El ansia de infinito que caracterizó al romanticismo, junto al deseo de los filósofos idealistas de definir un principio absoluto, llevaron a una original reflexión sobre las relaciones entre lo finito (lo que es concreto, individual) y la infinitud. El poeta alemán Novalis sintetizó la nueva sensibilidad en los siguientes versos (Enrique de Afterdingen, 1802): <Lo uno en el todo y el todo en lo uno. La imagen de Dios en la hierba y en las piedras, el espíritu de Dios en los hombres y mujeres y en los animales. De esto debemos imbuirnos>. Lo que Novalis quiere decir es que un espíritu sensible puede percibir la infinitud en cualquier cosa, en cualquier detalle del mundo, porque el infinito se manifiesta en las formas de la finitud. Es una idea que la época romántica aceptó profundamente, percibiendo en todas partes la presencia de algo superior y misterioso.
Por otra parte, si bien cada detalle puede ser visto como un fragmento de lo universal, cualquier acontecimiento se convierte en expresión de un valor superior. Toda la cultura de principios del s. XIX está dominada por este esquema mental: a partir de éste, Schelling y Goethe formularon una filosofía de la naturaleza (--> Naturphilosophie) de tipo vitalista y organicista: los fenómenos vitales no se pueden explicar con las leyes de la química, porque la naturaleza está toda viva incluso en sus partes más pequeñas; en una simple brizna de hierba es posible ver la acción de fuerzas cósmicas que, a través de una polaridad de fuerzas internas (de contracción y de expansión) producen la complejidad de la naturaleza y su progresiva evolución. Afirmando que era <panteísta> en tanto que científico y <politeísta> como poeta, Goethe vio en la naturaleza una fuerza viviente, dinámica, animada y dirigida hacia una finalidad; un complejo orgánico tan estructurado que cada cosa (los individuos, la especie) tiene sentido solamente como parte de la globalidad. También vio que en este punto se podía registrar una confluencia entre el arte y la filosofía: efectivamente, tanto ésta como la pintura o la música o la poesía, tienden siempre a captar el nexo que une la finitud con la infinitud.
La relación entre finito e infinito se encuentra también en el origen de la reflexión de Hegel; según Hegel, la tesis constitutiva del idealismo debe ser el movimiento: <Todo lo que es finito no es un verdadero ser>. Lo que existe en un momento determinado de la historia del mundo, tomado en sí mismo, no existe propiamente, y en todo caso escapa a cualquier posibilidad de comprensión. En otros términos: no es posible analizar la realidad (tanto el mundo natural como la historia de la cultura) aislando alguna de sus partes e intentando explicarla por sí misma prescindiendo de las relaciones que mantiene con el resto, porque es comprensible única y exclusivamente a la luz de éste. Lo que es parcial, delimitado, incompleto, <finito> en definitiva, no goza de una existencia propia y autónoma: es una no-realidad que se hace comprensible solamente <resolviéndose> en la infinitud. Ésta tiene una naturaleza ideal, aunque no trascendente, a la que Hegel denomina espíritu (--> Absoluto).
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO