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Asesorías Filosóficas Personalizadas

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HUSSERL


1859 – 1938 d.C.



El filósofo alemán Edmund Husserl inició sus estudios en ciencias (matemáticas y astronomía) y se doctoró en Viena con una tesis sobre el cálculo de variables. De 1884 a 1886, asistió en la capital austriaca a las clases del filósofo alemán Franz Brentano, quien lo influyó con su teoría relativa al carácter intencional del acto psíquico. Decidió dedicarse a la investigación filosófica e inició una brillante carrera académica, primero en la Universidad de Halle, por último Gotinga y Friburgo. Después de haber escrito sus primeras obras bajo la influencia de Brentano, desarrolló un método original al que llamó fenomenología. En 1933 fue apartado de la enseñanza a causa de las leyes antisemitas. A su muerte dejó numerosos manuscritos (cuarenta y cinco mil páginas taquigrafiadas, conocidas como el Archivo Husserl de Lovaina), los cuales sirvieron para componer varios volúmenes; el más importante de ellos es La Crisis de las Ciencias Europeas y la Fenomenología Trascendental, publicado en 1950.

Sin proponerse como teoría, sino como método general, la fenomenología, original acercamiento de Husserl al problema del conocimiento, constituye una de las filosofías más fecundas del s. XX; ha originado una auténtica escuela fenomenológica, cuyo principal representante fue el alemán Martin Heidegger, con influencia incluso en el campo científico, en especial en el ámbito de la sociología, la psiquiatría y la psicología.



Obras: Filosofía de la Aritmética (1891); Investigaciones Lógicas (1901); La Filosofía como Ciencia estricta (1910); Ideas relativas a una Fenomenología Pura y una Filosofía Fenomenológica (1913); Meditaciones Cartesianas (1931).

198 Hagamos epojé, pongamos el mundo entre paréntesis.

EL PROBLEMA: ¿De qué se puede y se debe dudar? ¿Es posible superar los propios prejuicios?
LA TESIS: Epojé es el término con el que los antiguos escépticos indicaban la necesidad de abstenerse de todo juicio, dada la imposibilidad de llegar a cualquier forma de certidumbre (véase 44). La epojé que Husserl propone se plantea un objetivo sólo en parte similar al de la antigua. Por una parte, acepta la invitación a abstenerse de los juicios sobre la realidad que emitimos con demasiada prisa y que están guiados por una percepción orientada a la vida cotidiana. Hace falta darse cuenta de que también los conocimientos más desinteresados e inocentes están siempre condicionados por nuestros prejuicios: es decir, por aquella masa de experiencias, convicciones, recuerdos y fantasías que forman a cada sujeto humano. Por otra parte, sin embargo, la epojé fenomenológica no busca en absoluto demostrar la inexistencia de la verdad; más bien piensa que a través de un adecuado y metódico ejercicio de la duda –es decir, asumiendo hábitos mentales alejados de las exigencias de la vida cotidiana- se puede acceder a la verdad. El objetivo es acercarse al mundo como si fuese por primera vez, viendo así los objetos que lo componen de manera verdaderamente ingenua, sin el filtro de la propia experiencia. (De Ideas relativas a una Fenomenología Pura y una Filosofía Fenomenológica.)

No hay límites a la capacidad de dudar.

·El intento de duda universal pertenece al reino de nuestra absoluta libertad: podemos intentar dudar de todas y cada una de las cosas, por seguros que estemos de ellas en una evidencia adecuada.

La fenomenología propone una duda sistemática, relativa a tesis específicas.

·En el intento de dudar que se fija sobre una tesis, y, según hemos supuesto, en una tesis cierta y sostenida, se lleva a cabo la desconexión en y con una modificación de la antítesis, a saber, con la posición del no-ser, la cual constituye así la otra base del intento de dudar.

La fenomenología no está interesada en la duda universal.

·En Descartes prevalece esta otra base hasta el punto de poderse decir que su intento de duda universal es propiamente un intento de negación universal.

La fenomenología tampoco está interesada en el análisis de la propia duda.

·Nosotros prescindimos de esto; no nos interesa ningún componente analítico del intento de dudar, y mucho menos su análisis exacto y exhaustivo.

La fenomenología propone solamente abstenerse de emitir un juicio sobre los fenómenos.

·Nos limitamos a poner de relieve el fenómeno de poner entre paréntesis, que no está ligado al fenómeno del intento de dudar –aun cuando pueda ser colegido de él con especial facilidad-, sino que también puede presentarse en otras complexiones no menos que por sí solo.

Esta abstención no excluye la existencia de una verdad.

·Con referencia a toda tesis podemos, y con plena libertad, practicar esta peculiar epojé: un cierto abstenerse de juzgar, que es conciliable con la convicción no quebrantada y en casos inquebrantable, por evidente, de la verdad. La tesis es puesta fuera de juego, puesta entre paréntesis, convirtiéndose en la modificación tesis entre paréntesis, así como el juicio se convierte en juicio entre paréntesis.

La epojé debe tener un campo de aplicación limitado.

·En lugar, pues, del intento cartesiano de llevar a cabo una duda universal, podríamos colocar la epojé universal en nuestro nuevo sentido rigurosamente determinado. Pero con buenas razones limitamos la universalidad de esta epojé.

En efecto, la fenomenología no pretende conducir al escepticismo.

·Pues si fuese tan amplia como en general puede ser, dado que puede modificarse con plena libertad toda tesis o todo juicio, o colocarse entre paréntesis toda objetividad susceptible de ser sujeto de un juicio, no quedaría dominio alguno de juicios no modificados ni mucho menos de ciencia. Pero nuestros designios se enderezan, justamente, a descubrir un nuevo dominio científico que se conquiste justo por medio del método de colocar entre paréntesis, pero limitado.

Lo que la fenomenología pretende suspender son las creencias ingenuas sobre los datos objetivos de la realidad. La conciencia asume el mundo como un presupuesto, algo ya dado que precede a la conciencia.

·Esta limitación puede formularse en dos palabras. Ponemos fuera de juego la tesis general inherente a la esencia de la actitud natural. Colocamos entre paréntesis todas y cada una de las cosas abarcadas en sentido óntico por esa tesis: así, pues, este mundo natural entero, que está constantemente para nosotros al alcance de la mano, y que seguirá estándolo permanentemente, como realidad de que tenemos conciencia, aunque nos dé por colocarlo entre paréntesis.

Precisamente es esta actitud la que la fenomenología pretende evitar.

·Si así lo hago, como soy plenamente libre de hacerlo, no por ello niego este mundo –como si fuese un sofista- ni dudo de su existencia –como si fuese un escéptico-, sino que practico la epojé fenomenológica. En otras palabras: no asumo el mundo que me es dado de manera constante ya siendo antes de mí –como hago, directamente, en la vida práctica natural, pero también en las ciencias positivas- ni, en definitiva, como un mundo que no es terreno universal apto para un conocimiento que procede a través de la experiencia y el pensamiento. Ya no tengo ninguna experiencia de lo real en un sentido ingenuo.

El propósito de la epojé es acercarse al mundo como si lo descubriese por primera vez.

·Así realizo la epojé fenomenológica, la cual, por lo tanto, me impide también la realización de cualquier juicio, de cualquier toma de posición predicativa con respecto al ser y al ser así y a todas las modalidades de ser de la existencia espacio-temporal de lo real.


199 El mundo de la vida.

EL PROBLEMA: ¿Cómo ha de entenderse la idea de mundo?
LA TESIS: La aplicación de la epojé fenomenológica (véase 198) a la noción de mundo lleva a una distinción: por una parte está el mundo objetivo y autónomo estudiado por las ciencias positivas; por otra, el mundo real, aquel en el que se desarrolla la vida concreta de los seres humanos (incluso los científicos). Este mundo-de-la-vida es la esfera en la que se determinan las formaciones originarias de sentido; las ciencias lo dan siempre por presupuesto, aun excluyéndolo de sus análisis: la geometría, por ejemplo, presupone el mundo de la percepción y todo un sistema de vida basado en la sistemática medición de los fenómenos. Igualmente, detrás de los códigos de un jurista pulula el mundo verdadero, movido por pasiones que desaparecen en los sumarios judiciales; detrás del mundo de los hechos estudiados por un historiador se esconde el mundo de los hechos reales, cuya complejidad se pierde en las reconstrucciones objetivas. El error de las ciencias y del naturalismo ingenuo está en considerar al mundo dado y preexistente, con la idea de que es posible asumirlo de manera objetiva, privado de relaciones con la conciencia del sujeto. El fragmento siguiente y el último están extraídos de La Crisis de las Ciencias Europeas y la Fenomenología Transcendental.

El mundo de la vida y el de la existencia.

·El mundo-de-la-vida está para nosotros, los que vivimos en vela en él, siempre ya ahí, siendo para nosotros de antemano; es siempre el suelo para toda praxis, ya sea teórica o extra-teórica.

Es el horizonte de cada hecho y de cada sentido.

·A nosotros, los sujetos en vela, siempre interesados prácticamente de algún modo, el mundo no nos está dado como horizonte, no una vez accidentalmente, sino siempre y necesariamente como campo universal de toda praxis real y posible.

La vida cotidiana induce a pensar el mundo como objetivo, dado y preexistente a nosotros.

·Vivir es constantemente vivir-en-la-certeza-del-mundo. Vivir en vela es estar en vela para el mundo, es ser constante y actualmente consciente del mundo y de uno mismo en tanto que viviendo en el mundo, es vivencializar realmente, consumar realmente la certeza de ser del mundo. El mundo está dado previamente en todo caso en la forma de que las cosas particulares siempre están dadas.

 Pensamos el mundo en su globalidad de manera diferente a como pensamos los objetos.

·Pero hay una diferencia fundamental entre el modo de la conciencia del mundo y el de la conciencia de las cosas, el de la conciencia de objetos (en un sentido muy amplio, pero puramente en la dimensión del mundo-de-la-vida), mientras que, por otra parte, la una y la otra configuran una unidad inseparable.

Cada objeto es siempre una parte del mundo, que siempre se da como presupuesto.

·Las cosas, los objetos (siempre entendidos en la dimensión del mundo-de-la-vida) están dados como cosas y objetos válidos para nosotros (en cualquier modo de la certeza de ser), pero, en principio, tan sólo de modo que son conscientes como cosas, como objetos en el horizonte del mundo. Cualquier cosa y objeto es algo, algo a partir del mundo, del mundo que nos es consciente constantemente como horizonte.

El mundo es algo singular que hace posible la pluralidad.

·Por otra parte, el mundo no es siendo como un ente, como un objeto, sino que es siendo en una unicidad para la que lo plural carece de sentido. Todo plural y todo singular sacado de él presupone siempre el horizonte del mundo. Esta diferencia del modo de ser entre un objeto en el mundo y el mundo mismo prescribe a ambos, evidentemente, formas correlativas de conciencia radicalmente diferentes.


FENOMENOLOGÍA

Según Husserl, hay que combatir la predisposición que nos lleva a considerar los resultados de los procesos perceptivos como descripciones objetivas del mundo, y los contenidos ordinarios de la mente como verdades obvias. Hay que adoptar, en cambio, una actitud fenomenológica, desprejuiciada, desinteresada y crítica, en primer lugar hacia los hábitos mentales del mismo sujeto. La fenomenología, en efecto, no se propone como un nuevo sistema filosófico, sino como un método aplicable a los más dispares campos del conocimiento. Es un ejercicio que el sujeto hace sobre sí mismo con el fin de llevar las ideas lógicas, los conceptos y las leyes, a la claridad y distinción desde el punto de vista gnoseológico. La práctica de la epojé fenomenológica permite volver a las cosas mismas, es decir, al fenómeno, entendido no como pura apariencia en contraposición a una hipotética cosa en , sino como el manifestarse originario de una realidad de la conciencia. La fenomenología nació en el seno del vasto movimiento filosófico que, en las primeras décadas del s. XX, opuso su reacción al positivismo. El objetivo final del método, en efecto, es estudiar de manera objetiva todas las expresiones de la conciencia que el positivismo excluía a priori del ámbito de la investigación científica.

EPOJÉ FENOMENOLÓGICA

La observación de Husserl de hacer epojé –es decir, colocar entre paréntesis todos los hábitos, los prejuicios, las convicciones ingenuas y las consideraciones obvias- no se propone como un procedimiento exclusivamente destructivo. A diferencia de la epojé escéptica, la fenomenología no pretende demostrar la inexistencia de una verdad cualquiera sino, por el contrario, demostrar que el ejercicio de la duda metódica y la suspensión de todo saber positivo ya adquirido son instrumentos de higiene mental. El investigador fenomenológico debe despejar la mente de todo lo que es ficticio, no necesario, casual y personal, para colocarse en la situación de un espectador ingenuo y desinteresado. Después de haberse liberado así una parte de sí mismo, con un trabajo largo y fatigoso, estará en condiciones de analizar con la debida objetividad tanto el mundo como los fenómenos de la conciencia y el espíritu.

200 Cuando la ciencia produce sin sentido.

EL PROBLEMA: ¿Dónde nace la crisis de la civilización contemporánea? ¿En qué sentido puede hablarse de crisis de la ciencia?
LA TESIS: La crisis de la ciencia no es interna a las disciplinas concretas, porque nadie pone en duda la irrefutabilidad de las teorías individuales demostradas por los científicos. La crisis concierne, en cambio, al significado en su conjunto de la ciencia, su capacidad de dirigirse al hombre real y, por lo tanto, también a su espiritualidad, de responder a sus preguntas fundamentales, relativas siempre a los significados y no a los hechos. Si, por ejemplo, el estudio de la historia, tal como afirma la ciencia positivista, debe limitarse sólo a los hechos documentables, se reducirá todo el proceso histórico de la humanidad a una sucesión cíclica de civilizaciones que nacen de vez en cuando, se desarrollan y mueren, sin intentar siquiera individualizar el sentido de su transcurso. Es verdad que no hay en absoluto un sentido de la historia y que cualquier investigación de su significado último se reduce a una interpretación (un punto de vista condicionado, como poco, por la subjetividad del historiador). Todo esto es lo que el positivismo intentaba evitar procurando un ideal de impersonalidad y objetividad de la ciencia; sin embargo, señala Husserl, es lo único que cuenta en definitiva, cuando no se considera el estudio de la historia como actividad separada de la vida.

Las ciencias exactas no dicen nada sobre el hombre en cuanto ser espiritual y libre.

·¿Qué tiene la ciencia que decirnos sobre la razón y la sin-razón? ¿Qué sobre nosotros, los seres humanos, en cuanto sujetos de esta libertad? La mera ciencia de los cuerpos materiales nada tiene, evidentemente, que decirnos, puesto que ha hecho abstracción de todo lo subjetivo.

Las ciencias humanas (psicología, historia…) imitan a las exactas, transformando el espíritu en un objeto y tratándolo como un fenómeno natural.

·Por otra parte, en lo que se refiere a las ciencias del espíritu, que en todas sus disciplinas especiales y generales consideran al hombre en su existencia espiritual y, por consiguiente, en el horizonte de su historicidad, su cientificidad exige –se dice- que el investigador excluya cuidadosamente toda posible toma valorativa de posición, todo preguntar por la razón o sin-razón de la humanidad y de sus configuraciones culturales…

Ambas reducen el mundo a una serie de hechos.

·La verdad científica, objetiva, es exclusivamente constatación de aquello que el mundo, tanto físico como espiritual, efectivamente es.

La reducción de la historia a una sucesión de hechos constatables acaba ocultando su sentido profundo.

·Pero, ¿Puede el mundo, y la existencia humana en él, tener en verdad un sentido si las ciencias no admiten como verdadero sino lo constatable de este modo objetivo? ¿Si a la historia únicamente le es dado enseñarnos que todas las configuraciones del mundo espiritual, los vínculos que han cohesionado a los hombres, los ideales y normas, se forman –simplemente- y se deshacen como olas fugitivas, que la razón muta una y otra vez en sin sentido y las obras buenas en castigos, y que siempre ha sido así y que así será por siempre jamás?

La aproximación científica a la historia lleva a la pérdida del significado.

·¿Podemos darnos por satisfechos con ello? ¿Podemos vivir en este mundo en el que el acontecer histórico no es más que una concatenación incesante de ímpetus ilusorios y de amargas decepciones?

La ciencia tiende a excluir cualquier factor de subjetividad.

·Se trata de problemas íntegramente provenientes de la ingenuidad con la que la ciencia objetivista asume como universo de todo lo que es lo que ella misma denomina mundo objetivo, sin reparar en que la subjetividad de la que la propia ciencia es rendimiento no puede hacer valer sus derechos en ninguna ciencia objetiva…

Pero la fuga de la subjetividad aparta al científico del mundo de la vida, el único verdaderamente real.

·Pero el investigador de la naturaleza no se da cuenta de que al fundamento permanente de su trabajo intelectual –un trabajo a pesar de todo subjetivo- es el mundo circundante de vida, un mundo en todo momento presupuesto como el suelo del mundo-de-la-vida, como su único campo de trabajo, y que todas sus cuestiones y todos sus métodos de pensamiento sólo tienen sentido en él.

Cualquier teoría adquiere significado sólo en cierta situación y en relación con la vida.

·En la medida en que el mundo circundante intuitivo, meramente subjetivo, fue olvidado en la temática científica, fue olvidado también el propio sujeto operante, y el científico nunca llegó a convertirse en tema.

Una nueva ciencia debería estudiar la espiritualidad según sus principios (incluida la subjetividad).

·El espíritu y sólo el espíritu es en sí mismo y para sí mismo; el espíritu es autónomo y en esta autonomía –y sólo en ella- puede ser tratado de manera verdaderamente racional, de manera verdadera y radicalmente científica.

El divorcio entre ciencia y mundo-de-la-vida ha producido la crisis de la cultura europea, que en la ciencia ha construido su destino.

·Aunemos condensamente las ideas fundamentales de nuestra exposición: la crisis de la existencia europea, de la que hoy tanto se habla y de la que dan testimonio tantos síntomas de descomposición de la vida, no es un oscuro destino, no es una fatalidad impenetrable; se vuelve inteligible y aprehensible desde el trasfondo de la teleología de la historia europea que la filosofía está llamada a descubrir.

Otra consecuencia de la crisis de las ciencias es el surgimiento de tendencias irracionalistas en la civilización contemporánea.

·La crisis pudo así revelarse como un aparente fracaso del racionalismo. Pero la raíz del fracaso de una cultura racional no radica –como ya quedó dicho- en la esencia del racionalismo como tal, sino sólo en su cosificación alineada, en su degradante revestimiento con los ropajes del naturalismo y del objetivismo.

Sólo un giro radical de las ciencias (un heroísmo de la razón) puede resolver la crisis.

·La crisis de la existencia europea sólo tiene dos salidas: la decadencia de Europa en la alienación respecto de su propio sentido racional de la vida, la caída en el odio espiritual y en la barbarie, o el renacimiento de Europa desde el espíritu de la filosofía mediante un heroísmo de la razón que supere definitivamente el naturalismo.

Sólo un gran esfuerzo de voluntad permitirá a Occidente reconstruir su saber desde los cimientos.


·El mayor peligro de Europa es el cansancio. Luchemos contra este peligro de los peligros como buenos europeos, con esa valentía que ni siquiera se arredra ante una lucha infinita; resurgirá entonces del incendio destructor de la incredulidad, del fuego lento de la desesperación sobre la misión de Occidente, de las cenizas del gran cansancio, el Fénix de una nueva vida interior y de una espiritualización nueva. Será la garantía primera de un futuro grande y remoto para la humanidad, porque sólo el espíritu es inmortal.



TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO