1866 – 1952 d.C.
El filósofo, historiador y crítico literario italiano Benedetto Croce vivió consagrado a la
escritura, sin intentar siquiera el camino de la enseñanza académica. La
ausencia de necesidades materiales, el prestigio internacional alcanzado y un
indudable valor, le permitieron mantenerse independiente durante las dos
décadas de fascismo, período en el que siguió profesando sin ambages su fe
liberal, lo que lo convirtió en un símbolo viviente de las aspiraciones
democráticas del pueblo italiano. Esta aversión a cualquier tipo de
intimidación intelectual lo llevó a la ruptura de su amistad con Giovanni Gentile, filósofo y ministro
de Educación durante la dictadura, con el que mantuvo una encendida polémica.
Después de su interés inicial en una discusión crítica
del marxismo, bajo la influencia del filósofo hegeliano-marxista Antonio Labriola, la reflexión de Croce se centró en la noción de historicismo, intentando profundizar de
manera crítica la teoría de Hegel (véase 157), según la cual toda la
realidad es reducible a la historia (leer
a Hegel es un debate con mi propia conciencia, afirmó en cierta ocasión).
Esta aproximación idealista y post-hegeliana a la filosofía tuvo una notable
influencia en la cultura italiana de la primera mitad del s. XX; a partir de la
segunda posguerra, sin embargo, perdió progresivamente arraigo y prestigio.
De su abundante producción destacan: Materialismo Histórico y Economía Marxista
(1900); Estética como Ciencia de la
Expresión y Lingüística General (1902);
Lógica como Ciencia del Concepto Puro (1909); La Filosofía de Giambattista Vico (1911); Ensayo sobre Hegel (1912); Breviario
de Estética (1912); La Filosofía del
Espíritu (1917); La Historia como
Pensamiento y Acción (1938). Cabe mencionar, entre las obras de la segunda
posguerra, caracterizadas por un intento de revisión crítica del sistema: Filosofía e Historiografía (1949); Historiografía e Identidad Moral (1950);
Investigaciones sobre Hegel (1952).
196 El hombre es un compendio de historia universal.
EL PROBLEMA: ¿Hay distinción
entre filosofía e historia?
LA TESIS: Ningún juicio,
ningún objeto de conocimiento pueden plantearse fuera de la historia, porque se
tratará siempre de hechos situados en el tiempo e insertos en un proceso en
marcha. Y esto es cierto incluso para una piedra, porque la piedra es realmente un proceso en marcha, que resiste a las
fuerzas de disgregación o cede poco a poco, y mi juicio se refiere a un aspecto
de su historia. La filosofía, por lo tanto, se identifica con la historia:
no hay un pensamiento abstraído del tiempo, sino siempre juicios históricamente
determinados. Cualquier problema filosófico puede comprenderse sólo a la luz de
los hechos que lo han generado, y todo conocimiento está siempre condicionado
por el tiempo. Pero también el ser humano, tanto en general como en particular,
es reducible a la historia: todo ser vivo es un compendio de la evolución de la
especie a la que pertenece y de todo el acontecer universal. Éste y el
siguiente son fragmentos de La Historia
como Pensamiento y Acción.
El principio del
historicismo.
- No basta con
decir que la historia es juicio histórico, sino que hace falta añadir que
todo juicio es juicio histórico o historia sin más.
Todo juicio
concierne a un hecho histórico, porque no hay hechos fuera de la historia.
- Si el juicio
es relación de sujeto y predicado, el sujeto –es decir, cualquier hecho
que se juzgue- es siempre un hecho histórico, algo que deviene, un proceso
en marcha, porque no se encuentran ni conciben hechos inmóviles en el
mundo de la realidad.
Incluso la
percepción está siempre históricamente determinada.
- Es juicio
histórico incluso la más obvia percepción juzgante (si no juzgase, no
sería siquiera percepción, sino sensación ciega y muda): por ejemplo, que
el objeto que veo junto a mi pie es una piedra, y que no saldrá volando
como un pájaro al rumor de mis pasos, por lo que será conveniente que lo
aparte con el pie o con el bastón; porque la piedra es realmente un
proceso en marcha que resiste a las fuerzas de disgregación o cede
lentamente, y mi juicio se refiere a un aspecto de su historia.
Toda forma de
conocimiento está inserta en un orden histórico.
- Pero no nos
podemos detener aquí, renunciando a desarrollar la ulterior consecuencia:
que el juicio histórico no es ya un orden de conocimientos, sino el
conocimiento sin más, la forma que ocupa y agota todo el campo
cognoscitivo, sin dejar lugar para otra cosa.
Todo conocimiento
verdadero está destinado a la vida y, por lo tanto, a la historia.
- En efecto, cada
conocer concreto debe estar ligado a la vida y junto al juicio histórico:
es decir, a la acción, al momento de la suspensión o de la expectativa de
ella, dirigido a sortear, como se ha dicho, el obstáculo que encuentra
cuando no ve clara la situación de la que deberá asomar en su
determinación y particularidad.
Sólo un
conocimiento erudito e inútil se abstrae del contexto histórico.
- Un conocer por
conocer, al contrario de lo que algunos imaginan, no tiene nada de
aristocrático ni de sublime, tal como lo ejemplifica el pasatiempo idiota
de los idiotas y de los momentos de idiotez que hay en cada uno de nosotros. Pero realmente no ocurre nunca porque es intrínsecamente
imposible, faltándole con el estímulo de la práctica la materia misma y el
fin del conocer.
La creación
intelectual y artística es siempre una respuesta a verdaderos problemas
concretos del mundo.
- Y los intelectuales que señalan como vía de salvación el alejamiento del artista o del pensador del mundo que lo rodea, su
deliberada actitud de no participar en los vulgares contrastes prácticos
(vulgares en cuanto prácticos), no advierten que están señalando así la
muerte del intelecto. En una vida paradisíaca, sin trabajo ni apuros, en
la que no surjan obstáculos que superar, tampoco se piensa porque ha
desaparecido todo motivo para pensar ni propiamente se contempla porque
la contemplación activa y poética alberga en sí misma un mundo de luchas
prácticas y afectos.
Incluso la
investigación científica pura nace de exigencias vitales.
- No hay que
esforzarse mucho para demostrar que incluso la llamada ciencia natural, con
su complemento e instrumento en las matemáticas, se funda en las
necesidades prácticas de la vida y se dirige a satisfacerlas. Esta idea tuvo
su gran divulgador, en el umbral de los nuevos tiempos, en Francis Bacon…
Sólo la filosofía
no parece estar históricamente determinada.
- A la teoría de
que todo conocimiento genuino es conocimiento histórico, no se le opone la
ciencia natural –que, junto con la historia, trabaja en el mundo y en el
submundo-, sino la filosofía o, si se quiere, la tradicional idea de una
filosofía que tenga los ojos dirigidos al cielo y del cielo alcance o
espere la suprema verdad.
El pensamiento
metafísico parece estar particularmente fuera de la historia.
- Esta división
de cielo y tierra, esta concepción dualista de una realidad que trasciende
la realidad, de una metafísica sobre la física, esta contemplación del
concepto sin juicio (o fuera de él), le otorga su carácter peculiar, que
es siempre el mismo –llámese realidad trascendente, Dios o Materia, Idea o
Voluntad- y que se supone situado por debajo de o contra una realidad
inferior y meramente fenoménica.
Pero también el
pensamiento metafísico tiene su historia.
- Pero el
pensamiento histórico le ha jugado a esta respetable filosofía
trascendente una mala pasada, como a su hermana, la religión trascendente,
de la que es la forma razonada o teológica: la mala pasada de historiarla,
interpretando todos sus conceptos y sus doctrinas y disputas, así como sus
mismas dudas y cuestionamientos escépticos como hechos históricos e
históricas afirmaciones, derivadas de ciertas necesidades que aquélla en
parte ha satisfecho o dejado insatisfechas; y de este modo le ha rendido
el homenaje merecido por su prolongado dominio (que era en general servir
a la sociedad humana) y ha escrito a la vez su franca necrológica.
El hegelianismo ha
derrumbado los vínculos tradicionales de sujeción de la historia a la
metafísica.
- Se puede decir
que, con la crítica histórica de la filosofía trascendente, la filosofía
misma, en su autonomía, está muerta, porque su pretendida autonomía se
fundaba precisamente en su carácter de metafísica. Ha tomado su lugar la
historia, ya no la filosofía –o, lo que viene a ser lo mismo, la filosofía
en cuanto historia y la historia en cuanto filosofía-. La
filosofía-historia, pues, tiene como principio la identidad de lo
universal y lo individual, el intelecto y la intuición, y considera
arbitraria o ilegítima cualquier separación de los dos elementos, que en
verdad constituyen uno sólo. Singular mutación de la historia que, considerada
durante mucho tiempo la forma más humilde del conocer, y por contraste la
filosofía como la más alta, parece que ahora no sólo la supera, sino que
la trastorna.
También esta tesis,
como toda filosofía, está históricamente determinada.
- Estaba a punto
de decir, basándome en un ejemplo concreto, que tampoco las nociones
metodológicas que estoy dando son en verdad inteligibles si no hacen
mentalmente explícita la referencia (que a menudo sólo he hecho de modo
implícito) a las condiciones políticas, morales e intelectuales de
nuestros días, de las cuales tienden a dar una descripción y un juicio.
197 El desarrollo
del espíritu es circular, no rectilíneo.
EL PROBLEMA: ¿Cómo hay que
entender el desarrollo de la espiritualidad humana?
LA TESIS: Aunque comparte
el principio fundamental del historicismo, Croce
se aparta de Hegel en lo que se
refiere al ámbito de aplicación del proceso dialéctico (véase 158). Según el filósofo alemán, la realidad, aun en sus
aspectos más multiformes, está totalmente inserta en el seno de un proceso
único de desarrollo, capaz de reunir, a través de la sucesión de tesis,
antítesis y síntesis, la naturaleza y el espíritu, la materia y la
inteligencia. Este sistema totalizador, según Croce, se divide en cuatro sectores diferentes: el arte, la filosofía, la economía y
la ética. Las oposiciones dialécticas
hegelianas (bello/feo, verdadero/falso, útil/inútil,
bien/mal) sólo son válidas en el interior de cada uno de estos bloques; pero en
el exterior, entre los diversos momentos de la espiritualidad, sólo existe
distinción. Cada una de las cuatro formas del espíritu, en definitiva, posee su
propia dinámica interna y su propio ámbito de aplicación no conmensurable con
las otras. El arte es el conocimiento
intuitivo de lo particular; la filosofía,
el conocimiento lógico de lo universal; la economía,
la búsqueda de la utilidad particular; la moral,
la búsqueda de la utilidad universal. Distinción no significa, sin embargo, incomunicabilidad
absoluta, porque cada uno de estos momentos condiciona al siguiente. El arte plantea sugerencias a la filosofía; las dos artes prácticas (economía y moral) se valorizan por el conocimiento acumulado en las artes
teoréticas (arte y filosofía). En resumen: la vida del
espíritu no se desarrolla en sentido lineal, como suponía Hegel, sino a través de un vínculo de circularidad entre estos
cuatro momentos.
Economía, ética,
arte y filosofía son las cuatro actividades cognoscitivas fundamentales.
- Las formas
fundamentales y originales de la historiografía son: política o económica;
de la civilización, del ethos o
de la religión; del arte y del pensamiento o filosofía.
Lo útil (economía),
lo bueno (ética), lo bello (arte) y lo verdadero (filosofía) abarcan todo el
saber.
- Y aunque suela manifestarse una especie de desconfianza hacia la discriminación de estas cuatro formas de la historia, no han sido ya encontradas y distinguidas por un filósofo individual, por más que haya podido razonar sobre ellas y formular mejor su distinción, sino por la conciencia del género humano, que no se ha referido nunca a otras fuera de ellas ni ha reconocido jamás otras que no estuviesen subordinadas a (o resueltas en) ellas, como tampoco ha mencionado, que se sepa, otros valores que no sean lo bello, lo verdadero, lo útil, lo bueno, o sus transparentes sinónimos.
Estas cuatro categorías abarcan todo el
conocimiento posible.
- Si alguien
llegase a encontrar o proponer otras, que lo diga o lo intente; pero,
además de la ya mencionada autoridad del género humano (al que es lícito,
sin duda, oponerse, pero no es lícito oponerse con ligereza), está la
dificultad de que no basta con añadir una o más categorías nuevas, como si
el orden de aquellas cuatro fuese una enumeración que pueda continuarse a
la manera discontinua propia de las enumeraciones, sino que hace falta
reunirlas, repensándolas en función de un nuevo nexo sistemático y
dialéctico, en un nuevo orden necesario de sucesión ideal (ideal pero no
abstracta, ideal y ya no temporal o cronológica, como a veces se la suele
neciamente interpretar y criticar).
Toda actividad
creativa implica, en todo caso, la libertad creativa.
- De todos
modos, sean cuales fueren estas esferas de actividad, el principio que las
anima a todas es la libertad, sinónimo de la actividad o espiritualidad,
que no sería tal si no fuese perpetua creación de vida. Nadie ha
experimentado nunca ni llegado a concebir la idea de un crear forzado, un
crear mecánico, un crear por encargo y subordinado; y, en efecto, la sola
asociación de estos vocablos carece de sentido.
La actividad
creativa se desarrolla sobre sí misma. Puede haber regreso en ciertos aspectos,
pero el progreso es la norma del devenir histórico.
- Otro sinónimo
de la misma actividad alude al perpetuo enriquecimiento que le es propio,
al perpetuo crecer de la espiritualidad sobre sí misma, donde nada se
pierde de lo que se ha creado y en nada se detiene: el perpetuo progreso. Puede
llegar a hablarse de decadencia y, en efecto, se habla, precisamente en
referencia a cierto tipo de obras y de ideales que apreciamos…, pero en
sentido absoluto, y en historia, nunca hay decadencia que no sea a la vez
formación o preparación de nueva vida y, por lo tanto, progreso.
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO