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LOCURA




Toda definición de la noción de locura es siempre relativa a los criterios de racionalidad y de corrección social adoptados como norma: comportamientos que hoy se consideran patológicos no eran tales en el pasado, y viceversa. Si un padre o madre matara a su hijo o hija en un rito propiciatorio como sacrificio humano a una divinidad cruel, hoy sería encerrado o encerrada sin dilación en un manicomio bajo acusación criminal; y de hecho, dando un valor absoluto a estas normas nuestras, deberíamos condenar a Abraham, el profeta bíblico, quien por obediencia a Dios aceptó precisamente llevar a cabo esa acción. Se comprende, pues, que cada época haya elaborado una definición propia de la locura.


La idea platónica de que la locura puede ser también una forma de entusiasmo (-->) divino, el dominio de la mente por parte de un dios, llegó hasta la Edad Media. En una cultura en la que los límites entre lo divino, lo humano y lo demoníaco eran muy débiles, resultaba difícil distinguir los síntomas de una patología de los del éxtasis (-->) o de la posesión mística. De hecho, los <oscuros siglos> de la Edad Media fueron los únicos en los que se practicaba una tolerancia relativa: ciertamente el loco o loca era privado de todos los derechos humanos y relegado a la marginalidad social, pero por lo menos no se le encerraba y, en cierta medida, se puede decir que era aceptado o aceptada por la sociedad. En el papel de bufón o bufona (el <loco o loca> podía incluso reírse de los poderosos.


Con el Renacimiento empezó la criminalización de la locura; se dejó de ver en este estado la presencia de otro (una fuerza extraña que se apodera del individuo y se manifiesta a través de él o ella) y se consideró, por el contrario, como la manifestación del lado oscuro de la psique del sujeto. En consecuencia se empezó a considerar al loco o loca como el responsable de su diversidad, con la consiguiente reclusión o expulsión de la comunidad. La Barca de los locos, un tema que en el Renacimiento aparece frecuentemente tanto en literatura como en pintura, era antes que nada una realidad: estos barcos, que transportaban una carga de insensatos de una ciudad a otra (cuando no se libraban de ellos arrojándolos al mar), existieron realmente. Confiarlos a naves de pasajeros pagando para que fuesen trasladados a otro lugar era un método primitivo, pero seguro, de librarse de su molesta presencia.


Hasta el s. XVIII no se llegó a la primera formulación de la tesis organicista, que ve en la locura la consecuencia de una patología física. Los ilustrados subrayaron sus aspectos morales: su tesis defendía que la demencia psíquica era el resultado de una vida tan irracional y disoluta que disgregaba primero el orden fisiológico y luego el psíquico del sujeto. Hacia mediados del s. XVIII esta patologización de la locura llevó a la creación de los primeros manicomios, con lo que se inició la práctica de la reclusión social de los alienados, suceso fundamental en la historia de la locura.


En el s. XX, el movimiento de la antipsiquiatría no solamente criticó los métodos a menudo brutales de la praxis del s. XIX, sino que también ha puesto de manifiesto la existencia de una locura manicomial específica: la reclusión social es patógena en sí misma y provoca un síndrome denominado <neurosis institucional>.


TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO

PROFUNDIZACIÓN LOCURA