1478 – 1535 d.C.
No se puede describir la
vida de Thomas More, humanista,
político y filósofo inglés, sino a partir del martirio que le dio fin, en 1535,
cuando el filósofo fue decapitado por orden de Enrique VIII a causa de su negativa a avalar el cisma anglicano
derivado del Acto de Supremacía del año precedente, con el que el soberano
inglés separó la Iglesia inglesa de la romana. Gran humanista y literato, amigo
de Erasmo, tras una precoz vocación
religiosa (fue proclamado santo por Pío
XI) se dedicó con éxito a la vida política: primero fue miembro de la
cámara de los Comunes, se convirtió luego en uno de los integrantes
del consejo privado de la corona y, finalmente, alcanzó el grado de gran
canciller del rey.
La fama de Moro está ligada a su mayor obra, Utopía (1516), literalmente <en
ningún lugar>, en la que, remitiéndose al modelo de la República de Platón, el
filósofo describe detalladamente una isla imaginaria descubierta por un viajero
también imaginario (Rafael Itlodeo),
estableciendo una precisa comparación entre los racionales hábitos de vida de
los Utópicos y los de los ingleses.
Si bien Utopía se considera la primera obra de
un nuevo género literario (la ciencia ficción), no se trata de un relato
fantástico, sino de una verdadera novela filosófica, una crítica
contundente a la sociedad contemporánea a través de la comparación con un
modelo ideal de República perfecta. Justamente por el título de la
afortunada obra de Moro (de la que
se han extraído todos los fragmentos reproducidos), el término utopía ha entrado a formar parte del
lenguaje ordinario para indicar cualquier ideal social, político y religioso,
de difícil –cuando no imposible- realización.
82 Trabajar todos y trabajar menos en la isla de Utopía.
EL PROBLEMA: ¿Es posible hacer
más justo el sistema productivo? ¿En qué condiciones podría el trabajo
convertirse en una actividad gratificante? ¿Es preferible la formación integral
del hombre o la especialización profesional?
LA TESIS: En la isla de
Utopía no hay diferencias de sangre o de género; todos los ciudadanos son iguales y todos se ocupan en la agricultura o en la artesanía, de
tal modo que la rotación del trabajo impida la aparición de diferencias
sociales. También se trabaja poco, porque en una sociedad en la que todos trabajan, queda incluso espacio para el tiempo libre, la diversión y las
actividades recreativas.
Una buena educación
debe ser tanto práctica como teórica.
·Un arte que todos, hombres y mujeres,
conocen muy bien, es el de la agricultura. Lo aprenden desde la infancia, en
parte aprendiendo las bases en la escuela, en parte ejercitándolo casi como un
juego en los campos cercanos a la ciudad. De esta manera no sólo aprenden la
teoría, sino que ejercitan sus propios cuerpos en su práctica.
Es
necesaria la especialización profesional.
·Además de la agricultura, todos ellos se especializan en una actividad concreta. Por lo general se ocupan de los
oficios más comunes, que son el tratamiento de la lana, la manipulación del
lino, la albañilería, los trabajos de herrería y la carpintería. Aparte estos
oficios, no hay otros que merezca la pena mencionar.
La
ropa se produce en familia.
·Los vestidos son iguales para todos los habitantes de la isla (salvo las diferencias en el vestir que
distinguen a los dos sexos y a los célibes de los casados) y siempre idénticos para todas las edades; ello no impide que
sean de atractivo corte ni que resulten cómodos tanto en verano como en
invierno. Cada familia confecciona sus propios vestidos, aunque respecto a los
demás oficios, cada hombre y también cada mujer aprende uno en particular.
Hay
profesiones femeninas y masculinas.
·Las mujeres, por su constitución más débil,
se dedican a los trabajos menos duros, como la elaboración de la lana y del
lino. Del resto de los trabajos, los más duros son ejercidos por los hombres.
Se
favorece la formación vocacional, incluso cambiando el ambiente familiar.
·En general, casi todos los niños son
educados en la profesión de sus padres, porque es algo que llevan en la misma
sangre. Pero si alguien se siente atraído hacia otro oficio, es adoptado por la
familia en la que se practica la actividad por él elegida. En tal caso, tanto
su padre como el magistrado cuidan de que sea puesto al servicio de un jefe de
familia serio y honesto. Del mismo modo, si alguien especializado en un oficio
quiere aprender otro, se le permite hacerlo en idénticas condiciones. Una vez
conseguidos los dos, puede ejercer el que más le agrade, a condición, sin
embargo, de que la ciudad no necesite más de uno de ellos.
Es
necesario el justo equilibrio entre trabajo y reposo.
·La principal, por no decir única, misión de
los encargados del control, es la de velar para que nadie se entregue
a la ociosidad, sino que todos se apliquen al máximo a su trabajo, pero
sin por ello fatigarse trabajando como bestias desde el alba hasta el anochecer,
pues una tal condición es mucho peor que la misma esclavitud. Y, sin embargo,
ésta es la condición de los trabajadores en todas partes, excepto en
Utopía.
En
una sociedad justa, sería posible trabajar sólo seis horas al día.
·Allí se divide la jornada en veinticuatro
horas iguales, y dedican sólo seis horas al trabajo. Trabajan tres horas antes
del mediodía, y a continuación almuerzan y dedican dos horas al reposo; después
trabajan otras tres horas, para terminar con la cena. Contando la primera hora
desde el mediodía, se acuestan a las ocho de la tarde y duermen ocho
horas.
El
tiempo libre se emplea en actividades formativas.
·Cada cual pasa el tiempo que les queda
entre el trabajo, la comida y el descanso, como mejor cree; pero no en
lascivias u otras ocupaciones inocuas, sino que, estando libres de fatiga
corporal, se empeñan útilmente en cosas agradables y provechosas. Estas horas
de tiempo libre a menudo se dedican al estudio. Según una solemne tradición,
cada mañana antes del alba se celebran lecciones públicas a las que están
obligados a asistir sólo los que han sido elegidos para estudiar.
La
elección profesional debe seguir el criterio de la vocación personal.
·A pesar de ello, hay que reconocer que
muchos, tanto hombres como mujeres de todas condiciones, se agolpan en el lugar
de los cursos para escuchar sus lecciones: unos a unas, otros a
otras, según sus preferencias. Pero si alguno prefiere dedicar este tiempo
libre a los trabajos de su oficio (como sucede a muchos, cuyo
intelecto no alcanza la elevación contemplativa que requieren las artes y las
ciencias), nadie se lo impide; al contrario, se les felicita por ser útiles a
la República.
Un
horario de trabajo reducido no empobrece a la sociedad.
·Pero ahora considerad atentamente algo, o
de otro modo podríais engañaros. Sabiendo que sólo dedican seis horas al
trabajo, podríais pensar que de ello se derive una gran carencia de bienes. No
es así, porque ese limitado número de horas no sólo es suficiente, sino que
basta y sobra para poder vivir cómodamente.
En
nuestra sociedad trabaja sólo una pequeña parte de la población.
·Lo comprenderéis enseguida si observáis
atentamente la mucha gente ociosa que hay en otras naciones. En primer lugar,
casi todas las mujeres, que son más de la mitad de la población (allí donde las
mujeres tienen alguna ocupación, entonces son los hombres los que no hacen
nada); después, la gran turba ociosa de los sacerdotes y la de aquellos que se
hacen llamar hombres de la Iglesia. Añadámosles los ricos, en especial los
propietarios de terrenos, que la gente suele llamar gentilhombres o nobles.
Si
el trabajo fuese distribuido por igual, todos podrían trabajar menos.
·Incluid en este número a sus servidumbres,
esa chusma de bergantes y espadachines sin oficio que les rodean. Añadámosles
ciertos mendigos robustos y sanos que esconden su vivir
ocioso tras de una enfermedad o malformación. Os daréis cuenta entonces de que
las cosas que los hombres necesitan para vivir se producen con
el trabajo de unos pocos.
83 Amor y guerra entre
los habitantes de Utopía.
EL PROBLEMA: ¿Qué soluciones
pueden adoptarse para mejorar la convivencia social? ¿Es lícita la sexualidad
extra matrimonial?
LA TESIS: No obstante la
reafirmación de los valores tradicionales de la familia y del matrimonio, la
condición de las mujeres descrita por Moro
en la isla de Utopía es mucho mejor que la realidad histórica que les era
contemporánea. Las mujeres pueden participar en las actividades bélicas, aunque
–afirma el filósofo- las mejores guerras son aquellas en las que no hay
necesidad de combatir, en ciertos casos pueden obtener el divorcio, y son
castigadas lo mismo que el marido en caso de adulterio o de una relación sexual
anterior al matrimonio.
La familia es el
elemento base del tejido social.
·Diré ahora cómo se comportan unos con otros, cuáles son las
relaciones entre las personas y cómo tiene lugar la distribución de las cosas.
En primer lugar, la ciudad está formada por familias, por lo general constituidas
por vínculos de sangre. Cuando se casan (si es que tienen la edad justa), las
mujeres se van a vivir a la casa del marido. Los hijos varones, en cambio, como
todos los descendientes de este sexo, permanecen siempre en la misma familia.
El jefe de familia es el varón más anciano, a menos que su mente esté afectada
por la vejez: en este caso, lo sustituye quien más se le acerca en edad.
Un rígido control
demográfico determina la estructura de las familias.
·Para evitar que el número prescrito de ciudadanos ni disminuya ni
aumente más de lo debido, se ha establecido que ninguna familia (en cualquier
ciudad, sin contar los bosques circundantes, suman unas seis mil) tenga menos
de diez o más de dieciséis hijos adultos. Para los niños, en
cambio, no se puede fijar ningún límite. Esta regla es fácil de cumplir
asignando los hijos de las familias más numerosas a las menos
numerosas. Si sucede que la ciudad supera el número establecido de nuevos
nacimientos, éstos son enviados a otra ciudad que carezca de los suficientes.
La fundación de
colonias es el remedio para el aumento de la población.
·En el caso de que los habitantes de la isla sean demasiado
numerosos, se escogen algunos para que vayan a vivir a una ciudad construida
en la cercana tierra firme, donde hay muchos terrenos vírgenes y abandonados. La
nueva ciudad observa las mismas leyes que la isla y acoge, si así lo desean, a
los indígenas del lugar. En tal caso, los dos pueblos, uniéndose y
conviviendo, se habitúan pronto a los mismos usos y costumbres, y esto con gran
provecho para ambos. Los habitantes de Utopía, con sus leyes, logran que
una tierra que antes era estéril e incapaz de nutrir a los indígenas, sea
pronto capaz de sostener ambas poblaciones.
En algunos casos,
el colonialismo y la requisa de las tierras están justificados por un superior
interés económico general.
·Pero si los habitantes de la zona no aceptan vivir con ellos y
según sus leyes, entonces los expulsan del territorio que han tomado. Si
aquéllos se niegan o se rebelan, los combaten. De hecho, están
convencidos de que no hay guerra más justa que aquella contra quien
mantiene una tierra improductiva, impidiendo a los demás poseerla y
cultivarla cuando es la ley de la naturaleza que se pueda aprovechar para
explotarla y tener de qué vivir.
La sexualidad
prematrimonial se desaprueba.
·La mujer no se casa antes de los dieciocho años; el varón, no antes de
cumplidos cuatro años más. Tanto el hombre como la mujer sorprendidos en
secreta libido antes del matrimonio son severamente castigados, y a ambos se
les prohíbe para siempre el matrimonio, a menos que el supremo magistrado les
perdone la falta. Tanto el padre como la madre de la familia en cuya casa se ha
producido el escándalo son expuestos a la desaprobación pública, por su poca
diligencia en su obligación de velar por los hijos.
La libertad sexual
va contra la institución matrimonial.
·Castigan tan severamente estos deslices por estar convencidos de
que, de no frenar las libertades sexuales, pocos se unirán en el amor del
matrimonio, en el que se debe pasar la vida entera con la misma persona y
compartir con serenidad dolores y desgracias.
Antes del
matrimonio, la pareja debe verse desnuda.
·Por lo demás, en la elección de la esposa y el marido siguen con la
máxima seriedad y convicción un ritual que, a mi parecer, es absurdo y ridículo.
Una dama honorable y honesta muestra la prometida, sea virgen o viuda,
completamente desnuda a su pretendiente. Del mismo modo, un anciano sabio y
discreto muestra a la novia a su pretendiente desnudo. Reímos de esta
costumbre, desaprobándola y considerándola estúpida. Ellos, en cambio, se
sorprenden de la estupidez de otros pueblos que, en la venta de un potrillo de
poca monta, sospechan y rehúsan comprarlo si no lo ven sin manta ni silla,
aunque con ellas el potro está casi desnudo…
La indisolubilidad
del matrimonio y los casos aceptados de divorcio.
·Se han visto inducidos a considerar el asunto con la máxima atención
porque en esa parte del mundo son los únicos entre todos los hombres que se
contentan con una sola mujer y el matrimonio sólo se rompe por la muerte, salvo
en caso de adulterio o de comportamientos intolerables por parte de un cónyuge.
En estos casos, el Senado concede a la parte ofendida el permiso para casarse
de nuevo, mientras que el otro vivirá en la infamia y sin poder
casarse de nuevo.
El divorcio por
consenso.
·Sucede a veces que el hombre o la mujer no van de acuerdo y hallan ambos
a alguien con quien esperan vivir mejor. Entonces se divorcian de común acuerdo
y contraen nuevo matrimonio con otra persona. Esto sucede sólo con el
consentimiento del Senado, después de que los magistrados y sus esposas hayan
examinado atentamente el caso. El permiso no se concede a la ligera porque
saben que nada hay más peligroso para la estabilidad del amor conyugal que la
fácil esperanza de un nuevo matrimonio.
Las penas previstas
para el adulterio.
·Quien rompe el vínculo conyugal es castigado con la más dura
esclavitud. Si los culpables de un adulterio están casados, entonces las dos
partes ofendidas obtienen el divorcio y pueden casarse entre sí (si lo desean)
o con quien prefieran. Pero si una de las partes ofendidas sigue amando al culpable de una tal perfidia, no está obligada a renunciar al matrimonio,
siempre que esté dispuesta a seguir al cónyuge en la esclavitud a la que
se le condena por su grave pecado. Así, a menudo sucede que el arrepentimiento
del uno y la entrega del otro conmueven al magistrado
supremo de tal modo, que concede a ambos la libertad. Pero quien reincide en el
mismo pecado, es castigado con la muerte.
Las mejores
batallas son aquellas en las que no se combate.
·A menudo lamentan y se avergüenzan de una
victoria ganada con sangre, pues juzgan absurdo comprar una mercancía, por muy
valiosa que sea, a un precio tan excesivo. Se complacen mucho si logran
derrotar al enemigo con habilidad y engaño. Celebran este triunfo
con festejos públicos, erigiendo un monumento a una acción que consideran
heroica.
También
las mujeres participan en las acciones bélicas.
·Pero así como el Estado no empuja a nadie a
una guerra en contra de su voluntad, del mismo modo no impide a las mujeres que
sigan a sus maridos, si lo desean; al contrario: las estimulan y alaban a
quienes lo hacen. En el campo, todas avanzan junto al marido; en la batalla,
todos se rodean de hijos, parientes y amigos, de modo que la
natural predisposición les lleve a ayudarse entre sí. Regresar sin la esposa se
considera un deshonor para el hombre, así como para la mujer regresar sin el
esposo o para el hijo hacerlo sin el padre. Por ello, si
el enemigo es tan aguerrido que obliga al combate cuerpo a cuerpo,
éste se vuelve tan duro y sangriento que concluye, si es necesario,
con la aniquilación de ambas partes.
84 El derecho a la
eutanasia.
EL PROBLEMA: ¿Es justo poner fin
con la muerte a los sufrimientos de los enfermos terminales? ¿Debe el
suicidio ser prohibido por ley?
LA TESIS: Una de las más
avanzadas reformas previstas por Tomás
Moro se refiere a la licitud de la eutanasia, es decir, al derecho del moribundo a acabar dignamente su vida, poniendo fin, con un suicidio
asistido, a sufrimientos incurables por la ciencia médica. También avanzado, y
hoy de gran actualidad, es el principio de que los portadores de
diferencias y deformidades físicas tengan derecho al mismo respeto que las
personas sanas.
El
respeto por las deformidades físicas.
·Burlarse de alguien por sus deformidades o
mutilaciones es considerado inconveniente y vergonzoso, no para quien es objeto
de la burla, sino para quien la hace, considerando equívocamente como un
defecto lo que el otro no ha podido en absoluto evitar.
El
justo equilibrio en el cuidado del cuerpo.
·De la misma manera, así como consideran
errado a quien no conserva su belleza, juzgan insolente y reprobable
ayudarla con los artificios del maquillaje. Saben por experiencia que la
belleza no hace a las mujeres tan queridas por el marido como la honestidad y
el respeto.
La
eutanasia es permitida y favorecida.
·Los enfermos son tratados con amor, y no se escatiman ni medicinas ni alimentos que los puedan
sanar. Consuelan a los enfermos incurables sentándose junto a ellos, hablándoles y facilitándoles todos los cuidados necesarios para que no
sufran demasiado. Pero si alguno no sólo es enfermo incurable, sino que
sufre continuos sufrimientos, los sacerdotes y magistrados lo exhortan a no
prolongar su pestilente mal, pues su existencia ya no es útil, grava a los demás, para él sólo es fuente de dolor y no hace sino sobrevivir a su muerte.
Aun
así, el suicidio requiere de un <permiso>.
·Pero no obligan a nadie a suicidarse en
contra de su voluntad ni por ello le conceden menos cuidados. Para quien lo
acepta, morir de ese modo se considera algo honorable. Pero el que se
quita la vida sin haber recibido el permiso de los magistrados y sacerdotes, es
juzgado indigno y se le abandona en cualquier ciénaga sin darle
sepultura.
UTOPÍA
Literalmente, no lugar, es decir, <lugar que no
existe>, término escogido por Tomás
Moro para su obra homónima y que pasó luego al lenguaje común para designar
la descripción de una sociedad ideal, ordenada según los principios de justicia
e igualdad. Los filósofos han debatido largamente sobre la utilidad
de elaborar modelos de Estados perfectos, y por lo tanto inalcanzables en la
práctica.
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO