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Asesorías Filosóficas Personalizadas

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NICOLÁS DE CUSA


1401 – 1464 d.C.




Nicolás Chrypffs, nacido en Kues (castellanizando como Cusa), cerca de Tréveris (Alemania), es el filósofo más importante del s. XV. Como era frecuente en la Alta Edad Media, se formó viajando por el territorio que en el siglo siguiente recibiría el nombre de Europa. De origen alemán, hijo de un pobre barquero, sus primeros estudios transcurrieron en Deventer (Holanda) con los Hermanos de la Vida Común, una congregación religiosa inspirada en la mística alemana. Se inscribió después en la Universidad de Heidelberg (Alemania) y completó sus estudios en Padua, ciudad célebre por su facultad de Derecho. De hecho, el joven Nicolás se decantó primero por los estudios jurídicos, y decidió pasar de la abogacía a la teología después de perder su primer caso en los tribunales. Se ordenó sacerdote a los veinticinco años, alcanzando los grados de prelado, obispo (en Brixen) y, finalmente, cardenal (en 1448).

El concilio de Basilea le encargó representar a la Iglesia latina en una misión diplomática en Grecia, con el ambicioso programa de promover la reunificación con la Iglesia ortodoxa. Para Nicolás de Cusa y para todo su siglo, aquella fue una excepcional ocasión de enriquecimiento cultural: los textos de los clásicos de la Antigüedad que de Cusa llevó a Italia, junto a un nutrido grupo de sabios que enseñaron a los doctos italianos la lengua griega (olvidada durante siglos), representaron una etapa fundamental en el desarrollo del Humanismo.

Trabajó para la reforma religiosa, poniéndose de parte del papado en la controversia relativa al poder que se debía asignar a los concilios episcopales, y pagó caro este afán político: pagó su enfrentamiento con Segismundo, duque de Tirol, con muchos años de cárcel.

Obras: La Docta Ignorancia, su obra más importante (1440); Las Conjeturas (1445); El Idiota (1450); El Juego de la Pelota (1463).


64 Elogio de la docta ignorancia.

EL PROBLEMA: ¿Hasta dónde puede llegar la conciencia humana? ¿Se puede analizar a Dios en términos racionales?
LA TESIS: Aplicando en teología la reflexión socrática sobre el saber que no se sabe (véase 23) y retomando los temas característicos del misticismo medieval (véase 56), Nicolás de Cusa formula la doctrina de la docta ignorancia (los pasajes propuestos se han extraído de la obra homónima). En relación a Dios, lo único que puede hacerse es confesar la total imposibilidad de comprender: el hombre es como un cazador que busca siempre una presa en fuga, pues su mente, si bien de un lado puede concebir a Dios como perfección absoluta, de otro es del todo incapaz de llenar de contenidos positivos esta idea de perfección.

Los grandes fenómenos naturales escapan al conocimiento humano. Con mayor razón se nos escapa la infinitud de Dios.

·Cuanto mejor uno sepa que no se puede saber, más docto será. Por ejemplo, a propósito de la grandeza y esplendor del Sol, se es más docto al negar que sea comprensible con la vista que al afirmarlo; y a propósito de la grandeza del mar, más cuando se niega que cuando se afirma que puede ser medido con la medida válida para los líquidos; y mucho más docto será cuando se niegue, y no cuando se afirme, que la grandeza absoluta no contraída, enteramente sin término e infinita (parangonada al esplendor del Sol o a la extensión de mar o a cualquier otra cosa), sea mesurable por la medida de la mente, que está constreñida respecto a la mente.

Toda representación humana de Dios es por definición inadecuada.

·Repara en esto: el intelecto desea saber. Sin embargo, el deseo natural no lo impulsa a conocer la quididad (la esencia) de un Dios afín a él, sino a conocer un Dios tan grande que su grandeza no conozca límites. Por eso Dios es mayor que todo concepto o saber. El intelecto no estaría contento de sí mismo si tuviese una imagen de su creador tan pequeña e imperfecta que siempre pudiese ser mayor y más perfecta. De seguro el creador es siempre mayor que cualquier cosa comprensible y cognoscible, aunque ésta tuviese una perfección infinita e incomprensible.

Dios es posibilidad pura, más allá de cualquier relación.

·Observa ahora cómo Dios, excediendo el poder de ser hecho, es ante todo aquello que puede ser hecho. No hay nada que pueda ser hecho más perfectamente que Él, y que Él no preceda.

Para los hombres, la perfección es una idea límite…

·Él es, entonces, todo aquello que todo perfectible y todo perfecto puede ser. Por lo tanto, es aquel perfecto que es también la perfección de todos los perfectos y de todos los perfectibles. El intelecto se alegra de poseer este inagotable alimento de perfección, del que sabe que podrá nutrirse de manera inmortal y perpetua; vivir con delectación y progresar siempre en sabiduría, así como poder crecer y mejorar.

La mente se aferra ya sea a la existencia, ya sea a la incognoscibilidad.

·Así, quien descubre que su tesoro es infinito, incontable, incomprensible e inagotable, goza más que quien lo encuentra finito, numeral y comprensible. El papa León Magno, que así lo entendió, ha dicho en un sermón en el que exalta la inefabilidad de Dios: <Sentimos que en nosotros está el bien porque hemos sido vencidos por él. Nadie se aproxima tanto al conocimiento de la verdad como aquel que comprende en las cosas divinas que lo que busca lo supera siempre, aunque logre alcanzar muchos progresos>.

La filosofía busca la verdad como un cazador que sigue a su presa siempre en fuga.

·Ya ves que los filósofos cazadores, esforzándose por cazar la esencia de las cosas ignorando la de Dios, y tratando de hacer evidente la esencia de Dios que permanece siempre ignota, se fatigan en vano porque no entran en el campo de la docta ignorancia.


65 Conocer es poner en proporción.

EL PROBLEMA: ¿A través de qué procesos actúa el conocimiento? ¿Cómo podemos hacerlo progresar?
LA TESIS: Conocer, afirma Nicolás de Cusa, es establecer una proporción entre lo conocido y lo ignoto, entre lo que ya se conoce y lo que se conocerá. Por consiguiente, el proceso de progresión del conocimiento debe ser lento y gradual; los objetivos de toda búsqueda cognoscitiva no pueden ir mucho más allá del actual nivel de conocimientos. Nos podemos acercar a la verdad sólo en aproximaciones sucesivas, así como los geómetras tratan de calcular el área de un círculo calculando el área de un polígono inscrito con el mayor número posible de lados. Pero así como este polígono, aun resuelto en un gran número de lados, nunca llegará a coincidir con la circunferencia, de la misma manera la mente humana jamás poseerá la verdad. Por una parte se confirma la incognoscibilidad de Dios, que escapa por definición a cualquier proporción humana; por otra, por primera vez en la época moderna se enfatiza la importancia de la matemática, la ciencia de las proporciones, que Nicolás de Cusa identifica con el pensamiento mismo.

Conocer es establecer una proporción entre lo que se quiere conocer y lo que ya se sabe.

·Quienes investigan, juzgan las cosas inciertas comparándolas y poniéndolas en proporción con un presupuesto que sea verdadero. Cualquier investigación tiene un carácter comparativo y emplea la forma de la proporción. Y cuando los sujetos de la investigación se pueden parangonar con un presupuesto verdadero y ser conducidos hasta ellos por una vía breve, entonces el conocimiento resulta fácil. Pero si tenemos necesidad de dar muchos pasos intermedios, nacen las dificultades y la fatiga. Esto se ve en la matemática, donde las primeras proposiciones son remitidas a los primeros axiomas, ya conocidos, con facilidad, mientras que resulta más difícil reconducirlos a las proposiciones sucesivas y hay que hacerlo a través de las proposiciones precedentes.

Lo infinito escapa a cualquier intento proporcional.

·Cualquier investigación consiste, pues, en una proporción comparativa, que es fácil o difícil. Pero el infinito, en cuanto tal, puesto que escapa a toda proporción, nos es desconocido.

La matemática, que expresa la proporción, es la base de los conocimientos humanos.

·La proporción indica conveniencia y, al mismo tiempo, alteridad respecto a algo, y por ello no puede entenderse sin utilizar los números. El número incluye en sí mismo todo lo que puede ser proporcional. El número, que constituye la proporción, no se halla sólo en el ámbito de la cantidad, sino que también está presente en todas las otras cosas que, de cualquier manera, pueden convenir y diferir entre sí por la sustancia o por los accidentes. Tal vez por eso Pitágoras pensaba que todo existe, tiene consistencia y es inteligible gracias a los números.

Muchos filósofos, al reflexionar sobre la cantidad de nociones que escapan al conocimiento humano, han reconocido en la ignorancia el único conocimiento verdadero.

·Sin embargo, llegar a la exactitud de las combinaciones en las cosas corporales y a una proporción perfecta entre lo conocido y lo ignorado es algo superior a las capacidades de la razón humana, por lo que a Sócrates le parecía no conocer otra cosa que su propia ignorancia; y Salomón, hombre muy sabio, sostenía que todas las cosas son difíciles e inexplicables con nuestras palabras; y cierto otro sabio dotado de espíritu divino dice que la sabiduría y el lugar de la inteligencia están ocultos a los ojos de todos los vivos.

La sabiduría persigue la docta ignorancia, es decir, la ignorancia de quien se da cuenta de ser un ignorante.

·Tanto es así que incluso Aristóteles, el más profundo de los pensadores, afirma en su filosofía primera que en las cosas más evidentes por su naturaleza encontramos una dificultad similar a la de una lechuza que intenta mirar al Sol. Ello significa que deseamos saber que no sabemos, puesto que el deseo de saber que hay en nosotros no debe ser vano. Y si podemos conseguirlo, habremos conseguido una docta ignorancia.

Es propio de los ignorantes creerse sabios.

·Lo más perfecto que el interesado en el saber logrará en su doctrina es el convencimiento pleno de su ignorancia. Y más docto será cuanto más ignorante se sepa.

Todo conocimiento humano expresa siempre una relación proporcional.

·Si es de por sí evidente que el infinito no guarda proporción con lo finito, se deduce que donde encontremos un más y un menos no se habrá llegado al máximo en todos los sentidos, pues las cosas que admiten un más y un menos son entidades finitas. El máximo de esos hechos es por necesidad infinito. Dada cualquier cosa que no sea el máximo en todos los sentidos, es evidente que puede haber algo mayor que ella.

Todos los esquemas cognoscitivos del ser humano tienen carácter proporcional y relativo.

·Una vez comprobado que la igualdad es gradual, pues una cosa es más o menos igual a otra y no a una tercera según las conveniencias e inconveniencias respecto a cosas parecidas en el género, en la especie, en la situación local, en la capacidad de influencia y en el tiempo, resulta evidente que no se pueden encontrar dos o más cosas idénticas entre sí, sino que existen otras cosas parecidas, y así hasta el infinito. Por ello la medida y la cosa medida, en tanto que se aproximen a ser iguales, serán siempre distintas entre sí.

La verdad, en cuanto absoluta, única y no relativa, escapa a la comprensión humana.

·Así pues, procediendo por similitudes graduales, un intelecto finito no puede alcanzar con precisión la verdad de las cosas. La verdad no tiene grados ni es más ni es menos, y consiste en algo indivisible; por lo que lo que no sea la verdad misma no podrá medirse con precisión, como un no-círculo no puede medir el círculo, cuya realidad es algo indivisible.

La mente es como un polígono inscrito en un círculo: por más que se aumente indefinidamente el número de lados del polígono, nunca coincidirá con la circunferencia.

·Por ello el intelecto, que no es la verdad, nunca llega a comprenderla de manera lo bastante precisa como para no poderla comprender de manera más precisa, hasta el infinito; y tiene con la verdad una relación similar a la del polígono con el círculo: el polígono inscrito se parecerá más al círculo cuantos más lados tenga, pero no será nunca igual a él, aunque sus ángulos se multipliquen hasta el infinito, a menos que no se haga idéntico al propio círculo.

De la verdad se puede predicar sólo la incognoscibilidad, la inconmensurabilidad respecto a los parámetros humanos.

·Es evidente, pues, que en lo que concierne a la verdad no sabemos otra cosa que es incomprensible en su realidad de manera precisa; que la verdad es como la necesidad más absoluta, que no puede ser menos ni más de lo que es, y que nuestro intelecto, en cambio, es posibilidad. La esencia de las cosas, que es la verdad de los entes, es inalcanzable en su pureza; perseguida por todos los filósofos, ninguno la ha descubierto como una realidad en sí. Y cuanto más doctos seamos en esta ignorancia, más cerca estaremos de acceder a la verdad.


66 Los opuestos coinciden en Dios.

EL PROBLEMA: Si Dios es infinito, ¿Podemos conocerlo?
LA TESIS: Puesto que el conocimiento humano está basado en la proporción y en la medida, el infinito, la verdad y Dios, reticentes a cualquier criterio proporcional, serán siempre algo incognoscible para el hombre. En Dios están presentes, a un mismo tiempo y de manera infinita y perfecta, todos los elementos que en nuestro mundo se oponen irremediablemente entre sí. Un triángulo y una línea recta, por ejemplo, son para nosotros figuras geométricas bien diferenciadas entre sí y no equiparables; en Dios, en cambio, coinciden. De hecho, si se prolonga al infinito la base de cualquier triángulo, terminará por ser indistinguible de una línea recta. En resumen: entre lo infinito (Dios) y lo finito (el hombre) no hay relación, sino inconmensurabilidad.

Todo es relativo en nuestro mundo; todo es infinito y absoluto en Dios.

·Ya que es evidente que entre lo infinito y lo finito no hay relación, es también evidente que, donde se encuentre siempre un excedente, no se podrá alcanzar nunca un máximo absoluto, porque lo excedente y la excelencia son finitos, mientras que lo máximo, como tal, es necesariamente infinito…

El infinito anula la diversidad entre mínimo y máximo, entre afirmación y negación.

·Las oposiciones convienen a las cosas que admiten un excedente y un excedido, y lo hacen de diversas formas. En cambio, jamás corresponden al máximo absoluto, que está por encima de toda oposición. Y dado que el máximo absoluto está absolutamente en acto en todas las cosas que pueden ser y es tal sin ninguna oposición, sino que el mínimo coincide con el máximo, está también por encima de toda afirmación y negación.

Dios es, por lo tanto, tanto máximo como mínimo, tanto luz como oscuridad, tanto afirmación como negación.


·Todo lo que se concibe como existente no es más de lo que no existe. Y todo lo que se concibe como no existente, no es menos de todo lo que no es. Por todo lo que es, lo es de tal manera que nunca es nada y es máximamente lo que también es mínimamente. Decir: Dios, que es él mismo lo máximo absoluto, es luz, es lo mismo decir: Dios es máximamente luz y mínimamente luz. De otro modo, en efecto, el máximo absoluto no estaría en acto en todas sus posibilidades; es decir, no sería infinito y no sería el límite de todas las cosas y por ninguna de ellas limitado.


TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO