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MARX


1818 – 1863 d.C.



Einrich Karl Marx nació en Tréveris, Alemania. Sus padres, de origen judío, habían renunciado a la religión a causa de las leyes antisemitas entonces vigentes en el Palatinado. Tras graduarse en la Universidad de Berlín, se empleó como periodista y pronto llegó a ser redactor de la <Rheinische Zeitung> (<Gaceta de Renania>).

Expulsado de Prusia por sus ideas revolucionarias, emigró a París, donde tuvo ocasión de relacionarse con los mayores exponentes del movimiento anarquista (el francés Proudhon y el ruso Bakunin) y, sobre todo, con Friedrich Engels, quien sería su amigo, mecenas y colaborador a lo largo de toda su vida. Durante su estancia parisina escribió los Manuscritos Económico-Filosóficos (1844), que nunca publicó. Expulsado también de París, huyó a Bruselas, donde en 1848 dio a la prensa el Manifiesto Comunista, escrito en colaboración con Engels.

Se vio obligado a abandonar Bélgica y encontró refugio definitivo en Londres, donde pasó el resto de su vida. Sólo la ayuda económica de Engels le permitió mantener a su numerosa familia, pese a las restricciones de todo tipo, y llevar a cabo un vasto programa de investigación histórica, política y económica que desembocó en El Capital, la monumental obra cuyo primer volumen apareció en 1867 (los otros dos los publicó póstumamente Engels).

A la investigación teórica, Marx añadió una intensa actividad como organizador político que culminó en 1864 con la fundación de la Primera Internacional de Trabajadores.

Obras principales: Tesis sobre Feuerbach (1845); La Sagrada Familia (1845); La Ideología Alemana (1846); Miseria de la Filosofía (1847); Manifiesto del Partido Comunista (1848); Crítica de la Economía Política (1859); Crítica al Programa de Gotha (1875); El Capital (tres volúmenes, publicados en 1867, 1885 y 1894, respectivamente).


176 La historia es lucha de clases.

EL PROBLEMA: ¿Puede definirse la ley de desarrollo de la historia?
LA TESIS: El Manifiesto Comunista (del que se extraen los textos de esta antología) representa la más perfecta ejemplificación divulgativa del materialismo dialéctico. Por una parte, según Marx, la interpretación de la historia requiere la adopción de un criterio materialista, puesto que el motor del desarrollo histórico reside en las condiciones económicas concretas y no en las convicciones ideales, en las normas jurídicas o en las luchas políticas. Por otra parte, sin embargo, la evolución de las estructuras productivas no se verifica según esquemas mecanicistas, sino siguiendo las leyes de la dialéctica descubiertas por Hegel (véase 157). El mundo feudal, el capitalismo burgués y la futura sociedad comunista son, respectivamente, la tesis, la antítesis y la síntesis de una compleja tríada dialéctica. Cada momento histórico posee una identidad específica propia, pero desarrolla en su seno aquellas contradicciones que a la larga producirán su superación. En consecuencia, la dialéctica hegeliana debe mantenerse pero vuelta del revés, colocando como sujeto el movimiento histórico real, no el Espíritu, la Idea o el Absoluto, sino el desarrollo de la economía.

Toda la historia se reduce a la lucha de clases.

  • La historia de todas las sociedades que han existido hasta el presente es la historia de la lucha de clases. Libre y esclavo, patricio y plebeyo, barón y siervo de la gleba, miembro de la corporación y aprendiz, en una palabra, opresor y oprimido, se han encontrado siempre el uno enfrentado al otro; han librado ininterrumpidamente, de forma abierta o encubierta, una lucha que en ocasiones concluyó con una transformación revolucionaria de toda la sociedad, o con la común ruina de las clases en lucha.
En todos los períodos históricos ha habido una clase dominante y otra explotada.

  • En las más lejanas épocas de la historia encontramos casi por doquier una completa articulación de la sociedad en diversos órdenes o estados, una gama multiforme de posiciones sociales. Patricios, caballeros, plebeyos y esclavos en la antigua Roma; señores feudales, vasallos, miembros de las corporaciones, aprendices y siervos de la gleba en la Edad Media y, además, casi todas estas clases contienen otros estamentos sociales.
El surgimiento de la burguesía.

  • La moderna sociedad burguesa, nacida del declive de la sociedad feudal, no ha superado la oposición de clases. Sólo ha colocado nuevas clases y nuevas condiciones de opresión en lugar de las antiguas. Es decir, nuevas formas de lucha.
El capitalismo ha simplificado la estructura social: sólo dos clases, burguesía y proletariado, se disputan el poder.

  • Nuestra época, la de la burguesía, se distingue por haber simplificado la oposición de clases. La sociedad se divide cada vez más en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases que se enfrentan directamente la una a la otra: burguesía y proletariado.
El papel revolucionario de la burguesía.

  • La burguesía ha jugado un destacado papel revolucionario en la historia. Allí donde ha alcanzado el poder, ha demolido todas las relaciones feudales y patriarcales. Ha desgarrado despiadadamente los multiformes vínculos feudales que unían a los hombres con sus superiores naturales, y no ha dejado ningún otro vínculo entre hombre y hombre que no sea el desnudo interés o el insensible pago en efectivo contante y sonante.
La burguesía ha desmitificado la ideología religiosa medieval.

  • Ha ahogado en las gélidas aguas del cálculo los sagrados temores del fervor religioso, de la exaltación caballeresca y de las cuitas de los pequeños burgueses. Ha situado entre las ilusiones la dignidad personal; ha situado tan sólo a la inconsciente libertad de comercio en el lugar de las libertades garantizadas, gratuitas y plenamente adquiridas. En una palabra: ha situado la explotación árida, directa y descarnada, en lugar de la explotación enmascarada con ilusiones religiosas y políticas. La burguesía ha privado de su aureola a todas las actividades hasta entonces venerables y consideradas con religioso temor. Ha transformado en trabajadores asalariados al médico, al jurista, al sacerdote, el poeta y el científico.
Ha transformado la familia en una empresa económica.

  • La burguesía ha arrancado el velo a sus patéticas y sentimentales relaciones familiares y les ha atribuido una mera relación económica.
El activismo burgués ha transformado el mundo.

  • La burguesía ha desvelado cómo la manifestación de la fuerza bruta, tan admirada por los reaccionarios durante la Edad Media, posee su oportuno complemento en la pereza más indolente. Ha sido la primera en demostrar lo que la actividad humana puede hacer. Ha realizado mayores portentos que las pirámides egipcias, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha conducido movimientos mucho mayores que las migraciones de pueblos o las cruzadas.
La dinámica expansiva del capitalismo somete a toda la sociedad a un proceso de continua transformación.

  • La burguesía no puede existir sin revolucionar continuamente los medios de producción; en consecuencia, las relaciones de producción y, por lo tanto, la totalidad de las relaciones sociales. El mantenimiento invariado del antiguo modo de producción, por el contrario, era la primera condición de existencia de todas las anteriores clases industriales. La continua alteración de la producción, el interrumpido trastocar de todas las situaciones sociales, la total incertidumbre, el perenne movimiento, diferencian la época de la burguesía de todas las demás. Todas las relaciones rígidas y oxidadas, con sus consecuencias de venerables concepciones y representaciones, han sido liberadas; todas las de nueva creación envejecen antes de fosilizarse. Todo lo estable y perteneciente a los órdenes se evapora, todo lo sagrado es profanado, y los hombres, en definitiva, se ven obligados a considerar fríamente sus relaciones mutuas, su propia posición en la vida.
Colonialismo y globalización del comercio han abolido las fronteras económicas.

  • El impulso hacia una salida para sus productos cada vez más amplia lleva a la burguesía a competir en todo el globo terráqueo. Debe establecerse en todas partes, ensancharse en todas partes, en todas partes establecer contactos. A través de la explotación de los mercados mundiales, la burguesía ha otorgado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo en todos los países. Con gran disgusto de los reaccionarios, le ha robado a la industria el soporte del suelo nacional.
Las materias primas, a menudo en zonas pobres del planeta, se convierten en un problema.

  • Las antiguas industrias nacionales fueron ahogadas y continúan siéndolo. Han sido suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en una cuestión de vida o muerte para las naciones civilizadas. Y se trata, además, de industrias que no sólo elaboran materias primas provenientes del interior, sino también procedentes de zonas muy remotas y cuyos productos se consumen no sólo en el país de origen, sino también en todo el mundo.
La dimensión internacional de la economía relativiza el papel del Estado nacional.

  • Las antiguas necesidades, que eran satisfechas por la producción nacional, son sustituidas por necesidades que exigen productos provenientes de tierras y climas lejanos. La circulación y la interdependencia multilateral entre las naciones sustituyen a la antigua autosuficiencia y al aislamiento local y nacional.
Se acaban las culturas nacionales.

  • Lo mismo sucede con las producciones del espíritu. Los productos espirituales de cada nación se convierten en un bien común. La unilateralidad y las restricciones nacionales cada vez más se tornan imposibles, y de las diversas literaturas nacionales y locales surge una literatura mundial.
El capitalismo arremete y transforma la economía de todos los pueblos.

  • La burguesía obliga a la civilización incluso a las naciones más bárbaras. Y esta, obligada, civilización, la realiza siempre a través del rápido mejoramiento de todos los medios de producción, así como a través de la infinita facilitación de las comunicaciones. Los precios bajos de las manufacturas son la artillería pesada con la que destruye las bases de todas las murallas chinas y obliga a capitular al más tenaz odio de los bárbaros por lo extranjero. Obliga a todas las naciones, si es que no quieren acabar mal, a adoptar el modo de producción de la burguesía: las obliga a introducir en su seno la así llamada civilización (es decir, a convertirse en burguesas). En una palabra: la burguesía ha ido creando un mundo a su propia imagen y semejanza.
Urbanización y crisis del mundo campesino.

  • La burguesía ha logrado someter completamente al medio rural al poder despótico de la ciudad. Ha generado grandes metrópolis, ha incrementado el número de habitantes de la ciudad respecto a los del campo y, de ese modo, ha arrancado a una gran parte de la población del idiotismo de la vida rural.
El dominio de Occidente.

  • Y como en el caso del medio rural respecto a la ciudad, del mismo exacto modo, la burguesía ha finalmente conseguido que Oriente dependa de Occidente, que los pueblos campesinos dependan de los burgueses y las naciones total o parcialmente bárbaras, de las naciones civilizadas.
El Estado capitalista es concentrador.

  • La burguesía elimina cada vez más la dispersión de los medios de producción, de la propiedad y de la población. Ha condensado a la población, centralizado los medios de producción y concentrado la propiedad en pocas manos. La consecuencia inevitable ha sido la centralización política. Provincias independientes, tal vez apenas confederadas, con intereses, leyes, gobiernos y aduanas distintos, han sido unificadas en una nación y bajo un solo gobierno, una sola ley, un solo interés de clase nacional y una única aduana.
El progreso tecnológico ha transformado la naturaleza, ha creado un mundo nuevo.

  • Aun cuando la burguesía detenta el dominio de clase sólo desde hace un siglo, ha generado fuerzas productivas colosales y un número mayor de cuantas hayan generado todas las generaciones pasadas. Sometimiento de las fuerzas naturales, maquinarias, aplicación de la química a la industria y la agricultura, navegación a vapor, vías férreas, telégrafo eléctrico, cultivo de inmensas extensiones de tierra, navegación de los ríos, núcleos de población surgidos como por encanto… ¿Qué otro siglo anterior tuvo el presentimiento de que en el seno del trabajo social estuviesen adormecidas tales fuerzas productivas?
El capitalismo se ha desarrollado a partir de las contradicciones del feudalismo.

  • Ya se ha visto que los medios de producción –y de intercambio sobre cuya base se construyó la burguesía- fueron generados en la sociedad feudal. En un determinado estadio del desarrollo, estos medios de producción y de intercambio –los lugares en los que la sociedad feudal producía e intercambiaba, la organización feudal de la agricultura y la manufactura; en síntesis, las relaciones feudales de propiedad- ya no se correspondían con las fuerzas productivas desplegadas. Atrasaban la producción en lugar de ayudarla a progresar. Se transformaron en otras cadenas. Debían ser destruidos y fueron destruidos. En su lugar irrumpió la libre competencia, con su correspondiente constitución política y social y con el poder económico y político de la clase burguesa.
El capitalismo está a punto de asumir una transformación similar.

  • Un movimiento similar se verifica a nuestra vista. Las relaciones burguesas de intercambio y de producción, las relaciones burguesas de propiedad, la moderna sociedad burguesa que ha creado mágicamente medios de producción y de intercambio tan poderosos, recuerdan aquel chamán que ya no es capaz de dominar los poderes ocultos que él mismo invocó.
Las crisis cíclicas de la economía demuestran la crisis del sistema capitalista.

  • Desde hace décadas, la historia de la industria y del comercio es sólo la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las relaciones de producción modernas y las modernas relaciones de propiedad, que son las condiciones esenciales de vida de la burguesía y de su poder. Basta mencionar las crisis comerciales que, en su periódico y siempre amenazador retorno, ponen en discusión la existencia entera de la sociedad burguesa.
A diferencia del pasado, la causa de las crisis es la superproducción de mercancías.

  • En las crisis comerciales se destruye regularmente no sólo una gran parte de los productos acabados, sino también de las fuerzas productivas a disposición. En la crisis estalla una epidemia social que parecería un contrasentido respecto de todas las épocas precedentes. La sociedad se encuentra de pronto retrocediendo a una condición momentánea de barbarie. Es como si una gran carestía o una guerra de exterminio le hubiese cortado todos los víveres; la industria y el comercio parecen aniquilados. ¿Por qué? Porque la sociedad posee demasiado comercio, demasiada industria, demasiados víveres, demasiada civilización.
La libre competencia produce un sistema industrial caótico.

  • Las fuerzas productivas a su disposición ya no sirven para incrementar las relaciones burguesas de propiedad; por el contrario, se han vuelto demasiado fuertes para estas relaciones, las obstaculizan, y apenas superan estos obstáculos, empujan a la sociedad burguesa al desorden y ponen en peligro la existencia de la propiedad burguesa. Las relaciones burguesas se han tornado demasiado estrechas para contener la riqueza por ellas generadas.
Cada crisis cíclica se supera provisionalmente ensanchando el sistema capitalista.

  • ¿Con qué medios la burguesía supera la crisis? Por una parte, con la destrucción forzada de una cantidad de fuerzas productivas y, por otra, con la conquista de nuevos mercados y con la explotación más radical de los antiguos. ¿Con qué medios, pues? Preparando crisis más violentas y generales y reduciendo los medios para prevenirlas. Las armas con las que la burguesía echó por tierra al feudalismo se dirigen ahora contra la propia burguesía.
El papel del proletariado.

  • La burguesía, sin embargo, no sólo ha construido las armas que la conducirán a la muerte, sino que también ha procreado los hombres que deberán empuñar esas armas: los trabajadores modernos, los proletarios.

MATERIALISMO HISTÓRICO Y DIALÉCTICO

Doctrina marxista según la cual las causas últimas del devenir histórico no son de naturaleza ideal o espiritual, sino material, social, económica y productiva, siguiendo el principio de que no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia. A diferencia del materialismo tradicional, el de Marx rechaza el determinismo, pues considera que el mecanismo del devenir histórico procede según el método de la dialéctica hegeliana.

CRISIS CÍCLICAS DE SUPERPRODUCCIÓN

Según Marx, el capitalismo caerá como consecuencia del agravamiento de las crisis que periódicamente afectan su estabilidad. A diferencia de las crisis económicas del pasado, las crisis capitalistas se originan no en la pobreza, sino en un exceso de producción en un determinado sector de la economía, originado a su vez por la negación de toda forma de planificación económica.

COMUNISMO

Es la sociedad sin clases –y, por lo tanto, sin Estado- que inevitablemente seguirá a la fase burguesa-capitalista de la historia, tras una temporal fase intermedia: la dictadura del proletariado. En el comunismo no existirá ya la propiedad privada de los medios de producción (las fábricas); la riqueza social se distribuirá según el principio siguiente: a cada uno según sus necesidades, para cada uno según su capacidad.

REVOLUCIÓN

La victoria revolucionaria del proletariado es una etapa inevitable de la historia. En palabras de Marx: <el progreso de la industria, de la que la burguesía es el vehículo involuntario y pasivo, no lleva al aislamiento de los obreros a través de la competencia, sino a la unión revolucionaria mediante la asociación. Con el desarrollo de la gran industria se le quita a la burguesía el sostén del fundamento mismo sobre el que produce y adquiere productos. Produce, antes que ninguna otra cosa, a sus propios sepultureros. Su declive y la victoria del proletariado son igualmente inevitables>.


177 El movimiento que suprime el estado de cosas existente.

EL PROBLEMA: ¿Cuáles son las razones que hacen necesario el advenimiento del comunismo?
LA TESIS: La clase burguesa nace en el seno del mundo feudal, lo niega y lo supera dando origen a la sociedad capitalista. Pero, para la ley del devenir dialéctico, el desarrollo del capitalismo comporta la emergencia del proletariado y de las contradicciones que producirán su superación. La sociedad comunista no caerá como consecuencia de una tensión ética o utópica, de la carga de prédicas moralizantes contra los desastres sociales producidos por la propiedad privada, sino que acabará finalmente por imponerse como única solución posible del desarrollo histórico. Así pues, la revolución proletaria es absolutamente inevitable; no es un acto de justicia, puesto que la clase obrera no tiene ningún ideal que realizar, sino el resultado necesario del devenir real de la historia. El comunismo no es un ideal al que la realidad deberá conformarse, sino el movimiento real que suprime el estado de cosas existente.

La lucha obrera nace como protesta individual y de grupo.

  • El proletariado pasa a través de distintos grados de desarrollo. Su lucha contra la burguesía comienza con su existencia. Al principio son obreros individuales que luchan; luego, los obreros de una fábrica; después, los trabajadores de un sector en un lugar dado. Todos se aúnan contra los burgueses que los explotan en forma directa.
Al principio, los obreros identifican a las máquinas como su enemigo.

  • No dirigen sus ataques solamente contra las relaciones burguesas de producción, destruyendo las mercancías extranjeras que compiten con las que ellos producen: destruyen las máquinas, dan fuego a las fábricas, tratan de reconquistar la posiciones, ya superadas, del trabajador medieval. En esta fase, los obreros forman una masa dispersa por la competencia y difundida por todo el país. La cohesión de un gran número de obreros no es todavía consecuencia de su unión, sino más bien de la unión de la burguesía, la cual, para alcanzar sus propios fines políticos, debe poner en movimiento a todo el proletariado, y todavía es capaz de hacerlo.
La lucha obrera está, al principio, hegemonizada por la burguesía.

  • En esta fase, pues, los proletarios no luchan contra sus enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos: los restos de la monarquía absoluta, los proletarios, los burgueses que no son industriales, los pequeños burgueses. Todo el movimiento histórico está concentrado en manos de la burguesía; cada victoria que se obtiene es una victoria de la burguesía.
El desarrollo de la conciencia igualitaria.

  • El proletariado, sin embargo, no sólo crece en número. Con el desarrollo de la industria se congrega en masas más amplias, crece su fuerza, y se da cuenta de ello. Los intereses y las condiciones de vida en el seno del proletariado se tornan cada vez más igualitarios. Al mismo tiempo, el empleo de máquinas elimina las diferencias del trabajo y empuja al salario, casi siempre, hacia un nivel uniformemente bajo.
Las crisis cíclicas del capitalismo aceleran la unificación del proletariado.

  • La creciente competencia entre burgueses y las crisis comerciales que de ellas derivan tornan cada vez más precario el salario obrero. El rápido desarrollo y el incesante mejoramiento de las máquinas tornan inseguras sus condiciones de vida. Los enfrentamientos entre el obrero individual y el burgués individual toman cada vez más el carácter de enfrentamiento entre dos clases. Así, los obreros forman coaliciones contra los burgueses. Se reúnen para mantener el nivel de su salario. Fundan asociaciones permanentes que se ocupan de los abastecimientos en caso de revueltas. Aquí y allá, la lucha asume la forma de motín.
La centralización de las luchas obreras está favorecida por las nuevas tecnologías industriales y por la rapidez en las comunicaciones.

  • De vez en cuando ganan los obreros, pero no de manera definitiva. El resultado efectivo de su lucha no es el éxito inmediato, sino más bien la cada vez más difundida unión de los obreros. Tal unión está promovida por el crecimiento de los medios de comunicación producidos por la gran industria y que ponen en contacto a los obreros de diversos lugares. En una lucha de clases, esta conexión es necesaria para centralizar muchas luchas locales extendidas por doquier en una lucha nacional del mismo carácter. Toda lucha de clases es, sin embargo, una lucha política. Y la unión, que costó siglos a los burgueses de la Edad Media con sus carreteras vecinales, la realizan los modernos proletarios en pocos años gracias al ferrocarril.
La tendencia a la formación de una clase compacta es irreversible.

  • Esta organización en clase de los proletarios –y por lo tanto en partido político-, puede saltar en cualquier momento por la competencia entre los propios obreros. Pero renace siempre, cada vez más fuerte, más sólida, más poderosa. Aprovechando las fracturas que hay en el seno de la burguesía, le arrancan el reconocimiento legal de determinados intereses obreros. Así fue con la ley inglesa de las diez horas.
La lucha proletaria se beneficia de las insalvables contradicciones internas de la burguesía.

  • Los enfrentamientos de la vieja sociedad favorecen de distintos modos el proceso de desarrollo del proletariado. La burguesía se encuentra permanentemente en lucha: al principio contra la aristocracia; más tarde contra esos segmentos de la propia burguesía –cuyos intereses caen en contradicción con el desarrollo de la industria- y siempre contra la burguesía de los países extranjeros. En todas estas luchas se ve forzada a apelar al proletariado, a pretender su ayuda y a introducirlo así en el movimiento político. Ella misma lleva al proletariado a los elementos de su propia formación cultural; es decir, le proporciona las armas contra sí misma.
Las clases medias se proletarizan.

  • Además, y como ya se ha visto, mediante el progreso de la industria grandes segmentos de la clase dominante se ven desclasados en el proletariado o, al menos, ven amenazadas sus condiciones de existencia. También estos sectores aportan al proletariado una masa de elementos de formación.
La causa del proletariado conquista parte de los sectores intelectuales burgueses.

  • Por último, cuando la lucha de clases se aproxima a su resolución, el proceso de disgregación en el seno de la clase dominante, en el seno de toda la vieja sociedad, asume un carácter tan áspero y violento que una pequeña parte de la clase dominante se separa y se une a la clase revolucionaria: esto es, a la clase que tiene el porvenir en sus manos. Así como en el pasado una parte de los nobles se volcó hacia la burguesía, ahora una parte de los burgueses –en particular esa parte de los ideólogos burgueses que se ha elevado a la comprensión teórica del conjunto del movimiento histórico- se suma al proletariado.
La proletarización creciente impulsa a las clases medias al conservadurismo.

  • De todas las clases que hoy en día se enfrentan a la burguesía, sólo el proletariado es una clase realmente revolucionaria. Las otras clases caen en la ruina y mueren con la gran industria; el proletariado es su producto más específico. Las clases medias, los pequeños industriales, los pequeños comerciantes, los artesanos, los campesinos, todos combaten a la burguesía para evitar su desaparición como clases medias. No son, pues, revolucionarios, sino más bien conservadores. Además, son reaccionarios porque tratan de que vuelva atrás la rueda de la historia. Cuando son revolucionarios, lo son para acercarse al proletariado; es decir, que no defienden sus intereses presentes sino los futuros, y abandonan su específico punto de vista para situarse en el del proletariado.
El subproletariado como fuerza de choque de la burguesía.

  • La hez proletaria, esa putrefacción pasiva de los estratos más bajos de la antigua sociedad, puede verse catapultada al movimiento a causa de una revolución proletaria. Estará más dispuesta a dejarse comprar por intrigas reaccionarias, de conformidad con el conjunto de sus actitudes vitales.
Las mutadas condiciones de vida hacen al proletariado ajeno a la ideología burguesa.

  • Las condiciones de vida de la vieja sociedad están ya anuladas en las condiciones de vida del proletariado. El proletariado carece de propiedades: sus relaciones con esposas e hijos no tienen nada en común con las relaciones de la familia burguesa; el trabajo industrial moderno, la moderna sumisión al capital –siempre la misma, tanto en Inglaterra como en Francia, en América como en Alemania- le ha extirpado todo carácter nacional. La ley, la moral, la religión, son para los proletarios otros tantos prejuicios burgueses, tras los cuales se ocultan otros tantos intereses burgueses.
El proletariado no posee nada ni tiene nada que perder; por eso vencerá.

  • Todas las clases precedentes, aquellas que conquistaron el poder, han tratado de asegurarse las posiciones ya ganadas y no han dejado de sujetar a toda la sociedad a las condiciones de su beneficio. Los proletarios pueden conquistar las fuerzas productivas de la sociedad sólo en el momento en que revocan el sistema de apropiación concreto, y por ello el conjunto de los sistemas de apropiación existentes hasta entonces. Los proletarios no tienen que asegurarse nada de lo que es suyo: han de destruir toda la seguridad privada y todas las aseguraciones privadas hasta entonces existentes.
La revolución proletaria será la primera revolución de la mayoría.

  • Todos los movimientos surgidos en el pasado fueron movimientos de minorías o del interés de las minorías. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de la inmensa mayoría en interés de la inmensa mayoría. El proletariado, estrato más bajo de la actual sociedad, no puede alzarse, no puede enderezarse sin que salte por los aires toda la superestructura de los estratos que forman la sociedad oficial.
En los comienzos la lucha proletaria puede tener una dimensión nacional.

  • Al principio, la lucha de los proletarios contra la burguesía es nacional –si bien no por el contenido, sí por la forma que reviste-. El proletariado de cada país debe, en primer lugar, actuar deprisa con su propia burguesía.
Sin revolución no hay posibilidad de mejoras para el proletariado. La tendencia es hacia el progresivo empeoramiento.

  • Todas las sociedades hasta el presente se han basado en la oposición de las clases que oprimen y de las clases oprimidas. Pero para poder oprimir a una clase hay que asegurarle las condiciones mediante las que pueda conservar al menos y a duras penas su propia existencia servil. El siervo de la gleba se elevó, en su servidumbre, hasta la dignidad de miembro del Común, como el pequeño burgués lo hizo hasta convertirse en burgués: bajo el gobierno del absolutismo feudal. El obrero moderno, por el contrario, en lugar de elevarse con el progreso de la industria, desciende cada vez más dentro de las condiciones de su clase. El obrero se vuelve pobre y la pauperización se desarrolla aún con mayor rapidez que la población y la riqueza.
El producto final del capitalismo es una insostenible pauperización de las masas.

  • De ello se deduce con claridad que la burguesía es incapaz de permanecer a largo plazo como clase dirigente de la sociedad y de imponer a ésta como ley reguladora sus propias condiciones esenciales de vida. Es incapaz de dominar porque es incapaz de asegurar la existencia de su esclavo en los límites de su esclavitud, porque se ve obligada a dejarlo hundirse en una posición en la que debe alimentarlo, en lugar de ser alimentado por él.
El capitalismo ya no está en condiciones de mantener unida a la sociedad.

  • La sociedad ya no puede seguir viviendo bajo la burguesía: es decir, la vida de ésta ya no es compatible con la sociedad. Las condiciones más elementales para la existencia y para el dominio de la clase burguesa son la acumulación de la riqueza en manos privadas, la formación y el incremento del capital; la condición del capital es el trabajo asalariado. El trabajo asalariado se basa exclusivamente en la competencia de los obreros entre sí.



 TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO