Cada hombre o mujer es un microcosmos: es decir, un mundo en miniatura, ya que su estructura (sea anatómica o psíquica) reproduce en miniatura la estructura del Universo. Viceversa, la Tierra, las estrellas, los planetas y el cosmos en su conjunto son similares al hombre o a la mujer; son grandes animales vivos y dotados de un alma, de órganos y de miembros.
Este concentrado de vitalismo, animismo y antropomorfismo (-->) conocido como teoría de la identidad entre hombre o mujer y Universo (es decir, entre microcosmos y macrocosmos) es una doctrina muy antigua, presente en las más distintas culturas con los mismos términos. Antes de ser rechazada por la ciencia a partir del s. XVII, atravesó todas las fases de la cultura europea, abasteciendo la base teórica para diversas ciencias: la magia, la astrología, el arte de la memoria, la medicina de los humores y la psicología de los temperamentos. En el mundo griego sólo Aristóteles, contrario a cualquier forma de animismo cosmológico, la impugnó (aunque no de manera explícita: simplemente, evitó mencionarla).
Platón, en cambio, pretendió demostrarla en el Timeo a través de un enfrentamiento particular entre el cuerpo humano y el Universo, llegando así a elaborar una extraña fisiología de tipo simbólico (una medicina filosófica) en la que toda la atención está dirigida hacia la forma de los órganos (y no hacia su función). Después de haber observado que las estructuras que sostienen el cuerpo humano, los huesos y el esqueleto, pueden compararse a la Tierra (así como la sangre puede ser comparada al agua, el pneuma al aire y la cabeza, como sede del intelecto, al fuego), Platón remarcó con énfasis el elemento más extraño e importante de la forma del cuerpo humano: la esfericidad del cráneo. Argumentó que no era casual que ésta fuese la única parte del cuerpo que se aproxima a la redondez: de hecho, la cabeza, netamente distinguible de los otros órganos, es la sede del alma racional, del pensamiento y de las capacidades sensoriales. En la cabeza, instrumento de la inteligencia y de las funciones cognitivas y componente más similar y próxima a lo divino, el hombre o mujer es perfectamente esférico. Y además -añadió Platón en un divertido <mitovisto> que los <hombres o mujeres> no están formados sólo por la cabeza, sino que poseen un cuerpo, la razón es puramente funcional por exigencias de orden mecánico. En efecto, los primeros hombres o mujeres, los andróginos, eran perfectamente esféricos y tenían dificultades para moverse rodando sobre la Tierra, debido a las asperezas del terreno. Pidieron y obtuvieron del demiurgo la incorporación de un sistema de suspensión adecuado (el tronco y las piernas) que les permitiera desplazarse con facilidad.
Cuestionada en la Edad Media por sus evidentes similitudes con el animismo y el panteísmo, la analogía entre hombre o mujer y cosmos retomó un gran auge durante todo el Renacimiento, entrando a formar parte de los factores que favorecieron la difusión del pensamiento mágico (--> Magia). Aún en los inicios del s. XVII, el astrónomo Kepler, en su ensayo sobre la Armonía de los mundos (1619), comparó la Tierra con el cuerpo de una ballena (cuya respiración, más o menos fuerte durante la vigilia o el sueño, sería la causante de las mareas).
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO