1798 – 1857 d.C.
Fue el propio Auguste
Comte quien sintetizó en pocas y eficaces palabras su recorrido intelectual:
<Había cumplido catorce años y ya
sentía la necesidad fundamental de una regeneración universal, a la vez
política y filosófica, bajo el activo impulso de la saludable crisis producida
por la Revolución francesa, cuya fase principal se produjo antes de mi
nacimiento. La luminosa influencia de una iniciación en las matemáticas en el
seno de mi familia, felizmente desarrollada en la Escuela Politécnica de París,
me hizo presentir de forma instintiva la única vía intelectual que podía
conducir realmente a esta gran renovación: la ley de las tres etapas>. Comte dedicó toda su vida a esclarecer
el significado de esta ley, desarrollando una doctrina filosófica (que fue
asimismo una nueva visión del mundo, una verdadera religión) a la que denominó positivismo. No tuvo una vida fácil ni
afortunada: en 1826, una violenta crisis nerviosa lo llevó al manicomio, y la
desenfrenada hostilidad de los medios académicos contra su Curso de Filosofía Positiva le impidió obtener la anhelada cátedra
de matemáticas en la Escuela Politécnica. Comte
renunció a los ingresos de su obra y vivió pobremente, con la sola ayuda de
amigos y discípulos. En sus últimos años de vida se acentuaron sus
intereses religiosos y fundó una nueva Iglesia (un culto de la humanidad y de
la ciencia), de la que se proclamó sumo pontífice y que definió con minuciosos
detalles litúrgicos.
Obras: Curso de
Filosofía Positiva (1830-1842); Calendario
Positivista (1849); Sistema de
Política Positiva o Tratado de Sociología que instituye la Religión de la
Humanidad (1851); Catecismo
Positivista (1852).
175 Las ciencias en
la era del pensamiento positivo.
EL PROBLEMA: ¿Hay una ley que explique
el desarrollo del pensamiento?
LA TESIS: La ley de las tres etapas que atraviesa el
pensamiento humano es el corazón del positivismo. La etapa teológica representa
la infancia de la humanidad; la metafísica, la juventud; la positiva, la
madurez. En sus orígenes, la humanidad vivía en una condición espiritual
teológica o ficticia: todos los hechos naturales se explicaban a través de la
intervención de uno o más poderes sobrenaturales. Con el nacimiento de la
filosofía en la antigua Grecia se sugirieron explicaciones igualmente
abstractas, aunque ya no de origen mítico, tales como la esencia, la causa final y
otras nociones elaboradas por la metafísica. Todos éstos son conceptos que nada
significan, puesto que intentan explicar la naturaleza sólo con palabras
apropiadas –como afirmar que el fuego quema porque contiene la virtud calorífera o porque posee la esencia del calor-. La tercera etapa
científica o positiva renuncia a plantearse interrogantes sobre la naturaleza
íntima de las cosas; se limita, con modestia pero resultados fecundos, a
identificar las leyes que regulan el mundo físico. Esta etapa comenzó con la
revolución copernicana del s. XVI, pero todavía no ha abarcado todos los
sectores del saber: astronomía, física, biología y química se configuran ya
como auténticas ciencias, mientras que la sociología se apresta a serlo. (Del Curso de Filosofía Positiva.)
La inteligencia
humana ha atravesado diversas fases de desarrollo; ha tenido una historia.
- Para explicar
convenientemente la verdadera naturaleza y el carácter propio de la
filosofía positiva, hay que echar una mirada global sobre la marcha
progresiva del espíritu humano, puesto que cualquier doctrina se puede
conocer mejor cuanto más se conoce su historia.
El desarrollo
histórico de la inteligencia está regulado por leyes necesarias.
- Estudiando el
desarrollo de la inteligencia humana en sus diversas esferas de actividad
y desde sus primeras manifestaciones hasta nuestros días, creo haber
descubierto una gran ley fundamental –a la que el desarrollo está sujeto
con férrea necesidad- que puede definirse de modo preciso tanto mediante
pruebas racionales extraídas del conocimiento de nuestra organización,
como con la verificación histórica resultante de un atento examen del
pasado.
Tres son las grandes
etapas del desarrollo: teológica, metafísica y científica.
- Esta ley
consiste en el hecho de que cada una de nuestras concepciones
fundamentales, cada sector de nuestro conocimiento, pasa sucesivamente a
través de tres etapas distintas: la etapa teológica o ficticia, la etapa
metafísica o abstracta y la etapa científica o positiva.
Cada etapa describe
un modo global de entender el mundo.
- En otras
palabras: el espíritu humano, por su naturaleza, adopta sucesivamente tres
métodos de filosofar en todas sus investigaciones, cuyo carácter es
esencialmente diferente e incluso opuesto: al principio, el método
teológico, luego el metafísico y, por último, el método positivo. De ahí
provienen tres tipos de filosofía o de concepción general sobre el
conjunto de los fenómenos, que se excluyen mutuamente. La primera es el
punto de partida necesario de la inteligencia humana; la tercera, su
sistematización definitiva y fija, mientras que la segunda vale sólo como
momento de tránsito.
En la etapa
teológica se explican los fenómenos naturales con la intervención de la
divinidad.
- En la etapa
teológica, el espíritu humano orienta sus investigaciones fundamentalmente
hacia la naturaleza íntima de las cosas, las causas primeras y las causas
últimas de todos los efectos que le atañen –en una palabra: hacia los
conocimientos absolutos-, y los fenómenos se representan como productos de
la acción directa y continua de agentes sobrenaturales más o menos
numerosos, cuya arbitraria intervención es la razón de todas las
contradicciones aparentes del universo.
En la etapa
metafísica, los dioses son sustituidos por principios abstractos.
- En la etapa
metafísica que, en el fondo, no es sino una simple modificación general de
la anterior, los agentes sobrenaturales han sido sustituidos por fuerzas
abstractas, verdaderas entidades inherentes a los diversos seres del mundo
y concebidas como capaces de producir ellas mismas todos los fenómenos
observados, cuya explicación consiste en asignar a cada uno la entidad
correspondiente.
En la etapa
científica, las matemáticas se aplican al estudio de las leyes físicas.
- Por último, en
la etapa positiva, reconociendo la imposibilidad de alcanzar las razones
absolutas, el espíritu humano renuncia a buscar el origen y el destino del
Universo y a conocer las causas íntimas de los fenómenos, para dedicarse
únicamente a descubrir, con el oportuno uso combinado del razonamiento y
la observación, sus leyes efectivas: es decir, sus relaciones invariables
de sucesión y semejanza. La explicación de los hechos, reducida, pues, a
sus términos reales, no es ya otra cosa que el vínculo puesto entre los
diversos fenómenos particulares y algunos hechos generales. De ahí deriva
el progreso de la ciencia, que tiende cada vez más a reducir el número de
leyes.
El desarrollo de la
inteligencia debe pensarse según el modelo del crecimiento: las fases iniciales
o juveniles representan etapas necesarias.
- Luego si la
filosofía positiva es el auténtico estado definitivo de la inteligencia
humana, ese estado hacia el que ésta ha sido proyectada cada vez más
intensamente, no es menos cierto que la inteligencia ha debido, necesariamente,
emplear al principio y durante una larga sucesión de siglos la filosofía
teológica, sea como método o sea como doctrina provisoria. El carácter de
esta filosofía ha sido espontáneo, y por ello fue la única posible en los
orígenes, la única que pudo ofrecer suficiente interés a nuestro espíritu
naciente. Ahora resulta fácil darse cuenta de que para pasar de esta
filosofía provisional a la filosofía definitiva, el espíritu humano tuvo
que adoptar los métodos y las doctrinas metafísicas como filosofía
transitoria. Esta última consideración es indispensable para completar el
breve resumen general que he presentado sobre la gran ley.
La etapa científica
renuncia a plantearse interrogantes metafísicos, a los que es imposible
responder.
- De lo anterior
se desprende que el carácter fundamental de la filosofía positiva es
considerar todos los fenómenos como subyacentes a leyes naturales
invariables, cuyo descubrimiento preciso y cuya reducción al menor número
posible, constituyen el fin de todos nuestros esfuerzos, considerando como
absolutamente inaccesible y carente de sentido, para nosotros, la
búsqueda de lo que se da en llamar la causa, sea la primera, sea la final.
La teoría
newtoniana explica una serie de fenómenos ligados al peso de los cuerpos…
- Así, para
citar el ejemplo más admirable, decimos que los fenómenos generales del
Universo son explicables, en cuanto ello sea posible, por la ley newtoniana
de la gravedad, porque por un lado esta hermosa teoría nos muestra toda la
inmensa variedad de hechos astronómicos como si fuesen un solo e idéntico
hecho considerado bajo distintos puntos de vista; nos muestra la tendencia
constante de todas las moléculas, unas hacia otras, en razón directa de
sus masas y en razón inversa a los cuadrados de sus distancias. Mientras
que, por otra parte, este hecho general es presentado como la simple
extensión de un fenómeno que nos resulta extremadamente familiar y que,
sólo por ello, lo consideramos perfectamente conocido: el peso de los
cuerpos y la superficie de la Tierra.
…pero ha
renunciado a explicar qué es el peso en sí.
- Determinar qué
son en sí mismos atracción y peso, cuáles sus causas, son problemas que
consideramos insolubles, que no pertenecen al dominio de la filosofía
positiva y que abandonamos con razón a la imaginación de los teólogos o a las sutilezas de los metafísicos.
El intento de
explicar la naturaleza en términos metafísicos conduce a contradicciones
insolubles.
- La prueba
evidente de la imposibilidad de alcanzar soluciones de este tipo es que
todas las veces que se intentó decir algo verdaderamente racional al
respecto, los mayores espíritus no han podido hacer otra cosa que definir
ambos principios uno por medio del otro. Así, dicen en cuanto a la
atracción que ésta no es sino un peso universal, y de la gravedad afirman
que consiste simplemente en la atracción terrestre.
La ciencia evita
preguntarse cuál es la naturaleza íntima de los objetos que mide.
- Explicaciones
de esta índole –que hacen sonreír cuando se pretende conocer la naturaleza
íntima de las cosas y el modo en el que se generan los fenómenos- son, sin
embargo, todo cuanto podemos obtener como más satisfactorio, en cuanto nos
muestran como idénticos dos órdenes de fenómenos que durante largo tiempo
fueron considerados sin relación entre sí. Ningún espíritu sano intenta
hoy ir más a fondo.
REDUCCIONISMO
Es la convicción, típica del positivismo, de que todos los fenómenos
–sean éstos naturales, de la vida o del espíritu- son producto de sistemas
complejos, pero siempre descomponibles en sus partes simples, mecánicas y
materiales. Puesto que la operación reduccionista no se desarrolla con la misma
facilidad en todos los ámbitos del saber, el positivismo terminó proponiendo un
orden jerárquico de las diversas disciplinas a partir de la física, considerada
el modelo insuperable y perfecto al que todas las ciencias debían adecuarse.
POSITIVISMO
El positivismo fue un vasto y complejo
movimiento del pensamiento que, surgido en la Francia de mediados del s. XIX,
se difundió después por todo Occidente hasta convertirse en la tendencia
hegemónica en la cultura de ese fin de siglo. Sus características fueron la
optimista confianza en la ciencia y en el progreso tecnológico y una fuerte
polémica contra la filosofía tradicional, acusada de abstracción y dogmatismo.
El método positivo proclama el determinismo,
el materialismo y el reduccionismo.
Clotilde de Vaux (1814 -1846),
amiga de Comte y sacerdotisa del
Gran Ente, la religión positivista de la humanidad fundada por el filósofo en
los últimos años de su vida.
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO