Cuando el cientificismo decimonónico, ya criticado en el ámbito filosófico por la reacción antipositivista (-->), se encontró con crecientes dificultades incluso desde el punto de vista experimental -dificultades debidas al desarrollo de la relatividad (-->) y de la cuántica (-->)-, la necesidad de una reflexión filosófica sobre los métodos de la ciencia (epistemología) conoció un renacimiento que se extendió durante las primeras décadas del s. XX.
El primer intento por replantearse los procedimientos científicos en clave crítica fue el principio de verificación propuesto por un grupo de filósofos-científicos conocido como el Círculo de Viena. El principio de verificación establece que sólo hay que prestar fe a aquellas proposiciones que pueden ser probadas mediante experiencias precisas y controlables. Para estos científicos, recurrir a la evidencia experimental se convirtió en la única manera de llevar adelante un principio de discriminación entre las teorías verdaderas (justificadas por las comprobaciones realizadas) y las doctrinas pseudocientíficas basadas en hipótesis fascinantes, pero no confirmadas por verificaciones suficientes.
Los miembros del Círculo de Viena admitían que la verificación podía asumirse como criterio potencial y no fáctico: para que una afirmación sea científica, sólo es necesario que, al menos de manera potencial, pueda someterse a experimentación, aunque dicha experimentación aún no haya sido realizada.
La frase <en Plutón viven hombrecillos verdes> nunca ha sido verificada, pero en líneas generales podría ser probada en el futuro gracias al progreso de la tecnología espacial; sería, por lo tanto, verificable (aunque probablemente falsa) y asumible como legítima hipótesis científica. Por otra parte, todas las afirmaciones que no son potencialmente verificables son declaradas sin sentido, pura fantasía (categoría en la que, según los miembros del Círculo de Viena, podría incluirse el bimilenario pensamiento metafísico).
A pesar de estas afirmaciones, la verificación adoptó el fenómeno de la observación como piedra angular de la ciencia, lo que condujo a reforzar el valor de la inducción (-->) y a volver a poner de actualidad la crítica a este procedimiento cognoscitivo. En la segunda posguerra, Popper propuso sustituir el principio de verificación por el de <falsación>. Según Popper, la distinción entre doctrina fantástico-metafísica y teoría científica no reside en la cantidad de pruebas aducibles para sostenerlas. Cada teoría genera infinitas consecuencias que nunca podrán ser verificadas, por lo que el criterio de prueba nunca llevará a la certeza definitiva. Por otra parte, muchas doctrinas pseudocientíficas pretenden aportar razonamientos probatorios (la magia, por ejemplo, consideraba el magnetismo como una prueba del principio de la simpatía cósmica: -->). La distinción entre ciencia y no ciencia reside, según Popper, en la capacidad de señalar las condiciones de falsabilidad; es decir, de aquellos experimentos cruciales que, una vez probados, pudiesen desmentir la teoría. Pensamiento metafísico sería aquel que, por intentar explicarlo todo, no prevé ninguna forma posible de falsación de sus principios.
La frase <en Plutón viven hombrecillos verdes> nunca ha sido verificada, pero en líneas generales podría ser probada en el futuro gracias al progreso de la tecnología espacial; sería, por lo tanto, verificable (aunque probablemente falsa) y asumible como legítima hipótesis científica. Por otra parte, todas las afirmaciones que no son potencialmente verificables son declaradas sin sentido, pura fantasía (categoría en la que, según los miembros del Círculo de Viena, podría incluirse el bimilenario pensamiento metafísico).
A pesar de estas afirmaciones, la verificación adoptó el fenómeno de la observación como piedra angular de la ciencia, lo que condujo a reforzar el valor de la inducción (-->) y a volver a poner de actualidad la crítica a este procedimiento cognoscitivo. En la segunda posguerra, Popper propuso sustituir el principio de verificación por el de <falsación>. Según Popper, la distinción entre doctrina fantástico-metafísica y teoría científica no reside en la cantidad de pruebas aducibles para sostenerlas. Cada teoría genera infinitas consecuencias que nunca podrán ser verificadas, por lo que el criterio de prueba nunca llevará a la certeza definitiva. Por otra parte, muchas doctrinas pseudocientíficas pretenden aportar razonamientos probatorios (la magia, por ejemplo, consideraba el magnetismo como una prueba del principio de la simpatía cósmica: -->). La distinción entre ciencia y no ciencia reside, según Popper, en la capacidad de señalar las condiciones de falsabilidad; es decir, de aquellos experimentos cruciales que, una vez probados, pudiesen desmentir la teoría. Pensamiento metafísico sería aquel que, por intentar explicarlo todo, no prevé ninguna forma posible de falsación de sus principios.
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO