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LOCKE


1632 – 1704 d.C.



La vida de John Locke está indisolublemente vinculada a las vicisitudes de la segunda revolución inglesa, que concluyó en 1689 con el advenimiento al trono de Guillermo de Orange y la instauración de un régimen liberal.

Nacido en Wrington, muy cerca de Boston, Locke estudió y fue después profesor (de griego y de retórica) en Oxford, aunque nunca estuvo satisfecho con la enseñanza recibida, que definió como palabras oscuras e investigaciones inútiles. Como autodidacta se interesó por las ciencias médicas (anatomía, fisiología, física), hasta el extremo de ganarse el apelativo de doctor sin serlo.

En 1667 abandonó sus compromisos en Oxford para seguir las tumultuosas vicisitudes políticas de Lord Ashley, canciller de Inglaterra, futuro conde de Shaftesbery y máximo exponente del naciente partido whig. Tuvo así ocasión de viajar a Francia y entrar en contacto con los ambientes cartesianos del continente. Su militancia política en las filas de la coalición liberal le llevó a Holanda, en donde organizó la expedición de Guillermo de Orange, cuya victoria habría de determinar el definitivo éxito personal de Locke.

Los méritos políticos de Locke son notables: fue el teórico de la democracia, el predicador de la tolerancia y el profeta de una clara distinción entre Estado e Iglesia. Los méritos filosóficos, sin embargo, no son menores: con su reflexión, la tradición inglesa del empirismo alcanzó su plenitud y clara conciencia.

Obras: Cartas sobre la Tolerancia (1659); Ensayo sobre el Entendimiento Humano (1690); Tratados sobre el Gobierno Civil (1690); Pensamientos sobre la Educación (1693); La Racionalidad del Cristianismo (1695).

113 La mente es una hoja en blanco.

EL PROBLEMA: ¿De qué deriva el conocimiento? ¿Existen conocimientos o competencias innatas?
LA TESIS: En polémica con Descartes (véase 93), Locke demuestra la inexistencia de ideas innatas con argumentos extraídos de la experiencia: los niños, los locos, los salvajes, no poseen ninguna idea de Dios ni de los principios geométricos básicos. Esto demuestra experimentalmente que nada hay de innato en el conocimiento, sino que todo se aprende con la experiencia. Para ilustrar esta teoría, Locke recurre a una metáfora que se ha hecho célebre: cuando nacemos, la mente humana es una tabula rasa, una hoja en blanco en la que la práctica del mundo exterior y la reflexión del individuo sobre sí mismo imprimirán las marcas que llamamos conocimiento. Resulta falsa, pues, la idea fundamental del racionalismo cartesiano, según la cual determinadas verdades evidentes e intuitivas (ideas claras y distintas) deben por fuerza ser anteriores a cualquier experiencia. Los textos siguientes han sido extraídos del Ensayo sobre el Entendimiento Humano.

La teoría cartesiana de las ideas innatas.

  • Consideran algunos incontestable que hay en la inteligencia ciertos principios innatos o ciertas nociones primarias o comunes; podría decirse que se trata de caracteres impresos en nuestra mente que el alma, al recibirlos desde el primer momento de su existencia, lleva consigo al mundo.
El aprendizaje de la experiencia basta para explicar toda forma de conocimiento.

  • Si mis lectores estuviesen libres de todo prejuicio, para convencerlos de la falsedad de esta suposición no tendría más que mostrarles cómo los hombres pueden adquirir todos los conocimientos que poseen mediante el simple uso de sus facultades naturales, sin el auxilio de ninguna noción innata; y cómo pueden alcanzar la certidumbre, sin tener necesidad de ninguna de tales nociones o principios originarios.
La hipótesis innatista es, ante todo, inútil.

  • Así pues, y según mi opinión, se convendrá fácilmente que sería incongruente suponer que las ideas de los colores sean innatas en una criatura a la que Dios ha otorgado la vista y la capacidad de recibir estas ideas de los objetos exteriores mediante los ojos. Y no sería menos irracional atribuir a impresiones naturales y a caracteres innatos el conocimiento que tenemos de muchas verdades, pues podemos observar en nosotros mismos la existencia de las facultades apropiadas para permitirnos conocer aquellas verdades con igual facilidad y certeza que si hubiesen sido grabadas en la mente desde el origen…
El argumento de los cartesianos: innatas deben ser aquellas ideas universalmente consideradas verdaderas.

  • No hay opinión más comúnmente aceptada que aquella según la cual existen ciertos principios, tanto especulativos como prácticos (pues nos referimos a ambos), sobre cuya verdad concuerdan todos los hombres universalmente: y de esto se deduce que dichos principios deben ser impresiones constantes que el alma de los hombres recibe con la misma existencia, y que ella lleva consigo en el mundo de modo tan necesario y real como posee todas sus facultades naturales…
Pero no existe, de hecho, ninguna verdad universal.

  • Pero lo peor es que el argumento del consenso universal, del que se hace uso para demostrar la existencia de principios innatos, me parece una demostración de la inexistencia de ningún otro principio similar, pues no existe ningún principio sobre el que todos los hombres convengan universalmente.
Los principios básicos de la lógica tampoco son universales.

  • Y, para empezar por las nociones especulativas, he aquí dos célebres principios de demostración a los que se atribuye la cualidad de principios innatos más que a ningún otro. El primero: todo lo que es, es. El segundo: es imposible que una cosa sea y no sea al mismo tiempo. Estas dos proposiciones se han tomado en tantas ocasiones como máximas universalmente aceptadas que, sin duda, parecerá extraño que alguien ose dudar de ese título. Sin embargo, me tomaré la libertad de decir que, lejos de recibir esas dos proposiciones un consenso general, para una gran parte del género humano no son ni siquiera conocidas.
 Los niños y los locos no conocen ningún principio lógico.

  • Ya que, por encima de todo, es evidente que los niños y los idiotas no tienen la mínima percepción de estos principios y no piensan en ellos de ninguna manera: lo que basta para destruir este consenso universal, que debería ser el necesario dado concomitante de todas las verdades innatas.
Ni siquiera cabe suponer la existencia de pensamientos inconscientes.

  • Así pues, me parece que afirmar la existencia de verdades grabadas en el alma no percibe o no entiende en absoluto constituye casi una contradicción, en tanto que si el acto de imprimir significa algo, no puede ser más que hacer que ciertas verdades sean percibidas. En efecto, imprimir algo en la mente sin que la mente lo perciba es, en mi opinión, apenas inteligible. Por lo tanto, si los niños y los idiotas poseen un alma o una mente que posea en sí tales impresiones, es inevitablemente necesario que los niños y los idiotas las perciban, que conozcan necesariamente tales verdades y que convengan con ellas; pero puesto que esto no sucede, es evidente que tales impresiones no existen en absoluto.
El acto del pensamiento implica conciencia.

  • Luego, si no son nociones grabadas naturalmente, ¿Cómo pueden ser innatas? Y si hay nociones grabadas, ¿Cómo pueden ser desconocidas? Afirmar que una noción está grabada en la mente y afirmar al mismo tiempo que el alma no la conoce y que hasta ahora nunca se ha apercibido de ella, significa hacer de esta impresión una simple nada. No se puede afirmar de ninguna proposición que esté en la mente cuando ni ésta la ha percibido todavía ni nunca ha sido consciente de ella…
Con mayor razón, no existen principios universales de carácter práctico o ético.

  • Si las máximas especulativas, de las que hemos hablado en el capítulo anterior, no son acogidas por todos con un consenso efectivo –como hemos probado hasta el momento-, es mucho más evidente en cuanto respecta a los principios prácticos que éstos están bien lejos de recibir un consenso universal. Y creo que sería bastante difícil citar una norma moral de naturaleza tal que fuese acogida con un consenso tan general y tan rápido como la máxima lo que es, es, o que pueda pasar por una verdad igualmente manifiesta como el principio es imposible que una cosa sea y no sea. De lo que se deduce con claridad que el privilegio de ser innatos corresponde mucho menos a los principios de la práctica que a los de la especulación; y que se tiene mayor derecho a dudar que aquéllos estén impresos por naturaleza en la mente, que a dudarlo respecto a éstos.
La historia y la experiencia demuestran la inexistencia de principios indiscutibles.

  • Para saber si hay algún principio de moral sobre el que todos los hombres coincidan, apelo a cualquiera que tenga algún conocimiento, aunque sea modesto, de la historia del género humano que emana y que, por decirlo así, haya mirado más allá del humo de la chimenea de su casa. ¿Dónde puede existir una verdad de orden práctico que sea universalmente acogida sin ninguna duda o dificultad, como debería serlo si fuese innata?
El hecho de que haya discusión en el campo ético excluye la universalidad de los juicios.

  • Otra razón que me hace dudar de la existencia de algún principio innato en la práctica es que, por lo que creo, no es posible plantear ninguna regla moral de la que no se pueda con justicia pedir la razón: y esto sería totalmente ridículo y absurdo si tales principios fuesen innatos o incluso sólo evidentes por sí mismos, puesto que cada principio innato debe ser tan evidente por sí mismo que no se precise de ninguna prueba para constatar su verdad, ni de ninguna razón para acogerlo con un consenso universal y completo.
Si las reglas morales fuesen innatas, no serían violadas tan fácilmente.

  • Por otro lado, si estas reglas de la moral son innatas y están impresas en nuestras mentes, no alcanzo a comprender cómo los hombres puedan violarlas tranquilamente y con plena confianza. Considerad un ejército que saquea una ciudad y ved qué consideración para la virtud o principio moral y qué remordimiento de conciencia demuestra por los crímenes que comete. El bandidaje, el homicidio, el estupro, no son más que juegos para quienes ha sido concedida la inmunidad a cualquier castigo y censura.
Existe una diversidad enorme en las costumbres sociales y en las leyes.

  • ¿No ha habido acaso naciones enteras, incluso entre las más civilizadas, que hayan aceptado el exponer a sus infantes a dejarles morir de hambre o a ser devorados por fieras feroces tan permisible como el ser traídos al mundo? Hay todavía naciones en las que los recién nacidos son enterrados vivos con sus madres si sucede que éstas mueren durante el parto; o bien se les mata si un presunto astrólogo declara que han nacido bajo una mala estrella. En otros lugares, el hijo mata a su padre y a su madre sin ningún remordimiento cuando éstos han alcanzado una cierta edad… Y Garcilaso de la Vega relata que cierto pueblo del Perú tenía la costumbre de mantener con vida a las mujeres que tomaban prisioneras, para hacer de ellas concubinas y de engordar a los hijos que tenían con ellas para después devorarlos, destino que deparaban a las madres después de que éstas dejaban de darles niños. Los topinambur creían que para ganarse el paraíso debían vengarse de sus enemigos y devorar el mayor número posible de ellos. No disponen siquiera de un nombre para designar a Dios, y no poseen religión ni culto. Aquéllos a quienes los turcos canonizan y disponen en el grupo de los santos llevan una vida que no se podría contar sin herir el pudor.
La verificación experimental demuestra la inexistencia de una moral innata.

  • Quien se atormente leyendo la historia del género humano y considere con ojos indiferentes la conducta de los diversos pueblos de la Tierra, podrá convencerse de que (a excepción de los deberes absolutamente necesarios para mantener unida la sociedad, que a menudo son violados por sociedades enteras respecto a otras sociedades) no podrá citar ningún principio de la moral ni imaginar ninguna regla de virtud que, en algún rincón del mundo, no sea despreciada o contradicha por la práctica general de sociedades humanas enteras que se gobiernan por máximas de vida práctica totalmente opuestas a las de otras sociedades.
Cuando nace, la mente está vacía y privada de cualquier contenido.

  • Suponemos, pues, que la mente es una hoja en blanco, privada de todo carácter y sin ninguna idea. ¿De qué modo llegará ésta a recibir ideas?
Todo el conocimiento nace de la experiencia del mundo exterior y de la reflexión interior.

  • ¿Dónde y cómo adquiere esa cantidad prodigiosa de ideas que la imaginación del hombre, siempre creativa y sin límites, le ofrece con una variedad casi infinita? ¿De dónde surgen todos los materiales de la razón y del conocimiento? Respondo: de la experiencia. Es éste el fundamento de todos nuestros conocimientos; de aquí extraen éstas su origen primero. Las observaciones que hacemos tanto respecto a los objetos externos y sensibles como respecto a las operaciones interiores de nuestra mente, que percibimos y sobre las cuales nosotros mismos reflexionamos, proveen a nuestra inteligencia de todos los materiales del pensamiento.

TABULA RASA

Metáfora que considera que, en el momento del nacimiento del individuo, la mente se parece a una tabula rasa: es decir, una hoja en blanco; sintetiza la crítica desarrollada por el empirismo a la doctrina del innatismo defendida por Descartes y los racionalistas. Por definición, todo lo conocido es siempre algo aprendido tanto por la percepción del medio como por la reflexión sobre la propia condición interior.


114 La mente no inventa ideas.

EL PROBLEMA: ¿Cuál es el proceso a través del que se forman las ideas? ¿En qué consiste el poder creativo de la mente?
LA TESIS: En sentido restringido, cabe afirmar que la mente humana no inventa ninguna idea, puesto que todos sus contenidos son atribuibles en último término a la percepción. La mente, en otros términos, se limita a reelaborar en formas de creciente abstracción los datos y observaciones que recibe del exterior, según la fórmula empirista nada hay en el intelecto que antes no haya estado en la percepción. La regla es también aplicable a las nociones más abstractas, que aparentemente poco tienen que ver con sucesos perceptivos.

En un último análisis, todo el conocimiento puede atribuirse a la percepción.

  • Antes que nada, los sentidos permiten el ingreso de ideas concretas que empiezan a decorar aquel local vacío; y la mente, familiarizándose poco a poco con algunas ideas, las pone de nuevo en la memoria y les otorga un nombre.
Los conceptos generales se forman por abstracción a partir de las percepciones.

  • A continuación, se presentan a la mente otras ideas que ésta abstrae de las primeras, y aprende gradualmente el uso de los nombres generales. De esta manera, la mente se abastece de ideas y de lenguaje: es decir, de los materiales sobre los que ejercerá su facultad discursiva. Y a medida que aumentan estos materiales sobre los que la mente actúa, el uso de la razón se vuelve más evidente cada día.
Ningún concepto general es innato.

  • Pero si bien la adquisición de las ideas generales, el uso de los nombres comunes y la razón crecen por lo general juntos, no veo sin embargo que esto demuestre de algún modo que estas ideas sean innatas.
Lo que fue adquirido mucho tiempo atrás, tiende por costumbre a ser confundido con innato.

  • Reconozco que hay ciertas verdades cuyo conocimiento se encuentra en la mente desde mucho tiempo atrás, pero esto sucede de un modo que demuestra cómo estas verdades no son en absoluto innatas. Si en verdad le prestamos atención, veremos que las verdades de esta especie se componen de ideas en absoluto innatas, sino adquiridas: puesto que las primeras ideas son aquellas que los niños tienen después de la impresión de las cosas exteriores con las que se relacionan a menudo, y que más frecuentemente se imponen a sus sentidos.
Estas convicciones rutinarias carecen a menudo de toda coherencia.

  • De estas ideas de tal modo adquiridas, la mente llega a descubrir que algunas concuerdan y otras son discordantes; y esto probablemente sucede a partir del momento en que ésta llega a hacer uso de la memoria y está capacitada para recibir ideas distintas.
Su formación precede al lenguaje y al pensamiento racional.

  • Pero tanto si esto sucede como si no, es al menos cierto que los niños forman esta especie de juicio mucho antes de haber aprendido el uso de las palabras y antes de haber alcanzado lo que comúnmente llamamos edad de razón. Así pues, antes de saber hablar, un niño conoce la diferencia que existe entre las ideas de lo dulce y de lo amargo (es decir, que lo dulce no es lo amargo) con la misma certeza que tendrá más tarde, cuando hable y diga que el ajenjo y las peladillas no son lo mismo.

EMPIRISMO

En términos generales, empirista es la actitud de quien: 1) Ve en la experiencia el criterio último de verdad (lo que la razón sugiere que debe considerarse verdadero sólo si supera el control experimental); 2) Sitúa la percepción (y por tanto la experiencia) en la base de todo el saber, considerando que a partir de la sensación también es posible explicar las funciones superiores de la mente (memoria, fantasía, inteligencia), pero no a la inversa.

CONVENCIONALISMO Lingüístico

La filosofía ha discutido con frecuencia la naturaleza de la lengua (véase 11, 22) y su origen (véase 130), elaborando dos interpretaciones alternativas: 1) La hipótesis naturalista, defendida por Platón, sostiene la existencia de una conexión intrínseca entre el sonido de una palabra y su significado, tal como parece evidente en las onomatopeyas (por ejemplo, el pío-pío del gorrión o el kikirikí (quiquiriquí) del gallo; 2) La hipótesis convencionalista, expuesta por primera vez por Aristóteles y defendida también por Locke, según la cual la conexión entre sonido y significado sería totalmente arbitraria, como demuestra el hecho de que no sólo las palabras normales, sino también las onomatopeyas, varían entre una lengua y otra (para los franceses, el canto del gallo es cocorocó).

LIBERALISMO

Teoría política defendida por Locke en oposición al absolutismo de Hobbes y convertida en el fundamento teórico de la democracia moderna. Éstos son sus principios: 1) El contrato social se estipula no sólo entre los ciudadanos, como afirmaba Hobbes, sino también entre éstos y el Estado; 2) El objetivo del Estado es la salvaguarda de los derechos fundamentales del individuo (libertad, propiedad privada), cuyo ejercicio ya era presente, aunque de modo imperfecto, en el estado de naturaleza presocial; 3) El Estado no está por encima de la ley, sino que está obligado a observarla; 4) El ciudadano se reserva el derecho de rebelión cuando un aparato del Estado intente perjudicar siquiera uno de los derechos inalienables del individuo.


115 Las palabras son signos de las ideas.

EL PROBLEMA: ¿Cuál es la función del lenguaje? ¿Qué relación existe entre palabras y cosas?
LA TESIS: A pesar de las tempranas intuiciones de Demócrito (véase 18), hasta la época moderna las teorías sobre la naturaleza del lenguaje fueron preferentemente de tipo naturalista: se pensaba que en la mítica lengua de Adán había razones definidas por las que una determinada palabra indicaba un determinado objeto; el sonido de la palabra expresaba de algún modo la naturaleza profunda del objeto. Ciertamente, este vínculo es del todo inadvertible en las lenguas actuales, nacidas de la confusión lingüística impuesta, según la Biblia, durante el episodio de la torre de Babel, pero esto no obsta para que, en principio, debiera existir un vínculo entre palabras y objeto, tal como es todavía evidente en las onomatopeyas. La afirmación de Locke adquiere relevancia sobre el marco de estas doctrinas: las palabras son sólo signos convencionales, puros símbolos arbitrarios eventualmente sustituibles por otros.

El pensamiento posee una dimensión autónoma y anterior a la verbalización.

  • Pese a que el hombre posee una variedad de pensamientos tan grande que otros como él podrían obtener provecho y deleite de éstos, éstos están dentro de su pecho, invisibles y ocultos para los demás, y no se podría conseguir que surgieran por sí mismos.
Ninguna sociedad habría podido surgir sin una forma cualquiera de comunicación del pensamiento.

  • Y puesto que sin la comunicación de los pensamientos no se podría disfrutar de los placeres y ventajas de la sociedad, fue necesario que el hombre descubriese algún signo exterior y sensible capaz de hacer que aquellas ideas invisibles de las que están construidos sus pensamientos pudiesen llegar a ser conocidas por otros. Nada era más adecuado para tal objetivo, ya sea por abundancia ya sea por rapidez, que los sonidos articulados que el hombre descubrió ser capaz de producir de manera tan sencilla como variada.
Las palabras son signos: es decir, indican convenciones.

  • De tal modo, podemos concebir cómo las palabras, que por naturaleza eran tan adecuadas a aquel objetivo, llegaron a ser empleadas por los hombres como signos de sus ideas: no por alguna conexión natural que pueda existir entre sonidos concretos articulados y ciertas ideas –puesto que en tal caso, no habría entre los hombres más que un solo lenguaje-, sino por una imposición voluntaria que consigue que una palabra dada sea asumida arbitrariamente como representante de una idea dada.
No existe conexión alguna entre significado y sonido de las palabras.

  • Por ello, el objetivo de las palabras es el de ser signos sensibles de las ideas; y su significado propio e inmediato son las ideas que determinan su existencia.

116 La primera sociedad fue entre mujer y marido.

EL PROBLEMA: ¿Cómo nace la sociedad? ¿Cuál es la naturaleza del Estado?
LA TESIS: En polémica con Hobbes (véase 98), Locke defiende la idea de una continuidad entre la condición natural-primitiva y la social-política del hombre. La formación de la sociedad no debe ser entendida como un suceso traumático y artificial en contraste con un natural instinto solitario y agresivo del individuo, sino que, por el contrario, como la perfección de una fundamental exigencia de socialización presente también en las poblaciones más atrasadas. (De Tratados sobre el Gobierno.)

La sociabilidad es un instinto natural.

  • Dios, habiendo hecho del hombre una criatura para la que, en su juicio, no era bueno estar sola, lo sometió a potentes obligaciones de necesidad, comodidad y tendencia a entrar en sociedad, e igualmente lo adaptó con la inteligencia y el lenguaje a conservarla y a disfrutar de ella.
Existe una continuidad entre familia y Estado.

  • La primera sociedad existente, aquella entre marido y mujer, dio origen a la existente entre padres e hijos; y a ésta se sumó, con el tiempo, la del patrón y el siervo. Y si bien las tres podían coincidir y generalmente se encontraban juntas y no constituían más que una sola familia en la que el patrón o la patrona tenían una forma de gobierno propio de la familia ni cada una de ellas ni todas juntas alcanzaban a constituir la sociedad política, como veremos tras examinar los diferentes objetivos, obligaciones y límites de cada una de ellas.
Tanto la familia como el Estado se fundan sobre un pacto contractual.

  • La sociedad conyugal está constituida por un contrato voluntario entre hombre y mujer, y si bien ésta consiste principalmente en la comunión y en el derecho de uno sobre el cuerpo del otro –que es necesario a su fin principal, que es la procreación-, sin embargo, ésta conlleva mutua ayuda y asistencia y también una comunión de intereses necesaria no sólo para reunir su cuidado y cariño, sino también para su común prole, que tiene derecho a ser nutrida y mantenida por ellos hasta que sea capaz de proveerse por sí misma.

DIVISIÓN DEL PODER

Es el principio fundamental de organización del Estado en la teoría del liberalismo: quien hace las leyes no debe ser el encargado de ponerlas en práctica ni de hacerlas observar. En otros términos: el poder legislativo debe ser distinto del ejecutivo y del judicial, porque éste es el único modo posible para conseguir en la práctica que también los legisladores se sometan a las leyes emanadas de ellos mismos.


117 Propiedad privada y división de los poderes.

EL PROBLEMA: Cuando los ciudadanos entran a formar parte de una organización social, ¿Renuncian a todos los derechos individuales? ¿Puede el Estado obstaculizar el ejercicio de la propiedad privada?
LA TESIS: Respondiendo a estos interrogantes, Locke formula los principios fundamentales de la democracia liberal en clara polémica con Hobbes (véase 99). El Estado, nacido para salvaguardar los derechos naturales de los ciudadanos, no puede actuar en sentido contrario, negándolos. Y su división es necesaria para salvaguardar al ciudadano de los abusos del poder: quien hace las leyes no puede además encargarse de hacerlas respetar. Los textos que siguen también pertenecen a los Tratados sobre el Gobierno.

La propiedad privada es un derecho natural innegociable.

  • El poder supremo no consiste en quitar parte de sus propiedades a un hombre sin su consentimiento. En efecto, siendo la conservación de la propiedad el fin del gobierno y la razón por la que los hombres entran en sociedad, se presupone y requiere que el pueblo posea necesariamente una propiedad; de lo contrario, habría que suponer que al entrar en sociedad se perdería aquello que era el fin por el que se entró en ella…
Ningún Estado puede impedir el ejercicio de este derecho.

  • La razón por la que los hombres entran en sociedad es la salvaguarda de su propiedad, y el fin por el que éstos eligen un legislador y lo autorizan es que puedan instituirse leyes y establecerse reglas capaces de custodiar y delimitar la propiedad de cada miembro de la sociedad, y de limitar el poder y moderar el dominio de cada parte o miembro de ésta…
Cabe un derecho de rebelión contra el Estado que niegue la propiedad privada.

  • Siempre que los legisladores intenten sustraer la propiedad del pueblo o hacerlo esclavo de un poder arbitrario, entran en estado de guerra con el pueblo mismo, que por lo tanto queda absuelto de toda ulterior obediencia.
La división de los poderes es esencial para la democracia.

  • Dada la existencia de la debilidad humana a apoderarse del poder, la tentación de adueñarse de las leyes, además del derecho de ejercerlas, puede ser demasiado grande para quienes tienen el derecho de hacerlas; así, éstos se eximirían de la obediencia a las mismas leyes que crean…
Los legisladores también deben estar sometidos a la ley.

  • Por ello, en los Estados bien ordenados, el poder legislativo se pone en manos de diferentes personas que, reuniéndose en los modos prescritos, tienen el poder de hacer leyes de por sí o junto a otras para, a continuación, retirarse y estar sometidas ellas mismas a las leyes que han creado.
La separación entre el poder ejecutivo y el legislativo es garantía de democracia.

  • Pero es necesario que exista un poder siempre activo que presida la ejecución de las leyes que han sido creadas y que siguen estando en vigor. Por ello, el poder legislativo y el poder ejecutivo suelen estar separados.

118 La tolerancia y sus límites.

EL PROBLEMA: ¿Qué límites al ejercicio de la libertad existen en una sociedad democrática, especialmente en el ámbito religioso? ¿Qué relaciones deben existir entre Estado e Iglesia?
LA TESIS: Después de aclarar el revolucionario principio de la tolerancia religiosa por el que el Estado debe desinteresarse del credo religioso de los súbditos y admitir todo tipo de Iglesia en su propio territorio, Locke aclara los límites del principio mismo: una sociedad democrática no puede aceptar ninguna secta secreta u obediente a un país extranjero, así como no puede permitir el ateísmo, sinónimo de inmoralidad y de falta de responsabilidad. (De Cartas sobre la Tolerancia.)

La tolerancia religiosa se basa tanto en valores de fe como en argumentos racionales.

  • La tolerancia hacia aquellos que tienen opiniones diferentes en materia de religión es en tal medida coherente con el Evangelio y con la razón, que la existencia de hombres ciegos a tan clara luz parece una monstruosidad.
El fanático nunca reconoce serlo, sino que oculta su fanatismo bajo motivaciones irracionales.

  • Yo no quiero acusar aquí ni al orgullo ni a la ambición de los unos ni a la carencia de moderación ni al fanatismo falto de caridad y mansedumbre de los otros: son éstos defectos probablemente inseparables de la condición humana y, sin embargo, nadie quiere que se le imputen abiertamente; no hay, en efecto, apenas nadie que, alejado por su culpa del recto camino, no busque cubrir esos defectos de una apariencia diversa y honorable para ser alabado.
Es necesario separa la Iglesia del Estado, la fe de la política.

  • Por otra parte, con el fin de que nadie descubra la persecución y una crueldad poco cristiana con el pretexto de la diligencia del Estado y de la observancia de las leyes ni que, al contrario, otros exijan, en nombre de la religión, licencia para sus costumbres viciosas e impunidad para sus delitos; con el fin de que nadie, digo, haga imposición a sí o a otros, en la veste de súbdito fiel del soberano o en aquella de sincero adorador de Dios, considero que antes que nada es preciso distinguir entre materia civil y religiosa, y que hay que fijar convenientemente los límites entre Iglesia y Estado. De no actuar así, no será de ningún modo posible regular los conflictos entre quienes efectivamente desean –o fingen desear- la salvación de las almas o la del Estado.
El único deber del Estado es el de organizar la vida civil y garantizar el respeto de los derechos naturales de cada individuo.

  • El Estado es, a mi modo de ver, una sociedad humana constituida únicamente con el fin de la conservación y promoción de los bienes civiles. Llamo bienes civiles a la vida, a la libertad, a la integridad física y a la ausencia de dolor, así como a la propiedad de objetos externos como tierras, dinero, muebles y demás.
Las leyes del Estado se deben inspirar en criterios de laicidad e igualdad.

  • Es deber del magistrado civil conservar sana y salva la justa propiedad de todos los bienes propios de esta vida, tanto para todo el pueblo en general como para cada súbdito en particular, mediante leyes igualmente válidas para todos…
Los poderes de la magistratura civil deben estar reglamentados.

  • No me corresponde indagar ahora hasta qué punto se extienden los poderes del magistrado en cada uno de los pueblos; sé solamente lo que sucede en general cuando nace un conflicto sin que haya un juez. Se dirá: entonces el magistrado, que es más fuerte, hará que suceda lo que considere más acorde a su interés. Respondo: es cierto; pero lo que se busca aquí es la norma del recto actuar, y no el triunfo del dudoso proceder.
La ley del Estado sólo debe prohibir lo que sea dañino para la sociedad.

  • Pero, para entrar en mayores detalles, diré en primer lugar que el magistrado no debe tolerar ningún dogma adverso y contrario a la sociedad humana o a las buenas costumbres, que son necesarias para la conservación de la sociedad civil.
El Estado no puede admitir sectas o sociedades secretas.

  • En segundo lugar, un mal más oculto pero también más peligroso para el Estado es el representado por quienes se atribuyen a sí mismos y a los miembros de su secta alguna prerrogativa concreta que, oculta en palabras pronunciadas con la intención de engañar, es contraria al derecho civil.
El Estado no puede admitir Iglesias a las órdenes de otro Estado.

  • En tercer lugar, aquella Iglesia en la que quienes sean admitidos estén al servicio de otro soberano al que deban obediencia no podrá tener nunca el derecho de ser tolerada por el magistrado. Con este pacto, en efecto, el magistrado daría lugar a la creación de una jurisdicción extranjera en su territorio y en sus ciudades, y aceptaría que entre sus ciudadanos se enrolasen soldados contrarios a su Estado…
El ateísmo no puede ser tolerado, porque es sinónimo de inmoralidad.


  • En cuarto y último lugar, no deben de ningún modo ser tolerados quienes nieguen la existencia de una divinidad. Para un ateo en efecto ni la palabra dada ni los pactos ni los juramentos, que son los vínculos de la sociedad humana, pueden ser estables o sacros; eliminado Dios aunque sólo sea con el pensamiento, todas esas cosas caen. Además, quien por medio del ateísmo elimina la religión de los fundamentos, no puede reivindicar para sí mismo el privilegio de la tolerancia en nombre de la religión.

TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO