El mérito de haber dado origen a la primera tradición filosófica (la escuela de Mileto, centrada en el concepto de arkhé: -->) recae en algunas colonias griegas (Samos, Mileto, Colofón) de la Jonia (la costa de la actual Turquía). Desde los ss. VII-V a.C. y hasta que todos los asentamientos griegos en el Próximo Oriente fueron eliminados por las invasiones persas, en estas zonas se desarrolló una cultura autónoma y caracterizada, con respecto a la madre patria griega, por algunas particularidades. De hecho, estas ciudades eran las <puertas de Oriente>, donde las mercancías que llegaban por vía terrestre desde Mesopotamia y Persia eran embarcadas y distribuidas por toda Grecia. Como los intercambios comerciales son siempre un vehículo de influencias culturales, entre los ss. VIII y VII empezaron a concentrarse en Jonia una serie de importantes innovaciones tecnológicas entre las que descollaron, por sus repercusiones sociales, la elaboración del hierro y la difusión de la escritura.
La elaboración del hierro. Antiguamente las armas eran de bronce, una aleación cuyos componentes (cobre y estaño) no se encontraban fácilmente en Grecia y, por lo tanto, debían importarse. El efecto de esta tecnología era someter la economía a las grandes compañías comerciales internacionales y a pocas familias de grandes magnates. En cambio, la que se basaba en el hierro era una producción más fácil de llevar a cabo, incluso por parte de pequeñas colonias autosuficientes; representó, por tanto, una potente palanca de descentralización económica, con consecuencias sociales en un sentido clara y abiertamente democrático.
La difusión de la escritura alfabética. El acontecimiento, cuyo origen se sitúa en Fenicia, tuvo lugar entre los ss. VIII y VII a.C. El paso a una cultura escrita produjo una serie de efectos de gran repercusión: la facilidad para aprender la escritura alfabética permitía acceder a la cultura a porcentajes relativamente amplios de la población y el mito (-->), hasta el momento transmitido por vía oral, fue, por decirlo de algún modo, petrificado de una forma definitiva. A mediados del s. V, ya se había desarrollado un embrionario mercado del libro.
Estas innovaciones se difundieron en toda Grecia; pero dichas innovaciones dieron origen a una particular cultura, basada en la valoración de las técnicas, en la racionalidad operativa y en un saber que ya podía considerarse de tipo científico, sólo en las colonias orientales (favorecidas, asimismo, por una histórica debilidad de la aristocracia terrateniente y por el consiguiente predominio político del partido del pueblo).
El cambio tuvo repercusiones sociales, puesto que, al desestabilizar la mentalidad mítica y las estructuras consolidadas del poder, provocó fuertes resistencias: <La figura del herrero, pese a ser socialmente necesaria, siempre se consideró al margen de la sociedad, casi circundada por un halo de impiedad. Ahora, en las ciudades jónicas, el herrero y otros técnicos similares (el alfarero, el constructor, el médico) no sólo se integran en el cuerpo social, sino que exponen claramente su exigencia de participar en el poder político y en la gestión de la comunidad> (M. Vegetti, Filosofía y sociedad, 1975). En el seno de esta cultura tecnológica, se desarrollaron los intereses preferentemente naturalistas de los primeros filósofos.
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO