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FENOMENISMO


En filosofía, el término fenómeno no indica aquello que es excepcional o incluso monstruoso (como en el lenguaje común), sino que es sinónimo de <apariencia>. El fenomenismo es, por lo tanto, la teoría del conocimiento que limita las posibilidades cognoscitivas solamente a lo que aparece, al aspecto exterior y sensible en contraposición a la realidad auténtica; niega, por lo tanto, que las cosas en sí mismas (técnicamente llamadas noúmenos) puedan ser conocidas en su objetividad.

Esta terminología cobra relevancia a partir del pensamiento de Kant. En la Crítica de la razón pura (1781) admitió la naturaleza fenoménica de todo conocimiento humano: efectivamente, todas las informaciones que se reciben del ambiente están siempre mediatizadas por las formas sintéticas a priori (-->) del espacio y del tiempo presentes en la mente. Lo que se ve y se siente, por lo tanto, depende también del sujeto. 

El reconocimiento de esta limitación no condujo todavía a Kant al subjetivismo porque, según su opinión, las formas espacio-temporales y las categorías de la racionalidad son connaturales a la estructura profunda de la psique humana. Es posible imaginar que otros animales tengan una percepción distinta del espacio: los murciélagos, por ejemplo, exploran el ambiente con un sistema de radar, y la gran mayoría de las especies conoce el medio ambiente usando sobre todo el olfato. En el género humano, la experiencia del espacio y del tiempo tiene un carácter universal (las diferencias individuales son patológicas o irrelevantes).

Se distinguen distintos tipos de fenomenismo según la realidad que se supone más allá de las apariencias. Kant argumentó que nuestras percepciones del mundo, aun siendo fenoménicas, deben tener una fuente; debe existir una realidad en sí (nouménica) de la que es necesario afirmar tanto la existencia como la incognoscibilidad. Este fenomenismo moderado según el cual, en definitiva, el conocimiento depende también del mundo en sí y es consecuencia de una relación entre sujeto y objeto, fue superado por los filósofos idealistas a través de la anulación del concepto kantiano del noúmeno. Si efectivamente el noúmeno es por definición <lo que no puede ser conocido>, la tentación del prescindir de él es muy intensa.

Fue Schopenhauer quien llevó hasta sus extremas consecuencias este fenomenismo radical: toda forma de conocimiento es siempre subjetiva, relativa y ambigua. El mundo auténtico y real permanece oculto a la percepción humana: aparece únicamente como vista a través de un velo deformado por la tela de araña formada por nuestras propias estructuras mentales, de forma que no hay elementos ciertos para distinguir el conocimiento adquirido en el sueño y en la vigilia (--> Duda hiperbólica). Según Schopenhauer, toda experiencia humana, posible o imaginable, científica o artística, es siempre una <representación> fugaz, ilusoria y relativa respecto al sujeto pensante.

TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO