Ir al contenido principal

Asesorías Filosóficas Personalizadas

Mostrar más

KIERKEGAARD


1813 – 1855 d.C.



Sören Kierkegaard acertó de pleno al profetizar que su biografía sería estudiada por la posteridad tanto como su pensamiento. El misterio que todavía hoy rodea su existencia no ha sido en absoluto aclarado por la lectura de las miles de páginas de su imponente Diario. Sin embargo, la vida de Kierkegaard carece casi de sucesos. Nació en Copenhague, donde murió a los cuarenta y dos años; sólo se alejó de su ciudad natal en ocasión de dos breves viajes a Berlín. Se licenció en teología (con la tesis Sobre el concepto de la Ironía), pero tras tormentosas reflexiones renunció a la profesión de pastor y vivió de la renta que había heredado de su padre. Se dedicó a escribir, pero se negó a considerar la escritura como una profesión, llegando incluso a firmar con pseudónimos. Se enamoró de Regina Olsen, pero sin motivo aparente rompió el noviazgo poco después, casi atemorizado por su decisión. Más de una vez se refirió a una oscura maldición que pesaba sobre su familia, e incluso en el lecho de muerte aludió a esa espina clavada en el corazón que tanta angustia procuró a su vida. Se cree que su padre le transmitió una culpa grave (acaso debida a una terrible blasfemia) pero –y éste es el punto fundamental- siempre evitó exigir una explicación definitiva a su padre. Puede decirse, en fin, que la vida de Kierkegaard fue ejemplarmente vacía. Y esto, que parece una paradoja, no es en realidad sino coherencia entre vida y pensamiento, entre la existencia y la doctrina de un filósofo que entendió la filosofía como una desgarradora y ascética meditación introspectiva sobre temas como la nada, la angustia, la fe y el significado de la existencia.

Obras: O lo Uno o lo Otro (1843); Diario de un Seductor (1843); Temor y Temblor (1843); El Concepto de Angustia (1844); Etapas del Camino de la Vida (1845); La Enfermedad Mortal (1849).




Regina Olsen, el amor de Kierkegaard.


170 <Ese individuo>: Un excelente epitafio.

EL PROBLEMA: ¿Qué tiene más valor, el individuo o la especie? ¿Debe la filosofía construir un sistema totalizador del mundo o analizar la condición de la existencia individual?
LA TESIS: En la filosofía de Hegel, la parte no tiene relevancia alguna respecto al todo al que pertenece: el individuo tiene valor sólo como componente de la especie; los individuos, las personas reales, no cuentan: sólo cuenta el Estado (véase 156). Según Kierkegaard, el único modo para salir de este sistema sofocante consiste en reivindicar como única alternativa posible la singularidad. En su complejidad original e irreductible a ningún modelo, cada individuo constituye la contestación viviente de todo sistema. Este primer fragmento está sacado del Diario de un Seductor.

El individuo como criterio interpretativo.

  • El individuo es la categoría a través de la cual deben pasar, desde el punto de vista religioso, el tiempo, la historia, la humanidad.
Hay una certeza absoluta acerca de la verdad de este parámetro.

  • Y aquel que no cedió y cayó en las Termópilas no estaba tan seguro como lo estoy yo en este desfiladero: El individuo. En efecto, él debía impedir a las hordas atravesar ese desfiladero: si hubiesen penetrado, habría perdido. Mi tarea es, al menos a primera vista, mucho más fácil; me expone mucho menos al peligro de ser pisoteado, puesto que es la del humilde servidor que procura, si es posible, ayudar a la multitud a atravesar este desfiladero del Individuo, a través del cual, sin embargo –nótese bien- nadie penetra sin convertirse en Individuo.
<Ese individuo> es la frase que Kierkegaard quisiera ver escrita en su tumba.

  • Y, sin embargo, si tuviese que elegir un epitafio para mi tumba, no elegiría otro que Ese Individuo, aun cuando esta categoría no se comprende todavía. Lo será luego. Cuando todo era sistema sobre sistema, puse con esta categoría, el Individuo, al sistema en el punto de mira de mi polémica, y ahora ya no se habla de sistema. Mi posible importancia histórica está absolutamente ligada a esta categoría.
Kierkegaard confía su fama en la posteridad a la categoría de Individuo.

  • Quizá mis escritos serán pronto olvidados, como los de tantos otros. Pero si esta categoría es justa, si esta categoría está en su sitio, si yo aquí he dado en el blanco, si he comprendido bien que ésta es mi tarea –todo lo contrario de alegre y cómoda y alentadora-, se me concederá esto, aun a precio de inenarrables sufrimientos interiores, aun a precio de indecibles sacrificios exteriores. Yo permaneceré entonces, y mis escritos conmigo.

171 El seductor y el instante fugaz.

EL PROBLEMA: ¿Cómo hay que vivir? ¿Cuáles son los modelos posibles de vida? ¿Qué significa vivir estéticamente?
LA TESIS: Según Kierkegaard, cabe distinguir tres momentos fundamentales de vivir: una concepción estética, una ética y una tercera basada en la fe. El texto propuesto delinea las características de la primera. La vida estética, representada por la figura de Don Juan, el prototipo del seductor, es típica del que, buscando la máxima satisfacción en el presente, huye de cualquier tipo de repetición tratando de hacer inimitable y único el momento vivido. El esteta aborrece la monotonía, pero como el momento es siempre, por definición, fugaz, pronto llega al tedio y a la desesperación. Quien vive estéticamente está desesperado, lo sepa o no, y la desesperación es la última salida de la vida estética. La desesperación es siempre una elección: se puede dudar sin elegir dudar, pero no se puede elegirlo sin desesperar. Sólo la desesperación aleja al hombre de lo que es accidental; el individuo se elige a sí mismo en su propia validez eterna, sólo desesperándose. (De O lo Uno o lo Otro.)

La vida estética apunta a la maximización del placer.

  • La concepción estética considera la personalidad en relación con el mundo que la circunda, y la expresión de esto, reflejándose en la personalidad, es el goce.
La elección estética fragmenta la vida en una serie de estados de ánimo.

  • Pero la expresión estética del goce, en su relación con la personalidad, es el estado de ánimo. En el estado de ánimo está presente, en efecto, la personalidad, pero presente de forma vaga.
Vivir en el estado de ánimo significa existir sólo en el momento presente.

  • Quien vive estéticamente intenta todo lo posible para perderse en el estado de ánimo, trata de acogerse completamente a él, hasta que en él no reste nada que no pueda ser absorbido, porque tal residuo tiene siempre un efecto perturbador, que aleja del goce.
La vida estética renuncia a cualquier proyección, se desarrolla en una condición pre-ética.

  • Cuanto más vagamente la personalidad se encuentra presente en el estado de ánimo, tanto más el individuo está en el momento, y ésta es de nuevo la expresión más adecuada para la existencia estética; ella es el momento. De ahí las enormes oscilaciones a las que está expuesto el que vive estéticamente.

ESTADIOS DE LA VIDA

Según Kierkegaard, los tres diferentes modos de concebir y vivir la existencia: estético, ético y religioso. Entre ellos no hay conciliación posible ni puede verificarse síntesis alguna, desmintiendo de este modo la universalidad de la dialéctica hegeliana. Entre los distintos modos de vida sólo se puede realizar una elección definitiva, según el principio de o lo uno o lo otro. Lo demuestra el hecho de que el paso de uno a otro sólo puede producirse a través de una conversión, es decir, de un cambio global y radical del sujeto.


172 La desesperación del hombre ético.

EL PROBLEMA: ¿Cómo hay que vivir? ¿Puede un ideal ético dar significado a la existencia?
LA TESIS: Del fracaso de una aproximación estética a la existencia nace, a través de la desesperación, la posibilidad de una vida ética. Así como la primera está representada por la figura del seductor, la segunda lo está por la del buen marido. Ético es aquel que escoge quién desea ser y se impone la disciplina necesaria para llegar a serlo. Ético es quien es fiel, quien observa la ley y respeta los compromisos familiares, sociales y políticos. Pero ni siquiera esta elección de vida es capaz de realizar plenamente al individuo; sólo puede realizarlo la anulación de los problemas fundamentales de la existencia, que permanecen sin respuesta en una vida ética. Sólo el salto a una concepción religiosa puede dar respuesta al problema del significado último de la existencia. (De O lo Uno o lo Otro.)

La elección ética concibe la vida como construcción, proyecto y deber.

  • El individuo se elige a sí mismo como una concreción múltiplemente determinada, por lo que se elige según su continuidad. Esta concreción es la realidad del individuo, pero dado que la elige según su libertad, también puede decirse que es su posibilidad o, para no emplear una expresión tan estética, que es su tarea.
La elección estética reduce el futuro a una serie de posibilidades.

  • Quien vive estéticamente no hace sino ver posibilidades por doquier; para él, éstas constituyen el contenido del futuro, mientras que quien vive éticamente ve tareas por todas partes. El individuo, pues, ve ésta, su real concreción, como tarea, como objetivo, como fin.
Construyendo su futuro, el individuo ético se somete a reglas.

  • Pero que el individuo vea su posibilidad como tarea expresa, precisamente, su soberanía sobre sí mismo a la que no renunciará jamás, aunque por otra parte no siente gusto por la soberanía del todo apacible que es siempre la del rey sin reino. Esto da al individuo ético una seguridad de la que carece por completo el que vive estéticamente. El que vive estéticamente espera todo del exterior.

173 Sólo los ángeles y los animales desconocen la angustia.

EL PROBLEMA: ¿Qué es lo que define a la existencia humana? ¿Qué vías conducen a la fe?
LA TESIS: Desde el punto de vista del individuo singular, la existencia significa libertad: es decir, la posibilidad de realizarse en uno de entre los infinitos modos posibles. Se puede realizar una elección y perderse así en la miseria de una vida particular, sea cual sea; se puede renunciar a elegir, optando por la parálisis y el rechazo. En cualquier caso, no hay allí solución positiva: la angustia es inevitable y mucho más terrible que la realidad. Sólo los animales no la sufren, y entre los hombres se incrementa con la inteligencia y la espiritualidad: sólo quien conoce todas las posibilidades de la existencia puede sufrir por las infinitas renuncias implícitas en cada elección, hasta el punto de decidirse por no tomar elección alguna. Uno de los desenlaces posibles de la angustia es la nada, la nulificación paralizante del individuo. (De El Concepto de Angustia.)

La angustia es la condición que define la esencia de la naturaleza humana.

  • En una fábula de los hermanos Grimm se narra que un joven salió en busca de aventuras para aprender a sentir la angustia. Dejemos ir a ese aventurero sin preguntarle de qué modo podría toparse con lo terrible por el camino.
Es preciso aprender a convivir con la angustia.

  • Quisiera decir, sin embargo, que esto –el aprender a sentir angustia- es una aventura a través de la cual debe pasar cada hombre a fin de no caer en la perdición, o por no haber estado nunca angustiado o por hallarse inmerso en ella. Por el contrario, quien aprendió a sentir angustia en el modo justo, habrá aprendido lo más alto.
La angustia depende de la calidad individual del hombre.

  • Si el hombre fuese un animal o un ángel, no podría de ningún modo angustiarse. Puesto que es una síntesis, puede angustiarse, y cuanto más profunda es la angustia, más grande es el hombre.
La angustia no es miedo, sino un sentimiento dirigido hacia el interior.

  • No la angustia como los hombres suelen entenderla –es decir: la angustia que proviene del exterior, la que está fuera del hombre-, sino la angustia que él mismo produce.
Todas las diversas modalidades de angustia están presentes en la experiencia terrenal de Cristo.

  • Solamente en este sentido cabe entender el relato del Evangelio, cuando dice que Cristo se sintió angustiado hasta la muerte, y también cuando Él le dice a Judas: Lo que tengas que hacer, hazlo pronto. Ni siquiera la terrible expresión de Cristo, que angustió al propio Lutero cuando predicaba sus palabras: ¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado! Ni siquiera estas palabras expresan tan fuertemente el padecimiento. En efecto, con las últimas se indica un estado en el que se halla Cristo; las primeras indican la relación con un estado que no es.
La libertad es fuente de angustia.

  • La angustia es la posibilidad de la libertad; solamente esta angustia posee, mediante la fe, la capacidad de formar absolutamente, en cuanto destruye todas las perfecciones descubriendo todas sus ilusiones.
La angustia posee una gran fuerza de penetración psicológica.

  • Y ningún gran inquisidor tiene preparadas torturas tan terribles como la angustia, ningún espía sabe atacar con tanta astucia a la persona sospechosa en el momento preciso en que es más débil ni sabe preparar tan bien los lazos para atraparla como sabe hacerlo la angustia; ningún juez, por sutil que sea, sabe interrogar tan a fondo al acusado como la angustia, que no lo deja escapar jamás ni en la diversión ni en el alboroto ni en el trabajo ni de día ni de noche.
La posibilidad es fuente primaria de angustia.

  • Aquel que esté formado por la angustia estará formado mediante posibilidades; y sólo quien esté formado por la posibilidad estará formado según su infinidad. Por ello, la posibilidad es la más pesada de todas las categorías. A menudo, sin embargo, se escucha decir lo contrario: que la posibilidad es muy leve y la realidad muy pesada.
En la vida ordinaria, la presencia de numerosas posibilidades se asume como valor positivo.

  • Por lo general, la posibilidad de la que se dice que es tan leve se entiende como posibilidad de felicidad, de fortuna, etcétera. Pero ésta no es en absoluto la posibilidad; ésta es una invención falaz que los hombres, en su corrupción, colorean para tener al menos un pretexto para lamentarse de la vida y de la Providencia y para tener ocasión de darse importancia ante sus propios ojos.
La experiencia de la total libertad de elección produce una parálisis y un sufrimiento psicológico superiores a toda experiencia real.

  • No: en la posibilidad todo es igualmente posible, y quien fue realmente educado mediante la posibilidad, ha comprendido tanto el lado terrible como el placentero. Si alguien sale de la escuela de las posibilidades sabiendo, mejor que un niño sabe el abecedario, que no puede pretender absolutamente nada de la vida y que el lado terrible, la perdición, el anonadamiento, habitan junto a cada hombre; y si ha sacado provecho de la experiencia de que la angustia, de la que él se angustiaba, lo asalta en el momento siguiente, entonces dará a la realidad otra explicación; exaltará la realidad, e incluso cuando ésta pese gravemente sobre él, recordará que ella es mucho más ligera de cuanto lo fue la posibilidad.
La experiencia de la angustia no sólo es dolorosa: posee, asimismo, un valor formativo. Es la vía maestra hacia la fe religiosa.

  • Pero para que un individuo esté formado tan absoluta e infinitamente mediante la posibilidad, debe ser sincero ante la posibilidad y debe tener fe. Por fe yo entiendo aquí lo que por una vez Hegel, a su modo, determinó muy justamente: la certeza interior que anticipa lo infinito. Si los descubrimientos de la posibilidad son extraídos con sinceridad, la posibilidad descubrirá todas las cosas finitas, idealizándolas, sin embargo, en la forma de la infinidad, y abatirá en la angustia al individuo hasta que éste, por su parte, la venza en la anticipación de la fe.

ANGUSTIA

Mientras que el miedo nace de un peligro determinado, la angustia no tiene causas específicas, sino que es el vértigo de la libertad: es decir, la ansiedad paralizante, la náusea psíquica que se apodera del individuo cuando examina las infinitas posibilidades, tanto positivas como negativas, que incumben a su existencia.

PARADOJA DEL CRISTIANISMO

Es la idea de Kierkegaard de que el estadio de vida religioso comporta una profunda ruptura respecto de la vida ordinaria, capaz de invalidar en este ámbito las normas usuales de la sociabilidad e incluso de la ética. La fe es escándalo, revolución, subordinación total a Dios más allá de las leyes civiles; el propio Cristo, el Dios ajusticiado en la cruz, constituye una insoluble paradoja teológica, lógica y moral.





174 Abraham ¿Profeta o Asesino?

EL PROBLEMA: ¿En qué consiste la fe religiosa? ¿Cuál es la psicología del hombre de fe?
LA TESIS: El ejemplo bíblico del sacrificio de Isaac por parte de su padre, Abraham, le sirve a Kierkegaard para ilustrar la idea de que el salto a la fe comporta la superación de la moral común, impone comportamientos que nunca podrían convertirse en norma universal y, en consecuencia, que no pueden considerarse éticos en sentido kantiano (véase 141). Para la ley del mundo, Abraham es el asesino de su hijo, pero su grandeza reside en haber obedecido el mandato divino de inmediato y en silencio, sin discutir ni pensar. Sólo esto significa tener fe, y no pensar que incluso Dios debería seguir las leyes de este mundo. Es verdad que el acto de Abraham se puede interpretar como una forma de supremo egoísmo, puesto que por salvar su alma acepta sacrificar a su hijo.

Kierkegaard no niega que en el hombre de fe, en el hombre que sitúa la salvación de su alma por encima de cualquier todo, haya un componente psicológico egoísta; afirma, sin embargo, que en la fe, el mayor a sí mismo convive con el mayor amor al Otro (es decir, Dios). Es una paradoja, pero la fe es, precisamente, esta paradoja. (De Temor y Temblor.)

La pérdida de un hijo es la peor desgracia.

  • Muchos padres han creído perder en su hijo su más preciado tesoro, y de haber sido así despojados de toda esperanza en el futuro. Y, sin embargo, ningún hijo ha sido el hijo de la promesa en el sentido en que Isaac lo fue para Abraham.
Dios pidió a Abraham que sacrificase a su único hijo.

  • Muchos padres han perdido a su pequeño hijo, pero éste les fue quitado por la mano de Dios, por la insondable e inmutable voluntad del Omnipotente. El caso de Abraham no es en absoluto diferente. Una más grave prueba le estaba reservada; la suerte de Isaac estuvo en su puño, que asía el cuchillo. ¡Tal es la suerte del anciano frente a su única esperanza!
Abraham obedeció inmediatamente la orden.

  • Pero él no dudó, no miró angustiado a derecha e izquierda, no fatigó al cielo con sus plegarias. El Omnipotente lo ponía a prueba, él lo sabía, y sabía también que ese sacrificio era el más duro que pudiera pedírsele; pero sabía asimismo que ningún sacrificio es tan duro cuando es Dios quien lo pide. Y alzó el cuchillo.
El sacrificio del hijo era una prueba de fe.

  • ¿Quién dio fuerza al brazo de Abraham? ¿Quién sostuvo en alto su diestra y le impidió caer en la impotencia? Esta escena paraliza al espectador. ¿Quién dio fuerzas al alma de Abraham e impidió que sus ojos se nublaran para no ver ya ni a Isaac ni al carnero? ¡Esta escena ciega al espectador! Y, sin embargo, es bastante raro que no quede ciego ni paralizado, y más raro aún que dignamente cuente lo que sucedió.  Nosotros lo sabemos: no era sino una prueba…
Abraham demostró su fe obedeciendo sin reflexionar

  • Y yo encuentro la prueba en la alegría profunda que lo conmovió cuando recuperó a Isaac, y en el hecho de que no tuvo necesidad de prepararse, que no tuvo necesidad de detenerse a meditar ante el mundo finito y sus alegrías.
… aceptando ciegamente la voluntad de Dios.

  • Si hubiese sido otro hombre, quizá habría amado a Dios, pero no habría creído; porque amar a Dios sin tener fe significa reflejarse en sí mismo, pero amar a Dios con fe significa reflejarse en Dios.
El ejemplo de Abraham demuestra que la fe debe superar a la razón.

  • Me propongo ahora extraer la dialéctica de la historia de Abraham bajo la forma de problemas, y contemplar así a la fe como una inaudita paradoja capaz de transformar un delito en un acto santo y agradable a ojos de Dios; una paradoja que restituye el hijo a Abraham; una paradoja que ningún razonamiento puede dominar, porque la fe comienza precisamente allí donde termina la razón.
Según Kant, morales son los comportamientos universalizables.

  • La moral es, propiamente, lo general, y en cuanto general, es lo que vale para todos. En otro sentido, puede decirse que es lo que es válido en todo instante… Considerado como ser inmediato, sensible y psíquico, el individuo es individuo que tiene su télos (su fin) en lo general. Y ésta es su tarea ética: expresarse constantemente a sí mismo en ello, y disolver la propia individualidad en lo general.
Pero en la fe, el individuo se sitúa por encima de la ética, en una relación directa con Dios.

  • La paradoja de la fe consiste, pues, en el hecho de que el individuo es superior a lo general, de modo que (para recordar una distinción dogmática hoy raramente empleada) el individuo determina su relación con lo general mediante su relación con el Absoluto, y no ya su relación con el Absoluto, mediante su relación con lo general.
Para un cristiano, la ética es sólo la obediencia a la voluntad de Dios.

  • También puede formularse la paradoja diciendo que existe un deber absoluto hacia Dios porque, en este deber, el individuo se refiere, en cuanto tal en modo absoluto, al Absoluto.
Si se decide por Dios, los criterios de la ética se tornan relativos.

  • Veamos una paradoja de este tipo en la historia de Abraham. Desde el punto de vista moral, la relación que lo liga a Isaac se expresa diciendo que el padre debe amar al hijo. Esta relación moral desciende así a lo relativo frente a la relación absoluta con Dios.
El acto de Abraham es, por una parte, egoísta, pero por otra es un acto de obediencia.

  • Si se pregunta por qué, Abraham no puede responder otra cosa que esto: que es una prueba, una tentación, lo que expresa la unidad de una conducta en la que él actúa por amor a Dios y por amor a sí mismo.
Paradójicamente, en la fe conviven el mayor egoísmo (interés por sí) y el amor a Dios.

  • El lenguaje corriente revela también la correspondencia de estos dos términos. Alguien realiza algo que no entra en lo general; se dice entonces que no ha actuado por amor a Dios, dando a entender con ello que ha actuado por amor a sí mismo. La paradoja de la fe ha perdido la instancia intermedia: lo general. Por una parte, la fe tiene la expresión del supremo egoísmo: realiza la acción terrible por amor a sí misma. Por otra parte, es la expresión del abandono absoluto, y actúa por amor a Dios.
La elección de la fe comporta sufrimiento, soledad y silencio.

  • La fe es esta paradoja; y el individuo no puede hacerse entender absolutamente por nadie… Abraham, pues, no ha hablado, no ha dicho nada a Sara ni a Eliézer ni a Isaac; ha descuidado las tres instancias morales porque, para Abraham, la ética tenía su más elevada expresión en la vida familiar.


TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO