1685 – 1753 d.C.
El inmaterialismo, doctrina elaborada por el obispo irlandés George Berkeley, parece enérgicamente
contraria al sentido común: la materia no existe, es pura apariencia. Sólo
existe el espíritu, del que la mente humana no es más que un componente; las
cosas que nos parece percibir desde el mundo exterior sólo son ideas, puros
contenidos de la mente. Los objetos materiales sólo existen en la mente
de quien los percibe y sólo en el momento en que son percibidos. Los
razonamientos de este tipo tendían a un fin apologético, es decir, a
demostrar la existencia de Dios. Si el mundo no nos parece una masa
caótica de sensaciones subjetivas y si conseguimos sobrevivir en él a pesar de
que, en realidad, no es en absoluto como nos parece (es decir, material), es
sólo por la continua intervención de la divinidad, que en todo momento nos
provee del conocimiento más adecuado a la situación y al contexto. Son tesis
bastante extremas, pero lo que convierte a Berkeley
en uno de los pensadores más estudiados son las sutiles e ingeniosas
argumentaciones con las que se defendió.
Su vida personal estuvo
marcada por una brillante carrera eclesiástica: ordenado sacerdote anglicano en
1710, fue nombrado obispo de la pequeña diócesis irlandesa de Cloyne en 1734,
donde permaneció hasta su muerte, dos décadas más tarde. En su juventud tuvo
ocasión de viajar a Francia e Italia en calidad de capellán de familias nobles,
pero el episodio más relevante de su existencia fue sin duda el fallido intento
de fundar un colegio misionero en las islas Bermudas. En 1728 embarcó rumbo al
nuevo continente, pero permaneció tres años en Rhode Island a la espera de que
llegasen de Inglaterra los fondos que le habían sido prometidos. Como homenaje
a esa larga estancia en tierras norteamericanas, el estado de California dedicó
a Berkeley una de sus ciudades más
importantes.
Obras: Ensayo sobre una Nueva Teoría de la Visión
(1709); Tratado sobre los Principios del
Conocimiento Humano (1710); Diálogo
entre Hylas y Filonús (1713); Alcifrón
o el Filósofo Diminuto (1732).
119 ¿La materia? No
existe: es una idea de la mente.
EL PROBLEMA: ¿Existe la materia?
¿Hay alguna diferencia entre las cualidades subjetivas de los objetos (color,
sabor, luminosidad…) y las tradicionalmente consideradas como objetivas
(extensión, forma, tamaño)?
LA TESIS: El
inmaterialismo, la doctrina metafísica concebida por Berkeley, representa un reto para el pensamiento común: es decir,
para el sentido común que la práctica del vivir requiere. La materia no existe:
sólo existen Dios y el espíritu humano. Las cualidades objetivas que parecen
tan concretas y que Galileo juzgaba
incuestionables (véase 87) son
únicamente una representación de la mente. Estas conclusiones tan extremas se
dirigían a la lucha contra el ateísmo y contra los librepensadores ilustrados: según el obispo irlandés, si conseguimos movernos en un mundo
de ilusiones mentales es sólo por la continua intervención de Dios. Berkeley imagina un diálogo entre dos
personajes (del que se han extraído los textos reproducidos): en él, Hylas
defiende la idea de la realidad de la materia –y representa por lo tanto el
modo ordinario de afrontar la cuestión-, mientras que, en cambio, Filonús
representa el inmaterialista –es decir, el filósofo-.
Las cualidades
secundarias dependen del sujeto.
- HYLAS:
Francamente, Filonús, debo reconocer que es inútil que defienda todavía mi
opinión. Los colores, los sonidos, los sabores y, en una palabra, todas
aquellas características que se llaman cualidades
secundarias, no tienen ciertamente existencia fuera de la mente.
Sin embargo, esta
admisión no niega la realidad de la materia.
- Pero no se
debe creer que al admitir esto esté restando algo a la realidad de la
materia –es decir, a los objetos exteriores-; pues esto es justamente lo
que defienden muchos filósofos que, con todo, están muy lejos de
negar la materia.
Según la filosofía
tradicional, las cualidades primarias (extensión, forma, tamaño, movimiento…)
no dependen del sujeto.
- Para entender
bien esto, debéis saber que los filósofos dividen las cualidades
sensibles en primarias y secundarias. Las primeras son la
extensión, la forma, la solidez, la gravedad, el movimiento y la quietud,
y ellos consideran que éstas existen realmente en los cuerpos. Las
otras, en cambio, son las que habíamos enumerado anteriormente –es decir,
todas las cualidades sensibles que no son las primarias-, y ellos afirman que éstas no son más que sensaciones o ideas que no existen en más
lugar que en la mente. Pero estoy seguro de que todo esto ya lo sabéis.
Por mi cuenta, hace ya tiempo que conocía esta teoría tan difundida entre
los filósofos, pero nunca como hasta ahora me había convencido
tan plenamente de su verdad.
Ésta es la tesis
que se pretende defender: no hay diferencia entre cualidades primarias y
secundarias.
- FILONÚS:
Entonces, tú crees todavía que la extensión y las formas son inherentes a
las sustancias exteriores que no piensan.
HYLAS: Sí.
FILONÚS: Pero, ¿Qué
pasaría si los mismos argumentos que se introducen contra las cualidades
secundarias se mostraran también válidos contra estas otras?
HYLAS: Bien:
entonces estaría obligado a pensar que también las cualidades primarias sólo
existen en la mente.
Según el
pensamiento tradicional, las cualidades primarias también deberían ser
percibidas por los animales.
- FILONÚS:
¿Crees que precisamente la forma y precisamente la extensión que percibes
con los sentidos existen en el objeto exterior, es decir, en la sustancia
material?
HYLAS: Lo creo, sin
duda.
FILONÚS: ¿Y tienen
los otros animales las mismas buenas razones para pensar lo mismo de la forma y
de la extensión que ven y tocan?
HYLAS: Sin duda, si
es que piensan.
FILONÚS: Veamos,
Hylas. ¿Piensas que los sentidos hayan sido concedidos a todos los animales
para que puedan conservar su propia vida y su propio bienestar? ¿O crees que se
han entregado con este fin sólo a los hombres?
Pero un animal muy
pequeño, un ácaro por ejemplo, tendrá percepciones adecuadas a su tamaño.
- HYLAS: Para mí
está claro que también en los demás animales tienen el mismo uso.
FILONÚS: Pero de
ser así, ¿No sería necesario que ellos mismos fuesen capaces de percibir sus
propios miembros a través de los sentidos, así como a los cuerpos que los
pueden dañar?
HYLAS:
Evidentemente.
FILONÚS: Entonces,
será necesario suponer que un ácaro pueda ver tanto su pie y objetos de la
misma dimensión, o menores, como cuerpos de dimensiones considerables, aunque
los primeros te parezcan apenas visibles o, como máximo, sólo visibles bajo la
forma de minúsculos puntos.
HYLAS: Eso es algo
que no puedo negar.
FILONÚS: Y a las
criaturas más pequeñas que un ácaro, ésos les parecerán aún más grandes.
HYLAS: Seguro que
lo parecerán.
FILONÚS: De manera
que lo que tú apenas puedes distinguir, a otro animal extremadamente pequeño le
parecerá como una enorme montaña.
HYLAS: Debo admitir
todas esas cosas.
FILONÚS: Pero la
misma idéntica cosa, ¿Puede tener diferentes dimensiones en sí misma y al mismo
tiempo?
HYLAS: Sería
absurdo pensarlo.
La percepción de la
extensión siempre guarda relación con la extensión del sujeto dotado de
sentidos.
- FILONÚS: Pero
de lo que tú has dicho se deduce que tanto la extensión que tú percibes,
la percibida por el ácaro y las diferentes extensiones percibidas por animales
más pequeños, son siempre todas la verdadera extensión de la pierna del
ácaro. Y esto significa que tus mismos principios te llevan a un absurdo.
HYLAS: En verdad
parece que aquí haya alguna dificultad.
La percepción de la
extensión varía con la distancia.
- FILONÚS:
Avancemos ahora un poco, y sigamos adelante. ¿No has reconocido que las
propiedades inherentes a cada objeto no pueden cambiar sin que se produzca
un cambio en la misma cosa?
HYLAS: Lo he
admitido.
FILONÚS: Pero
cuando nos acercamos o nos alejamos de este objeto, su extensión visible
cambia: a una determinada distancia es diez o cien veces más grande que a otra
distancia. ¿No cabe deducir, entonces, que la extensión no es realmente algo
inherente al objeto?
HYLAS: Confieso que
ya no sé qué pensar.
Así pues, también
los juicios de extensión son subjetivos.
- FILONÚS:
Podrás decidirte rápidamente si tienes el valor de pensar respecto a esta
cualidad con la misma independencia que has utilizado para las demás
cualidades. ¿No hemos reconocido como un buen argumento que ni el calor ni
el frío existían en el agua porque ésta a una mano parecía caliente y a la
otra fría?
HYLAS: Lo hemos
reconocido.
La forma y la
cualidad de los cuerpos dependen de la modalidad de observación.
- FILONÚS: ¿Y no
se razona del mismo modo cuando se concluye que en un objeto no hay ni
extensión ni forma porque al ojo de uno puede parecer pequeño, liso y
redondo, mientras que al mismo tiempo puede parecer grande, rugoso y
anguloso al de otro?
HYLAS: Es justo el
mismo razonamiento. Pero esto, ¿Sucede alguna vez?
FILONÚS: Puedes
hacer el experimento cuando quieras, mirando con el ojo izquierdo a simple
vista y con el derecho a través de una lente.
HYLAS: No sé ya
cómo defenderla; y, sin embargo, todavía me resisto a abandonar la extensión, porque
veo muchas y muy extrañas consecuencias que bien pueden derivar de esta
afirmación.
También la
extensión, en tanto que juicio mental, sólo existe en la mente.
- FILONÚS: ¿Te
parecen extrañas? ¿De verdad te parecen extrañas? Has debido ya admitir
tantas y tan diversas cosas, que espero que ahora no te alteres ante
cualquier otra cosa sólo porque sea extraña. Por otra parte, ¿No sería
extraño que ese modo general de razonar que se aplica a todas las otras
cualidades sensibles no se pudiese aplicar también a la extensión?
Si pensamiento y
materia son dos opuestos, entonces todo lo que la mente piensa no puede existir
en el mundo material.
- Si se admite
que en una sustancia que no percibe no puede existir ninguna idea y nada
parecido a una idea, se deduce ciertamente que ninguna forma –es decir, ningún
tipo de extensión que podamos percibir o imaginar o de la que podamos
tener una idea- puede realmente ser inherente a la materia, y eso sin
hablar de la especial dificultad que tendríamos en concebir una sustancia
material que sea el sustrato de la extensión, y que incluso la preceda y
sea diferente de ella.
Cualquier cualidad
percibida sólo existe para aquel que la percibe.
- Cualquiera que
sea la cualidad sensible, ya sea ésta la forma o el sonido o el color,
parece siempre imposible que pueda subsistir en alguna cosa que no la
perciba.
HYLAS: Renuncio de
momento a mi tesis, pero me reservo el derecho de retractarme si luego me diese
cuenta de haber dado algún paso en falso.
Los juicios comparativos
(más grande, más pequeño) expresan relaciones entre ideas y no implican en
absoluto la existencia del tamaño.
- HYLAS: Me
viene a la mente haber oído hablar en alguna parte acerca de la distinción
entre la extensión absoluta y la extensión sensible. Por lo tanto, aunque
se reconozca que lo grande y lo pequeño no son verdaderamente inherentes a
las sustancias mismas debido a que sólo consisten en la relación que otros
entes extendidos tienen con las partes de nuestro cuerpo, nada nos obliga
sin embargo a pensar lo mismo de la extensión
absoluta, que es algo abstraído de lo grande y de lo pequeño,
de esta o de aquella magnitud o forma concreta. Y lo mismo vale para el
movimiento: rápido y lento son en todo relativos a la
sucesión de ideas en nuestras propias mentes.
Aunque la
percepción capte distintos tamaños de grado, el tamaño no es en sí pensable.
- FILONÚS: Dime
entonces: ¿Qué es lo que distingue un movimiento o una parte de la
extensión de otra? ¿No es algo sensible, como un cierto grado de velocidad
o de lentitud, un cierto tamaño o una cierta forma especial para cada una
de ellas?
HYLAS: Me parece
correcto.
FILONÚS: Entonces,
privadas de todo tipo de propiedad sensible, esas cualidades no tienen ninguna
diferencia específica y numérica.
HYLAS: No la
tienen.
Los conceptos
abstractos (movimiento, extensión) sólo existen en la mente.
- FILONÚS: Cabe,
pues, decir que esas son la extensión en general y el movimiento en
general.
HYLAS: Digámoslo
así.
FILONÚS: ¿Pero no
es un principio reconocido por todos que cada cosa que existe es particular? ¿Cómo, entonces, podría existir
en cualquier sustancia corpórea el movimiento o la extensión en general?
HYLAS: Se
necesitaría de una gran cantidad de tiempo para resolver esta vuestra
dificultad.
No es posible pensar
el tamaño en abstracto. Sólo se puede imaginar cuerpos más o menos grandes.
- FILONÚS: Yo
creo, en cambio, que la cuestión puede ser resuelta con rapidez. Sin duda
tú sabes decir si puedes o no puedes formar esta o aquella idea. Así pues,
decidamos también nuestra discusión sobre la base de este criterio: si
puedes formar en tu pensamiento una idea abstracta distinta del movimiento
o de la extensión privada de todos los modos sensibles como son rápido y
lento, grande y pequeño, redondo y cuadrado o similares (todos ellos modos
que sólo en la mente se reconocen como existentes), admitiré entonces que
tienes razón en defender lo que defiendes. Pero si no puedes formar estas
ideas, sería irrazonable por tu parte seguir insistiendo en la defensa de
algo de lo que no tienes la menor idea.
INMATERIALISMO
Idea defendida por Berkeley, según la cual la creencia común de la existencia de la
materia no se puede defender ni en el plano lógico ni en el experimental. El
filósofo llega a tal conclusión llevando hasta sus últimas consecuencias el
principio defendido por el empirismo
de que el ser de las cosas consiste en
ser percibidas. De hecho, Berkeley
demuestra la imposibilidad de la existencia de una realidad material autónoma
de la mente que la percibe. El hecho de que los hombres parezcan
percibir más o menos las mismas cosas no demostraría la existencia de una
referencia material de las percepciones, pues sólo la gloria de Dios es capaz
en su omnipotencia de sincronizar las mentes de todos los hombres, proveyéndoles en el mismo momento de las mismas percepciones. Dios
en una Mente Infinita, y gracias a
ella las cosas continúan existiendo aun cuando no son percibidas.
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO