Ir al contenido principal

Asesorías Filosóficas Personalizadas

Mostrar más

INSTRUMENTOS






Las observaciones realizadas por Galileo con el telescopio fueron decisivas para la afirmación de la revolución copernicana (-->); las que llevó a cabo con el plano inclinado le permitieron resolver el problema de la caída de los cuerpos grávidos. En los decenios siguientes, esta convergencia entre investigación teórica y construcción de nuevos instrumentos inaugurada por Galileo se convirtió en un elemento permanente e imprescindible de la práctica científica: Castelli inventó el termómetro (1632); Torricelli, el barómetro (1643); Malpighi, el microscopio (1660); Boyle, la bomba neumática (1660), etc. La ciencia moderna empezó a progresar en estrecha relación con la tecnología, inventando aparatos que potenciaban los sentidos, liberaban el ojo de los engaños de la visión ordinaria, permitían cuantificar y, por tanto, traducir los fenómenos partiendo de las matemáticas.

El desarrollo de esta instrumentación, a la que se le atribuye un valor intrínseco cognoscitivo, es un rasgo no accesorio sino constitutivo de la ciencia moderna. Sin embargo, esta confianza en los mecanismos en cuanto tales (característica del mundo moderno) no se afirmó sin hallar oposición. Algunos detractores de Galileo explicaban su rechazo a otorgar valor a lo que observaban gracias al telescopio, basándose en presupuestos (dogmáticos) de orden religioso. El ojo largo de Galileo se consideraba <real> cuando aproximaba objetos terrestres (como catalejo, fue comprado rápidamente por la República de Venecia con fines militares), pero se tenía por falso cuando se usaba como un telescopio; es decir, cuando observaba los astros, divinos y, por definición, imposibles de analizar, fuera del alcance de cualquier tecnología humana.

Otros detractores explicaban su desconfianza con razones más sutiles. En todos los sectores de la ciencia, el mundo antiguo había separado claramente la investigación pura de las técnicas operativas.

De este modo, por ejemplo, la geometría se había desarrollado de forma totalmente independiente respecto de la ingeniería (tanto que, según algunos historiadores, en la época griega, se verificó un sustancial fracaso tecnológico (-->) junto al indudable crecimiento del saber teórico).

La astronomía también había progresado enormemente sin la ayuda de instrumentos ópticos e, incluso, negando su validez: la idea de interponer algo físico, aunque fuese sólo una lupa, entre el ojo y el objeto, se consideraba un elemento perturbador de la visión.

A partir de una simple observación ocular del cielo, los científicos de Alejandría de Egipto pudieron intuir fenómenos complejos como la precisión de los equinoccios; de hecho, el lento movimiento de las estrellas fijas, que emplean 28.000 años para regresar a la misma posición en el cielo, fue descubierto comparando mapas estelares muy detallados, compilados a lo largo de ciento cincuenta años.

En este contexto, lo que marcó una verdadera revolución en la postura de los científicos fue el hecho de depositar su confianza en la tecnología en cuanto tal. El acontecimiento decisivo en esta revolución mental fue la demostración de Galileo de que incluso el cielo situado más allá de la Tierra podía ser analizado con un instrumento óptico y mecánico (palabra que para los antiguos poseía un sentido despectivo), surgido en el ambiente de los artesanos y mejorado mediante la práctica.




TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO