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Asesorías Filosóficas Personalizadas

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NIETZSCHE


1844 – 1900 d.C.



Es cierto que Friedrich Nietzsche fue consciente de su destino: <Conozco mi suerte: se ligará mi nombre al recuerdo de una crisis como no hubo otra en la Tierra. Yo no soy sólo un hombre; yo soy dinamita. Contradigo como nunca nadie lo ha hecho antes>. Transcurrido ya un siglo (y comienzos o la posteridad) de su muerte, esa profecía puede darse por cumplida. Tanto se lo considere el filósofo del nazismo o, por el contrario, como el profeta de la crisis de su siglo en Occidente; Nietzsche continúa siendo, con diferencia, el pensador más influyente de todo el s. XX. E incluso más allá de los límites de la filosofía.

Con sólo veinticuatro años obtuvo una cátedra en la Universidad de Basilea, tras haberse licenciado en filología clásica en Bonn. Allí estrechó lazos de amistad con Richard Wagner y leyó El Mundo como Voluntad y Representación de Schopenhauer. Su brillante carrera académica se interrumpió diez años más tarde, 1879. A la decisión de abandonar la enseñanza por serios problemas de salud, le siguió un largo período de agitados viajes a Suiza, Francia e Italia. A esta etapa –originada tras la ruptura con Wagner y la superación del pesimismo de Schopenhauer- pertenecen sus obras más significativas. El 3 de enero de 1889, estando en Turín, padeció una crisis de locura (causada por la agudización de una enfermedad venérea contraída en su juventud) de la que no logró restablecerse. Vivió la última década de su vida confiado al cuidado de su madre y, más tarde, de su hermana.

Obras: El Origen de la Tragedia (1872); Consideraciones Intempestivas (1876); Humano, demasiado Humano (1878); Aurora (1882); La Gaya Ciencia (1882); Así habló Zarathustra (1883); Más allá del Bien y del Mal, Preludio para una Filosofía del Futuro (1886); La Genealogía de la Moral (1887); El Caso Wagner (1888); El Crepúsculo de los Ídolos (1888); El Anticristo (1888); Ecce Homo (1888).


178 Apolo y Dioniso: el sueño y la ebriedad.

EL PROBLEMA: ¿Qué crea la obra de arte? ¿Cómo nace la tragedia griega?
LA TESIS: En el fondo de toda creación artística hay una polaridad entre el espíritu apolíneo y el espíritu dionisíaco. El primero, fundado en criterios de armonía y de perfección formal, se expresa preferentemente en las artes plásticas. El segundo, negador de cualquier límite, conduce a la exaltación, a la evasión de sí mismo que sólo la gran música o el vino proporcionan. El artista apolíneo interpreta la vida como si fuese un sueño; el dionisíaco vive sin detenerse a interpretar nada, como si estuviese embriagado. Apolo mide, busca la distancia justa de los objetos, los representa libremente pero siempre según unas reglas; en una palabra, intenta comprender la naturaleza. Dioniso acepta el mundo como es y rechaza cualquier distancia: encarna el sí a la vida en su totalidad (incluidos el destino, el dolor y la muerte). Es el dios loco que bebe, baila y ríe. De ambos aspectos necesita el arte, porque el espíritu dionisíaco debe estar moderado por su opuesto. El único momento en la historia de Occidente en el que se dio este estado fue el de la Grecia presocrática, en aquella época de juventud del pueblo griego en la que nació la tragedia. (De El Origen de la Tragedia, como los fragmentos siguientes.)

Apolíneo y dionisíaco son dos aspectos fundamentales de la espiritualidad.

·Habremos dado un gran paso para la ciencia estética cuando lleguemos no sólo a la comprensión lógica, sino también a la inmediata seguridad de la intuición de que el desarrollo del arte está vinculado a la duplicidad de lo apolíneo y lo dionisíaco. Y lo está del mismo modo que la generación depende de la dualidad de los sexos, a través de una constante lucha y de una pacificación que sólo se produce periódicamente.

La condena a toda la historia de la filosofía lleva a Nietzsche a preferir la terminología mítica.

·Hemos tomado en préstamo estos nombres de los griegos, los cuales permiten comprender las profundas doctrinas de su concepción estética no tanto a través de los conceptos como gracias a las figuras incisivamente elocuentes de su Olimpo de dioses.

El espíritu apolíneo se expresa en las artes plásticas; el dionisíaco, en la música.

·De sus dos divinidades artísticas, Apolo y Dioniso, procede nuestro conocimiento de que en el mundo griego existe una enorme contraposición, por orígenes y fines, entre el arte del escultor –que es apolíneo - y el arte no figurativo de la música –o bien el arte de Dioniso-.

El mundo griego halló en la tragedia una síntesis entre ambas tendencias.

·Estos dos impulsos, tan diferentes entre sí, marchan a la par, uno al lado del otro, por lo general en abierto contraste entre sí y estimulándose mutuamente a parir frutos cada vez más vigorosos para perpetuar en ellos la lucha de aquella antítesis que el término general de arte supera sólo en apariencia. Hasta que al final, gracias a una milagrosa intervención metafísica de la voluntad helénica, aparecen juntos, y en ese emparejamiento producen finalmente la obra de arte tanto dionisíaca como apolínea, que es la tragedia griega.

Sueño y embriaguez corresponden a apolíneo y dionisíaco, respectivamente.

·Para aproximarnos más a estos dos impulsos, comencemos por imaginarlos como los mundos artísticos separados del sueño y de la ebriedad; entre estos fenómenos fisiológicos se nota un contraste correspondiente al que subsiste entre lo apolíneo y lo dionisíaco.

El mundo del sueño es a la vez vital e ilusorio.

·La bella imagen de los mundos del sueño, en la producción de los cuales el hombre es un gran artista, es la premisa de todo el arte figurativo y, como veremos, de una importante parte de la poesía. Obtenemos goce de la comprensión inmediata de la figura; todas las formas nos hablan, nada hay de indiferente o superfluo. Sin embargo, a pesar de la máxima vitalidad de esta realidad de sueño, continuamos percibiendo el resplandor de la ilusión: ésta es, al menos, mi experiencia, tan frecuente y asimismo común, que podría aportar diversos testimonios y las opiniones de los poetas.

Que los sueños son la realidad verdadera es algo que ya afirmó Schopenhauer.

·El hombre filosófico alimenta en primer lugar el presentimiento de que también detrás de esta realidad, en la que existimos y vivimos, se oculta una segunda, totalmente diferente, y que también ésa es tan sólo ilusión. Schopenhauer describe, además, el talento natural de algunos a los que de tanto en tanto las cosas y las personas se le manifiestan como simples fantasmas o imágenes de sueño, como el signo de una aptitud filosófica.

El artista apolíneo interpreta la realidad tal como el hombre común interpreta los sueños.

·Pues bien: así como el filósofo se comporta con la realidad de la existencia, así el hombre sensible al arte se comporta con la realidad del sueño: observa atentamente y de buen grado, pues a través de esas imágenes se explica la vida; y a través de esos hechos, se ejercita para la vida. Pero no sólo percibe en sí, en su totalidad, imágenes placenteras y amigas: le pasan por delante también las cosas serias, sombrías, tristes, oscuras, los obstáculos imprevistos, las ironías del destino, las espantosas esperas; es una palabra, toda la Divina Comedia de la vida, Infierno incluido, y no se trata sólo de un juego de sombras (porque él vive y sufre en estas escenas) y en cualquier caso nunca falta aquella fugaz sensación de ilusión. Quizá algunos, como yo, recuerdan en ocasiones que en los peligros y temores del sueño se han puesto a gritar para darse valor, y con éxito: ¡Es un sueño! ¡Quiero seguir soñando!

A Apolo se le atribuían poderes adivinatorios.

·Esta jubilosa necesidad de la experiencia onírica la expresaron los griegos en Apolo: en cuanto dios de todas las energías figurativas, Apolo es al mismo tiempo el dios vaticinador. Él, que según sus raíces es el brillante, la divinidad de la luz, domina también la bella imagen del mundo interior de la fantasía.

La inspiración apolínea nace del acuerdo con la armonía de la naturaleza.

·La verdad suprema, la perfección de estos estados en contraposición a la realidad cotidiana, comprensible de manera incompleta, y también la profunda conciencia de la naturaleza –que en el sueño y en el soñar cura y ayuda-, son la analogía simbólica de la facultad vaticinadora y en general de las artes, gracias a las cuales la vida es posible y en todo digna de ser vivida.

El mundo onírico no es caos, sino libertad creativa. Apolo es luminoso, solar.

·Pero también esa delicada línea de confín, que la imagen onírica no puede atravesar si no es asumiendo un efecto patológico (en caso contrario la imagen nos conduciría al engaño como burda realidad) no puede faltar en la figura de Apolo: esa mesurada línea de demarcación, esa libertad de las emociones salvajes, esa calma plena de sabiduría del dios plasmador. Su ojo debe ser solar, como lo es su origen; aun cuando esté encolerizado o de mal humor, sobre él aletea el aura de la espléndida imagen.


179 Cuando millones se hinquen en el polvo…

EL PROBLEMA: ¿Qué es el espíritu dionisíaco? ¿Cómo debe situarse el hombre respecto de la vida?
LA TESIS: Dioniso es la imagen de la vida, la salud y la juventud. Es instinto, pasión y ebriedad creativa: describe la condición de un hombre aún perfectamente integrado en la naturaleza. Quien experimenta el éxtasis dionisíaco supera el principio de individuación (principium individuationis): es decir, aquella premisa de la vida ordinaria por la cual se es, y uno se siente, un individuo situado en un punto preciso del espacio y del tiempo, bien diferente de los demás individuos y de los objetos del mundo exterior. Nada, sin embargo, hay de externo para quien anula el sentido de sí mismo. El hombre dionisíaco, sea el Superhombre o el loco, el ebrio aturdido por el vino o las drogas, participa de la vida de forma directa y sin mediaciones; superando los límites entre sí mismo y el mundo, retorna a ser una simple parte de la naturaleza, percibiéndose como tal y nada más.

Hay momentos en los que el carácter ilusorio de toda la conciencia se torna manifiesto.

·Schopenhauer ha descrito el inmenso horror que invade al hombre cuando de repente confunde las formas de conocimiento de la aparición, puesto que el principio de la razón, en cualquiera de sus manifestaciones, parece asumir una excepción.

En otros momentos se puede perder la conciencia de la propia individualidad personal.

·Si a este horror se añade el estático arrebato que brota de la más íntima interioridad del hombre –más aun: de la naturaleza- por la misma violación del principium individuationis, echamos entonces una mirada a la esencia de lo dionisíaco, a la que nos aproximamos principalmente a través de la analogía con la ebriedad.

La ebriedad dionisíaca se puede alcanzar a través de las drogas.

·O por influjo de bebidas narcóticas, alabadas por todos los hombres y los pueblos de los orígenes, o por la poderosa proximidad de la primavera, que penetra alegremente a toda la naturaleza, se despiertan esos impulsos dionisíacos, en cuya exaltación lo subjetivo se desvanece en el completo olvido de sí.

Ciertas manifestaciones patológicas ocultan la emergencia de lo dionisíaco.

·También en la Edad Media alemana, batallones cada vez más densos se agitaban bajo el mismo poder dionisíaco, cantando y bailando de pueblo en pueblo: en estos bailes de san Juan y de san Vito reconocemos los coros báquicos griegos.

En el éxtasis dionisíaco se supera la separación con los otros y con la naturaleza.

·Bajo el hechizo de lo dionisíaco no sólo se reafirma el vínculo entre hombre y hombre: también la naturaleza extrañada, hostil o sojuzgada, celebra su fiesta del perdón con el hijo extraviado, el hombre.

La dimensión dionisíaca pone en contacto con las leyes profundas y ocultas de la naturaleza.

·La tierra ofrece espontáneamente sus frutos y los animales feroces de las montañas y de los desiertos se acercan mansamente. El carro de Dioniso está cubierto de flores y guirnaldas: bajo su yugo avanzan el tigre y la pantera. Inmortalícese el Himno a la Alegría de Beethoven en un cuadro, y no nos quedemos cortos en nuestra imaginación: cuando millones se hinquen estremecidos en el polvo, entonces será posible aproximarse a lo dionisíaco.

Dioniso subvierte las reglas sociales, la etiqueta y la buena educación: es el dios de la locura.

·Ahora el esclavo es un hombre libre; ahora, infrínjanse las inflexibles y hostiles limitaciones que la necesidad, el arbitrio o la costumbre descarada han impuesto entre los hombres. Ahora, en el Evangelio de la armonía universal, cada individuo no sólo se siente cerca, reconciliado, fusionado con su prójimo, sino que, además, deviene uno con él.

Dioniso es instinto, vitalidad, alegría de vivir.

·El hombre se presenta cantando y bailando como miembro de una unidad superior: ha olvidado caminar y hablar y está a punto de librarse danzando en el aire. Sus gestos revelan el hechizo. Ahora que los animales hablan y la Tierra da leche y miel, también en él se manifiesta algo sobrenatural: se siente como Dios, se libera estático y exaltado, así como en el sueño veía moverse los dioses.

El artista dionisíaco supera la distancia entre sí y la obra; produce arte con su propia vida.

·El hombre ya no es un artista: se ha convertido en obra de arte. La fuerza estética de toda la naturaleza se revela en los estremecimientos de la ebriedad como máxima satisfacción del Uno originario. Aquí se trabaja la arcilla más preciosa, se desbasta el mármol más preciado –el hombre- y en los golpes del escalpelo del sumo artista dionisíaco retumba el grito de los misterios de Eleusis: ¿Os prosternáis, millones? Y tú, mundo, ¿Sientes la mano de tu creador?


ESPÍRITU DIONISÍACO

Es, en apretada síntesis, el espíritu de la vida que Nietzsche contrapone a la apolínea y mortífera razón. Mientras ésta nace de la huida frente a lo imprevisible de los hechos de la vida real, a los que trata de petrificar con leyes, reglas e interpretaciones varias, lo dionisíaco acepta la vida en todas sus formas, incluido el caos, el azar y la falta de significado. Para Nietzsche, pues, Dioniso y Apolo son, respectivamente, símbolos de vida y muerte, fuerza vital y racionalidad, salud y enfermedad, instinto e intelecto, oscuridad y luz, devenir e inmovilidad, ebriedad y sueño.


180 ¿Sócrates? Un hombre muy enfermo.

EL PROBLEMA: ¿Cómo valorar la pretensión de la filosofía de explicarlo todo racionalmente? ¿Se pueden conciliar racionalidad e instinto?
LA TESIS: La grandeza del hombre griego –y con él, la de la humanidad entera- tuvo su fin cuando la filosofía sustituyó a la tragedia. Mientras esta última representaba la vida en su cruda realidad –sin enmascarar la evidencia de un hombre dominado por fuerzas incontrolables y superiores a él-, a partir de Sócrates prevaleció una actitud de huida respecto a la vida, una patología del espíritu cuyos síntomas son temor e inseguridad psicológica unidos a un absoluto deseo de encontrar explicación racional a cualquier hecho. Con ello, se esterilizó la vitalidad del mundo y de los instintos mediante el uso de la razón. La historia de la filosofía es una penosa vicisitud de progresiva decadencia, marcada por el declive de lo dionisíaco y el absoluto predominio de lo apolíneo. Derribando el orden tradicional de los valores, Nietzsche identifica en la muerte de Sócrates, en su vivo deseo de morir, el primer y más evidente síntoma de esta milenaria enfermedad (la filosofía) que envilece al hombre occidental (De El Crepúsculo de los Ídolos.)

La racionalidad a toda costa es la tara original de la filosofía.

·Sócrates fascinaba: parecía un médico, un salvador. ¿Es preciso demostrar aún el error ínsito en su fe, en la racionalidad a toda costa? Es un autoengaño de los filósofos y moralistas creer haber salido ya de la décadence sólo por hacerle la guerra. La salida va más allá de sus fuerzas: aquel que eligen como medio, como salvación, es él mismo otra expresión de décadence; ellos transforman su expresión, pero por sí solos no la eliminan. Sócrates fue un equívoco; toda la moral de mejora, incluso la cristiana, fue un equívoco…

La historia de la filosofía es decadencia, enfermedad del espíritu.

·La más viva luz del día, la racionalidad a toda costa, la vida luminosa, fría, cauta, consciente, sin instinto y en contraposición a los instintos, fue ella misma tan sólo una enfermedad –otra enfermedad- y no fue en absoluto un retorno a la virtud, a la salud o a la felicidadDeber combatir al instinto, ésta es la fórmula de la décadence: mientras la vida se eleve, felicidad e instinto son la misma cosa.

En el pasado, la filosofía fue una renuncia a la vida. Por eso Sócrates quiso morir.

·¿Ha entendido quizá también esto el más agudo de todos los que se engañan a sí mismos? ¿Se lo ha dicho a sí mismo,  en la sabiduría de su coraje frente a la muerte? (…) Sócrates quiso morir: no fue Atenas, sino él mismo quien se dio la copa de veneno; él obligó a Atenas a entregarle la copa envenenada. Sócrates no es un médico, se dijo por lo bajo a sí mismo: aquí el médico es sólo la muerte… Sócrates fue, durante mucho tiempo, sólo un enfermo.


181 La moral de los vencedores y la moral de los perdedores.

EL PROBLEMA: ¿Cuál es el origen del sentido moral? ¿Los valores éticos son verdaderamente valores?
LA TESIS: Las doctrinas éticas elaboradas por la filosofía siempre se han presentado como sistemas absolutos, universales y suprahistóricos, válidos en todos los tiempos y países. Derribando también en ello los esquemas tradicionales, Nietzsche afronta el problema ético a través de una genealogía –es decir, de un relato del nacimiento y el desarrollo histórico-psicológico- de las doctrinas morales. La ética de la clase aristocrática dominante en la antigua Grecia se fundaba en el valor del individuo, en su calidad como persona, prescindiendo de las conductas efectivamente asumidas. En ese entonces se consideraban virtudes la salud, la juventud, la sexualidad, el orgullo en la propia fuerza y el deseo de dominar expresado sin falsos pudores. Pero esta vital alegría de vivir decayó junto con la aristocracia caballeresca que la había inventado, siendo sustituida por una moral de los esclavos (las éticas filosóficas) y después por el cristianismo, la principal enfermedad psíquica del hombre occidental. Los nuevos valores que se impusieron son los mismos en los que estamos educados: el pudor respecto del cuerpo, la vergüenza sobre la sexualidad, la humildad, el amor a la pobreza, la renuncia a vivir en plenitud, el deseo de muerte. (De Más allá del Bien y del Mal).

Todas las concepciones morales pueden ser reducidas a dos modelos fundamentales.

·Vagando entre las más refinadas y las más toscas morales que hasta ahora han reinado en la Tierra y que reinan aún, he encontrado de manera regular determinados rasgos recurrentes y relacionados entre sí, hasta que por último se me revelaron dos tipos básicos con una diferencia radical.

La moral de los amos y la de los esclavos, pese a contraponerse, pueden coexistir en un mismo período histórico e incluso en un mismo individuo.

·Hay una moral de los amos y otra de los esclavos; agrego de inmediato que en todas las culturas superiores y más mixtas se presentan asimismo intentos de mediación entre ambas morales y, más a menudo, incluso la confusión entre las dos y sus mutuos equívocos (además de su duro paralelismo, en ocasiones incluso en un mismo individuo y en el seno de una misma alma).

La moral de los amos valoriza sus propios valores personales, la ferocidad y el coraje individual.

·Las diferenciaciones morales de los valores han nacido bien bajo una especie dominante –que tomaba conciencia con placer de sus diferencias respecto a sus súbditos- o bien bajo los súbditos –los esclavos y los sometidos de cualquier tipo-. En el primer caso, cuando son los dominadores quienes determinan el concepto de bueno, se perciben como distintivos y determinantes los estados elevados e intrépidos del alma. El hombre noble separa de sí a las criaturas en las que se manifiesta lo contrario de similares estados elevados e intrépidos: los desprecia.

Para el noble dominante, bueno es lo que es fuerte y malo lo que es débil.

·Nótese que en esta primera moral el contraste bueno y no bueno significa noble y despreciable: el contraste bueno y malo tiene otro origen. Se desprecia al vil, al temeroso, al mezquino, a aquel que piensa en la limitada utilidad; del mismo modo el desconfiado, con su mirada taimada, aquel que se humilla, la especie de los seres humanos -perros que se dejan maltratar, el adulador mendigo, sobre todo el mentiroso: fe basilar de todos los aristócratas es la de que el pueblo vil miente. Nosotros, los auténticos, así es cómo se llamaban a sí mismos los nobles en la antigua Grecia.

Las primeras concepciones éticas colocaban en el centro la calidad del individuo, y no sus acciones.

·Es sabido que, en todas partes, las definiciones de valor moral fueron primero atribuidas a los seres humanos y sólo más tarde a las acciones, motivo por el cual es un grave error que los historiadores de la moral inicien el camino a partir de interrogantes tales como: ¿Por qué ha sido alabada la acción compasiva?

En la moral de los amos, el individuo es la fuente de valores.

·La especie de los hombres nobles se siente a sí misma como determinante de valores: no necesita hacerse llamar buena, ella piensa que lo que me condena es de por sí condenable, sabe que es el elemento que confiere el primer valor a las cosas, es creadora de valores. Honra todo lo que sabe de sí: una moral de este tipo es autoglorificación.

La ética del amo también puede ser compasiva y filantrópica.

·En el fondo existe la sensación de plenitud, de poder que quiere desbordarse, la felicidad de la máxima tensión, la conciencia de una riqueza que querría dar y reponer: también el noble ayuda al infeliz, pero no –o casi no- por compasión, sino más bien por un impulso generado por la sobreabundancia de poder…

La moral de los esclavos es pesimista, escéptica, sometida.

·Muy distintas son las cosas con el segundo tipo de moral: la moral de los esclavos. Puesto que los violentados, los oprimidos, los que sufren, los prisioneros, los inseguros y los agotados hacen moral, ¿Cuál será el elemento común a sus valoraciones morales? Probablemente hallará expresión una sospecha pesimista hacia la situación humana en su conjunto, quizá una condena del ser humano y de su situación. Los esclavos no ven con buenos ojos las virtudes de los poderosos: su mirada es escéptica y desconfiada, posee una sutil desconfianza hacia todo bien venerado en el mundo de los poderosos, quisiera convencerse de que, allí, incluso la felicidad es falsa.

Piedad y compasión son los valores de la ética servil.

·Se ponen en evidencia y se iluminan, por el contrario, las características que sirven para facilitar la existencia de los que sufren: he aquí que se exaltan la compasión, la mano generosa y dispuesta a ayudar, el corazón tierno, la paciencia, la laboriosidad, la humildad, la cordialidad, pues en este caso son las características más útiles y casi el único remedio para soportar la opresión de la existencia.

La moral de los esclavos prescribe acciones buenas y malas. Concierne a las conductas, no a los individuos.

·La moral de los esclavos es, esencialmente, una moral utilitaria. Aquí reside el centro de radiación de esos famosos contrarios, bueno y malo: en el mal se siente el poder y la peligrosidad, un cierto espanto, sutileza y fuerza que no consienten que aflore el desprecio.


GENEALOGÍA DE LA MORAL

Las doctrinas éticas del pasado siempre habían visto en los valores morales un sistema absoluto y universal, independientemente del período histórico y del lugar geográfico (véase 141). La hipótesis genealógica de Nietzsche sugiere en cambio la posibilidad de desarrollar una historia de los valores morales percibiendo su nacimiento en determinadas condiciones histórico-sociales. El efecto es, obviamente, una relativización de los valores mismos, que desvela el contenido humano (demasiado humano, según Nietzsche) que está en la base.

MUERTE DE DIOS

El anuncio de la muerte de Dios, el núcleo de la reflexión de Nietzsche, indica el progresivo declive en la cultura del hombre moderno de todas aquellas filosofías, religiones e ideologías, que en el pasado cumplían la tarea de ilusionarlo y consolarlo. El Superhombre, el hombre que es capaz de resistir psicológicamente este hecho, ya no tiene necesidad de ilusiones tranquilizadoras porque acepta la vida con espíritu dionisíaco en su intrínseco caos y ausencia de sentido.

NIHILISMO

Nietzsche distingue diversas acepciones de este término. El nihilismo pasivo indica la nulificación de lo humano producida por la filosofía y el cristianismo, las dos mayores perversiones –auténticas patologías del espíritu- producidas por la historia de Occidente. El nihilismo activo y positivo indica, por el contrario, la capacidad del Superhombre para aceptar la dimensión de la nada, de la falta de objetivo y de sentido como esencia de la vida.

SUPERHOMBRE

Sintetizando la ambigua exposición de Nietzsche, el Superhombre es aquel que: 1) Acepta la muerte de Dios; 2) Conduce su existencia con espíritu dionisíaco; 3) Supera la angustia del curso del tiempo viviendo una vida bajo la enseña del eterno retorno; 4) Se sitúa frente al mundo en una actitud de voluntad de poder –es decir, no se deja determinar por objetividad alguna, sino que asigna a los objetos el significado que más le agrada-.


182 Dios ha muerto. ¡Lo hemos matado nosotros!

EL PROBLEMA: ¿En qué consiste la fe religiosa? ¿Es útil o es perjudicial?
LA TESIS: El gran acontecimiento de la historia de la humanidad no es el nacimiento de Cristo, sino la muerte de Dios. Nietzsche alude a un hecho histórico concreto: a partir de la Ilustración se profundizó progresivamente la secularización de la cultura europea. El hombre se hizo adulto y comenzó a vivir sin sentir necesidad de cuentos infantiles. Es cierto que la crisis nihilista de los valores tradicionales vinculados a la religión ha dejado un vacío, una sensación de crisis nada fácil de resolver, pero no hay duda de que la necesidad de Dios ya es menor en la conciencia del hombre moderno. Dios ha muerto porque los hombres lo han matado, y ésta es la premisa de un rescate de la época, de una mutación del género humano que concluirá con el advenimiento del Superhombre. En efecto, el cristianismo era lo más pernicioso y pervertido que los hombres pudieron inventar. ¿Qué ha hecho el cristianismo sino defender todo lo que es nocivo para el hombre? Ha envenenado el espíritu humano predicando la humildad contra el orgullo, la castidad contra el instinto, la compasión y el amor contra el dominio y la fuerza. La religión (todas las religiones) es un vicio. El protagonista del diálogo imaginado por Nietzsche, el loco, representa al propio filósofo. En realidad no está loco en absoluto, sino que así lo consideran los interlocutores por la rareza de su mensaje. (De La Gaya Ciencia.)

La linterna encendida a la luz del día alude a la anécdota de Diógenes, quien <buscaba al hombre> por las calles de Atenas.

·EL LOCO: ¿Habéis oído lo de ese loco que encendió una linterna a la clara luz de la mañana, corrió al mercado y se puso a gritar: <¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!>? Y puesto que allí se hallaban muchos que no creían en Dios, provocó grandes carcajadas. <¿Es que se ha perdido?>, dijo uno. <¿Se ha extraviado como un niño?>, añadió otro. <¿O tal vez está escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado?>, gritaban todos en una gran confusión.

La muerte de Dios es un asesinato cometido por los hombres.

·El loco saltó en medio de éstos y los traspasó con su mirada: <¿A dónde ha ido Dios?>, gritó. <¡Os lo voy a decir. Hemos sido nosotros quienes lo matamos: ¡Vosotros y yo! ¡Somos nosotros sus asesinos! Pero, ¿Cómo lo hemos hecho?>

La pérdida del horizonte representa la disolución de los valores.

·¿Cómo hemos podido vaciar el mar bebiéndolo hasta su última gota? ¿Quién nos dio la esponja para borrar todo el horizonte?

La Tierra desvinculada del Sol indica el declive de cualquier punto firme, el derrumbe de todos los valores tradicionales.

·¿Qué hicimos para liberar a esta Tierra de la cadena del Sol? ¿Dónde se mueve ahora? ¿Dónde nos movemos nosotros? ¿Fuera de todos los soles? ¿No es la nuestra una eterna caída? ¿Atrás, al costado, adelante, por todos lados?

La larga serie de preguntas indica el extravío, la condición crítica del hombre contemporáneo.

·¿Existe aún un arriba y un abajo? ¿Acaso no estaremos vagando a través de una infinita nada? ¿No sopla sobre nosotros el espacio vacío? ¿No se ha tornado más frío? ¿No queda sino llegar la noche, siempre la noche? ¿No debemos encender la linterna en la mañana? Del estrépito que hacen los sepultureros mientras entierran a Dios, ¿No oímos nada? ¿No olemos todavía el hedor de la divina putrefacción? ¡Hasta los dioses se descomponen! ¡Dios ha muerto! ¡Dios sigue muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos nosotros, los asesinos de todos los asesinos? Cuanto había de más sagrado y más poderoso en el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos; ¿Quién limpiará de nosotros esta sangre? ¿Con qué agua podremos lavarnos?

Matando a Dios, los hombres sustituyen a la divinidad.

·¿Qué ritos expiatorios, qué juegos sagrados deberemos inventar? ¿No es, para nosotros, demasiado grande el tamaño de esta acción? ¿No deberíamos nosotros mismos convertirnos en dioses, para parecer al menos dignos de ella?

El asesinato de Dios es un explosivo hecho histórico.

·Nunca hubo una acción más grande: ¡Todos los que vengan después de nosotros pertenecerán, en virtud de esta acción, a una historia más elevada de cuanto lo han sido todas las historias habidas hasta hoy!

La dimensión cósmica indica la importancia del advenimiento.

·En este punto, el loco calló y dirigió de nuevo su mirada a su auditorio: también éste callaba y lo observaba con asombro. Por último, arrojó violentamente al suelo su linterna, que se rompió y apagó. <He llegado demasiado pronto, muy pronto: ¡Aún no es mi tiempo! Este enorme advenimiento está todavía en la calle, haciendo su camino; no ha llegado aún a oídos de los hombres>.

Aunque han matado a Dios, los hombres no lo saben todavía.

·Rayo y trueno requieren su tiempo; la luz de las constelaciones necesita su tiempo; las acciones necesitan su tiempo, aún después de haber sido cumplidas, para que sean vistas y escuchadas. Esta acción está más lejos de ellos que las más lejanas constelaciones, y sin embargo son ellos quienes la han cumplido.

La muerte de Dios implica, obviamente, la decadencia de todas las iglesias.

·Se cuenta que aquel mismo día el loco irrumpió en varias iglesias, y que entonó en ellas su Requiem Aeternam Deo. Expulsado de ellas e interrogado después, se dice que el loco se limitó a responder: <¿Qué otra cosa son estas iglesias, sino las fosas y los sepulcros de Dios?>


183 El sentido de la Tierra es el Superhombre.

EL PROBLEMA: ¿Es posible el nacimiento de un hombre nuevo, cualitativamente superior?
LA TESIS: Matar a Dios significa liberarse de las cadenas del mundo sobrenatural, ser capaces de vivir sin falsas esperanzas (la inmortalidad del alma, el Paraíso), aceptando con alegría la vida en su totalidad, incluida la muerte. Esto significa permanecer ligados a la Tierra: el hombre nuevo es aquel que, lejos de querer comprender el significado del mundo, logra imponer al mundo sus significados. Como Protágoras (véase 20), también Nietzsche afirma que el hombre, (El Superhombre) es la medida de todas las cosas, porque de él, de su voluntad de poder, asume cada cosa su sentido. De ello derivan todas las características del Superhombre que Nietzsche enumera en este pasaje, en el que la agudeza del pensamiento va acompañada de una fuerte ambigüedad. El Superhombre está más allá de la racionalidad, desprecia todo valor ético, vive de modo dionisíaco, reconoce el engaño ínsito en todas las filosofías, percibe el paso del tiempo como eterno retorno. El hombre actual es sólo una fase del tránsito, una cuerda tendida sobre una vorágine, entre la bestia que lo ha originado y el Superhombre hacia el que tiende. (De Así habló Zarathustra.)

La distancia que separa al Superhombre del hombre es similar a la que divide al hombre del mono.

·Y así habló Zarathustra al pueblo: <Yo os enseñaré qué es el Superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo? Todos los seres, hasta hoy, han creado algo que iba más allá de ellos mismos, y vosotros en cambio queréis ser la marea baja de esta gran oleada y volver a ser bestias antes que superar al hombre. ¿Qué es el mono para el hombre? Algo que hace reír o que provoca un doloroso sentimiento de vergüenza. Lo mismo será el hombre para el Superhombre: motivo de risa o de dolorosa vergüenza.

El tránsito a la condición de Superhombre implica un salto evolutivo, un cambio profundo de la naturaleza humana.

·Habéis recorrido el camino que va del gusano al hombre, pero todavía resta en vosotros mucho de gusano. Una vez fuisteis monos, y también hoy el hombre es más mono que cualquier mono del mundo. Hasta el más sabio de entre vosotros no es más que un ser híbrido, a medias entre la planta y el espectro. ¿Acaso es esto lo que os ordeno ser? ¿Fantasmas o plantas? ¡Mirad: yo, por el contrario, os enseño a convertiros en Superhombres! El Superhombre, he ahí el verdadero sentido de la Tierra. Que vuestra voluntad diga: que el Superhombre se convierta en el sentido de la Tierra.

La Tierra y sus valores deben sustituir a Dios y a las religiones.

·¡Os lo suplico, oh hermanos, sed fieles a la Tierra y no creáis en quienes os hablan de esperanzas ultraterrenas! Son manipuladores de venenos, lo sepan o no. Menosprecian la vida, son unos moribundos, unos envenenados de los cuales la Tierra está cansada. ¡Que se vayan en paz! Tiempo atrás, el pecado contra Dios era el peor sacrilegio, pero hoy Dios ha muerto, y por eso han muerto también estos seres sacrílegos. Pecar contra la Tierra, he ahí lo más terrible que se pueda hacer hoy; ¡Estimar más las vísceras de lo inescrutable que el sentido de la Tierra!

La Tierra es, antes que nada, el cuerpo, que la tradición filosófica opone al alma.

·Antes, el alma miraba con desprecio al cuerpo y entonces ese desprecio era lo más elevado: ella deseaba que fuese magro, hambriento y horrible. Pensaba que de ese modo evitaba al cuerpo y a la Tierra. ¡Oh, el alma era ella misma horrible, magra y hambrienta, y la alegría de aquella alma era la crueldad!

Invirtiendo la tradición, es preciso escuchar la voz del cuerpo, de la naturaleza y de los instintos.

·Decidme también vosotros, hermanos míos, ¿Qué os dice el cuerpo a propósito de esta vuestra alma? ¿No es ella pobreza, suciedad y un miserable bienestar? En verdad, el alma no es más que un sucio río. Hay que ser mar para acoger en sí un río tan sucio sin volverse impuro.

El Superhombre concibe todo a lo grande: es grande hasta en el pecado y en el desprecio.

·Pues bien: yo os enseñaré a convertiros en Superhombres. El Superhombre es precisamente ese mar en el que vuestro gran desprecio se puede perder. ¿Cuál es la mayor experiencia que podéis tener? La hora del gran desprecio. La hora en la que vuestra felicidad os dará náuseas, y también vuestra razón y vuestra virtud.

El Superhombre desprecia la búsqueda de la felicidad.

·Es la hora en que diréis: <¡Qué me importa mi felicidad! Ella no es sino pobreza y suciedad y un miserable bienestar. Pero mi felicidad debería justificar mi propia existencia>.

El Superhombre supera la dimensión racional.

·Es la hora en que diréis: <¡Qué me importa mi razón! ¿Tiene ella acaso hambre de saber,  como el león de alimento? ¡Ella es pobreza, suciedad y un miserable bienestar!>.

El Superhombre vive más allá del sentido moral.

·Es la hora en que diréis: <¡Qué me importa mi virtud! Aún no me ha tornado airado. ¡Cuán cansado estoy de mi Bien y de mi Mal! ¡Todo ello es pobreza y suciedad, y un miserable bienestar!>.

El Superhombre rechaza la justicia, la compasión, la piedad.

·Es la hora en que diréis: <¡Qué me importa mi justicia! No veo aún que me haya vuelto llama ardiente y carbón!> Es la hora en que diréis: <¡Qué me importa mi compasión! ¿No es la piedad la cruz en la que fue clavado el que amó a los hombres? Pero mi piedad no es una crucifixión>.

El Superhombre ama los excesos incluso en el pecado; acepta la locura del acto creativo.

·¿Ya habéis hablado así? ¿Gritado así? ¡Ay de mí, si nunca os hubiese oído gritar de ese modo! ¡No es vuestro pecado, no, sino que es vuestra moderación la que clama venganza al cielo, la avaricia que conserváis en vuestros propios pecados! ¿Dónde está el relámpago que debe lameros con su lengua? ¿La locura con la que debéis ser vacunados? Pues yo os enseño a convertiros en Superhombres: ¡Ellos son ese relámpago, ellos son esa locura!>.

El hombre se halla actualmente en una incierta situación de tránsito.

·Cuando así hubo hablado Zarathustra, una voz de la multitud gritó: <¡Ya hemos escuchado bastante al virtuoso, ahora queremos verlo!> Y el pueblo rió de Zarathustra. Pero el funámbulo, que creía que esas palabras se dirigían a él, se puso a actuar. Zarathustra, sin embargo, miró al pueblo y se asombró. Después, habló de este modo: <El hombre es una cuerda anudada al animal y al Superhombre, una cuerda tensada sobre el abismo. Un peligroso ir de un lado al otro, una peligrosa mitad del camino, un peligroso mirar atrás, un peligroso temblar y estar detenido.

Si existe un abismo a recorrer, entonces el hombre es el puente entre las dos orillas.

·Aquello que hay de grande en el hombre es que es un puente y no un fin: lo que se puede amar en el hombre es que él es un tránsito y una caída.

Atravesar este abismo implica un riesgo personal.

·Yo amo a quienes no saben vivir aun cuando éstos sean los que caen, porque ellos son los que atraviesan.

La destrucción del pasado es necesaria para la edificación del futuro. El Superhombre no cree en ningún más allá.

·Yo amo a los grandes despreciadores porque son los grandes adoradores, son saetas de nostalgia hacia la otra orilla. Yo amo a quienes no sólo detrás de las estrellas buscan una razón para sacrificarse e ir al fondo, sino que se sacrifican por la Tierra para que ésta sea  un día propiedad del Superhombre.

El Superhombre vive, conoce y trabaja con el fin de su propio perfeccionamiento; y, por tanto, se niega en su estado actual.

·Yo amo a aquel que vive para conocer y al que quiere conocer para que un día el Superhombre pueda vivir. Y así, quiere su propia destrucción. Yo amo a aquel que trabaja e inventa para construir la casa del Superhombre y preparar para él la Tierra, el animal y la planta, porque haciendo eso quiere su propia destrucción.

El Superhombre extrae de sí mismo los valores morales.

·Yo amo al que ama su virtud, porque la virtud es voluntad de destrucción y saeta de la nostalgia. Yo amo al que no guarda en sí ni una gota de su espíritu; al contrario, quiere ser enteramente el espíritu de su propia virtud, y así pasará como espíritu sobre el puente.

El Superhombre supera y critica el concepto mismo de valor moral.

·Yo amo al que de su propia virtud hace su propia inclinación y su destino: así, por amor a su virtud, querrá seguir viviendo y, al mismo tiempo, dejar de vivir. Yo amo al que no quiere tener muchas virtudes. Una virtud vale más que dos virtudes, porque ella es doblemente un nudo al que se ata el destino.

El Superhombre derriba el modo normal de pensar. Para alcanzar esta condición, es preciso destruir lo que actualmente se es.

·Yo amo al que desprecia su propia alma, al que no quiere agradecimientos y al que no restituye nada, porque él da siempre y nada quiere guardarse. Yo amo al que se avergüenza cuando el dado cae a su favor y se pregunta: ¿Acaso soy un tahúr?, pues él desea llegar hasta el fondo. Yo amo al que lanza palabras de oro ante sus acciones y mantiene siempre más de lo que ha prometido, porque él desea su propia destrucción.

El Superhombre vive en el presente, en la realidad. Rechaza a Dios y se hace instrumento de transición hacia una humanidad superior.

·Yo amo al que justifica a los que vendrán y absuelve a los que han desaparecido, porque él quiere ir al fondo a causa de los hombres del presente. Yo amo al que castiga a su propio Dios porque lo ama, pues él perecerá por la cólera de su Dios. Yo amo a aquel cuya alma permanece profunda aun en la herida y puede ser destruido hasta por un pequeño hecho, porque así irá de buenas ganas al otro extremo del presente.

La renovación hacia el Superhombre implica la voluntaria negación del hombre actual.

·Yo amo a aquel cuya alma es muy rica, tanto que se olvida de sí mismo y de todas las cosas que son en él. De este modo, todas las cosas se convertirán en su destrucción. Yo amo al que es libre de espíritu y de corazón, porque su cabeza será la víscera de su corazón; su corazón, sin embargo, lo empujará a la ruina.

El anuncio del Superhombre.

·Yo amo a todos aquellos que son como pesadas gotas que caen una a una de una negra nube sobre el hombre: ellos anuncian que está por llegar el rayo y perecen como anunciadores. Ved: yo soy un anunciador del rayo, soy una de esas gotas que caen de la nube. Ese rayo se llama Superhombre>.


184 Vivir como si todo hubiese de retornar.

EL PROBLEMA: ¿Se puede cambiar la percepción psicológica del paso lineal del tiempo?
LA TESIS: En una página de Ecce Homo, Nietzsche cuenta cómo se le apareció de repente la fulgurante intuición de la doctrina del eterno retorno, el más profundo de todos sus pensamientos, un día de agosto de 1881, mientras recorría un sendero de montaña. Si el hombre contemporáneo fuese capaz de retornar a la mentalidad arcaica pre-cristiana y de anular el sentido de linealidad del tiempo, habría por fin dado el paso más grande en el camino de la superación hacia el Superhombre. Si todo estuviese destinado a repetirse infinitas veces cíclicamente, del mismo modo la vida no sería ya una cadena de hechos irreversibles, la muerte dejaría de ser el fin de todo y la psique dejaría de estar dominada por la angustiosa, apremiante necesidad de optimizar el tiempo que nos es concedido. En síntesis: Superhombre es aquel que vive como si todo hubiese de retornar.

Si el tiempo tuviese una estructura cíclica, todo volvería a presentarse infinitas veces del mismo modo.

·Qué sucedería si, un día o una noche, un demonio te rozara furtivo en la más solitaria de tus soledades, y te dijera: <Esta vida, como tú ahora la vives y hasta ahora la has vivido, tendrás que vivirla una y otra vez en innumerables veces, y no habrá en ella nada nuevo; cada dolor y cada placer y cada pensamiento y suspiro y cada cosa indeciblemente pequeña y grande de tu vida, deberá retornar a ti, y todas en la misma secuencia y sucesión; y así, esta araña y esta luz de luna entre las ramas y así este instante y yo mismo. La eterna clepsidra de la existencia es siempre vuelta del revés y tú con ella, ¡Mota de polvo!>.

La pérdida del sentido lineal e irreversible del tiempo supondría una revolución en la psicología humana.

·¿No te revolcarías en el suelo, no te castañetearían los dientes, no maldecirías al demonio que así te ha hablado? ¿O bien has vivido por una vez un instante inmenso, en el que ésta habría sido tu respuesta: <Eres un Dios y jamás escuché algo más divino>?

El hombre común huye espantado de la idea del eterno retorno. El Superhombre la acepta con alegría.

·Si ese pensamiento se apoderase de ti, tal cual eres ahora, te haría sufrir una metamorfosis y quizá te trituraría. <¿Quieres tú esto una y otra vez, innumerables veces?>. Esta pregunta, referida a cualquier suceso, pesaría sobre tu conducta como el más grande de los pesos. O bien, ¿Cuánto deberías amarte a ti mismo y a la vida, para no desear ninguna otra cosa que esta última y eterna sanción?


ETERNO RETORNO

Partiendo de la idea de una estructura cíclica del tiempo basada en la asunción de la total racionalidad del mundo, los estoicos llegaron a la conclusión de que cada ciclo temporal debía de nacer y desarrollarse del mismo modo que el anterior. Nietzsche retoma esa idea: si en un proceso de fases recurrentes nada sucede por casualidad, todo debe repetirse exactamente.



 TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO