El principal mérito de la etología y en especial de K. Lorenz (El anillo de Salomón, 1949), es el de haber desligado el concepto de instinto de su tradicional aura misteriosa y sobrenatural, para abordarlo por primera vez como un fenómeno susceptible de ser estudiado mediante métodos puramente experimentales.
Según Lorenz, el instinto es un mecanismo preciso cuyo origen se sitúa en la historia biológica de la especie; se trata de un carácter adaptativo, seleccionado en el devenir de la evolución, que es de enorme utilidad para el afianzamiento de la especie.
Su funcionamiento sigue el esquema de la caldera de vapor: al igual que sucede en una caldera, la energía debe encontrar una salida si se quiere evitar que el artefacto estalle por la presión. De la misma manera, el instinto debe encontrar una salida de forma periódica.
K. Lorenz ilustró su idea con un <modelo hidráulico>, una metáfora útil para mostrar el carácter automático y espontáneo de los comportamientos instintivos que dependen del encuentro de dos factores:
- el potencial específico de acción, una <energía específica> interna al organismo indicada en el modelo por el agua que fluye de forma incesante en el recipiente;
- las señales desencadenantes que provienen del ambiente, representadas en el modelo por la válvula automática que regula la descarga del recipiente. La pesa colgada de esta válvula mide la intensidad de estos estímulos.
Razonando sobre el modelo se comprende que aunque el agua en el recipiente esté a un nivel bajo, basta con un estímulo muy fuerte, de gran peso, para que la válvula se abra y permita el paso del agua (es decir, para que se desencadene el comportamiento instintivo). Dicho de otro modo: por más serenos que podamos mantenernos ante un estímulo importante (un insulto o una amenaza, por ejemplo), siempre reaccionaremos con un movimiento instintivo de defensa y con la movilización de nuestra propia agresividad.
Pero se puede llegar a los mismos resultados por otro camino. Si el flujo de líquido en el recipiente es continuo e incesante, la válvula acabará por dispararse incluso ante la total ausencia de estímulos externos, a peso cero. En otros términos: si la intensidad de la disposición continúa en aumento, antes o después el comportamiento instintivo deberá encontrar una salida. Cuanto más aumenta el tiempo de privación (el tiempo en el que el animal no cumple el acto), menos importante será la necesidad de un estímulo externo. Tras un período lo suficientemente largo, el esquema de comportamiento instintivo se dispara por sí mismo.
Lorenz quiso interpretar todos los instintos (tanto los <instintos sexuales y alimenticios> como el instinto que regula la agresividad) partiendo de este esquema, lo que provocó una encendida polémica en la década de los años setenta del s. XX. Muchos vieron en la teoría de Lorenz una justificación de la agresividad, de la violencia y hasta de la guerra, que resultaría cíclicamente inevitable incluso en ausencia de motivos desencadenantes. La guerra, forma más social y organizada de la agresividad, representaría algo periódicamente inevitable incluso en las sociedades justas.
Lorenz quiso interpretar todos los instintos (tanto los <instintos sexuales y alimenticios> como el instinto que regula la agresividad) partiendo de este esquema, lo que provocó una encendida polémica en la década de los años setenta del s. XX. Muchos vieron en la teoría de Lorenz una justificación de la agresividad, de la violencia y hasta de la guerra, que resultaría cíclicamente inevitable incluso en ausencia de motivos desencadenantes. La guerra, forma más social y organizada de la agresividad, representaría algo periódicamente inevitable incluso en las sociedades justas.
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO