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PENSAMIENTO HORIZONTAL




En oposición a la perspectiva vertical y jerárquica que caracteriza la doctrina platónica de las ideas, se suele denominar pensamiento horizontal al acercamiento laico-científico de Aristóteles. Ya sea por motivos personales (como meteco, es decir, extranjero, estaba excluido de los derechos que confería la ciudadanía ateniense), ya sea por convicción, permaneció siempre alejado de los intereses ético-políticos de Platón.

Para Aristóteles, el fin último de la filosofía no era promover una renovación social: de hecho, el saber es un fin en sí mismo, se justifica únicamente por la necesidad instintiva que posee el hombre y el placer intelectual derivado de ello.

Aristóteles sustituyó la desvaloración del mundo material llevada a cabo por Platón por una fuerte atención por la realidad natural y la ciencia. A pesar de que nunca se opuso abiertamente al prestigioso maestro, en la práctica acabó abandonando el punto fundamental de su doctrina: el dualismo metafísico. Para Aristóteles, no existe un mundo cualitativamente diferente, superior y, en definitiva, más verdadero que el propio mundo sensible. La realidad no está escindida en dos, sino que forma un todo unitario: sólo hay un único mundo, y está constituido justamente por aquella naturaleza material que Platón consideraba indigna de llegar a ser objeto de estudio.

En el ámbito del pensamiento horizontal, cada ciencia es independiente y autónoma con respecto a las otras porque cada una de ellas tiene un objeto cualitativamente diferente y se basa en principios propios (axiomas, definiciones): las matemáticas estudian los fenómenos producidos por la cantidad; la física, los provocados por el movimiento de los cuerpos; la biología se interesa por los problemas de la vida y de la reproducción. Cada uno de los saberes interpreta una <región> concreta del mundo, y las ciencias de lo sagrado no gozan siquiera de un estatuto particular: la teología es el saber que tiene por objeto la divinidad, mientras que la astronomía estudia sus manifestaciones visibles (los astros).

No existen ciencias más o menos importantes; todas poseen igual dignidad, ya que interpretan la naturaleza desde diferentes puntos de vista. <En todas las realidades naturales hay algo maravilloso>, afirma Aristóteles; cada una de las partes de la naturaleza, por muy humilde o elevada que sea, posee su importancia. En biología, por ejemplo, la actitud científica debe prescindir siempre del posible desagrado que los animales más humildes pueden llegar a provocar.

De hecho en el Liceo, la escuela filosófica fundada por Aristóteles fuera del perímetro de las murallas de Atenas, todas las ciencias se desarrollaron invariablemente a través de un trabajo de investigación colectivo y coordinado, cuyo objetivo era construir una enciclopedia del saber: esto es, reordenar en un cuadro estructurado la entera masa de conocimientos específicos que hasta el momento estaban dispersos entre un gran número de especialistas. Por otro lado, este intento de afrontar sistemáticamente ciencias tan diferentes, cada una de ella dotada de un objeto concreto y de unos métodos de investigación específicos, planteó la imperiosa necesidad de hallar un criterio unitario de interpretación, que Aristóteles localizó en el concepto de sustancia (-->).





TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO