Aunque entre los pueblos primitivos existen algunas formas de actuación teatral, la tragedia es una invención original y sin precedentes del espíritu griego. En las primeras representaciones arcaicas que tenían lugar durante las fiestas de Dioniso, la acción era llevada a cabo por unos mimos, mientras que las explicaciones pertinentes corrían a cargo del coro.
El nacimiento de la tragedia se remonta al s. V a.C., cuando los mimos fueron sustituidos por actores vocales y la historia (que hasta entonces se limitaba a repetir las hazañas del dios) empezó a ser escrita por autores (Esquilo, Sófocles, Eurípides).
Sin embargo, este hecho no implicó la desaparición del coro, que permaneció como un elemento peculiar de la tragedia griega (desconocido en la moderna). De hecho, el coro, en cuanto voz que hablaba desde el exterior, se ocupaba de la tarea esencial del comentario: es decir, de la interpretación (política, filosófica o moral) de los acontecimientos representados.
A la tragedia se le otorgaba un fuerte valor ético y formativo: a través de las historias narradas en el escenario se expresaban, de una forma ejemplar, las nociones en torno a las cuales los buenos ciudadanos debían reflexionar. Por esta razón, y a diferencia del uso moderno, al ciudadano se le pagaba para que asistiese a las representaciones; el Estado favorecía la participación de todo el mundo mediante unas <dietas>, y la tragedia era la única ocasión social en la que podían participar también las mujeres y los esclavos.
El vínculo con los antiguos ritos en honor de Dioniso (el dios injustamente asesinado cuando era niño por los Titanes) se puede detectar en los contenidos de las tragedias griegas. Según la definición de Aristóteles, lo trágico es lo que pone de relieve el carácter absurdo de la existencia, la historia que es capaz de suscitar <piedad y terror>, en que las personas inocentes son castigadas por culpas que nunca cometieron o se ven atrapadas en situaciones del todo irresolubles.
Esta cruda representación de la realidad de la vida, sin la mistificación del <final feliz>, lleva a una purificación de las emociones que Aristóteles denomina catarsis: de este modo la tragedia enseña a dominar el dolor y el absurdo de la vida, desarrollando una especie de hábito con respecto a la idea de la muerte y de la solución inevitablemente <trágica> de todas las vicisitudes propias de la vida.
En época moderna, F. Nietzsche elaboró una nueva interpretación de la tragedia y vio en ésta la máxima expresión de la espiritualidad griega, antes de la decadencia producida por el nacimiento de la filosofía. Según Nietzsche, el valor principal de la tragedia se encuentra en la coexistencia de un espíritu dionisíaco (que en el ditirambo se expresaba como simple evocación mímica de las vicisitudes del dios) y de un espíritu apolíneo (el elemento que estructura la obra trágica en un argumento bien construido e interesante).
Por lo tanto, la tragedia, nacida como evocación de la vida de Dioniso (rito que desemboca en el descuartizamiento de un animal vivo), se habría convertido en la representación abstracta de una vicisitud emblemática, sin todavía intentar plantear, como lo haría posteriormente la filosofía, una explicación en términos racionales del significado.
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO