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ABSTRACCIONISMO




En el lenguaje común, la expresión arte abstracto se refiere a uno de los elementos peculiares de la experiencia pictórica de nuestra época: la pérdida de la tradicional relación entre imagen pictórica y realidad.

A partir del decenio 1880-1890, con el nacimiento de las corrientes postimpresionistas (y también a causa de la competencia de la fotografía), la experiencia pictórica occidental que se inició en el Renacimiento entró en una crisis irreversible. El acontecimiento crítico fue el abandono de la mímesis, la teoría de origen platónico según la cual el fin de la pintura es la imitación de la realidad. Para C. G. Argan, <el hecho que separa netamente, con un auténtico salto cualitativo, el arte de nuestro siglo de todo el del pasado, por lo menos en el ámbito de la cultura occidental, es el paso del figurativismo al no figurativismo o, tal como se suele decir habitualmente, a la abstracción>. En este sentido, por lo tanto, todo el arte contemporáneo es abstracto.

En el lenguaje de la historia del arte, el abstraccionismo es una de las vanguardias (-->), un movimiento surgido en torno a 1910 cuando el ruso V. Kandinsky pintó la primera acuarela abstracta (Improvisación). En el mismo período, el holandés P. Mondrian llegó a resultados del todo análogos a través de un camino totalmente distinto. Hay, en efecto, dos maneras diferentes de llegar a la abstracción.

  • La primera es un proceso tan profundo de simplificación de lo real que llega al extremo de alterar su aspecto hasta lo irreconocible. Es el procedimiento seguido, por ejemplo, por Mondrian en la célebre serie del árbol, en la que, con una sucesión de esquematizaciones progresivas, la forma natural se supera por completo.

  • La segunda consiste en la expresión de una pura imagen fantástica, una producción autónoma de la psique totalmente independiente del mundo natural. Es el camino seguido por Kandinsky, en cuyas obras la forma está determinada no por la sensación visual recibida desde el mundo exterior, sino por la voluntad interior del artista. Desvinculado de cualquier función representativa, el signo asume vida propia y se justifica por sí mismo; formas y líneas crean relaciones puramente rítmicas entre sí. El color ya no describe tampoco nada natural, sino que adquiere valor sólo en relación con los que lo rodean, de la misma manera que una nota musical posee su propia sonoridad.


Ambas soluciones se prestan a ilustrar posturas filosóficas. Un filósofo neoplatónico dirían que Mondrian pasa de una representación fenoménica (ocular) del mundo a otra de tipo esencial: lo que queda en el último lienzo es la arboreidad pura, el concepto, la idea abstracta de árbol (--> Idea platónica). En el mismo proceso, en cambio, un neokantiano vería el afloramiento a la superficie de las estructuras espacio-temporales o, más simplemente, de los esquemas mentales mediante los cuales el observador confiere sentido a lo que ve.

Más allá de los sugerentes y problemáticos acercamientos entre poéticas y doctrinas filosóficas, queda el hecho de que la experiencia conjunta del arte moderno ha sido una gran aventura del espíritu ligada a cuestiones más conceptuales que visuales, más filosóficas que representativas.




TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO