La idea de que Dios hubiese dado forma a la naturaleza mediante la geometría no se encuentra explícitamente en Platón, pero desde que en el año 100 d. C. el escritor Plutarco la atribuyó al filósofo griego, esta idea pasó a formar parte de la tradición platónica.
De hecho, las ideas matemáticas y geométricas tienen un papel privilegiado en el sistema platónico: son el ejemplo más perfecto de cómo las ideas (--> Idea platónica) llegan a ser entidades absolutas y preexistentes a las cosas concretas.
Cuando se dibuja un cuadrado o un triángulo se alude evidentemente a formas ideales, y está claro que las propiedades geométricas se aplican sólo a estas figuras perfectas y prototípicas, cuyo esquema representa sólo una representación visible. No en vano se leía sobre la entrada de la antigua Academia platónica de Atenas el lema <Que no entre el que no sea geómetra>. La matemática es una privilegiada vía de acceso al mundo de las ideas, un instrumento verdaderamente útil para la percepción de lo divino.
La Edad Media atribuyó a Dios la cualidad de protogeómetra, queriendo así expresar que Dios utilizó en el acto de creación las mismas ciencias utilizadas por el hombre para investigar la naturaleza: la aritmética, a través de la que estableció el número de cosas; la geometría, con la que determinó su forma y la medida; la música, que garantizó la armonía y el equilibrio dinámico del Universo. En suma, la matemática es el instrumento con el que Dios ha dado forma a la realidad: ésta limita lo ilimitado, separa la materia caótica y origina los individuos. Dios mismo tiene una naturaleza eminentemente matemática.
El énfasis puesto por el neoplatonismo y el cristianismo en el valor absoluto (religioso) de la matemática llevó a la invención de la matesis (-->), un método que especula sobre la expresividad metafísica de las figuras geométricas asumidas como arquetipos, símbolos de verdades superiores. Por esta vía, en la que confluyen sincréticamente sugestiones derivadas del pitagorismo y del hermetismo (-->), se afirmó la idea de que la matemática es una forma de conocimiento superior (los filósofos platónicos amaban repetir que <dos más dos son siempre cuatro, incluso en la mente de Dios>). El Renacimiento desarrolló estas consideraciones desde el punto de vista mágico, recuperando así la antigua tradición pitagórica de la numerología (-->): la idea de que las cifras son sede de sabiduría y de potencia.
Hoy en día, los históricos de la ciencia han demostrado que en el s. XVII e incluso en el XVIII, el desarrollo del método científico no conllevó una inmediata respuesta de la idea neoplatónica, según la cual la matemática es una forma de participación a lo divino. Esto explica por qué Leibniz e incluso Newton todavía mantenían una fuerte curiosidad hacia los aspectos extracientíficos de la matemática y, aunque su pensamiento era ya racionalista y científico, sentían fascinación por las sugestiones derivadas de la Cábala (-->), de la magia de los números y del arte de la combinatoria (-->).
La Edad Media atribuyó a Dios la cualidad de protogeómetra, queriendo así expresar que Dios utilizó en el acto de creación las mismas ciencias utilizadas por el hombre para investigar la naturaleza: la aritmética, a través de la que estableció el número de cosas; la geometría, con la que determinó su forma y la medida; la música, que garantizó la armonía y el equilibrio dinámico del Universo. En suma, la matemática es el instrumento con el que Dios ha dado forma a la realidad: ésta limita lo ilimitado, separa la materia caótica y origina los individuos. Dios mismo tiene una naturaleza eminentemente matemática.
El énfasis puesto por el neoplatonismo y el cristianismo en el valor absoluto (religioso) de la matemática llevó a la invención de la matesis (-->), un método que especula sobre la expresividad metafísica de las figuras geométricas asumidas como arquetipos, símbolos de verdades superiores. Por esta vía, en la que confluyen sincréticamente sugestiones derivadas del pitagorismo y del hermetismo (-->), se afirmó la idea de que la matemática es una forma de conocimiento superior (los filósofos platónicos amaban repetir que <dos más dos son siempre cuatro, incluso en la mente de Dios>). El Renacimiento desarrolló estas consideraciones desde el punto de vista mágico, recuperando así la antigua tradición pitagórica de la numerología (-->): la idea de que las cifras son sede de sabiduría y de potencia.
Hoy en día, los históricos de la ciencia han demostrado que en el s. XVII e incluso en el XVIII, el desarrollo del método científico no conllevó una inmediata respuesta de la idea neoplatónica, según la cual la matemática es una forma de participación a lo divino. Esto explica por qué Leibniz e incluso Newton todavía mantenían una fuerte curiosidad hacia los aspectos extracientíficos de la matemática y, aunque su pensamiento era ya racionalista y científico, sentían fascinación por las sugestiones derivadas de la Cábala (-->), de la magia de los números y del arte de la combinatoria (-->).
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO