Hegel denominó dialéctica al proceso a través del cual lo finito se resuelve en lo infinito (--> Finito/Infinito). Este devenir (-->), que podría llamarse la <vida del espíritu>, consiste en un ritmo ternario: el primer momento es la tesis (el ser en sí); el segundo es la antítesis (el ser fuera de sí); el tercero, la síntesis (el retorno a sí). La dialéctica se realiza en cada parte de lo existente; en el mundo natural, por ejemplo, explica el funcionamiento del devenir biológico: en la semilla (tesis) está ya potencialmente contenida la planta (síntesis), pero para que el desarrollo se realice y ultime es necesario que la semilla se transforme radicalmente. Es decir, que se <niegue como tal> en el momento de la antítesis.
Todo el proceso se puede describir como un círculo en el que tienen lugar un nacimiento, un desarrollo y, finalmente, el retorno al elemento originario enriquecido por una nueva dimensión. Se puede considerar la planta como una semilla realizada que ha desarrollado plenamente su naturaleza íntima; sin embargo, es obvio que nada obliga a tomar la semilla como principio del proceso; aunque ello es contrario a las costumbres, podríamos poner la tesis en la planta y considerarla como un medio empleado por las semillas (convertidas ahora en síntesis) para reproducirse y multiplicarse a sí mismas. El resultado final es, de todas formas, idéntico; esto es así porque la dialéctica se desarrolla en un proceso continuo, en el que <cada ser (y éste es el punto fundamental) se realiza a sí mismo, transformándose en algo distinto>.
El método dialéctico implica que cada aspecto de la realidad, en cuanto entidad finita, no es nunca definitivo y absoluto; Hegel compartió con Heráclito las afirmaciones de que no existe nada estable y de que la realidad consiste en un proceso de incesante devenir. Según esto, un ser no puede subsistir permaneciendo igual a sí mismo. Una semilla se hace comprensible solamente a la luz del destino que le aguarda (el de convertirse en una planta).
Por otra parte, si el infinito vive en la finitud de lo real, entonces cada parte o fracción de la realidad, aunque sea aparentemente insignificante, tiene una razón de ser propia y profunda, un valor y una dignidad específicas. <Todo lo real es racional>, afirma Hegel; lo que normalmente llamamos casualidad (o suerte) no existe en absoluto, sino que es el producto de un típico error humano, fruto de la costumbre de considerar y explicar lo finito en cuanto tal, y no como momento de un proceso. Cada acontecimiento particular y concreto encuentra su explicación a la luz del todo.
El procedimiento hegeliano alcanzó sus resultados y conclusiones más interesantes en la aplicación a la historia; su obra más notable, la Fenomenología del espíritu (1807), es el relato de las etapas mediante las cuales se ha producido el avance progresivo del espíritu. Todas estas etapas (que Hegel llama <figuras del espíritu>) han sido tan necesarias e inevitables como los engranajes de un mecanismo; en la historia no hay acontecimientos justos o equivocados, negativos o positivos, lícitos o ilícitos: todo lo que ha sucedido (incluso las guerras y las injusticias más crueles) ha tenido su razón de ser precisa e imprescindible (una teoría bautizada con el nombre de justificacionismo).
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO