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MAGOS Y NATURALISTAS: PARACELSO, AGRIPPA, TELESIO


PARACELSO



Pese a que gustaba firmar sus obras con el nombre de Philippus Aureolus Theophrastus, Paracelso era en realidad suizo, y Theofrast Bombastus von Hohenheim su auténtico nombre. Nacido en Einsiedeln (1493) y muerto en Salzburgo (1541), fue médico y mago, profesiones entre las que no veía ninguna incompatibilidad. Al contrario: fue gracias a una convicción de tipo mágico y precientífico –a saber, que en el hombre microcósmico debían encontrarse todos los elementos naturales (tierra, aire, fuego y agua)- como obtuvo la inspiración para inventar la farmacología. De hecho, mientras la medicina antigua preparaba remedios basados sólo en materias orgánicas, Paracelso descubrió la eficacia propia de los remedios químicos.

AGRIPPA



Cornelius Agrippa von Nettesheim, filósofo y alquimista alemán, nació en 1446 en Colonia y murió en 1535. Después de haber tentado la carrera militar, se decantó por los estudios humanísticos y científicos, con especial interés por la teología, la alquimia y la astrología. Enseñó en las universidades más prestigiosas de la época, como la de Pavía, donde estableció una academia para el estudio de las ciencias ocultas. Su estilo sin prejuicios provocó, sin embargo, la hostilidad del ambiente académico, hasta el punto de que en los últimos años de su vida sufrió persecuciones en toda la regla. El núcleo central de toda su reflexión se basó en la posibilidad de conciliar la tradición filosófica occidental con la hebraico-cabalística y con el pensamiento mágico.

TELESIO



Bernardino Telesio nació en Cosenza en 1509, donde murió a la edad de ochenta años. Formado en Padua y Nápoles, su texto principal, De la Naturaleza según sus propias Leyes, es una obra típica del Renacimiento, densa en divagaciones y observaciones sobre los fenómenos más disparatados. En ella Telesio sostuvo que para conocer la naturaleza era necesario tan sólo adecuarse a sus propias leyes: en el fondo, también el hombre, incluso poseyendo el raciocinio, forma parte de esa naturaleza que aspira a estudiar y, por lo tanto, si el conocimiento se fundamenta sobre datos inopinables obtenidos por la experiencia sensible, no hay posibilidad de error.

Los filósofos interpretando las estrellas (s. XV).



71 La medicina microcósmica.

EL PROBLEMA: ¿Cómo puede progresar la ciencia y en particular la medicina?
LA TESIS: A partir de la convicción filosófica, ampliamente difundida en el Renacimiento, de que el hombre resume en sí mismo al entero cosmos, Paracelso dedujo una innovadora práctica médica basada en el principio de que la farmacopea puede incluir no sólo medicamentos de naturaleza orgánica (como era tradición), sino también de origen mineral. El cuerpo humano, en efecto, debe ser considerado como un sistema químico curable con minerales como el azufre, el mercurio o la sal. Estas ideas dependían aún en gran medida de creencias mágicas y alquímicas (e incluso astrológicas), pero por otra parte determinaron el principio de la medicina moderna. El fragmento que sigue está extraído de la Opera Paragrana.

Todo el Universo está formado por los cuatro elementos; así, también lo están los seres individuales.

  • Igual que uno se ve a sí mismo al espejo incluso en los rasgos menos perceptibles, así, no menos claramente, el médico debe llegar a conocer al hombre examinándolo en el espejo de los cuatro elementos.
El médico ha de considerar al paciente como un microcosmos.

  • Éstos muestran una imagen perfectísima del entero microcosmos, como si éste se transparentase a través de un límpido cristal tras el que estuviese encerrado. El hombre debe ser para el médico claro y transparente como es transparente el rocío destilado, en el que nada puede haber que se escape a la vista.
Para curar el cuerpo, el médico debe conocer la estructura del Universo.

  • Ésta es la filosofía sobre la que se basa la medicina. No en el sentido de que debas conocer al hombre, sino a la naturaleza creada en el cielo. Ésta, parte por parte, te lo muestra todo, pues el hombre ha sido hecho de esa naturaleza. La materia de la que ha sido hecho te muestra de qué ha sido hecho, como si vieses en el bronce pulido la estructura que se transparenta al exterior. Cuando lo exterior ya no está ni siquiera su imagen interior permanece en el espejo: no en vano lo interior es generado por lo exterior.
Debe conocer los elementos que forman la materia.

  • Por lo tanto, el hombre es una imagen impresa en el espejo por los cuatro elementos: disueltos los elementos, se disuelve también el hombre. Si se elimina lo que es externo al espejo, ya no podrá verse la imagen interna.
La realidad está formada por una densa red de correspondencias ocultas.

  • Lo que se encuentra en el ángulo más remoto de la Tierra propaga su sombra hasta el hombre; lo que se encuentra en el fondo del mar imprime su imagen en el hombre, o lo plasma; lo que se encuentra bajo el polo antártico envía su reflejo hasta el polo ártico, y lo que está en el polo ártico imprime su reflejo en el hombre que se encuentra bajo el polo antártico.
Hay correspondencias también entre los astros celestes y los elementos terrestres.

  • ¿Qué es la Venus del zodiaco sino la matriz del vientre? De hecho, la Venus del zodiaco produce la medicina de la matriz. ¿Qué sería la concepción del vientre si la Venus del mundo no la provocase? ¿Qué es el hierro, sino Marte? ¿Qué es marte, sino hierro? Ambos son Marte, ambos son hierro. ¿Qué diferencia hay entre aquel Sol, aquella Luna, aquel Mercurio, aquel Saturno, aquel Júpiter, que están en el cielo y los que están en el hombre? Si observas al hombre no ves ninguna diferencia, excepto la provocada por una modificación de forma…
Sólo un profundo conocimiento de la naturaleza permite entender el origen de las enfermedades.

  • Si los médicos ignoran todo esto, no conocen suficientemente los arcanos. Si no saben qué produce el cobre o qué genera el vitriolo, ignorarán también qué cosa provoca la lepra. Si no saben qué favorece la herrumbre en el hierro, ignorarán también qué es lo que produce las úlceras. Si no saben qué provoca los terremotos, no sabrán tampoco qué provoca los temblores febriles. Es en lo externo en donde hay que aprender qué enferma al hombre: él mismo no puede mostrar nada de todo esto.

En el s. XVI, los médicos se representaban habitualmente vestidos con una solemne sotana y un abrigo de piel. Muy diferente es la imagen de Paracelso, con la cabeza descubierta y más cercano a los árboles y a las montañas que a los libros.


MICROCOSMOS/MACROCOSMOS

Correspondencia estructural entre el macrocosmos –es decir el mundo- y el microcosmos –es decir, el hombre considerado como un verdadero Universo en miniatura-. Esta idea ya se suponía de muy antiguo origen en los tiempos de Platón, quien la trató en el Timeo –el diálogo dedicado a los argumentos científicos-, pero no se convirtió en un concepto clave hasta el Renacimiento, cuando se erigió en uno de los principios básicos del pensamiento mágico.


72 Las simpatías de la naturaleza.

EL PROBLEMA: ¿Qué es y cómo funciona la magia?
LA TESIS: La posibilidad de llevar a cabo operaciones mágicas se basa en la existencia de correspondencias invisibles entre los órdenes naturales: a cada cuerpo celeste corresponden una planta, un animal, una cualidad ética, un tipo de hombre, y así sucesivamente. Conociendo estas relaciones secretas, el mago sobrepasa las leyes ordinarias de la naturaleza y descubre los lazos del antagonismo o de afinidad electiva (simpatía) que oponen o vinculan los objetos. El efecto final es la transformación en sentido psicológico de los fenómenos naturales: por ejemplo, el azúcar se disuelve en el agua porque entre los dos elementos hay amistad, mientras la no solubilidad del aceite depende de una antipatía que lo opone al agua. (De La Filosofía Oculta de Agrippa.)


Los tres elementos de la medicina de Paracelso (O. Croll, Chymische Kleinod, 1647). El mercurio (azogue) está representado por el hombre con el pez, el azufre por la nube y la sal, por el cadáver.


Hay una correspondencia entre los órdenes de la naturaleza, entre las estrellas y los entes del mundo.

  • Cada estrella tiene naturaleza, características y condiciones propias; por medio de sus propios rayos reproduce sus signos y caracteres en los elementos, en las piedras, en las plantas, en los animales y en sus extremidades. Por ello a cada cosa, debido a su disposición armónica y a la estrella que infunde en ella sus rayos, le es concedido un signo o carácter especial, impreso en ella, que representa aquella estrella y aquella armonía y que contiene una particular virtud, diferente de todas las demás por género, por especie o por disposición de la materia que le subyace.
Hay una correspondencia entre el hombre y el cosmos en su totalidad.

  • Pero visto que entre tanta variedad de cosas no se puede comunicar un conocimiento científico si no es por lo poco que la sabiduría puede percibir, omitiendo ahora lo que se puede investigar sobre las plantas, sobre las piedras, sobre todas las otras cosas y en las extremidades de tantos animales, detengámonos únicamente en la naturaleza humana. Siendo ésta la imagen más perfecta de todo el Universo y conteniendo toda la armonía celeste, podemos encontrar en ella, sobradamente, los signos y las características de todas las estrellas y de los influjos celestes.

73 El hombre es un cosmos en miniatura.

EL PROBLEMA: ¿Hay una relación entre el hombre y el Universo?
LA TESIS: A finales de la Edad Media y en el Renacimiento se asentó la idea de una equivalencia estructural entre ser humano y cosmos en su totalidad. El hombre, síntesis viviente de toda la naturaleza, posee todos los elementos de lo creado: es tierra, agua, aire y fuego (la inteligencia), participa o bien del mundo animal (e incluso del vegetal) o bien del espiritual mundo angélico. Puede llegarse al Universo partiendo del hombre, y viceversa. Son evidentes los efectos últimos de esta doctrina: de la unicidad y de la centralidad cósmica del hombre derivan su supremacía sobre las otras especies vivientes y el derecho a un dominio general sobre la naturaleza. (Del Diálogo sobre el Hombre, de Agrippa.)

El hombre sintetiza en él toda la naturaleza. Es un pequeño mundo en sí mismo.

  • El hombre es llamado microcosmos, es decir, mundo menor, porque posee todo lo que está contenido en el mundo mayor: de hecho, en él pueden distinguirse el cuerpo que nace de la mezcla de los elementos, el espíritu celeste, la vida vegetativa de las plantas, la sensibilidad de las bestias y la razón, la mente angelical y la imagen de Dios.
En el hombre conviven los cuatro elementos y el éter, la materia espiritual de los cielos.

  • En él, en este material y terrenal cuerpo del hombre, se encuentran, bajo las formas de su genuina propiedad, los cuatro elementos: el fuego, el aire, el agua y la tierra. Hay también un corpúsculo espiritual y etéreo, que es el vehículo del alma y que corresponde por analogía al cielo.
En el hombre está presente la dimensión vegetativa, la animal o la espiritual.

  • Está la vida vegetativa, que en el hombre desarrolla las mismas tareas que en las plantas, pues practica las funciones nutritiva, de crecimiento y reproductora. Está el sentido, ya sea interno o externo, de las bestias. Hay un alma celeste dotada de razón y muy valiente. Está la participación en el intelecto angélico y en la mente divina. En el hombre se encuentra la posesión verdadera y divina de todas estas cosas, conjugadas en una sola. Esto es lo que afirma Hermes en el Pimandro, donde dice: la naturaleza interior envolvió al hombre con un amor propio, lo colmó de sí misma y se fundió en él, entera y profundamente, y también lo hicieron partícipe de su propio orden cada uno de los dominadores celestes.
Todas las cualidades de los astros están presentes en el ser humano.

  • En efecto, el hombre está en relación con todas las estrellas y planetas. Se encuentran en él la estabilidad y la inmutabilidad de intenciones de Saturno; de Júpiter, la clemencia, la justicia y la majestuosidad; de Marte, la constancia y la firmeza de ánimo; del Sol la luz, la razón, el juicio que distingue lo justo de lo injusto, la luz que purifica de las tinieblas de la ignorancia; de Venus, el amor y el deseo del aumento y de la propia multiplicación; de Mercurio, la inteligencia, la agudeza del ingenio, el discurso racional, la perspicaz vivacidad de los sentidos; de la Luna, el dirigirse a las cosas terrenales para conservar la vida y la capacidad de desarrollar el crecimiento en sí mismo y en las otras cosas…
El hombre es el más perfecto de todos los seres; su destino es el dominio del mundo.

  • Por ello se llama mundo menor al hombre: porque es el vínculo, el nudo y la percepción última del mundo mayor… Y si bien se llama mundo menor al hombre, todo el mundo mayor y todos los mundos particulares están obligados a servirle.

74 También los animales piensan.

EL PROBLEMA: ¿En qué consiste el pensamiento humano? ¿Son diferentes las capacidades intelectivas humanas y las animales?
LA TESIS: Las teorías científicas propuestas por Telesio, del que se reproduce un fragmento extraído de su obra De la Naturaleza de las Cosas según sus propias Leyes, parecen hoy muy primitivas, pues el filósofo, refiriéndose a las antiguas doctrinas de los presocráticos (véase 8, 17), quiso explicar toda la realidad como el resultado de dos fuerzas antagónicas: el calor y el frío. Sin embargo, sus afirmaciones sobre la objetividad y la autonomía de la naturaleza representaron uno de los inicios de la revolución científica. En el fragmento, en abierta polémica con las tesis de los aristotélicos acusados de abstracción metafísica, Telesio sostiene la tesis del sensualismo radical: todo conocimiento humano se reduce a la simple sensación, pues ésta se basta por sí misma y sin la intervención de la inteligencia para explicar las leyes de la naturaleza. No hay nada de particular en lo que llamamos inteligencia, nada cualitativamente distinto o superior a una sensibilidad refinada. Pensando que el pensamiento sea reducible a la sensación y que ésta baste para conocer el mundo, Telesio deduce la tesis de que también los animales piensan, pues no se les puede negar su capacidad perceptiva.

Cada intento de interpretar el mundo racionalmente fracasa, porque aplica a la naturaleza esquemas propios del hombre.

  • Aquellos que han escrutado la construcción de este mundo y la naturaleza de las cosas que contiene antes de que lo hiciésemos nosotros, parece que trabajaron mucho con escasos resultados. ¿Qué consiguieron ver, si todos sus discursos se oponen los unos a los otros y a las cosas? Conviene creer que les sucedió que, demasiado confiados en sí mismos y sin haber observado, como era necesario, las cosas mismas y su fuerza, ellos mismos hayan puesto en las cosas la grandeza, la inteligencia y las facultades que ellos mismos creían poseer. Pero compitiendo en sabiduría con Dios en su buscar los principios y las causas del mundo con la razón, y en su creer y querer que debían inventar aquellas que no consiguieran encontrar, imaginaron el mundo a su propia voluntad.
Es en cambio necesario un conocimiento perceptivo, sensible y empírico.

  • Nosotros, en cambio, amantes y cultivadores de una sabiduría completamente humana (que parece alcanzar su cenit al considerar las cosas que los sentidos manifiestan y las que pueden ser extraídas de la analogía de las cosas percibidas por los sentidos), nos proponemos observar el mundo y sus partes individuales y las pasiones, las acciones, las operaciones y las clases de sus partes y de las cosas en él contenidas. Éstas, de hecho, convenientemente observadas, manifestarán de por sí la grandeza que cada una tiene, y asimismo su capacidad y naturaleza…
Si la materia no es inerte es porque sobre ella actúan los dos principios del calor y el frío.

  • Hay que establecer tres principios de las cosas: dos agentes naturales (el calor y el frío) y una masa corpórea que, para ambas naturalezas, será propia, congruente y adaptada tanto a expandirse y extenderse como a condensarse, a restringirse y a asumir cualquier disposición que posean el calor y el frío.
Expansión y condensación son las dos leyes físicas fundamentales.

  • Pero ésta es inerte, ignara y casi muerta, oscura e impotente y, por lo tanto, no se expande nunca y no se renueva: aquella parte suya que parece expandirse lo hace manifiestamente bajo la acción del calor que la sustituye; y la que se contrae, lo hace por la acción del frío que la condensa y restringe.
También en el mundo animal, e incluso en el vegetal, existen formas de espiritualidad.

  • Para conocer la constitución de las plantas y de los animales, es necesario primero que conozcamos las cosas de las que están formados. Y no aludo a las partes del cuerpo, sino a aquella parte que es propia de ellos: es decir, el alma… El alma es una sustancia existente por sí misma,  inherente tanto al cuerpo como al propio tejido y a los órganos, de modo que la misma alma hace todo lo que el animal hace, sirviéndose tanto del cuerpo y de las partes individuales de él, como de los mismos órganos.
Aplicando la lógica a la percepción sensible y empírica, se llega a un conocimiento verdadero y universal.

  • El mismo sentido que ve y establece que todos los hombres presentes son bípedos, ve y establece del mismo modo que son bípedos todos los ausentes. Ello prueba con suficiencia, creo, que precisamente el sentido que siente, compara y conecta las cosas semejantes, constituye lo universal.
Se puede comprobar, por ejemplo, que también los animales están capacitados para emplear conceptos universales.

  • Pero si se quiere que el asunto esté aún más claro, considérense las bestias, que los mismos peripatéticos (los aristotélicos) sacan a relucir: las bestias están dotadas sólo de sentidos; sin embargo, tienen conocimientos universales casi como los hombres. No se puede dudar en absoluto de que reconocen al hombre, al león, al animal y a la planta tanto como a las diferencias entre una y otra cosa, así como saben que el fuego calienta y que el aire y el agua son maleables…
La pasividad de la percepción garantiza su veracidad.

  • El espíritu percibe las cosas, porque percibe que está influido, modificado y movido por ellas. Y la sensación que se tiene de todas las cosas de este tipo se verifica siempre del modo en que se ha dicho…
Frío y calor son los dos principios cósmicos universales.

  • Puesto que tanto el cielo como la Tierra, los cuerpos mayores del mundo y los primeros en ser formados por Dios según el testimonio de las Sagradas Escrituras, están constituidos el uno por el calor y el otro por el frío; y puesto que todos los demás componentes están hechos de Tierra modificada por el calor del Sol, parece claro que el calor y el frío son los principios agentes de todas las cosas.
También el frío es necesario para la vida, por oposición al calor.

  • En efecto, a excepción de la Tierra misma, ninguno de los otros está constituido por el frío, sino que todos lo están por el calor; y para que devinieran como son, fue necesaria también la obra de un frío que graduase y moderase la acción del calor, y puesto que uno de los dos primeros cuerpos es obra del frío, parece que podemos concluir que éste debe ser igualmente concebido como uno de los dos principios agentes.

NATURALISMO


Es la posición filosófica sostenida por los primeros filósofos griegos (véase 1, 17) y por Telesio, según la cual: 1) Nada existe fuera de la naturaleza; 2) Dios es sólo la energía o la lógica interna de la naturaleza; 3) Hay que indagar en la naturaleza sin recurrir a ningún principio de trascendencia, sin partir de esquemas mentales o convicciones metafísicas previas.


 TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO