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AGONISMO



El historiador de la filosofía J. Huizinga demostró (Homo ludens, 1938) que los juegos y las competiciones son un fenómeno universal presente en cualquier civilización. Sin embargo, según admite el mismo autor, ninguna cultura ha desarrollado un amor tan intenso por la competición como la griega, hasta convertirla en una filosofía y en un estilo de vida. Este clima agonístico general que acompañaba todos los aspectos de la vida del hombre griego no implicó sólo el nacimiento del deporte (una invención sin precedentes del espíritu helénico), sino que influyó también en la esfera intelectual. Otro gran estudioso del helenismo, J. Burckhardt, tras haber individualizado la competitividad como el elemento más destacable de la cultura griega, observó que esta actitud surge alrededor del s. VI a.C., justamente en el mismo período en que nació la filosofía. Como ya subrayó el orador Isócrates en el s. V, <en nuestra tierra es posible asistir a competiciones de velocidad y de fuerza, pero también a certámenes de palabras y de razonamiento, y también en estas competiciones se establecen los premios más valiosos>. El evidente espíritu agonístico que animaba los debates públicos entres los filósofos (a los que asistían verdaderas hinchadas) impulsó el uso de la terminología de las competiciones atléticas también en el ámbito intelectual: Demócrito, por ejemplo, recibió el apodo de pentathlos por la versatilidad de su ingenio y la universalidad de su pensamiento y de sus intereses.

Aunque el ejemplo más conocido, al que alude Isócrates, sea la transformación en espectáculo de la práctica filosófica realizada por los sofistas (-->), en realidad la cultura griega estuvo caracterizada por un elevado nivel de competitividad en todas las áreas del saber. Este rasgo tan peculiar del espíritu griego radicaba en una teoría precisa que, aunque sólo fuese formulada explícita y completamente por algunos filósofos (Heráclito y Empédocles), explicaba de todas formas una convicción general: <lo que está vivo lo está únicamente debido a un contraste>; lo que en su interior no presenta ninguna contradicción, está muerto.

Esta valorización sistemática del espíritu deportivo influyó en todas las ciencias: la medicina hipocrática consideraba la salud de un cuerpo como el fruto de un equilibrio de humores (-->), así como la política democrática consideraba que la salud de la polis (-->) no se basaba en la eliminación de los contrastes entre los ciudadanos (partidos), sino en su composición en el seno de un equilibrio inestable y fructífero.

Los aforismos de Heráclito se deben leer a partir de esta perspectiva: cuando afirma que <todas las cosas nacen o mueren únicamente debido al contraste> o bien que <la guerra es la madre y la reina de todas las cosas>, está diciendo que el agonismo es un producto de la vida misma. A partir de esta perspectiva, la guerra es la lucha de los contrarios que genera el devenir: el calor se opone al frío, lo húmedo a lo seco, el día a la noche. Donde no hay lucha, tampoco hay vida: los contrarios pueden dar lugar a una forma de armonía sólo si compiten mutuamente. <Si no existiese la ofensa, no se conocería el concepto de justicia>: esto significa que el amor y el odio (que deben entenderse como fuerzas naturales y no como fenómenos psicológicos) son necesarios, porque en el agonismo entre los dos principios queda bien expresada una fuerza cósmica con la que el hombre debe necesariamente sintonizar.


TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO