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CARDIO/CEREBROCENTRISMO


El problema de la ubicación del alma (es decir, de la sede de las funciones vitales e intelectuales) en el cuerpo fue resuelto en la antigua Grecia por dos de sus principales escuelas de pensamiento.

La hipótesis más antigua se remonta a la tradición mítica oriental; defendida primero por Empédocles y, en un segundo momento, por Aristóteles y por los estoicos, encontró una sistematización definitiva en el ámbito científico gracias a Galeno, el médico más importante de la Antigüedad (s. II d.C.). Esta hipótesis sostenía el cardiocentrismo: el <corazón> es el lugar en que, mediante un proceso de refinamiento producido gracias al calor, la sangre se transforma en pneuma (-->), la materia de la vida y del espíritu que es la base de todas las acciones espirituales. Según esta teoría fisiológica, el <hígado> era el encargado de la función que actualmente consideramos propia del corazón (la distribución de la sangre), mientras que el <cerebro> se consideraba simplemente un órgano que enfriaba el cuerpo (autorregulación térmica). Se admitía que en el interior del cráneo tenían lugar algunas funciones psíquicas, pero se negaba que el cerebro estuviese implicado; las facultades del alma (-->) se explicaban como el producto de la actividad del pneuma que circula entre los relieves (circunvoluciones) que surcan la materia cerebral. Por el contrario, el corazón, centro propulsor de la circulación pneumática (a través de las arterias), se consideraba el lugar de encuentro entre la vida del macrocosmos y la del individuo, sede fisiológica de la sensación, del conocimiento y de las operaciones que hoy en día denominamos <cerebrales>. Esta glorificación del corazón incluía también la sangre, la base fisiológica de la que procedía el pneuma por refinamiento. Por otra parte, la identidad simbólica entre sangre y vida queda testimoniada por numerosos mitos más antiguos que las reflexiones de Aristóteles. En la Biblia (Deuteronomio) se lanza la siguiente advertencia: <sólo debes evitar una cosa: perder la sangre, porque para ellos -los animales sacrificados-, la sangre es como el alma>. (A partir de este precepto bíblico, los judíos siguen, todavía en la actualidad, un método particular para el despiece de la carne que evita la posibilidad de alimentarse de la sangre-alma de los animales).

Con el descubrimiento de la circulación de la sangre en el s. XVII, se verificó que el corazón era simplemente un músculo; el médico mecanicista A. Borelli (1608-1679) negó la existencia de la <llama vital> (el pneuma) y consideró el corazón una simple bomba hidráulica sin relaciones directas con la respiración y con el calor corporal.


La hipótesis más reciente, el cerebrocentrismo, fue defendida por los médicos hipocráticos y por los pitagóricos. El pitagórico Alcmeón demostró, mediante la práctica de la disección de los animales, que todos los órganos de los sentidos están conectados con el cerebro, y dedujo correctamente que este último es el órgano encargado de elaborar las percepciones.

En este ambiente, la teoría de las <tres almas> de Platón se planteó como una posición intermedia: aunque aceptaba el cerebrocentrismo (el alma racional tiene su sede en el cerebro), Platón admitió que el corazón era la fuente de las emociones (alma pasional), y completó el esquema situando el alma concupiscente (instintiva) en el vientre y la imaginación, en el hígado.





TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO