PSEUDO-DIONISIO
EL AREOPAGITA
Aún hoy, apenas tenemos
noticia del denominado Dionisio el
Areopagita, autor de una Jerarquía Celeste. La brevedad
(apenas unas pocas páginas) de este tratado contrasta con su enorme éxito
editorial (incluso durante la Edad Media) y con su gran influencia en el
pensamiento místico y ascético. Al igual que otros aparecidos en la época de Carlomagno, el tratado fue atribuido al
Dionisio antiguo, quien, tras
convertirse en el Areópago gracias a los discursos pronunciados por san Pablo, fue Obispo de Atenas y
aproximó la oscura Europa de entonces a la luz del pensamiento griego. Esta
prestigiosa atribución, justificada por el fuerte pathos místico de la obra, se debió en gran medida al hecho de ser
una obra anónima. Sin embargo, los humanistas del Renacimiento validaron
dicha atribución autorial demostrando en el desconocido autor una
evidente influencia de Proclo,
filósofo griego discípulo de Plotino
(412 – 485 d.C.). Al Pseudo-Dionisio
se le atribuyen 10 cartas y 4 tratados: Jerarquía
Celeste, Jerarquía Eclesiástica, Los Nombres Divinos y Teología Mística.
SAN
ANSELMO DE AOSTA
Filósofo, teólogo y santo,
san Anselmo nació en Aosta en 1033 y
murió en Canterbury en 1109, ciudad de la que fue obispo durante sus últimos
seis años de vida y después de haber sido abad del monasterio normando de Bec.
Su fama se fundamenta en su obra Proslogion
(<Coloquio>), breve texto en el que san
Anselmo desarrolla el argumento ontológico de la existencia de
Dios: una demostración a priori
de la que concluye la existencia de la divinidad del mismo modo en que los hombres conciben la noción de Dios. Esto es, aquello de lo que nada superior puede concebirse.
56 Todo lo que Dios no
es.
EL PROBLEMA: ¿Qué podemos
afirmar de Dios?
LA TESIS: El pensamiento
filosófico de Dionisio aparece como
puente entre el cristianismo y las tendencias místicas y ascéticas de la última
filosofía pagana representada por el neoplatonismo de Plotino (véase 50).
Retomando las tesis de Plotino, Dionisio formula el principio básico
del misticismo cristiano-medieval: sólo es posible hablar de Dios por la vía de
la negación; es decir, determinando aquello que Dios no es. Caen de este modo
todos los falsos atributos que la devoción popular atribuye a la divinidad. Así
pues, Dios no puede ser definido como luz si no afirmamos primero que también
es oscuridad. No se le puede llamar amor porque su lejanía respecto al hombre le impide conocer el mundo. Dios, el Uno, es inefable; es decir, absolutamente
trascendente e inconmensurable, ajeno a cualquier criterio humano. La teología
que en ello se fundamenta debe por fuerza ser negativa. Dios es oscuridad y silencio y no se le puede describir
utilizando adjetivos humanos, ni siquiera los positivos como, por ejemplo, amor
o justicia. Los textos propuestos han sido extraídos de la Teología Mística.
Pocas
son las palabras que describen conceptos abstractos.
- Cuanto
más nos elevamos hacia el cielo, más se contraen las palabras por la
visión en conjunto de lo inteligible.
Ninguna
palabra puede describir a Dios.
- Así,
penetrando en la oscura niebla que frota sobre la inteligencia,
encontraremos no la brevedad de las palabras, sino la ausencia absoluta de
palabras y de pensamientos.
La
lengua humana está orientada hacia un mundo concreto. Cuando el espíritu se
eleva a lo divino, el lenguaje se vuelve inútil.
- A
medida que descendemos de lo sublime a lo ínfimo, nuestro discurso se
amplía hasta adquirir una extensión proporcional; pero a medida que
ascendemos de las cosas inferiores hacia las que se hallan encima de todo,
el discurso se abrevia. Y cuando concluimos nuestra ascensión, se vuelve
por completo mudo para unirse totalmente a Él, que es inefable.
Hablando
de Dios, la lengua debe proceder por negación, pudiendo únicamente afirmar
aquello que Dios no es.
- Decimos,
pues, que la causa de todas las cosas y que está por encima de todas las
cosas no carece ni de sustancia ni de vida ni de razón ni de
inteligencia. Además, no es ni un cuerpo ni una figura ni una forma, y no
tiene ni cantidad ni calidad ni peso ni ocupa un lugar. Ni ve ni posee un
tacto sensible. Al no participar de las pasiones materiales ni siente ni
cae en la sensibilidad ni conoce desórdenes ni perturbaciones. Tampoco es
débil, y no está sujeta a los errores de la sensibilidad. No tiene
necesidad de luz, no sufre mutación o corrupción o división o privación o
disminución alguna. No es ninguna de las cosas sensibles ni posee ninguna
de ellas.
Dios
está fuera de la comprensión humana. Atribuir a la divinidad cualidades humanas
significa disminuir la trascendencia.
- Así
pues, y continuando la ascensión, decimos que no es ni alma ni
inteligencia. Que no posee ni imaginación u opinión o razón o pensamiento.
No es ni palabra ni idea, no se puede expresar ni pensar. No es número,
orden, grandeza, pequeñez, igualdad, desigualdad, similitud o diversidad.
No está quieto ni se mueve; tampoco reposa. No tiene potencia ni es
potencia. No es luz, no vive ni es vida. No es sustancia ni eternidad ni
tiempo. No es objeto de contacto intelectual, no es ciencia, no es verdad
ni realeza ni sabiduría. No es uno, no es unidad, no es divinidad ni
bondad. No es espíritu como nosotros podemos entenderlo, ni filiación
ni paternidad.
Tampoco
puede pensarse que Dios conozca el mundo humano.
- No
es nada de todo lo que nosotros o cualesquiera otro ser conozca, y no
es ninguna de las cosas que no son ni ninguna de las cosas que son. Ni los
seres la conocen en lo que ella misma es ni ella conoce a los seres en el
modo en que éstos existen.
Dios
no es ni luz ni oscuridad ni afirmación ni negación. Es inconmensurable, es
decir, está fuera del alcance del conocimiento humano.
- De
Él no hay palabra dicha ni nombre ni conocimiento alguno. No es ni luz ni
tiniebla ni error ni verdad. Tampoco existe negación o afirmación en
sentido absoluto, pero cuando afirmamos o negamos las cosas que vienen
después ni lo afirmamos ni lo negamos, pues Él supera toda afirmación en
tanto que es causa perfecta y singular de todas las cosas, y porque la
excelencia de quien está absoluta y enteramente disuelto, por encima del
universo, lo sitúa por encima de toda negación.
ÉXTASIS
Última etapa del recorrido
místico, consiste en la superación y negación de cualquier búsqueda racional de
Dios (búsqueda que a menudo constituye el objetivo de las primeras etapas del
mismo recorrido). Para alcanzar el endiosamiento
(es decir, la total identificación con Dios), el místico debe superar
todas las determinaciones conceptuales hasta realizar una total comunión con lo
divino, incluso de tipo emotivo, pasional e irracional. Para superar los
niveles de la razón, debe por fuerza salir
de sí mismo.
57 La prueba
ontológica de la existencia de Dios.
EL PROBLEMA: La existencia de
Dios, ¿Puede ser probada mediante un razonamiento lógico?
LA TESIS: La argumentación
de san Anselmo consiste en una
reflexión sobre la idea de perfección. Supongamos la existencia de dos tipos de
perfección: una que existe realmente, otra que la mente imagina. Cualquiera
concluiría que la primera perfección es mayor que la segunda, puesto que a esta
última le falta una característica fundamental: la existencia. Pero si Dios es
el ser más perfecto, entonces debe
por fuerza existir realmente. En conclusión, la definición de Dios como aquello que nada supera en grandeza
(definición de la que ningún ateo podrá disentir) implica
su existencia. El ateo lo es únicamente porque es estulto e
insípido (en latín, insipiens
significa sin sal; se sobreentiende
que sin sal en la cabeza, lo que
significa su inteligencia), y utiliza las palabras sólo en su significado más
superficial. El texto propuesto ha sido extraído del Proslogion. Para la crítica de Kant
a los argumentos de san Anselmo, véase 140.
El
problema: encontrar un argumento racional, sólido, simple y potente, para
demostrar la existencia de Dios.
- Detrás
de las insistentes oraciones de algunos hermanos escribí un
opúsculo como ejemplo de meditación sobre las razones de la fe, y lo hice
como aquel que razona tácitamente e indaga lo que ignora. Pero
después, considerando que lo escrito estaba formado por la concatenación
de muchos y diversos argumentos, comencé a preguntarme si podría encontrar
un único argumento capaz de demostrar, por sí sólo y sin el concurso de
ningún otro, que Dios existe realmente y que representa el supremo bien,
que no tiene necesidad de nada y que, en cambio, es imprescindible para
que todo lo demás exista. Un argumento que bastase para demostrar todas
las verdades de la sustancia divina en las que creemos.
Puede
definirse a Dios como la máxima perfección existente.
- Concédeme,
oh Señor, tú que das inteligencia a la fe, concédeme en los límites de lo
que conviene entender, que tú eres como creemos y que eres en quien
creemos. En verdad creemos que tú eres la máxima perfección que se pueda
pensar.
Incluso
un ateo debe aceptar esta definición racional.
- Pero
acaso no exista tal naturaleza, puesto que el corazón de lerdo dice: Dios no existe. Sin lugar a dudas,
cuando el mismo lerdo escucha mis palabras (Dios es la mayor perfección
que se pueda pensar) entiende lo que escucha y lo recibe en su intelecto,
pese a que no sea capaz de entender que Dios exista. Pues una cosa es que
algo llegue al intelecto, y otra cosa es entender que ese algo exista.
Las
cosas pueden existir o en el pensamiento o en la realidad.
- Cuando
un pintor piensa en lo que está a punto de pintar, lo tiene en su
intelecto pero no es capaz de entender que lo que todavía no ha pintado
exista. En cambio, una vez ha terminado su pintura, lo que ha pintado
reside ya en el intelecto y entiende que exista.
Ciertamente,
la perfección divina es pensable. El problema radica en establecer si también
es real.
- Así
pues, incluso el lerdo está convencido de que exista, al menos en el
intelecto, la más perfecta cosa pensable posible. De hecho, cuando escucha
esto lo entiende, y ese entenderlo supone que lo entendido está en el
intelecto. Ahora bien, ese algo de lo que nada más perfecto puede
pensarse, no puede existir sólo en el intelecto.
La
perfección divina debe ser real, de otro modo no sería la mayor de las
perfecciones. Sería otra, pensable y real y superior a aquélla.
- En
efecto, si sólo existiese en el intelecto, podríamos pensar que existiera
también en la realidad, y esta segunda existencia sería mayor que la
primera. En consecuencia, si ese algo de lo que nada más perfecto puede
pensarse existe sólo en el intelecto, debemos concluir que ese algo
respecto al que nada más perfecto se puede pensar y aquello de lo que se
puede pensar algo más perfecto, son necesariamente una única e idéntica
cosa. Lo que, sin embargo, es inadmisible.
La
perfección total es, por definición, existente.
- Así
pues, sin duda existe algo de lo que nada más perfecto pueda pensarse, sea
en el intelecto, sea en la realidad. No puede pensarse que Dios no exista.
Aquello cuya inexistencia pueda pensarse, no es Dios.
Dios
no puede ser pensado como no existente.
- Él
existe de un modo tan veraz, que no puede ni siquiera pensarse que no
exista. De hecho, es imposible pensar que exista algo de lo que pueda
pensarse su no existencia. Ese algo sería más perfecto que aquello de lo
que pueda pensarse que no exista.
La
realidad de Dios deriva de su definición.
- Entonces,
si puede pensarse que no exista ese algo de lo que nada más perfecto pueda
ser pensado, aquello de lo que nada más perfecto puede pensarse no es
aquello de lo que no se puede pensar nada más perfecto, y esto es
contradictorio. Así pues, existe algo de lo que nada más perfecto puede
pensarse y de lo que es imposible pensar que no exista. Y eso eres tú,
Señor, nuestro Dios.
Dios
es lo único que no puede pensarse como inexistente.
- Así
eres tú, Señor y Dios mío: eres tal, que en absoluto se puede pensar que
no existas. Si una mente pudiera pensar en cualquier cosa más perfecta que
tú, entonces esa criatura sería superior al Creador y lo juzgaría, lo que
es del todo absurdo. De hecho, se puede pensar que cualquier cosa fuera de
ti y que no seas tú no existe.
No
hay nada más real que Dios.
- Sólo
tú existes del modo más auténtico y veraz, y entre todos posees el ser en
su máxima expresión, pues cualquiera otra cosa existente no existe de
manera tan auténtica y veraz como tú, por lo que tiene menos ser que tú.
La
existencia de Dios sólo puede ser negada dejando de pensar en lo que las
palabras significan.
- Pero
entonces, ¿Por qué el corazón del lerdo le dice: Dios no existe, cuando es tan evidente para cualquiera que
posea una mente capaz de razonar que tú existes más que ninguna otra cosa?
Pues, precisamente, porque es lerdo e insípido. Pero veamos cómo el insípido ha podido llegar a creer algo que no puede siquiera pensarse.
Cada
negación de Dios consiste en un juego de palabras.
- Una
cosa puede ser pensada de dos maneras: o cuando se piensa la palabra que
la significa, o cuando se piensa en la misma cosa que es significada.
Ahora bien, atendiendo a la palabra, puede pensarse que Dios no existe,
pero atendiendo a la cosa, no es posible.
Objeción:
el ateo piensa realmente que Dios no existe.
- De
cualquier modo, ¿Cómo puede el corazón del insípido decir algo
que no puede siquiera ser pensado, si decir desde el corazón y pensar
son la misma cosa? Si es cierto
que lo dice desde el corazón, será cierto que también lo pensó. Y si no
pudo pensarlo, entonces no será verdad que lo dijera desde su corazón.
El
equívoco sólo es posible deteniéndonos en la superficie de los conceptos y de
las palabras, sin entender su significado.
- Sin
embargo, no existe un único modo de pensar. Un modo es aquel consistente
en pensar una cosa pensando sólo la palabra que la indica. Otro es aquel
por el que se entiende lo que la misma cosa es. En el primer modo se puede
pensar que Dios no existe; en el segundo, en cambio, es imposible hacerlo.
Si
se prescinde de su significado, las palabras pueden utilizarse de cualquier
manera.
- En
efecto, nadie capaz de entender lo que son el fuego y el agua, podrá
pensar que el fuego sea en realidad agua. En cierto modo sí podrá
pensarlo, pero sólo de palabra. Igualmente, nadie que entienda lo que es
Dios podrá pensar que Dios no exista, aunque pronuncie estas palabras en
su corazón o como palabras sin significado o según un significado del todo
impropio.
Este
argumento no se basa en la fe, sino únicamente en la razón.
- De
hecho, Dios es la mayor perfección pensable posible. Quien entiende esto
de manera correcta, entenderá también que Él es de un modo tal que no es
posible negar su existencia ni tan sólo con el pensamiento. Quien entiende
cómo es Dios, no puede pensar que no exista.
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO