El arte de la memoria artificial ya era conocido y practicado en el mundo griego, cuya invención se atribuyó al poeta lírico presocrático Simónides de Ceos (556-468 a.C.). De ella hablaron Cicerón en su De oratore y Quintiliano en su Instituto oratoria, pero aunque ambos la trataron como realidad conocida universalmente, dijeron o escribieron muy poco de ella.
En realidad, el único auténtico tratado de memoria artificial antigua que nos ha llegado es el anónimo Ad Caium Herennium libri IV. Compilado por un maestro desconocido de retórica entre 82 y 86 d.C. para uso de los estudiantes, este breve manual que alude a numerosas fuentes griegas sobre el tema (todas ellas perdidas) resume y sintetiza los principios del arte. Su importancia en la transmisión del saber mnemónico al medioevo es fundamental.
Es notable que el período de máximo florecimiento del arte de la memoria se ubique entre los ss. XIV al XVII, una época en la que ya se conocía la imprenta. Ello excluye que su última motivación fuese de origen netamente práctica, como sustituto de apuntes o de notas escritas (por otra parte, existe hoy día una extensa literatura sobre la potenciación artificial de la memoria basada en principios similares a los propuestos por el antiguo arte).
El método de la memoria artificial plantea dos distintas fases. En primer lugar hay que transformar lo que se quiere recordar en una adecuada representación visual, una imagen mnemónica (-->) ligada de distintos modos a las nociones que se quiere retener en la memoria. Las <figuras conceptuales> así formuladas deben situarse ordenadamente en una sucesión precisa y estandarizada: esto es, un recorrido de lugares (loci o estancias de la memoria) que fije la secuencia.
Pronunciando su alocución, el rector realizará un viaje mental a lo largo de dicho itinerario, reencontrando en uno y otro lugar las imágenes depositadas; con su descodificación podrá recordar sin esfuerzo los conceptos correlacionados. En su conjunto, el sistema actúa sobre dos aspectos diferentes de la memoria: en términos modernos las imagines son una técnica de registro (enviar algo a la memoria), mientras que los loci optimizan las funciones de recuperación mnemónica (la capacidad de evocar algo que ya se conoce).
Si se desea recordar muchas cosas es necesario que el recorrido de lugares mnemónicos esté correctamente construido. Por otra parte, el mismo sistema de loci (que constituye una estructura vacía) puede ser utilizado nuevamente para recordar distintas cosas. Se trata, en suma, de un útil instrumento de trabajo para todos los profesionales de la palabra (abogados, políticos, predicadores religiosos, maestros y estudiantes) que debe construirse mentalmente de una sola vez para siempre y, en consecuencia, con la máxima atención.
Los recorridos más aconsejados por los manuales renacentistas son los arquitectónicos o urbanísticos; cualquier recorrido, sin embargo, es válido con tal que sea secuencial y bien conocido por el sujeto (por ejemplo: a los literatos se les recomienda usar la estructura de la Divina Comedia; al estudiante, la serie de edificios que cotidianamente encuentra en su recorrido a la escuela).