Ir al contenido principal

Asesorías Filosóficas Personalizadas

Mostrar más

NEOPLATÓNICOS: FICINO Y PICO DELLA MIRANDOLA


MARCILIO FICINO



El punto de inflexión en la vida de Marsilio Ficino (1453 – 1499) se produjo en 1462 (hacia sus treinta años de edad), cuando Cosme de Médicis le confió la traducción del griego al latín de todo los Diálogos de Platón, recientemente adquiridos en Grecia y conocidos hasta entonces sólo a través de la tradición medieval. Para ayudar al filósofo –que poco antes había terminado sus estudios en Pisa y Florencia- a completar tamaña empresa filológica, el mecenas puso a su disposición una villa en Careggi, cerca de Florencia, que muy pronto se convirtió en un activo centro intelectual conocido con el nombre de Academia Platónica. Allí tradujo Ficino las obras de Platón, Porfirio, Proclo, Plotino, Dionisio el Areopagita, Hermes Trimegisto, Orfeo, Hesíodo y otros muchos, contribuyendo de manera decisiva al renacimiento de los estudios clásicos. Ficino falleció a la temprana edad de cuarenta y seis años.

PICO DELLA MIRANDOLA



El acontecimiento central en la breve vida de Pico della Mirandola (1463 – 1494) fue la iniciativa del fallido congreso romano que habría debido reunir en una hipótesis conciliadora a los representantes de las tres religiones reveladas y a los sabios más eminentes de todas las escuelas de pensamiento. Para preparar dicho concilio, Pico escribió novecientas tesis inspiradas en la Filosofía, la Cábala y la Teología (1486) y apoyadas en las más diversas fuentes (Aristóteles, Hermes Trimegisto, santo Tomás de Aquino, Platón, Averroes). La convention fue prohibida por la sospecha de que algunas de las tesis eran heréticas, pero Pico se defendió primero con una Apología (1487) y luego con unas Conclusiones que desarrollaban las tesis incriminadas. Encarcelado por hereje cuando intentaba escapar a Francia, sólo la intervención personal de Lorenzo el Magnífico le permitió recobrar la libertad y obtener el perdón del papa Alejandro VI


67 El hombre es copula mundi, el centro del Universo.

EL PROBLEMA: ¿Qué es el alma humana? ¿Cuál es la posición del hombre en el Universo?
LA TESIS: Si Ficino dedicó casi por entero su breve vida a la traducción de textos clásicos, fue a causa de su peculiar modo de entender la filosofía y sus cometidos. Ésta, de hecho, puede definirse como la búsqueda de los orígenes de la Revelación divina, misión que sólo puede cumplirse a través de la reconstrucción de un milenario  recorrido que se inicia con el persa Zaratustra y con Hermes Trimegisto, el mítico sabio egipcio, continúa con Orfeo y Pitágoras, llega hasta Platón y confluye finalmente con la religión judeocristiana y el misticismo neoplatónico del Pseudo-Dionisio. No existe, por lo tanto, en líneas generales, desacuerdo entre platonismo y cristianismo, entre magia y religión. Es al contrario, posible determinar un núcleo común de verdad en estas tradiciones tan dispares: la dignidad cósmica del hombre, que Ficino resume en la fórmula homo copula mundi. El hombre es el término medio, el centro, una entidad intermedia en la jerarquía de lo creado, a medio camino entre el animal y el ángel. Por ello, desde el punto de vista de la especie está destinado a jugar un papel dominante en el Universo. Y por ello, desde el punto de vista del individuo se encuentra perennemente ante una encrucijada existencial: puede degradarse hasta alcanzar lo animal o puede elevarse hasta alcanzar una condición angélica. Su entero destino está totalmente en sus manos. (De la Teología Platónica.)

El alma tiene una naturaleza intermedia.

  • El alma es tal que aferra las cosas superiores sin abandonar las inferiores, y así, en ella las cosas superiores se conectan con las inferiores. El alma es, en efecto, inmortal y móvil, y por ello por un lado concuerda con las cosas superiores, y por otro con las inferiores. Y si concuerda con ambas, las desea ambas.
El alma es como un espejo de la divinidad.

  • Y mientras se adhiere a lo divino, y como está espiritualmente unida a ello y la unión espiritual genera el conocimiento, conoce lo divino. Y mientras llena los cuerpos, los mueve intrínsecamente y los vivifica; el alma es, pues, espejo de las cosas divinas, vida de las cosas mortales y conexión de las unas y las otras.
El puesto del alma está en el tercer escalón del orden universal. Por encima están Dios y el mundo angélico; por debajo, la materia y las cualidades físicas.

  • Una tal naturaleza parece sumamente necesaria en el orden del mundo: para que ejerza de término medio adecuado después de Dios y el ángel y por encima del cuerpo y de las cualidades que se disipan en el tiempo y en el espacio: un término que esté de alguna manera dividido por el decurso del tiempo y aún no dividido por el espacio.
Aunque adherida al cuerpo, el alma es inmortal.

  • Es ella la que se inserta en las cosas mortales sin ser mortal, porque se inserta íntegra y no dividida, y también así, íntegra y no dispersa, se retira de éste. Y puesto que mientras rige los cuerpos se adhiere también a lo divino, es señora de los cuerpos y no compañera de ellos. Éste es el máximo milagro de la naturaleza.
Por su naturaleza intermedia, el alma puede conocerlo todo.

  • Otras cosas por debajo de Dios son, cada una en sí, entidades singulares: ella es al mismo tiempo todas las cosas. Tiene en sí la imagen de las cosas divinas, de las que depende, y las razones y los ejemplares de las cosas inferiores, que en cierto modo ella misma produce. Convertida en la intermediaria de todas las cosas, posee las facultades de todas las cosas… Pero como es la verdadera conexión entre todas, cuando migra hacia una no deja la otra, sino que migra de una a la otra y las conserva siempre todas; así que podemos llamarla con justicia el centro de la naturaleza, la intermediaria de todas las cosas, la cadena del mundo, el rostro del todo, el nudo y la cópula del mundo.

68 El hombre es un camaleón.

EL PROBLEMA: ¿En qué consiste la superioridad del hombre respecto al resto de las criaturas?
LA TESIS: Todo el pensamiento de Pico se resume en el intento de individuar el núcleo de la verdad partiendo de las tres religiones monoteístas (hebraísmo, islam, cristianismo). Con la esperanza de conciliar la cábala hebrea con la teología cristiana, el pensamiento filosófico con la magia, la doctrina platónica con los escritos de Hermes Trimegisto, Pico se entregó a una ingente labor de comparación de textos, auxiliado por una memoria que lo hizo célebre entre sus contemporáneos y que le permitió dominar la lengua hebrea, el árabe, el caldeo y, por supuesto, el griego y el latín. El Discurso sobre la Dignidad del Hombre, del que se ha extraído el siguiente fragmento, debía iniciar aquel congreso universal de sabios de todas las religiones que Pico intentó llevar a cabo inútilmente: se trataba, sin duda, de un público muy particular, lo que explicaría el tono inspirado y las sutiles alusiones a la cultura hebrea y a la sabiduría oriental. De hecho, la doctrina del hombre camaleón, según la cual el hombre no posee ninguna virtud específica, sino que resume en sí todas las cualidades de los seres vivos, es de alguna manera compatible con la teoría oriental de la metempsicosis, según la cual el alma de los muertos se reencarna en otros cuerpos, humanos o animales (véase 9).

Al crear a los seres del mundo, Dios le dio a cada uno una cualidad específica.

  • Con todo derecho, el hombre es llamado y reconocido como un gran milagro y un animal realmente maravilloso… Ya Dios, el gran Arquitecto y Padre, había fabricado esta morada del mundo y de la divinidad que vemos, este templo augustísimo, según las leyes de su arcana sabiduría. Embelleció la región supraceleste con las inteligencias, animó los orbes etéreos con las almas inmortales, pobló las zonas del mundo inferior, llenas de excrementos y deshechos, con una ingente multitud de animales de todas las especies.
Antes de la creación del hombre, todas las cualidades ya habían sido atribuidas.

  • Pero, concluido el trabajo, el Artífice deseaba que hubiese alguien capaz de entender la razón de tan grande obra, de apreciar su belleza, de admirar su grandeza. Por ello, después de haber creado todas las otras cosas (como atestiguan Moisés y Timeo), pensó en fin en crear al hombre. Pero entre los arquetipos ya no quedaba de qué formar la nueva progenie humana ni en las arcas más tesoros como herencia que legar al nuevo hijo ni en los escaños del orbe entero un sitial donde pudiese asentarse el contemplador del Universo. Ya todo estaba lleno: todo había sido distribuido en los órdenes sumos, medios e ínfimos.
Dios concedió al hombre una pequeña cantidad de todas las cualidades.

  • Decretó al fin el supremo Artesano que, no pudiendo entregarle nada propio, le fuese común todo lo que había otorgado a cada ser particular. Tomó entonces al hombre, obra de figura aún no diferenciada, y, colocándolo en el centro del mundo, le habló de este modo: <!Oh Adán!, no te hemos dado ni un lugar determinado ni un aspecto propio ni un don particular, para que tú puedas tener y poseer el lugar, el aspecto y los dones que inconscientemente has pedido siguiendo tus deseos y tus sentimientos. La naturaleza de los otros seres vivos ya está definida y constreñida por leyes por nosotros prescritas: tú, no limitado por ninguna constricción, podrás definir tu propia naturaleza según tu arbitrio, cuyo poder te he entregado…
El hombre no posee ninguna cualidad específica.

  • Ni celeste ni terrestre te hicimos ni mortal ni inmortal, para que tú mismo, casi arbitrario y honorario plasmador y fundador de ti mismo, puedas forjarte en la forma que para ti prefieras. Podrás degenerar hacia los horribles grados inferiores; podrás regenerarte en los divinos grados superiores, según sea la decisión de tu ánimo>.
El hombre se puede convertir en cualquier cosa.

  • Al hombre en su nacimiento, le infundió el Padre toda suerte de semillas, gérmenes de todo género de vida. Lo que cada cual cultive, florecerá y producirá su fruto en él. Si las semillas fuesen vegetales, él se hará planta; si sensuales, se embrutecerá; si racionales, ascenderá al rango de animal celeste; si intelectuales, se convertirá en ángel y en hijo de Dios. Y si no quedase satisfecho con el destino de ninguna de estas criaturas, se recogerá en el centro de su unidad haciéndose un solo espíritu con Dios en la misteriosa soledad del Padre y aventajando a todos los seres. ¿Quién no admirará a este nuestro camaleón?


TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO