa del niño alado dotado de arco y flechas con las que hace diana en el corazón de los amantes, Eros se representaba mediante símbolos fálicos o no icónicos (como una simple piedra).
La diferente manera de entender el amor queda subrayada, asimismo, por la diferente práctica social del hombre griego. Para éste, la familia carecía de importancia (se trataba, sobre todo, de un deber cívico); pasaba muy poco tiempo en casa y tenía escasas relaciones con la esposa (las mujeres, privadas de cualquier derecho político, eran socialmente marginadas y apenas salían de casa). El amor <conyugal> y, en general, el que une a un hombre con una mujer (aunque estuviese, por supuesto, muy presente en la vida cotidiana) no tenía mucho peso en la cultura griega, que lo consideraba simplemente como una amistad más profunda. En las ciudades de Grecia existía una notable libertad en las costumbres sexuales: la prostitución (femenina y masculina) se practicaba en casas gestionadas por el Estado; era frecuente el concubinato con cierto número de esclavas y se admitían prácticas sexuales muy diferentes de las nuestras. De hecho, cuando los filósofos griegos dialogaban sobre el amor, siempre aluden a una pasión que hoy se denominaría <homosexual> (aunque en el idioma griego no exista un término equivalente). En realidad, el refinado erotismo homosexual, aunque nunca superase el límite de las restringidas clases aristocráticas (y fuese objeto de desaprobación en las otras clases), tuvo gran influencia en las artes visuales, imponiendo una enérgica dosis de afeminación en el ideal de belleza masculino.
La homosexualidad vivió en el ambiente filosófico bajo la forma de la pederastia pedagógica que, mediante un vínculo erótico-intelectual, unía al maestro (denominado erastes, literalmente <el que hace el amor>, es decir, que desempeña un papel activo) con un joven discípulo (denominado eromenos, <el que recibe>). En función de una ley no escrita, una relación de este tipo sólo se toleraba hasta que el joven llegaba a la edad adulta; en ese momento, debía convertirse en una relación de amistad (el héroe homérico Aquiles era el erastes de Patroclo; Parménides lo era de Zenón).
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO