El concepto de simpatía cósmica constituye la base de la magia (-->), y fue formulado por vez primera en los ambientes del tardío paganismo (--> Gnosis) del Imperio romano. Ésta afirma que en cada parte de la naturaleza, incluido el mundo mineral, existen atracciones y repulsiones, afinidades y antipatías entre elementos que se atraen y se oponen.
Es una teoría coherente con las ideas del pneuma (-->) cósmico y del alma del mundo (-->), formuladas en el mismo período. Si el Universo es un gran ser vivo que resulta penetrado por el sutil espíritu del pneuma, entonces existirá entre todos los objetos que componen la realidad la misma correlación que existe entre las piernas, el estómago, las manos y los demás órganos de un ser vivo. Todo está relacionado entre sí.
Del principio de simpatía universal deriva la posibilidad de acciones a distancia: todas las cosas, incluidas las que están separadas en el espacio, tienen conexiones continuas y constantes. Los magos o magas del mundo antiguo pensaban que los fenómenos magnéticos eran la demostración de este principio. En efecto, el imán atrae al hierro aunque éste se encuentre escondido detrás de una placa de cristal, de cartón o de piedra: la atracción magnética, capaz de atravesar la materia, se convierte así en una fuerza espiritual. Desde Tales, quien atribuía un alma al imán, hasta Nicolás de Cusa, quien comparó la atracción del hierro por el imán con el deseo de la mente humana de unirse a la sabiduría, <el magnetismo fue siempre interpretado en términos espirituales>. Se encuentran restos de esta teoría en De magnete (1600), la obra donde el médico inglés W. Gilbert afrontó, por primera vez en términos experimentales, las extrañas propiedades del imán. Los fenómenos eléctricos y químicos también encontraban su explicación en las hipótesis de fuerzas atractivas/repulsivas que residen en la materia (por ejemplo, entre el agua y el azúcar existe una relación de simpatía, pero entre el agua y el aceite la relación es de <antipatía>).
El concepto de equivalencia está estrechamente ligado al de simpatía: cada objeto de un orden determinado de la realidad goza de una particular relación con objetos de distintos órdenes: a la rosa, perteneciente al mundo vegetal, le corresponde el león en el mundo animal, una piedra concreta en el mineral, un perfume, una constelación celeste, un planeta, un tipo de hombre, y así sucesivamente.
Al final de la Edad Media, estos principios fueron aplicados a la medicina astral (introducida en Occidente por los árabes en el s. XII): el cuerpo humano se considera como un mapa cósmico, donde a cada órgano le corresponde un signo del Zodíaco. Utilizada para fines diagnósticos, servía para descubrir las predisposiciones patológicas (el signo de Géminis, por ejemplo, en una casa astrológica negativa predispondría a padecer enfermedades pulmonares). Después de la reaparición de la peste en Europa durante el S. XVI, la medicina astral encontró una confirmación de los hechos en la ciclicidad con que la epidemia reaparecía (más o menos cada 10 ó 12 años), justificándola con la fatal conjunción de astros particularmente negativos (los más temidos eran Marte y Júpiter).
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO