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MISTERIOS



La religión pública heredada del mito homérico nunca logró satisfacer completamente la aspiración a lo sagrado del mundo griego. A partir del s. VII a.C., junto a la religiosidad oficial, aunque sin sustituirla, se desarrollaron unas particulares formas de religiosidad denominadas en su conjunto misterios, puesto que las creencias específicas se mantenían rigurosamente en secreto (los ritos nunca tenían lugar en los templos oficiales y, a menudo ni siquiera existía un lugar específico destinado al culto). Estos cultos iniciáticos fueron excepcionalmente numerosos: además de los dedicados a Orfeo y a Dioniso, los más importantes fueron los misterios eleusinos, consagrados a Deméter y a Perséfone y así denominados porque nacieron en la ciudad de Eleusis; los misterios de Mitra, de origen oriental (Mitra es una antigua divinidad solar irania); los misterios de Samotracia, aquellos de Adonis y otros muchos más.

Aunque fuesen practicados por élites restringidas (en el thíasos, una comunidad informal y poco reglamentada), los misterios ejercieron una influencia extraordinaria en el pensamiento filosófico, sin duda superior a la que tuvo el mito homérico; su influjo, sobre todo en el pensamiento occidental, fue tan profundo que es imposible evaluarlo con precisión. Penetraron en el mundo romano (donde llegaron a su máxima difusión durante el tardío Imperio, entre los s. III y IV d.C.) y acabaron influyendo incluso en el cristianismo. La existencia de un alma (-->) individual y su inmortalidad, la idea de una <culpa originaria que iguala a todos los hombres, la espera de la recompensa para los justos y del castigo para los malvados> después de la muerte, todas ellas convicciones típicamente cristianas, fueron de alguna forma anticipadas por los misterios, en particular por los del orfismo (-->).

La causa de la gran influencia que llegaron a ejercer estos cultos paganos se debe a que, a diferencia de los ritos de la religión oficial, -que tendían a propiciar la benevolencia de los dioses en función del bienestar terrenal-, se dirigían hacia instancias interiores y profundas del espíritu.

De hecho, todos los misterios, salvo los de Mitra, tratan un tema común: el binomio muerte-resurrección, desarrollado mediante un hecho mítico con un argumento muy similar. En el centro siempre se encuentra una pareja (marido y mujer en el caso de Orfeo, madre e hijo en el caso de Dioniso), cuya unión se rompe a causa de la muerte de una de las dos figuras y, después, se recompone gracias a un nuevo nacimiento.

Hoy en día, se formula la hipótesis según la cual la noción de resurrección fue elaborada por las religiones mistéricas sobre la base de ritos aún mucho más antiguos, relacionados con el ciclo vegetal (con el nuevo nacimiento de la naturaleza en primavera). De hecho, existe una fuerte analogía simbólica entre la reencarnación del alma y el renacimiento cíclico de la vegetación tras la muerte que ésta asume durante el invierno. De todas formas, esta idea de que la muerte nunca es una condición irreversible y definitiva es el núcleo esencial de los misterios: Orfeo es despedazado por las mujeres de Tracia, ofendidas por su amor inconsolable hacia su mujer muerta, pero inexplicablemente (así lo cuenta el mito) su cabeza, separada del resto del cuerpo y en poder de las olas del océano, seguirá cantando para siempre. Nada, tampoco un hombre, puede considerarse definitiva y totalmente muerto.


TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO