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ENTUSIASMO




Fue Platón el primero que se enfrentó al espinoso problema de la naturaleza de la locura (-->). En el Fedro sugirió que <el discurso según el cual es preferible el que no ama a un enamorado, bajo el pretexto de que el primero es sano y sabio mientras que el segundo delira, no es en ningún modo veraz. Sería un discurso correcto únicamente si la locura fuese siempre un mal. En cambio, los mayores dones proceden justamente de un estado de delirio que nos entrega la gracia divina. De hecho, la profetisa del oráculo de Delfos, en su estado de exaltación, obtuvo muchos beneficios para toda Grecia, tanto para los individuos como para las comunidades; en cambio, cuando estaba en sí hizo poco o nada>. Y añadió: <Es inútil detenerse a razonar sobre estas cuestiones porque todo el mundo las conoce>. De esta forma, Platón demuestra que su opinión era, por aquel entonces, ampliamente compartida en el mundo griego. En efecto, y con una clara discrepancia frente a la mentalidad moderna, los griegos no sólo consideraban la locura una enfermedad, sino también un posible bien. La locura puede ser un don de los dioses concedido a pocos, una forma de entusiasmo, es decir, de aquella inspiración (-->) divina que lleva a un estado de exaltación creativa. Según Platón, existen varios tipos de locura útil:
  • un entusiasmo profético que permite al oráculo poseer la facultad de predecir el futuro; es la fuerza que inspira a la Sibila para que pronuncie frases aparentemente inconexas (que nos parecen sin sentido únicamente porque no logramos comprender el idioma de los dioses);
  • un entusiasmo erótico: el componente de locura inevitable que está presente en cada delirio amoroso (--> Eros);
  • un entusiasmo poético que otorga al elegido la inspiración artística. Platón afirma que: <Quienes llegan al umbral de la poesía sin el delirio de las musas, convencidos de que, para ser poetas, es suficiente la habilidad, serán unos poetas incompletos y la poesía del sabio quedará siempre ofuscada por la de los poetas en delirio>.

A lo largo de la historia del pensamiento, todas las filosofías tendentes a una superación de los límites de la realidad recuperaron la noción platónica de entusiasmo. El misticismo (-->) medieval la consideró una variante del éxtasis (-->) religioso; durante el Renacimiento, G. Bruno ofreció una versión laica de este concepto y habló de furor heroico para referirse a aquel entusiasmo natural (aquel fervor por la verdad) que debe necesariamente caracterizar la investigación del filósofo.

En época moderna, el romanticismo (-->) recuperó el sentido de la reflexión platónica, divisando en la locura el fondo del espíritu humano, su parte más ancestral y profunda que la razón consigue someter a su control y dominarla, pero que nunca consigue eliminar por completo. En 1810, F. W. Schelling sintetizó dicho concepto con las siguientes palabras: <La locura no es otra cosa que la esencia más profunda del ser humano. No nace, sino que simplemente se manifiesta cuando aquello que no tiene esencia propiamente dicha, es decir, lo irracional, se actualiza>. Lo que llamamos <razón> no es otra cosa que locura controlada; lo que llamamos <locura> es únicamente un exceso de pasiones que escapan del control racional.





TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO