1715 – 1780 d.C.
Etienne
Bonnot, abate de Condillac, fue uno de los grandes
representantes de la cultura del siglo de las Luces, capaz de conciliar los
hábitos eclesiásticos y la fe con el gusto por la vida y el pensamiento laico.
Nacido en Grenoble en el
seno de una antigua familia, tras realizar sus primeros estudios en el colegio
de los jesuitas ingresó en la facultad de Teología de la Sorbona, en París,
aunque pronto abandonó los estudios teológicos para dedicarse a la filosofía,
profundizando especialmente en las doctrinas de Locke y Newton.
Entró así en relación con las mayores figuras de la
cultura de su época
(Diderot, D'Alembert,
Rousseau) y en 1746 expuso su célebre hipótesis de la estatua en Ensayos sobre el Origen de los Conocimientos
Humanos, su obra más importante. Su interés por los
fenómenos de las sensaciones
le llevó a participar, junto a Berkeley y Diderot, en los debates que surgieron a raíz de las primeras
operaciones de cataratas (una práctica médica que abordó los antiguos problemas
de la visión desde una nueva perspectiva).
En 1758, las acusaciones de herejía
y ateísmo le obligaron a abandonar París
y se estableció en Parma, ciudad en la que vivió durante casi diez años y en la
que fue preceptor de Fernando de Borbón, hijo del duque de Parma, amén de ejercer una
notable influencia en los intelectuales italianos.
De regreso a París, rechazó el cargo de preceptor del
hijo del Delfín de Francia y se retiró al castillo familiar a orillas del
Loira, donde dedicó sus últimos años a los estudios de lógica, pedagogía y
economía agraria.
Obras filosóficas principales: Ensayos sobre el Origen de los Conocimientos Humanos (1746); Tratado de las Sensaciones (1754); Tratado de los Animales (1755).
131 Imagina que
eres una estatua…
EL PROBLEMA: ¿Dónde y cómo nace
el conocimiento?
LA TESIS: El conocimiento
deriva de la experiencia. Todas las facultades humanas, incluidas las
denominadas superiores (como la memoria y la inteligencia) nacen y se
desarrollan exclusivamente a partir de las sensaciones. Llevando a sus extremas
consecuencias la crítica de las ideas cartesianas (véase 93) de Locke (véase 112), Condillac formula una doctrina totalmente materialista y
sensualista: en la mente humana no hay otra cosa que las percepciones que
recibe del exterior en todo momento. Lo que llamamos memoria no es sino el
cotejo entre esas sensaciones y las precedentes; fantasía, su libre
composición; gusto y juicio, la constatación de su efecto benéfico o perjudicial;
inteligencia, su reestructuración en nuevas y creativas representaciones.
Supongamos una estatua, un ser organizado interiormente como nosotros pero
cerrado hacia el exterior, literalmente recubierto de mármol, e imaginemos que
lo dotamos primero sólo del olfato, luego del tacto y así, progresivamente, de
los demás sentidos. Analizando los efectos que produciría esa progresiva
adquisición, Condillac concluye que
bastaría tan sólo con que la estatua percibiera el perfume de una rosa para que
se generase en ella la atención y la memoria. Y que si el perfume cambiase, la
estatua podría llegar fácilmente al juicio, a la comparación, a la imaginación
y al desarrollo, por lo tanto, de las ideas abstractas de número, igualdad,
diversidad, preferencia y así sucesivamente. En otros términos: en el ejercicio
de un solo sentido están ya comprendidas todas las facultades del alma. (Los
textos citados provienen del Tratado de
las Sensaciones.)
Todas las
facultades humanas provienen de las sensaciones.
- El principal
objeto de esta obra es mostrar cómo todos nuestros conocimientos y todas
nuestras facultades proceden de los sentidos. O, por decirlo de manera más
exacta, de las sensaciones, porque verdaderamente los sentidos no son más
que la causa ocasional.
La capacidad de
percibir no está localizada en los órganos de los sentidos.
- Los sentidos
no sienten: es el alma sola la que siente con la ayuda de los órganos, y
de las sensaciones que la modifican obtiene todos sus conocimientos y
todas sus facultades. Esta investigación puede contribuir infinitamente al
progreso del arte de razonar.
Ya Aristóteles
sostenía que todos los conocimientos provienen de las sensaciones.
- Pero se me
objetará que ya está todo dicho, puesto que desde Aristóteles se viene
repitiendo que nuestros conocimientos proceden de los sentidos.
Aristóteles, estamos de acuerdo, es uno de los mayores genios de la
antigüedad, y quienes formulen tal objeción poseen sin duda mucho ingenio…
Ignoro cuál fue la razón que empujó a Aristóteles a asentar su principio
sobre el origen de nuestros conocimientos, pero lo que sí sé es que no nos
ha dejado ninguna obra donde esté desarrollado este principio. Y también
sé, por otra parte, que Aristóteles procuraba ser totalmente contrario a
las opiniones de Platón.
Imaginemos, por
hipótesis, poder dotar a una estatua de conocimiento.
- Imaginemos una
estatua organizada en su interior como nosotros y animada por un
espíritu privado de toda especie de ideas. Supongamos, además, que su
exterior marmóreo no le permite el uso de ninguno de sus sentidos, y
reservémonos la libertad de abrirlos, según nuestro arbitrio, a las
diferentes impresiones a las que son susceptibles.
El olfato es el
menos espiritual de los sentidos.
- Creemos que
debemos comenzar por el olfato, pues de todos los sentidos es el que menos
parece contribuir al conocimiento del espíritu humano. A continuación,
deberán ser objeto de nuestra investigación los otros sentidos y, tras
haberlos considerado por separado y en conjunto, veremos a la estatua
convertirse en un animal capaz de cuidar de su propia conservación.
Incluso una
percepción mínima y aislada pone en movimiento mecanismos mentales complejos.
- El principio
que determina el desarrollo de sus facultades, y que está contenido dentro
de las mismas condiciones, es simple: siendo todas necesariamente
agradables o desagradables, la estatua está interesada en gozar de unas y
sustraerse a las otras. Ahora bien, se nos dirá que este interés es
suficiente para dar lugar a las operaciones de la inteligencia y de la
voluntad. El juicio, la reflexión, los deseos, las pasiones, y demás, no
son sino la sensación misma que se transforma diferentemente.
De la percepción
extraemos los elementos mínimos del pensamiento que luego articulamos y
complicamos en la mente.
- Por eso nos
parece inútil suponer que el alma derive inmediatamente de la naturaleza
todas las facultades de las que está dotada. La naturaleza nos proporciona
órganos para advertirnos con el placer lo que debemos buscar, y con el
dolor lo que debemos evitar. Pero aquí se detiene, dejando a cargo de la
experiencia el cuidado de hacernos contraer hábitos y terminar la obra que
ha iniciado.
El experimento
mental prevé la identificación con las condiciones de la estatua.
- Advierto, por
tanto, que es muy importante ponerse exactamente en el lugar de la estatua
que hemos de observar. Es preciso comenzar a existir con la estatua,
disponer de un solo sentido cuando ella posee sólo uno, adquirir sólo las
ideas que ella adquiera, contraer únicamente los hábitos que ella contrae.
En una palabra: es necesario no ser sino que lo que ella es. La estatua
podrá juzgar las cosas como nosotros lo hacemos tan sólo cuando
disponga de todos nuestros sentidos y de toda nuestra experiencia; y
nosotros sólo juzgaremos como ella cuando soportemos la privación de
todo lo que a ella le falta. Creo que a los lectores que se
pongan exactamente en su lugar no les será difícil entender esta obra; los otros me opondrán múltiples dificultades.
132 Para conocer el
mundo, basta con tocarlo.
EL PROBLEMA: El proceso
perceptivo, ¿Es activo o pasivo? ¿Es inteligente o mecánico?
LA TESIS: Profundizando en
la doctrina sensualista que plantea con la hipótesis de la estatua (véase 131), Condillac se pregunta qué mecanismos psíquicos se activarían si
únicamente se dotase a la estatua del sentido del tacto. En primer lugar, comprendería
que el contacto con los objetos externos produce sensaciones distintas a la
sensación de tocar su propio cuerpo, llegando, por lo tanto, a una idea de sí
misma: es decir, al conocimiento subjetivo e individual. Lo que el filósofo
quiere subrayar es la idea, muy innovadora para el s. XVIII, de que la
percepción –incluso la olfativa- nunca es un proceso pasivo y estático, sino
que posee un dinamismo interno, una forma de inteligencia desconocida. (Del Tratado de las Sensaciones.)
Incluso poseyendo
únicamente el sentido del tacto, la estatua sería capaz de percibir la
resistencia y solidez de los cuerpos.
- Mientras
permanece inmóvil, la estatua no ha podido tener ninguna idea de
resistencia. El sentir su propio cuerpo tan sólo le proporcionaba ese
sentimiento uniforme que llamamos pesadez. Pero en cuanto la estatua
empiece a moverse, a tocarse y a asir otros objetos, podrá percibir
entonces la solidez y la resistencia.
Basándose en estos
parámetros, sería capaz de distinguir objetos diferentes.
- Y esta
sensación es apropiada para hacerle distinguir las cosas pues, lejos de
ser uniforme, se ve modificada desigualmente por todo lo que encuentra
duro, blando, áspero o liso; es decir, por todas las impresiones que el
tacto nos procura.
Percibiría la
extensión de los cuerpos y su ubicación en el espacio.
- Es apropiada
también para hacerle distinguir las cosas en tanto están provistas de
extensión, pues se las representa como situadas necesariamente en lugares
distintos: dadas dos cosas sólidas, cada una excluye a la otra del lugar
que ocupa.
El tacto y la
movilidad de la mano son suficientes para construir una representación del
ambiente.
- Por
consiguiente, para atribuir carácter de cuerpo a las maneras de ser, basta
con que los órganos móviles y flexibles añadan a cada una de ellas la
resistencia y la solidez. La mano sirve especialmente para tal fin:
palpando, la mano obtiene una sensación de solidez que abarca todas las
otras sensaciones experimentadas por ella, la incluye dentro de
determinados límites, la gradúa y la circunscribe. La estatua advierte
entonces su propio cuerpo a partir de esta sensación, así como los objetos
y el espacio.
Podemos percibir
nuestro cuerpo mediante el tacto.
- Aprende a
conocer su cuerpo y a reconocerse en todas las partes que lo componen:
apenas apoya su mano sobre una de esas partes, el mismo ser que siente se
responde a sí mismo diciendo <soy yo>. Si continúa palpando, la mano
experimentará por todas partes una sensación de solidez que confiere una
resistencia a los distintos modos de ser, y el mismo ser que siente
seguirá respondiéndose a sí mismo <soy yo, sigo siendo yo>.
El sentido de sí
mismo como individuo se basa en la percepción del cuerpo.
- Se siente en
todas partes de su cuerpo. Por eso, ya no vuelve a confundirse con sus
modificaciones ni a multiplicarse a la par que ellas: ya no es el calor y
el frío, sino que siente calor en una parte y frío en otra.
La diferencia
perceptiva entre el sí mismo y el mundo origina la conciencia individual.
- Mientras la
estatua no pone sus manos más que sobre ella, puede considerarse a sí
misma como si ella fuese todo lo que existe. Pero si, en cambio, toca un
cuerpo extraño, el yo que se siente modificado en la mano no se siente
modificado en dicho cuerpo. Sin embargo, si la mano dice yo, no recibe la
misma respuesta. De este modo, la estatua considera sus maneras de ser
como subsistentes fuera de ella.
Comprendemos, por
analogía, que también los demás seres poseen conciencia de sí mismos.
- Así como ha
formado la sensación de solidez para su cuerpo, así la forma también
respecto a todos los demás objetos. Y esa sensación, que ha proporcionado
a tales maneras de ser un carácter de consistencia en un caso, también lo
proporciona en el otro, con la diferencia de que el yo, que entonces se
respondía a sí mismo, cesa ahora de responder.
Aun utilizando
únicamente el tacto, la estatua puede comprender la diferencia entre ella y el
mundo, presentarse como individuo y hacerse una idea de los objetos
circundantes.
- La estatua no
advierte, por lo tanto, los seres en sí, sino tan sólo sus propias
sensaciones. Cuando varias sensaciones distintas y coexistentes son
circunscritas dentro de los límites en los que el yo se responde a sí
mismo, adquiere conocimiento de su propio cuerpo; cuando varias
sensaciones distintas y coexistentes son circunscritas dentro de límites
en los que el yo ya no se responde a sí mismo, la estatua adquiere idea de
un cuerpo distinto del suyo. En el primer caso, sus sensaciones continúan
siendo sus cualidades; en el segundo se convierten, en cambio, en
cualidades de un objeto diferente.
SENSUALISMO
Doctrina filosófica que considera que
cualquier contenido de la mente es un producto más o menos refinado de las
sensaciones. Dicho de otro modo: el conocimiento se reduce al sentir y a las
operaciones de transformación que la mente realiza sobre los contenidos de la
percepción. Las capacidades psicológicas que llamamos inteligencia, memoria,
atención y juicio no requieren de la intervención de ningún principio
particular o específico. Tras haber sido enunciado en la Antigüedad por los sofistas, el sensualismo fue reformulado en la época moderna por Telesio (véase 74), Campanella y,
especialmente, por Condillac, quien
hizo de la demostración de tal principio la razón misma de su filosofía.
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO