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PASIONES DEL ALMA




La clara distinción entre mente y cuerpo (Res Cogitans/Res Extensa: -->) característica de la metafísica dualista de Descartes complicó sobremanera el tema de las emociones. Los sentimientos, ya sean los <violentos> como el amor y el terror, ya sean aquellos más sutiles como la nostalgia¿no ofrecen acaso la certeza de una relación íntima entre la dimensión espiritual y la física? El filósofo dedicó un ensayo específico a la confutación de esta objeción (La pasiones del alma, 1649). Según Descartes, las pasiones asumen un papel importante en la conservación del ser viviente; de hecho, su función es hacer patente al alma (la conciencia) el estado de bienestar (o de malestar) en que se halla el cuerpo. El instrumento fisiológico con que se realiza esta interrelación entre alma y cuerpo procede del espíritu vital (--> Pneuma) que se genera en el corazón tras una depuración de la sangre, circula por todo el cuerpo atravesando nervios (según Descartes, pequeños tubos) e interactúa con el alma a través de la renombrada glándula pineal (-->). Si se prescinde de esta arcaica medicina pneumática, el discurso de Descartes resulta tremendamente moderno: por primera vez, de hecho, las emociones son ubicadas en un contexto fisiológico y, por ende, llegan a ser objeto de un análisis científico.


La <cólera> es un estado físico en que los espíritus vitales están más agitados que de costumbre, y el <miedo> es aquel en que los espíritus están más enrarecidos (como lo demuestran, respectivamente, el rubor y la palidez del rostro). Por el contrario, alegría y amor se verifican mediante un estado saludable y enérgico del espíritu pneumático, fruto de una sangre pura y bien templada.


Por su naturaleza eminentemente informativa, las emociones pueden reducirse a dos principales: la alegría, que indica al individuo lo útil y lo agradable, y la tristeza, que le advierte de aquellas cosas que son nocivas. De esta polaridad fundamental derivan todas las pasiones secundarias: la tristeza se convierte en odio cuando logra detectar la causa del mal; la alegría da origen al amor cuando se relaciona con una persona determinada; el deseo es la anticipación de una alegría y resulta útil porque impulsa al individuo hacia aquello que es benéfico; la admiración es la señal de una potencial fuente de alegría, etc.


Descartes resuelve la cuestión fundamental de si las pasiones pueden condicionar el pensamiento intelectivo recurriendo a los términos de afección (patología). Las emociones influyen en la inteligencia sólo de forma negativa, pues disminuyen su eficiencia y entorpecen el trabajo. Esenciales para poder vivir como orientación hacia el <instinto de supervivencia>, éstas se muestran como una enfermedad respecto a la racionalidad.


Por tanto, el hombre o mujer cartesiano debe poseer un completo control de las propias propensiones emotivas porque su efecto siempre se manifiesta, en el nivel intelectivo, en una disminución de las capacidades de juicio. Esto es tan cierto que, cuando somos presa de cualquier pasión, es muy difícil usar al máximo la razón; para conseguirlo es necesario <calmarse>: es decir, abandonar la propensión emocional.




TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO

PROFUNDIZACIÓN PASIONES DEL ALMA