1561 – 1626 d.C.
Más que un filósofo puro,
Francis Bacon quiso ser un político. Hijo del lord
guardasellos de la reina Isabel, fue
introducido en la corte muy joven y recibió una educación jurídica que completó
con la carrera diplomática. Después de su primer encargo en una misión
diplomática en Francia, Bacon se
convirtió en asesor legal de la corona. En este cargo debió de afrontar una
dura prueba cuando el conde de Essex,
su protector, fue acusado de traición por la reina y procesado. A Bacon le correspondió entonces la
incómoda tarea de preparar la requisitoria contra el amigo, quien acabó
condenado a muerte y decapitado. A pesar de la fidelidad demostrada, Bacon no consiguió imponerse realmente
en su carrera política hasta finalizado el reinado de Isabel, y debió conformarse con ingresar en la Cámara de los Comunes. Las cosas, sin embargo, cambiaron con la llegada al trono de Jacobo I: en pocos años, el filósofo
llegó a ser primero lord guardasellos y, a continuación, lord canciller,
adquiriendo los títulos de barón de Verulam y vizconde de Saint Albans. En 1621,
esta brillante carrera fue brutalmente interrumpida por una acusación de
corrupción: como juez, en efecto, había aceptado regalos de un acusado, a cuyo
favor Bacon manipuló la sentencia. Bacon, que llevaba una vida
desenfrenada y lujosa, consiguió evitar la cárcel, tras reconocer la veracidad
de las acusaciones Incapacitado para cualquier cargo público, se retiró a vivir
aislado, dedicándose a los estudios y a su actividad de escritor.
Obras: De la Dignidad y del Progreso del Saber
Humano y Divino (1605); Novum Organum
(en referencia al Organon, el ensayo
de Aristóteles dedicado a la lógica,
1620); De la Dignidad y del Progreso de
las Ciencias (1623); La Nueva
Atlántida (1624).
89 Estudiar los
errores para evitarlos.
EL PROBLEMA: ¿Es posible evitar
los errores del razonamiento inventando un método para evitarlos?
LA TESIS: La falacia del
intelecto depende a menudo de la
presencia en él de una serie de prejuicios:
es decir, de creencias desconocidas, suposiciones y preconceptos que
condicionan la adquisición del nuevo saber. Se trata, por ejemplo, de la
tendencia típica de la mente a generalizar, a formular leyes partiendo de pocos
ejemplos, a dar un peso excesivo a las preferencias personales, a usar sin
miedo el nombre de cosas inexistentes como fortuna,
Empíreo o causa primera. Dado que estas falsas nociones estorban al intelecto
sin que el sujeto se dé cuenta, el primer paso para eliminarlas consiste
en su individualización. (Los dos pasajes propuestos de Bacon proceden del Novum
Organum.)
El
error se fija en la costumbre y por ello tiende a pasar desapercibido.
- Los
prejuicios y las falsas nociones que penetraron en el intelecto humano
fijándose profundamente dentro de él, no sólo obstaculizan la mente en un
sentido que dificulta el acceso a la verdad, sino que incluso (una vez que
este acceso es concedido) resurgirán de nuevo y serán causa de molestias
también en la misma creación de las ciencias: a menos que los hombres, advertidos, no se preparen cuanto les sea posible contra
ellos. Cuatro son los tipos de prejuicios que asedian la mente humana.
La
percepción refleja más el modo de conocimiento del hombre que
la realidad.
- Los
prejuicios de la tribu están basados en la propia naturaleza humana y en
la propia tribu o raza humana. Por lo tanto, se afirma falsamente que los
sentidos son la medida de todas las cosas. Al contrario, todas las
percepciones, sean de los sentidos o de la mente, derivan de la analogía
con el hombre, y no de la analogía con el universo.
Metafóricamente,
la mente se asemeja a un espejo.
- El
intelecto humano se parece a un espejo que refleja irregularmente los
rayos de las cosas, que mezcla su propia naturaleza con la de las cosas,
las deforma y las tergiversa.
El
error puede nacer de una predilección del individuo.
- Los ídolos de la caverna son ídolos del hombre en cuanto
individuo. Cada cual, de hecho (aparte de las aberraciones propias de
la naturaleza humana en general), tiene una especie de cueva o caverna
propia que refracta y deforma la luz de la naturaleza, sea a causa de la
naturaleza propia y singular de cada individuo, o a causa de la
educación y de las conversaciones con otros, o de la lectura de
libros y de la autoridad de aquellos que son admirados y
honrados, o a causa de la diversidad de las impresiones según sean
recibidas por un ánimo ya condicionado y prevenido, o libre y equilibrado.
Toda
lectura es siempre una interpretación desde un punto de vista personal.
- Porque
el espíritu humano (tal y como se presenta en los individuos) es muy diferente y muy fácilmente modificable y casi sujeto al
azar. Por ello precisamente afirmó Heráclito
que los hombres buscan las ciencias en sus pequeños mundos
privados, y no en el mundo mayor y común a todos.
El
lenguaje genera equívocos. No siempre las palabras corresponden a las cosas.
Las palabras son un óptimo instrumento para mentir.
- Los ídolos del foro. Después están los ídolos que derivan
prácticamente de un contrato y de las recíprocas relaciones entre los
seres humanos: los llamamos ídolos del foro a causa del comercio y de
los acuerdos los hombres. Los hombres, de
hecho, se relacionan por medio de los discursos, pero los nombres se
imponen a través del entendimiento del vulgo y tal error e inoportuna
imposición estorba extraordinariamente al intelecto.
También
la mala filosofía produce errores.
- Por
otra parte, las definiciones y explicaciones de las que se han proveído
los hombres instruidos y con las que se han protegido
en algunas ocasiones, de ningún modo poseen remedio. Aún peor: las
palabras violentan el intelecto y lo confunden y conducen a los hombres a innumerables y vanas controversias e invenciones.
Los ídolos del teatro. Encontramos, por último, los ídolos que penetraron
en el ánimo de los hombres a través de los antiguos sistemas
filosóficos y de las equivocadas leyes de demostración. Los llamamos
ídolos del teatro porque consideramos que todas las filosofías que han existido
fueron creadas y acogidas como fábulas presentadas sobre un escenario y
recitadas, produciendo así mundos ficticios desde la escena.
90 Inducción: un saber
de las obras, y no de las palabras.
EL PROBLEMA: ¿Qué método debe
seguir la ciencia? ¿Debemos considerar la ciencia como una pura adquisición del
saber o como un método para transformar el mundo?
LA TESIS: Contra la filosofía de las palabras, que
constituye toda la tradición del pensamiento, Bacon propone una nueva filosofía
de las obras. Mientras que en el pasado se consideraba sabio al que conseguía, con armas puramente retóricas, superar dialécticamente a un adversario, ahora la oposición debe ser realizada contra la naturaleza. Tiene
derecho al nombre de filósofo aquel que consigue, basándose en su
doctrina, transformar el mundo de una manera útil y socialmente positiva. A las
nuevas funciones del saber corresponde el rechazo del método deductivo, que
considera la verdad como una consecuencia de afirmaciones precedentes, y la
asunción del método inductivo, el único verdaderamente científico porque está
basado en estadísticas observadas.
A diferencia de la
lógica deductiva, el nuevo método debe facilitar instrumentos útiles para la
investigación experimental.
- El arte que
presentamos (y que solemos llamar interpretación
de la naturaleza) es una clase de lógica, no obstante existe una
enorme e infinita diferencia entre este arte y la lógica ordinaria. También
la lógica vulgar declara destinar y preparar ayudas y protecciones al
intelecto: esto es lo que nuestro arte y la lógica ordinaria tienen en
común. Pero difieren entre ellos principalmente por tres razones: por su
finalidad, por el orden de las demostraciones y por el punto de partida de
la investigación.
El saber debe tener
un fin operativo, vuelto hacia la experiencia.
- La finalidad
que nuestra ciencia se propone es la de inventar no razonamientos, sino
artes; no cosas conforme a los principios, sino principios mismos; no
razones probables, sino designaciones e indicaciones de obras. A una
intención diferente le sigue, por lo tanto, un resultado distinto. Allí es
el adversario quien es vencido y obligado por la disputa;
aquí es la naturaleza la que es vencida y obligada por la obra.
La deducción
silogística funciona tan sólo en el ámbito lingüístico.
- Para tal fin
se concilian también la naturaleza y el orden de las demostraciones. De
hecho, en la lógica vulgar casi todo el trabajo tiene al silogismo por
objeto.
La lógica
tradicional no considera verdaderos los procedimientos inductivos, que son los
que parten del análisis de casos particulares para individuar las leyes
generales.
- Los dialécticos parecen no haberse ocupado de la inducción, apuntándola
brevemente y pasando enseguida a las fórmulas de la disputa. Nosotros rechazamos, en cambio, la demostración por medio del silogismo, porque no
produce más que confusión y procede de un modo tal, que hace que la
naturaleza se nos escape de las manos. Aunque en realidad ninguno pueda dudar que dos cosas que se concilian en un término medio se
concilien también entre ellas (que es un tipo de certeza matemática), hay
aquí, sin embargo, un engaño oculto, porque el silogismo consta de
proposiciones y las proposiciones de palabras, y las palabras son las
etiquetas y las señales de las nociones.
El silogismo
deductivo trabaja las palabras; la inducción, la realidad.
- Por lo tanto,
si las nociones de la mente (que son como el alma de las palabras y las
bases de toda esta estructura y de este edificio) son vagas, falsamente o
arbitrariamente abstraídas de las palabras, no suficientemente definidas y
delimitadas y, en fin, en muchos casos erróneas, todo el edificio se
hunde.
El método deductivo
es estéril y no produce conocimientos científicos.
- Rechacemos,
pues, el silogismo, y no sólo por lo que concierne a los principios (para
los que ni tan sólo los lógicos lo aplican), sino
también por cuanto guarda relación con las proposiciones medias que sin
duda el silogismo produce y alumbra, pero que son estériles en obras,
alejadas de la práctica y privadas de valor en relación con la parte
activa de la ciencia.
Las ciencias de la
naturaleza deben basarse en la inducción.
- Dejemos, pues,
al silogismo y a las famosas y alabadas demostraciones de este tipo la
jurisdicción sobre las artes populares y opinables (de las cuales no nos
ocupamos); en la investigación sobre la naturaleza hacemos uso de la
inducción, tanto si es para las proposiciones mayores como para las
menores.
Sólo la inducción
parte de la realidad evidente del mundo.
- Pensamos, por
lo tanto, que la inducción es la forma de demostración apoyada por el
sentido, controla de cerca a la naturaleza y está cercana a las obras,
casi mezclándose con ellas.
INDUCCIÓN
Proceso cognoscitivo que a partir del
examen de un cierto número de casos particulares llega a formular una ley
general, cuyo valor se extiende más allá de los casos considerados. Se tiene
una inducción perfecta cuando se
examinan todos los casos en los que un fenómeno puede verificarse, e imperfecta cuando no es posible. En el
primer caso, las conclusiones son evidentemente exactas; en el segundo, gozan
tan sólo de un valor estadístico. Normalmente se la opone a la deducción.
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO