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Asesorías Filosóficas Personalizadas

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PLOTINO


204 – 270 d.C.



Las últimas palabras que Plotino, aquejado de una grave enfermedad de la garganta, , pudo musitar en su lecho de muerte, constituyen una perfecta síntesis de su entera doctrina: Buscad siempre que la divinidad que hay en vosotros se reúna con la divinidad que hay en el universo. Evidentemente, el rigor moral, la profundidad teológica y el ansia religiosa de este filósofo llamado pagano, no tienen nada que envidiar al Cristianismo, que de hecho se valió de sus doctrinas reconociendo el valor de la fuerza ascética de este gran pensador de la Antigüedad.

La única representación conocida de Plotino.



Plotino nació en Licópolis (Egipto), y estudió filosofía en la escuela neoplatónica de Ammonio Saccas, en Alejandría. Para conocer con más profundidad las filosofías orientales, a la edad de treinta y nueve años siguió a las tropas romanas en una expedición a Persia. Al igual que el filósofo Pirrón (véase 44), tuvo ocasión de conocer las doctrinas de los maestros indios, de los que quedó profundamente impresionado. Finalmente se estableció en Roma, donde fundó su propia escuela y alcanzó rápidamente gran celebridad. Sus lecciones eran seguidas por auténticas muchedumbres e incluso por el emperador Galieno y su esposa Solonina. Beneficiándose del apoyo de importantes políticos, Plotino fundó una nueva ciudad en Campania. Se trataba de una comunidad libre, gobernada por filósofos según los principios de la República de Platón. El proyecto de Platonópolis, sin embargo, fracasó a causa de las conjuras urdidas por los cortesanos de palacio. Plotino falleció poco después, a la edad de sesenta y seis años.

Plotino no escribió ningún texto concreto. Conocemos su pensamiento a través de algunos escritos con los que preparaba sus lecciones. Su discípulo Porfirio ordenó el conjunto de estos escritos en seis grupos de nueve ensayos, de donde proviene su título: Enéadas (ennéa, en griego, significa <nueve>).


50 La transcendencia del Uno.


EL PROBLEMA: ¿Cómo debe ser pensado Dios? ¿Qué podemos afirmar de la divinidad?
LA TESIS: En franca polémica con el Cristianismo, Plotino subraya enérgicamente el carácter de absoluta trascendencia que debe atribuirse a Dios. Ninguna cualidad humana puede asumirse como característica de la divinidad ni siquiera las positivas como el amor o la justicia. Dios es una realidad tan diversa a la nuestra que debemos excluir cualquier posibilidad de comprensión. De Dios sólo se puede decir que es Uno, pues la multiplicidad parece ser una peculiaridad exclusiva del mundo terrenal. La elevadísima espiritualidad que brota de estas páginas de Plotino, así como la clara afirmación de la unicidad de Dios, representan el vértice extremo del pensamiento pagano antiguo.

La realidad es múltiple, pero no caótica. Es preciso, pues, presuponer un principio unitario del que todo derive.

  • Sucede que antes de la multiplicidad existía el Uno, del que deriva lo múltiple, pues, en toda serie numérica, la unidad ocupa el primer lugar. En realidad, todos enseñan así el caso de la serie numérica, puesto que los números sucesivos también están compuestos por la unidad. Pero en el caso de la serie de los seres reales, ¿Qué necesidad hay de que también aquí exista una especie de unidad de la que surja la multiplicidad? Es decir: sin la existencia del Uno, la multiplicidad nacería de cada unidad existente, componiéndose cada una de ellas de cualquier manera, sin orden y al azar.
El Uno es la suma de todos los seres.

  • ¿Alguno creerá que el Uno mismo constituya, a un mismo tiempo, la totalidad de los seres vivos? Ahora bien: o ese Uno es individualmente cada una de las unicidades que conforman la totalidad, o bien será esa misma totalidad.
El Uno no puede ser contemporáneo a los seres.

  • Si ese Uno está constituido por la reunión de todos los seres, el Uno será posterior a todos los seres. Pero si el Uno es anterior a todos los seres, significa que todos los seres serán diferentes a Él, como Él será también distinto a todos los seres. Y si contemporáneamente existen tanto Él como los seres, no habrá un principio. Sucede, en cambio, que Él es el principio que existe con antelación a todos los seres, con la finalidad de que, después de Él, pueda también existir la totalidad de los seres.
El Uno precede a todos los seres y no coincide con ninguno de ellos.

  • Si, por el contrario, Él fuese cada uno de los seres que conforman la totalidad, uno cualesquiera de esos seres será entonces idéntico a otro cualesquiera ser. Y así, en esa totalidad de conjunto no habría diferenciación de género alguna. Así pues, el Uno no es uno más entre todos los seres, sino que los precede a todos.
El Uno es el todo potencial.

  • ¿Qué es el Uno? Es la potencia de todos los seres. Si esta potencia no existiera, no existiría ni la totalidad de los seres ni el intelecto (vida primera y absoluta). Pero lo que está por encima de la vida es la causa de la vida, pues no es la actividad de la vida (es decir, la totalidad de los seres vivos) lo que se da en primer lugar, sino que en realidad es como si esa totalidad brotase de una fuente.
La metáfora del Uno como fuente perenne…

  • Piensa en una fuente que no tenga otro principio que ella misma, pero que ofrezca al hombre ríos manados de ella misma sin que esos ríos la agosten. Al contrario, persevera en su manar con tranquilidad. Piensa en los ríos nacidos de esa fuente: supón que, antes de alejarse de ella y diferenciarse entre sí, fluyen juntos durante un tramo pero sabiendo cada uno de ellos, por así decirlo, hacia dónde fluirá su corriente.
… y como raíz del árbol.

  • O piensa, en cambio, en un árbol gigantesco: su vida lo invade todo, mientras que su principio permanece inmóvil y no se dispersa en el todo. Al contrario, se afianza con solidez, por así decirlo, en sus propias raíces. De este modo, ese principio proporciona vida al árbol en toda su multiplicidad; el árbol, sin embargo, permanece inmóvil en sí mismo porque ya no es múltiple, sino principio de múltiples formas de vida…
El Uno es la trascendencia absoluta, inconmensurable respecto a todas las categorías humanas, incluida la del ser.

  • Es bien cierto que Él no es ninguno de estos seres de los que es principio; sin embargo, Él es de un modo tal que nada puede decirse acerca de Él ni de su ser ni de su esencia ni de su vida, y ello nos indica precisamente que su ser está por encima de todas estas cosas. Si fueses capaz de aprehenderlo después de haberle desprovisto incluso del ser, te verías envuelto por un prodigioso estupor.
El Uno no puede entenderse por medio de la razón.

  • Lánzate entonces a Él: lo hallarás reposado en su morada y serás capaz de entender su sentido si lo percibes usando tu intuición y si, dejando a un lado las cosas posteriores a Él y que a Él deben su existencia, abarcas su grandeza con la mirada.
TRASCENDENCIA

Literalmente, <movimiento que lleva más allá>; esto es, superar cualquier cosa que se pueda tomar como referencia. Indica la condición de un ente (casi siempre Dios) externo y por encima del mundo, irreducible a la condición humana. El énfasis en la idea de trascendencia sugiere la inconmensurabilidad entre el mundo divino y el humano. Es decir, la absoluta incapacidad humana para entender y definir la naturaleza de Dios. La noción contraria es la inmanencia.

EMANACIÓN

Doctrina filosófica de origen oriental. Fue introducida en Europa por Plotino como respuesta al problema de la creación del mundo. Este nacimiento se describe como un proceso de irradiación mediante el cual la multiplicidad surge del Uno. Es decir: de Dios, que permanece uno e inmutable, surgen sucesivos grados de realidad, cada uno de ellos emanado del inmediatamente precedente. El emanantismo presupone una jerarquía de los seres que depende de su lejanía respecto a Dios, lo que se traduce en una progresiva pérdida de perfección. Cada estado particular del proceso de emanación recibe el nombre de hipóstasis.


 51 Dios no ha creado el mundo: ha emanado de Él.


EL PROBLEMA: ¿Cómo pudo haberse producido la creación del mundo? ¿Hay alguna relación entre Dios y el mundo? Si entre Dios y el mundo existe una trascendencia, ¿Cómo fue posible la creación?
LA TESIS: El problema de la creación, implicando una relación directa entre Dios y el mundo, es una cuestión fundamental en el debate religioso. Mediante la doctrina de la emanación, Plotino excluye cualquier responsabilidad divina en el proceso generador del mundo. Éste no sería un acto de libre creación, como sostienen los cristianos (véase 53), sino que la realidad material sería el resultado de un proceso automático de irradiación. Así como un perfume nace (emana) de una flor, el mundo emana de Dios.


El Uno (Dios) no es la simple suma de todas las cosas.

  • El Uno es todas las cosas y, al mismo tiempo, ninguna de ellas. Quiero decir que es el principio de todo, pero no es todas las cosas de cualquier modo, sino que es todo de manera trascendente. En el cielo, de hecho, todas las cosas deben encontrarse como después de una carrera. O, mejor aún, las cosas no se hallan todavía en el Uno, sino que se hallarán en Él.
El problema radica en cómo la multiplicidad del mundo deriva de la unidad de Dios.

  • ¿Cómo es posible entonces que todas las cosas deriven de la simplicidad del Uno, mientras que en una identidad pura no puede haber nunca ninguna variedad, ningún pliegue?
El mundo surge (brota) de Dios por emanación.

  • Ahora bien: precisamente porque nunca existió nada en Él, precisamente por eso afirmo que todo debe brotar de Él. Antes bien: a fin de que el ser sea, por eso afirmo que Él no es el ser, sino tan sólo el padre del ser. Y esta que yo denomino paternidad es primordial.
La emanación es el proceso por el que una realidad florece de otra por superabundancia (así como el calor emana del fuego).

  • Me explicaré: por consideración en su perfección no busca nada, nada posee ni nada precisa. Él derrama, por así decirlo, y su exuberancia da origen a una realidad nueva. Pero el ser generado de este modo vuelve inmediatamente a Él, que queda lleno. Y, al nacer, se observa a sí mismo y se hace Espíritu.
El Ser, el Espíritu y el Alma, surgen por emanación del Uno.

  • Seamos más precisos: el Ser se crea de su estrecha orientación hacia el Uno; la contemplación de sí mismo crea el Espíritu del ser. Ahora bien, dado que, para contemplarse, el Espíritu debe estar orientado también hacia sí mismo, Él se convierte en Espíritu y Ser a un mismo tiempo.
Del Uno, inmutable y eterno, surgen realidades en orden jerárquico descendente.

  • Así pues, el Ser es un segundo Él, y por eso sus creaciones, emanadas al exterior de su fuerza exuberante, son tan parecidas a Él. Además, esta imagen del Ser equivale a la de Aquel que emanó antes del Ser. Y esta fuerza activa que brota del Ser es el Alma, que se convertirá en lo que es, mientras que el Espíritu permanece inmóvil. Esto es así porque el Espíritu brota mientras Lo que existía antes que él continúa inmóvil.
El Alma, la última de las hipóstasis, puede volver al Uno o alejarse de Él hasta caer en lo material.

  • El Alma, sin embargo, no permanece inmóvil en su creación. Al contrario, cuando el Alma genera su imagen ya posee movimiento. Y mientras atiende al cielo en el que nació, se llena de Espíritu; pero si avanza en una dirección opuesta (imagen de sí misma), genera la sensibilidad; y en las plantas, la potencia vegetativa.
Existe una continuidad entre los niveles de emanación que baña el mundo natural.

  • Nada, por otra parte, está separado, nada está aislado de aquello que le precede. Siguiendo esta idea,  podría decirse que el alma humana está más adelantada que las plantas. Se adelanta a ellas, entendámonos, en el de sentido de que la potencia vegetativa presente en las plantas pertenece al Alma. Bien cierto es que el alma humana no está presente por completo en las plantas, sino que está en ellas en tanto que ha obrado de tal modo que, en su proceso y en su necesidad, ha conseguido crear de lo peor un nuevo ser en los niveles inferiores.
Escogiendo la vía del retorno a Dios, el Alma (el hombre) recorre en sentido inverso el camino de las emociones.

  • Por último, también su parte superior (aquella que pende del espíritu) deja que el Espíritu que hay en ella esté reposado y quieto. Todas estas gradaciones son y no son Él. Son Él porque provienen de Él, pero no son Él porque Él no ha hecho otra cosa que dar. Él es como un lento río de vida que no deja de prolongarse. Cada uno de sus tramos es un distinto que, en su conjunto, forma un todo compacto en sí mismo. Y si cada cosa que surge es por sus características perennemente nueva, ello no causa que lo viejo se pierda en lo nuevo.


52 La belleza es siempre elevación del alma.


EL PROBLEMA: ¿Cómo debemos considerar el mundo material en el que vivimos? El arte y el amor por la belleza, ¿Pueden considerarse instrumentos de elevación espiritual?
LA TESIS: El arte posee la capacidad de expresar las ideas de manera concreta. En ellas, el esplendor de lo inteligible pasa a lo sensible. La música, la más inmaterial de las artes, tiene el poder de reproducir con sonidos el principio mismo de la armonía. A través de la creación y del disfrute del arte, así como viviendo las experiencias del amor y de la filosofía, el alma pone en marcha un proceso de purificación y emprende el camino de regreso a la divinidad. Esto también puede verse en Platón (véase 33 y 34).

La belleza es un valor difundido en distintos grados por toda la naturaleza.

  • En su más alta expresión, la belleza pertenece al dominio de la visión y también al del oído. Así, está en la música, y en tanto que los cánticos y los ritmos son siempre hermosos, podría decirse que en todo tipo de música. Por otra parte, y por encima y más allá de la sensación, encontraremos belleza en las costumbres, en los comportamientos, en la ciencia… Existe, además, la belleza de la virtud.
La naturaleza de la belleza es objeto de búsqueda.

  • ¿Hay algo que preceda a estas cosas hermosas? He aquí el objeto de nuestra demostración. Ahora bien, ¿Cuál es, en propiedad, la causa de que algunos cuerpos nos resulten hermosos? ¿Qué hace que determinados sonidos sean reconocidos por el oído como bellos? ¿Por qué todas aquellas realidades estrechamente vinculadas al alma son siempre de gran belleza? El principio de la belleza, ¿Es único e idéntico para todas las cosas o, contrariamente, la belleza corporal es una y la de las otras cosas otra? Y si fuesen dos, ¿Cuáles serían? Y si una sola, ¿Cuál?
Algunas cosas, como la virtud, son intrínsecamente bellas. Otras, como el cuerpo, pueden no serlo.

  • En efecto, algunas cosas, como los cuerpos, son hermosas pero no por causa del propio sujeto, sino que por participación. Otras cosas, en cambio, son la belleza por sí mismas, como sucede con la naturaleza de la virtud. ¿Y los cuerpos? ¿No veis cómo los mismos cuerpos resultan a veces hermosos y a veces no? Es como afirmar que ser cuerpo es una cosa, mientras que ser hermoso es en cambio algo muy distinto. Entonces, ¿Cuál es este principio presente en los cuerpos? He ahí el primer objetivo de nuestra investigación sobre el tema.
Fascinación y seducción constituyen el mínimo grado de la atracción estética.

  • ¿Qué es, en realidad, lo que atrae hacia sí la mirada del espectador, atrapándole en el encanto de la visión? Si descubrimos ese principio, quizá seamos capaces de alcanzar otras visiones hermosas. Volvamos, pues, al principio, y determinemos ante todo en qué radica la hermosura de los cuerpos.
Consideramos bello lo que es armónico; es decir, lo que es conforme a la espiritualidad humana.

  • Ella es algo que se capta intuitivamente y que el alma expresa casi entendiéndola. Y reconociéndola, la acoge y, por así decirlo, se recuesta junto a ella. Y si en cambio se cubre de fealdad, el alma la rechaza, la niega y se distancia, pues no se siente en armonía con ella, sino ajena. Pero nosotros consideramos que el alma, siendo por naturaleza lo que es y proviniendo como proviene de la esencia superior en el orden de los seres, si columbra algo congenial a ella o, al menos, algún rastro de tal afinidad, se alegra por ello. Golpeada por el miedo, se refugia en sí misma y sólo sale movida por el recuerdo de sí misma y de aquello que le pertenece.
Juzgamos las cosas terrenales hermosas o feas según las participe o no una idea.

  • Ahora bien, ¿Qué semejanzas habrá entre las cosas bellas del cielo y las de la tierra? Porque de haber semejanzas, unas y otras serán muy similares entre sí. ¿Y en qué consiste la belleza de las cosas superiores y terrenales? Afirmamos que éstas son bellas por su participación de la idea. En efecto, todo aquello que nace para recibir forma e idea, se queda en cambio sin forma. ¡Eso es precisamente lo que merece el atributo de feo y de extraño a la región divina, y así será hasta que no consiga su parte de razón y de forma! En eso consiste la fealdad absoluta. Pero también es feo aquello que no está dominado ni por una forma ni por una idea, y por eso la materia soporta mal estar formada completamente según una idea.
La idea estructura la materia de manera unitaria, otorgándole belleza.

  • Así pues, en primer lugar la idea coordina las distintas partes que formarán el objeto futuro, agrupándolas en una unidad. Después reduce ese objeto a un todo coherente. Finalmente, crea la unidad mediante la correspondencia. Desde que la idea es una, también el objeto formado por ella deberá ser uno (lo será, entiéndase, en el límite de sus posibilidades). Y así la belleza residirá en ese objeto reducido a una unidad, y lo hará en cada una de sus partes y en su conjunto. Pero cuando la idea se apodera de un objeto que ya es uno por sí mismo y cuyas partes son todas similares, la belleza se vierte, por así decirlo, en su entera totalidad.
La belleza supone participar de lo divino.

  • Un ejemplo: imaginad una naturaleza que, con el mismo procedimiento que sigue el arte, otorgue belleza a las cosas. En un principio la otorga a un entero edificio, parte por parte; a continuación la otorga a una única piedra. Éste es, en verdad, el modo en que un cuerpo se hace hermoso: gracias a la comunión con una forma racional de origen divino.
La materia se hace significante estructurándose en un sentido espiritual.

  • Pero, ¿Cómo puede lo corpóreo ponerse de acuerdo con lo que es superior al cuerpo? Pues bien, ¿Podrías decirme cómo juzga el arquitecto la belleza de una casa después de haber conmensurado la forma externa de la casa a su forma íntima? La razón reside en el hecho de que, retiradas las piedras, sólo hay de externo la propia forma interna. Sometida, es cierto, en la masa material exterior, pero existente e indivisible aunque reconocida en la multiplicidad.
El juicio de la belleza nace de la correspondencia interior con el objeto.

  • Ahora bien, en cuanto la intuición sensible descubre la idea en los cuerpos, sintetiza la multiplicidad corpórea y la reduce a una indivisibilidad interna. Es decir: la entona, la adapta y conforma a su forma más íntima. Así, la marca de la virtud que aflora en el rostro de un joven resulta siempre del agrado del hombre virtuoso: precisamente porque está de acuerdo con su auténtica virtud, que es aquella interior.
Apreciamos los colores, la luz y el fuego. Son fenómenos naturales en los que la materia tiende a la incorporeidad.

  • La belleza del color es cosa bien sencilla. Existe en virtud de una forma y se debe a la acertada presencia de la luz (realidad incorpórea, razón, idea) sobre la oscuridad de la materia. Por ello, el fuego es en sí mismo más hermoso que ningún otro cuerpo: porque, comparado con los demás elementos, ocupa prácticamente el lugar de la idea. Es, en efecto, sublime por su posición: situado casi en los límites de la naturaleza incorpórea, es el más sutil de todos. No acoge en sí las otras cosas, mientras que muchas otras cosas lo acogen. De hecho, muchas cosas se calientan al contacto con el fuego, mientras que el fuego no se enfría nunca.
El fuego es la cosa del mundo natural más parecida al pensamiento.

  • Además, el color del fuego es natural, mientras que las otras cosas reciben de él la forma del color, que brilla y refulge como si fuese una idea. Pero aquello que por falta de vigor debilita su luz ya no es bello, puesto que no participa enteramente de la idea de color.
La música expresa relaciones armónicas inmateriales.

  • En cuanto a los sonidos, existen armonías que resultan mudas para los sentidos pero que, sin embargo, son fuente de armonías manifiestas. De este modo consienten que el alma disfrute de la inteligencia de la belleza, en tanto que revelan lo que es idéntico en lo diverso. De ello se deduce que es propio de las armonías sensibles el ser medidas por una ley de la armonía, en una relación que no es genérica pero sí dócil a la creación ideal y al tema dominante.
Además de la belleza sensible, existe una belleza espiritual.

  • Y baste, por ahora, con todo lo que se ha dicho sobre las cosas bellas en el ámbito de lo sensible. Cosas bellas que, por cierto, son imágenes (o más bien sombras furtivas, por así decirlo) que penetran en la materia para adornarla. Y cuando se revelan ante nosotros, nos llenan de encanto. Existe, sin embargo, una belleza trascendente que la sensación no ha tenido la suerte de alcanzar, pero que el alma, pese a carecer de órganos de los sentidos, ve y juzga. Y nosotros, dejando atrás la sensación, debemos ascender para su contemplación.
Sólo un espíritu que ya sea bello es capaz de apreciar la belleza de las cosas espirituales.

  • Pero así como no habríamos podido expresar con palabras la belleza que se ofrece a nuestros sentidos sin haberla visto en alguna ocasión y sin haberla poseído como tal (como sucede a los ciegos de nacimiento), tampoco podemos hablar de la belleza de las costumbres sin haberla hecho nuestra primero, junto a la belleza de las ciencias y de otros valores similares. Tampoco hablamos del esplendor de la virtud, desconocido para quien no sea capaz de imaginar cuán hermoso es el rostro de la justicia y de la templanza. ¡No son tan hermosos ni Venus ni la estrella del alba!
La belleza espiritual también puede suscitar pasión y enamoramiento.

  • Aquellos cuya alma está fijada a tales entidades son por fuerza videntes; videntes que gozan de un estupor más grande del que experimentaron al contemplar la belleza física, porque han conseguido alcanzar la prueba de la verdad. De ahí los sentimientos que, por fuerza, surgen para el cortejo de lo bello: estupor, sacudida sutil, anhelo, amor y deliciosa agitación.
La capacidad de aprehender la belleza varía en los individuos.

  • Ahora bien, también las realidades invisibles pueden inspirar sentimientos tales. De hecho, las almas los viven, y me atrevo a decir que todas, aunque más aquellas que son por naturaleza más amorosas. Así sucede también respecto a la belleza física. Todos tienen ojos para verla, eso es cierto, pero no todos sienten del mismo modo su puñalada. La advierte más que nadie quien puede llamarse amante.
El alma se eleva amando la belleza espiritual, y se hace ella misma aún más hermosa.

  • El alma purificada se convierte en idea y razón, se hace totalmente incorpórea e intelectual, y Dios, fuente de la belleza y de todos los demás valores espirituales, la posee por completo. Por eso, el alma que asciende a la esfera del Espíritu se hace más bella. Y, además, el Espíritu y las cosas que de él surgen constituyen la belleza propia, doméstica y para nada extraña o ajena al alma, pues sólo entonces es real y exclusivamente alma.
El camino de la belleza conduce al bien.

  • Es justo decir, por lo tanto, que lo bueno y hermoso del alma consiste en asemejarse a Dios, puesto que de Él derivan la belleza y todo lo que de decoroso existe en la realidad. La fealdad, que desde su origen es un mal, es naturaleza totalmente distinta a esta realidad. De manera que podemos afirmar que lo bueno es bello, o que el bien y la belleza son una misma cosa.
RETORNO

El proceso de crecimiento espiritual del hombre que, corriendo el camino de las emanaciones en sentido inverso, se eleva hasta la divinidad. Para Plotino, las etapas de este recorrido ascético son: 1) El respeto por las obligaciones y las virtudes civiles, gracias a las cuales el alma se independiza del cuerpo (morigeración, renuncia); 2) La contemplación de la belleza, la práctica y el disfrute del arte; 3) El amor; 4) El amor a la sabiduría y a la práctica de la filosofía; 5) La superación final de toda dimensión racional hasta alcanzar el éxtasis.

HIPÓSTASIS


Literalmente, este tecnicismo del neoplatonismo significa lo que está debajo. Designa las tres sustancias espirituales que, según Plotino, componen la realidad: el Uno (Dios), el intelecto (el Espíritu), el Alma (la del mundo y la del hombre). Las dos últimas derivan de la primera por emanación. La acepción actual es muy distinta: después del abuso que hizo de ella la Escolástica cristiana para afrontar el problema de la Trinidad en términos teológicamente correctos, el término hipóstasis ha adquirido un sentido negativo: designa, en efecto, un concepto abstracto al que se otorga realidad de manera indebida. La hipóstasis supone, pues, asumir como absoluto y cierto aquello que es relativo y no demostrable.


TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO