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EL PRAGMATISMO: PEIRCE Y JAMES


PEIRCE



Charles Sanders Peirce (1839 – 1914) no fue un filósofo profesional. Se consideraba a sí mismo ante todo un lógico, y en vano intentó obtener una cátedra de esa disciplina. Vivió aislado y en la mayor pobreza (trabajaba para el servicio costero de Estados Unidos). Nunca pudo publicar La Gran Lógica, el único texto que logró concluir. Dejó una importante cantidad de escritos (apuntes, artículos para periódicos y revistas) adquiridos luego por la Universidad de Harvard y publicados póstumamente (Recopilación de Escritos de Peirce, 1931-1935). En palabras del autor, el pragmatismo, teoría fundada por él, se define así: <Una actitud, una orientación fuera de toda teoría particular, consistente en apartar la mirada de todo lo que es causa primera, primer principio, categoría, supuesta necesidad, para dirigirla a los resultados, a las consecuencias>.

JAMES



El filósofo y psicólogo estadounidense William James (1842 – 1910) nació en el seno de una familia adinerada y de fuertes intereses intelectuales. Durante su juventud viajó continuamente por Europa para asimilar a fondo la cultura de su tiempo. Tras licenciarse en medicina, en 1869 optó por estudiar psicología como autodidacta y se convirtió en el primer docente universitario de esta disciplina en Estados Unidos. En 1873 fundó en Harvard el primer laboratorio de filosofía experimental.

Las obras más importantes son: Principios de Psicología (1890); La Voluntad de Creer (1897); Pragmatismo (1907); La Idea de Verdad (1909); Un Universo Pluralista (1909).

194 ¿Cómo establecemos nuestras creencias?

EL PROBLEMA: ¿Mediante qué proceso se forman nuestras creencias?
LA TESIS: Peirce (y es de su autoría el fragmento citado a continuación) comienza examinando tres estrategias mentales a las que denomina: 1) Método de la tenacidad, característica de quien de forma obstinada se niega a discutir sus creencias; 2) Método de la autoridad, el que realiza el contrato social prohibiendo las opiniones que difieren de la norma; 3) Método metafísico (o a priori), que se basa en la razón, pero produce sistemas teóricos incontrolables. Estas tres estrategias tienen en común que no admiten la posibilidad del error: es decir, se consideran infalibles. Por ello, concluye Peirce, debe sostenerse el método científico, el único que somete sus resultados a continuas verificaciones, renuncia a la infalibilidad y progresa corrigiéndose a sí mismo. Para aplicarlo es necesario, sin embargo, desplazar la atención hacia las consecuencias de una teoría, hacia los resultados concretos a los que ésta conduce. El paso es fundamental para comprender el pragmatismo, que no es sino la aplicación del método científico a los problemas filosóficos. La verdad de cualquier afirmación consiste en las consecuencias a las que da acceso y por éstas debe ser juzgada.

Así como el avestruz esconde la cabeza para no ver, de la misma manera el hombre trata de evitar toda evidencia contraria a sus convicciones.

  • Cuando un avestruz esconde la cabeza en la arena al aproximarse un peligro, probablemente elige la mejor vía. Se oculta a sí misma el peligro y entonces se dice con calma que no hay peligro, y si se siente perfectamente segura de que no lo hay, ¿Por qué tendría que levantar la cabeza para verlo? Un hombre puede actuar en la vida alejando sistemáticamente de su vista todo lo que puede causar un cambio en sus opiniones, y si lo consigue, yo no veo qué se puede decir contra su modo de actuar.
La realidad psicológica del hombre no se reduce a pura racionalidad.

  • Sería una impertinencia egoísta objetarle que su procedimiento es irracional, pues esto equivaldría simplemente a decir que su método de establecer las creencias no es el nuestro. Él no se propone ser racional y, de hecho, a menudo hablará con desprecio de la débil y engañosa razón humana. Por eso, dejadlo pensar como quiera.
La confrontación continua con otras inteligencias determina una dimensión social de las convicciones personales.

  • Pero este método de fijar creencias, que puede llamarse método de la tenacidad, es incapaz en los hechos de sostener su postura. El impulso social va en su contra. El hombre que lo adopta encontrará que otros hombres piensan de modo diferente; y en un intervalo de lucidez, le podrá venir a la mente que las opiniones de esos otros son tan buenas como las suyas, lo que removerá su confianza en sus creencias.
El impulso a la confrontación y a la socialización de las creencias es connatural al ser humano.

  • La convicción de que el pensamiento o el sentimiento de otro hombre puede ser equivalente al propio es un nuevo y muy importante paso, que surge de un fuerte impulso del hombre como para ser suprimido sin riesgo de destrucción de la especie humana. A menos que nos hagamos ermitaños, necesariamente debemos influirnos mutuamente, de modo que el problema es ahora cómo establecer creencias no ya sólo en el ser humano, sino en la comunidad.
El Estado podría sustituir al individuo.

  • Supongamos ahora que, en lugar de hacerlo la voluntad del individuo, quien actuase fuese la voluntad del Estado. Supongamos que se ha creado una institución que tendría por principal objeto el de imponer al pueblo determinadas doctrinas, repetirlas incansablemente y enseñárselas a la juventud, y que tal institución poseyera, al mismo tiempo, la suficiente fuerza requerida para impedir a toda costa que se enseñen, sostengan o expresen doctrinas contrarias.
En el mundo moderno existen formas de manipulación psicológica de masas.

  • Supongamos que se retiran del aprendizaje de los hombres todas las causas posibles de un cambio de opinión. Supongamos que se los mantiene sumidos en la más profunda de las ignorancias por temor a que aprendan los motivos suficientes para pensar de manera diferente. Supongamos que sus pasiones sean regimentadas de un modo tal, que todos los hombres consideren con odio y horror las opiniones privadas e insólitas. Y supongamos, además, que todos los hombres que refutan la creencia establecida son reducidos al silencio con el terror.
El proyecto autoritario se ha experimentado en la historia con resultados en ocasiones grandiosos.

  • Al juzgar este método de fijar la creencia –que puede llamarse método de la autoridad- debemos en primer lugar admitir su inconmensurable superioridad mental y moral respecto del método de la tenacidad. Su éxito es proporcionalmente mayor y, de hecho, ha mostrado los más majestuosos resultados. Sólo las construcciones de piedra que este método ha producido (en Siam, por ejemplo, en Egipto y en Europa) poseen un carácter sublime que puede rivalizar con las mayores obras de la naturaleza…
Pero una estrategia autoritaria siempre es imperfecta y sólo puede subsistir en sociedades simples.

  • Pero ninguna institución puede asumir la tarea de regular las opiniones en todas las materias. Sólo las más importantes pueden vigilarse y, para las restantes, el espíritu del hombre debe ser abandonado a la acción de las causas naturales. Esta imperfección no será causa de debilidad mientras los hombres estén en un estado de cultura tal que una opinión no influya en la otra; es decir, mientras no sean capaces de sumar dos más dos.
Duda, búsqueda y libertad de pensamiento no son extirpables.

  • Pero aun en los Estados más infestados de sacerdotes habrá individuos que se eleven por encima de esta condición. Estos hombres poseen un sentimiento social más vasto, ven que en otros países y en otras épocas, los hombres han admitido doctrinas diferentes a aquellas en las que ellos mismos fueron criados. No pueden evitar ver que es un simple azar que sus enseñanzas sean las que son, o que ellos están rodeados de usos y asociaciones que han hecho y hacen que crean lo que creen.
La existencia objetiva de culturas diferentes induce a la duda crítica.

  • Su candor no puede resistir a la reflexión de que no existe razón para atribuir a sus puntos de vista un valor más elevado que los de otras naciones u otros siglos. Y esto hace nacer la duda en sus espíritus. Ellos se darán cuenta, además, de que dudas similares deben existir en sus espíritus en comparación con toda creencia que parezca determinada por el capricho tanto propio como del de quienes dan origen a las opiniones populares.
Una estrategia correcta debe conciliar presión social y libertad individual.

  • En consecuencia, la adhesión voluntaria a una creencia y el forzar arbitrariamente a los demás a adoptarla son cuestiones que se deben abandonar, mientras que se debe adoptar un nuevo método para establecer las opiniones: un método que no sólo produzca un impulso a creer, sino que también decida qué proporción debe ser creída.
El debate artístico y metafísico son ejemplos a seguir.

  • Cuando la acción de las preferencias naturales no esté impedida y cuando, bajo las influencias de éstas, los hombres conversen y consideren cada argumento bajo luces diferentes, las creencias se desarrollarán en armonía con las causas naturales. Este método se asimila a aquel que ha permitido que las concepciones del arte alcanzaran su madurez. El ejemplo más perfecto de ello se puede encontrar en la historia de la filosofía metafísica.
Arte y metafísica implican una referencia a las convicciones personales, no a la realidad en cuanto tal.

  • Sistemas de esta naturaleza no se han apoyado habitualmente en hechos observados o, al menos, no en un grado considerable. Más bien han sido adoptados porque sus proposiciones fundamentales parecían acordes a la razón. Ésta es la expresión apropiada; ella no indica lo que es acorde a la experiencia, sino lo que nos encontramos inclinados a creer.
El límite de tal método reside, sin embargo, en la perenne posibilidad de opinar, en la incapacidad de llegar a conclusiones respecto de la verdad.

  • Este método es mucho más intelectual y respetable, desde el punto de vista de la razón, que los anteriormente considerados. Pero su fracaso ha sido más evidente. El método hace de la investigación algo similar al desarrollo del gusto, pero el gusto, desafortunadamente, siempre es más o menos cuestión de modas y, en consecuencia, los metafísicos nunca llegaron a un acuerdo estable, sino que el péndulo ha oscilado adelante y atrás entre una filosofía más materialista y otra filosofía más espiritualista, desde los tiempos más remotos hasta los más recientes.
El objetivo es llegar a un método capaz de producir un conocimiento cierto.

  • Para satisfacer nuestras dudas es necesario, por lo tanto, encontrar un método en virtud del cual nuestras creencias puedan estar causadas no por factores humanos, sino por alguna uniformidad externa, por algo sobre lo que nuestro pensamiento no tiene efecto.
El misticismo ha resuelto la necesidad de certeza en la revelación.

  • Algunos místicos imaginan que poseen tal método bajo la forma de una particular inspiración proveniente de lo alto. Pero ésta es sólo una forma del método de la obstinación, en el que la concepción de la verdad como algo público todavía no se ha desarrollado.
El objetivo es hallar proposiciones inopinables y universales; es decir, válidas para todos los hombres.

  • La uniformidad exterior no sería exterior, a nuestro entender, si su influencia quedase restringida a un solo individuo. Debe ser algo que actúa, o que puede actuar, sobre cada hombre. Y por más que estas acciones sean necesariamente tan diferentes como diferentes son las concepciones individuales, el método debe ser real, no obstante, que la conclusión última de cada hombre sea la misma.
El método científico renuncia a definir la realidad, pero selecciona las opiniones según criterios objetivos.

  • Tal es el método de la ciencia. Su hipótesis fundamental, expresada en lenguaje coloquial, es la siguiente: existen cosas reales cuyos caracteres son completamente independientes de las opiniones que nos formamos en torno a ellas, cuya realidad influye en nuestros sentidos según leyes regulares; y en cuanto a lo que concierne a nuestras relaciones con los objetos, utilizando las leyes de la percepción podemos cerciorarnos con el razonamiento cómo son realmente las cosas; y cada hombre, si posee experiencia suficiente y si razona lo bastante, será llevado a una única conclusión verdadera.

195 El significado de una idea es su consecuencia.

EL PROBLEMA: ¿Cómo puede definirse la noción de significado?
LA TESIS: La filosofía ha tratado a menudo de explicar los conceptos mediante una aproximación teórica, intentando aclarar la esencia, el significado íntimo, la sustancia última y definitoria. En su obra Pragmatismo, a la que corresponde el siguiente fragmento, James propone una aproximación alternativa: lo importante no es comprender la cosa en sí, sino comprender las consecuencias que comporta. En las consecuencias está todo el significado de las cosas. Utilizando este método, se descubre que numerosas cuestiones metafísicas no tienen en absoluto sustancia, puesto que la elección de una u otra solución no comporta de hecho ninguna diferencia en las consecuencias.

El pragmatismo resuelve las paradojas de la metafísica.

  • El método pragmático permite ante todo resolver controversias metafísicas que de otro modo podrían ser interminables. El mundo, ¿Es uno o múltiple? ¿Admite la fatalidad y la libertad? ¿Es material o espiritual? He aquí conceptos que, uno u otro, podrían no ser verdaderos: la discusión en torno a ellos estaría, pues, siempre abierta.
Para el pragmatismo, el significado de un concepto es la consecuencia que éste produce.

  • El método pragmático consiste en intentar interpretar cada concepto a partir de sus consecuencias prácticas. Plantea el problema de este modo: admitiendo que un determinado concepto es verdadero y otro no, ¿Qué diferencia derivaría de ello para el individuo?
Si dos conceptos no producen consecuencias diferentes, son indistinguibles.

  • Si no logramos encontrar ninguna diferencia práctica, concluiremos que ambas alternativas son equivalentes y que toda discusión es inútil. Para que una controversia sea seria, es necesario demostrar qué consecuencia deriva necesariamente del hecho de que sólo esta alternativa sea la verdadera.
Lo que cuenta son los efectos, las expectativas, los resultados.

  • Con el fin de obtener la claridad perfecta en torno a las ideas relativas a un objeto, debemos considerar sólo los efectos de carácter práctico que éste es capaz de determinar a nuestro entender, las impresiones que debemos esperar de él, las reacciones a las que nos debemos preparar. El concepto que poseemos de un objeto, cuando no carece de significado positivo, se reduce entonces al concepto de estos efectos inmediatos o remotos. Éste es el fundamento del pragmatismo propuesto por Peirce.
Si dos conceptos conducen a la misma consecuencia, son indistinguibles.

  • En mis cursos universitarios suelo presentar los problemas de este modo: ¿En qué diferiría el mundo según fuese verdadera esta o aquella alternativa? Cuando no puedo descubrir diferencia alguna, considero que la oposición entre ambas ideas carece de significado. El significado práctico de los conceptos, en otros términos, en un caso de esta índole, es lo mismo: ahora, una idea no posee para nosotros otro significado que este carácter práctico.
En la investigación científica se practica el método pragmático. Un ejemplo tomado de la química.

  • Ostwald lo explicaba con un ejemplo en la publicación de una de sus conferencias. Los químicos han discutido largo tiempo acerca de las propiedades de los cuerpos llamados tautómeros. Las propiedades de éstos parecían compatibles con dos hipótesis: que un átomo de hidrógeno inestable oscilara dentro de estos cuerpos, o bien que cada uno de estos cuerpos fuese una mezcla inestable de diversos cuerpos. La discusión se enardecía sin conducir a ningún resultado definitivo. <No habría comenzado tal discusión –dice Ostwald- si los adversarios se hubiesen preguntado qué diferencia se habría manifestado según fuese verdadera una u otra hipótesis. Se habría visto entonces que no podía resultar ninguna diferencia, y que la discusión era tan vana como si en las épocas primitivas, construyendo una teoría sobre la acción de la levadura para cocer, unos hubiesen invocado como verdadera causa del fenómeno a un duende y otros a un trasgo.>
El método pragmático debería aplicarse también a la filosofía.

  • Uno se sorprendería al ver cuántas discusiones filosóficas verían destituidos sus significados de someterlas a la prueba de buscar sus consecuencias concretas. En lugar alguno puede existir una diferencia real que no produzca otra en otro lugar. En el dominio de la verdad abstracta no puede existir una diferencia que no se traduzca en una diferencia en un hecho concreto, como en la conducta determinada por este hecho; diferencia que, en algún lugar, en algún tiempo y en algún modo, se impone a alguien.
Las doctrinas metafísicas deben evaluarse por las consecuencias que implican.

  • Toda la función de la filosofía debería consistir en el descubrimiento de qué diferencia habría, para vosotros y para mí, en determinados momentos de la vida, según fuese verdad esta o aquella otra fórmula del Universo.
El pragmatismo cuenta con numerosos precursores.

  • Nada hay de nuevo en el pragmatismo, absolutamente nada. Sócrates se ejercitaba en él; Aristóteles lo practicaba sistemáticamente. Locke, Berkeley y Hume establecieron importantes verdades gracias a él… Estos precursores del pragmatismo, no obstante, lo han utilizado sólo de forma parcial; lo han preludiado. El pragmatismo se ha generalizado en nuestros días y, habiendo tomado conciencia de la misión universal que le compete, aspira a un destino de conquistador.
El pragmatismo continúa la tradición empirista inglesa.

  • La postura del pragmatismo es conocida desde hace mucho tiempo porque es la misma que la del empirismo, pero aquél lo presenta, a mi entender, de forma más radical y, sin embargo, de forma tal que levanta menos objeciones que cualquiera de las formas asumidas hasta ahora por el empirismo.
El pragmatismo rechaza toda doctrina que se arrogue la pretensión de infalibilidad.

  • El pragmatismo da la espalda decididamente y de una vez por todas, a una ingente multitud de hábitos inveterados, caros a los filósofos de profesión. Se la entrega a la abstracción y a todo aquello que torna inadecuado el pensamiento; es decir, a las soluciones puramente verbales, a las malas razones a priori, a los sistemas cerrados y a todo lo que pretenda ser un absoluto o un principio, para dirigirse hacia el pensamiento concreto y adecuado, hacia los hechos, hacia la acción eficaz.
El uso de la razón acompaña al rechazo de toda metafísica racionalista.

  • Así, el pragmatismo se opone tanto a la dirección empirista común como a la dirección racionalista. Una atmósfera cargada de libertad, la naturaleza con todo lo que puede encerrar en sí: eso es el pragmatismo, el cual que toma posición contra el dogma, contra las teorías artificiosas y contra la falsa apariencia del carácter teológico que se presume descubrir en la verdad.
El pragmatismo no es una doctrina, no señala una verdad, sino que sugiere un método de investigación.

  • Al mismo tiempo, cabe poner de relieve que el pragmatismo no se inclina por ninguna solución particular. Es sólo un método. Pero el triunfo universal de este método determinaría un cambio notable en lo que he llamado temperamento filosófico. Así como vemos al típico hombre de la corte momificarse en una república, y al típico cura ultramontano esterilizarse en un país protestante, así veremos momificarse al típico profesor ultrarracionalista. Entre la ciencia y la metafísica habría un valiosísimo acercamiento: las veríamos trabajar en la más estrecha colaboración.
La metafísica, como la magia, trata a las palabras como fuente de verdad y de poder.

  • Habitualmente, la metafísica ha adoptado un método muy primitivo en la investigación. Sabéis que la magia, este fruto prohibido, siempre ha sido para los hombres objeto de oscuros deseos. Sabéis también qué importancia han tenido siempre las palabras en la magia: las fórmulas mágicas.
Mediante una fórmula mágica se posee la esencia de un fenómeno.

  • Conociendo el nombre de un espíritu, de un genio, de un demonio, de una potencia oculta, mediante la fórmula del hechizo al que esta potencia obedece, dispondréis de ella a vuestro placer…
También la metafísica ha tratado de explicar el mundo con palabras capaces de describir su esencia.

  • Así, el mundo siempre ha aparecido como una especie de enigma cuya clave debía buscarse y descubrirse bajo la forma de una palabra, de un nombre que habría arrojado luz completa o conferido todo el poder deseado. Esta palabra designa el principio del mundo, y el poseerla, en cierto modo, equivale a poseer el mundo mismo. Dios, la materia, la Razón, el Absoluto, la Energía: he aquí nombres que son otras tantas soluciones. Una vez poseídos estos nombres, no os queda nada por hacer: Habéis alcanzado el término de vuestra investigación metafísica.
El pragmatismo, en cambio, sólo ve en las palabras los instrumentos para una investigación correcta.

  • ¿Seguís, en cambio, el método pragmático? Entonces os será imposible considerar estas palabras como el término de vuestra investigación. Es preciso que le quitéis a cada palabra el valor que tiene en el uso común, y que hagáis que adecue su función al campo de vuestra experiencia. Entonces, más que una solución, vemos en ella el programa de un nuevo trabajo a iniciar y, más particularmente, vemos en ella una orientación sobre los diversos modos en los cuales se pueden modificar las realidades existentes.
Las doctrinas filosóficas deben ser instrumentos de investigación y no enunciados dogmáticos.

  • Así pues, con el pragmatismo las teorías se convierten en instrumento de investigación, en lugar de ser la respuesta a un enigma y el fin de toda investigación. Las teorías no nos sirven para descansar, sino para avanzar y, si es preciso, nos permiten reconstruir el mundo. Todas nuestras teorías estaban cristalizadas: el pragmatismo les ha dado una elasticidad que nunca habían tenido y las ha puesto en movimiento.
El pragmatismo se concilia con otras tendencias de la filosofía contemporánea.

  • Puesto que el pragmatismo no tiene en sí nada de nuevo, coincide con un gran número de antiguas corrientes filosóficas. Por ejemplo con el nominalismo, refiriéndose siempre a los hechos particulares; con el utilitarismo, a causa de la importancia que atribuye al aspecto práctico de los problemas; con el positivismo, a causa de su desprecio por las soluciones verbales, por los problemas sin interés, por las abstracciones metafísicas…
Una metáfora de la arquitectura: el pragmatismo es como un pasillo, un paso obligado para llegar a las habitaciones del saber.

  • Como muy bien ha dicho el pragmatista italiano Papini [Giovanny, en un principio cercano a las posturas de Peirce y James y más tarde apologista del cristianismo], el pragmatismo ocupa entre nuestras teorías la posición de un pasillo en un hotel. Numerosas habitaciones se abren a este pasillo. En una podemos encontrar a un hombre ocupado en escribir un tratado a favor del ateísmo; en la de al lado, a otro que reza de rodillas para tener fe y valor; en la tercera, a un químico… Todos ellos utilizan necesariamente el mismo pasillo: todas deben atravesarlo para entrar en su habitación y para salir de ella.

TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO