La lingüística generativa, nacida en 1956 con Las estructuras de la sintaxis del norteamericano N. Chomsky, constituye un enfoque totalmente nuevo del problema de la lengua. En el pasado los lingüistas siempre habían estudiado las palabras y los textos: es decir, el producto concreto y final de los actos lingüísticos; en cambio, Chomsky introduce la novedad de desplazar la atención más arriba, concentrando su interés no en la ejecución de una lengua, sino en la competencia lingüística de los hablantes; o lo que es lo mismo: centrándose en el cómo y a través de qué procesos mentales consiguen los humanos utilizar el lenguaje.
Chomsky aplica a su teoría el calificativo de generativa porque pretende explicar cómo se generan las frases en la mente de los hombres y, por consiguiente, en su lenguaje. Tradicionalmente, éste había sido el campo de la gramática y la sintaxis; sin embargo, Chomsky señala que la existencia de una gramática no explica en absoluto la competencia lingüística. Hablar una lengua no significa conocer su gramática: se aprende a hablar antes de ir a la escuela y cualquier adulto, por muy ignorante que sea, reconoce casi siempre un uso indebido de su lengua materna. El dominio de un lenguaje y de sus estructuras gramaticales es una habilidad: es decir, una capacidad que el hablante primero adquiere y después aplica en general de manera absolutamente inconsciente. De hecho, utilizamos con extremada precisión unas reglas gramaticales que jamás hemos especificado y sobre las que nuestra conciencia jamás se ha detenido.
Por otra parte, la gramática tradicional que Chomsky llama gramática superficial (la sintaxis y el análisis lógico que se aprenden en la escuela) es totalmente incapaz de explicar la manera concreta con la que los hablantes estructuran las palabras en frases. Sólo la existencia de una gramática profunda, presente de forma inconsciente en cualquier hablante, permite esclarecer las proposiciones. Esta <gramática> presupone la existencia de una unidad prioritaria de todo acto lingüístico: aunque las palabras se pronuncien en secuencia, una a una, psicológicamente el hablante parte siempre del sentido global, del significado total que quiere dar a la frase. De igual manera, para el que interpreta es fundamental la atribución general de sentido sobre cuya base se establece el significado de la frase (por ejemplo: en los dos diagramas de la siguiente página, leer <limpia> como verbo o como adjetivo). Una frase se puede exponer en forma activa (Caín asesinó a Abel) o bien en forma pasiva (Abel fue asesinado por Caín), lo que lleva aparejada una transformación de la gramática superficial, aunque desde el punto de vista del significado profundo no haya la menor diferencia. No son las reglas de la sintaxis, sino la gramática profunda que nadie aprende porque es innata en todo ser humano, lo que nos permite comprender el papel desempeñado por cada palabra dentro de una frase y llevar a cabo, en caso necesario, las debidas transformaciones. Así pues, a partir de Chomsky el análisis del lenguaje se convierte en una ciencia puramente interdisciplinaria, uniéndose a la lógica y, sobre todo, a la psicología.
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO