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RETÓRICA



Aristóteles, polemizando con Platón, afirmó que <entre la verdad y el error existe un espacio intermedio> en el que dominan la verosimilitud, la incertidumbre y la opinabilidad; es el caso de algunos problemas como, por ejemplo, los políticos o judiciales, que por su naturaleza no conocen soluciones definitivas, sino únicamente temporales y probables. En este campo queda plenamente legitimada la <retórica> (la técnica de la comunicación), que, favoreciendo la claridad meridiana de la exposición, evita los contrastes que nacen de la incomprensión recíproca.

Seguidamente se explican las cinco etapas en que Aristóteles subdividía los procesos operativos de la retórica.
  • Inventio. El arte de encontrar los argumentos pertinentes. Fue la etapa más estudiada por el filósofo; de hecho, esta etapa pone el énfasis, más que las otras, en la elaboración intelectual, en la forma en que se pueden hallar las mejores argumentaciones. La intuición de Aristóteles, que se convirtió en el fundamento de toda la tradición retórica, fue que si el discurso pretende ser irresistible, debe partir de las mismas opiniones del interlocutor. El arma más importante del orador es <convencer al oyente de que debe aceptar las conclusiones> porque proceden, a través de <argumentos> indiscutibles, de sus mismas convicciones. Por tanto, la primera etapa de cualquier práctica retórica es la tópica, la recensión de los lugares comunes (<topoi> en griego), los puntos de vista generalmente aceptables o que, de todas formas, se supone que son universalmente compartidos. En nuestros días, sigue siendo un acercamiento eficaz; por ejemplo, en el mundo de la publicidad, las <agencias de marketing> son las encargadas de esta tarea. Investigan los estereotipos sociales, los modelos y los gustos dominantes, sirviéndose de sondeos y entrevistas, para poder regular, en función de estos últimos, el mensaje promocional. Por otra parte, como observó Aristóteles, un discurso que se limite a repetir lo que todo el mundo sabe corre el riesgo de ser simplemente aburrido. Para atraer la atención del auditorio, es necesario, asimismo, que sea informativo, que contenga aspectos nuevos que maravillen e impresionen. Para alcanzar este fin, son útiles la dispositio y el actio.
  • Dispositio. La habilidad para estructurar la organización del discurso de forma adecuada a la oratoria. Aristóteles distingue en ella un total de cuatro partes: esordium (eventualmente precedido por un proemio), narratio (el hecho de informar sobre los hechos y explicitar la tesis), confirmatio (la producción de las pruebas) y epilogum o conclusión final.
  • Elocutio. La elección de un <estilo apropiado> al argumento, al auditorio y al mismo orador. Determina la formación de las <frases> mediante la combinación de las <figuras retóricas> más adecuadas, los adornos y las modificaciones puramente formales del <discurso>, capaces de otorgarle un carácter nuevo, inusual y altamente informativo.
  • Actio. El arte de recitar el discurso con las técnicas verbales (dicción) y no verbales más eficaces. En la Antigüedad era una fase poco elaborada pero hoy en día, gracias a la difusión de los medios de comunicación visuales (televisión, publicidad), ha alcanzado una gran actualidad.
  • Memoria. La habilidad esencial para recordar los argumentos del discurso y su orden. A partir de esta concepción de la <memoria>, han nacido las mnemotécnicas (--> Imágenes mnemónicas).







TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO