El estructuralismo no es propiamente una doctrina filosófica, sino una orientación metodológica, una atmósfera interdisciplinaria que se impuso en los años sesenta y setenta del s. XX en diversas áreas científicas: crítica literaria (R. Barthes), filosofía marxista (L. Althusser), psicoanálisis (J. Lacan), historiografía (F. Braudel), crítica de las instituciones (M. Foucault), psicología de la evolución y epistemología genética (J. Piaget). Como se desprende de la lista de autores citados, el movimiento estructuralista fue un fenómeno principalmente francés, del mismo modo que también fue francesa la fase crítica, llamada postestructuralista (o deconstructivista) que la siguió (J. Derrida).
La tesis fundamental del estructuralismo, de la que se deriva que se le haya acusado frecuentemente de antihumanismo, afirma la <prioridad del sistema sobre el hombre y la mujer>. El individuo es un ser condicionado por las estructuras que lo controlan: el lenguaje, las formas de la economía, del matrimonio, del juego, del arte, y así sucesivamente. Cada una de sus expresiones está predeterminada y, por consiguiente, sólo es libre en apariencia. Además, según los estructuralistas, el número de estas estructuras dominantes es relativamente reducido y, en cualquier caso, determinable con considerable detalle. De forma análoga a la tarea desarrollada por F. de Saussure en el campo de la lingüística, Lévi-Strauss señaló la existencia de un determinado número, finito y teóricamente delimitable, de tipos estructurales que organizan la espiritualidad humana: <El conjunto de hábitos de un pueblo se caracteriza siempre por un estilo; éste forma sistemas. Estoy convencido de que el número de estos sistemas no es ilimitado. Si se realizara un inventario de todos los hábitos observados, los imaginados en los mitos, los evocados en los juegos de los niños y de los adultos, de los sueños y de las conductas psicopatológicas, obtendríamos una especie de tabla periódica de las estructuras similar a la de los elementos químicos>.
Una segunda acusación, a propósito de la actitud antihistoricista, procede sobre todo de la cultura marxista: según ésta, el estructuralismo infravalora la dimensión histórica de los fenómenos y sólo centra su atención en los procesos de sincronía, con la consiguiente transformación de la historia en un conjunto discontinuo de estados heterogéneos entre los que ya no es posible instaurar relaciones. En otras palabras: desde el punto de vista estructural se tiende a interpretar la realidad en términos no evolutivos; efectivamente, el estructuralismo no niega la existencia del devenir (-->) ni discute en absoluto la biología evolucionista darviniana (--> Evolucionismo), pero centra toda su atención en la realidad de los sistemas en una determinada unidad de tiempo.
En el nacimiento del estructuralismo tuvieron especial importancia los estudios de lingüística, mientras que en su desarrollo (que en los años setenta del s. XX alcanzó las características de una auténtica moda social) influyó muy especialmente la antropología estructural de Claude Lévi-Strauss.
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO