Según la doctrina del <alma del mundo>, el Universo físico debe de ser considerado como un ser vivo dotado de órganos, de movimientos y, por consiguiente, también de un alma (-->). El mundo es un gran animal que comprende en su interior a otros animales (los cuerpos celestes, el Sol, la Luna, los planetas), dentro de los cuales existen, a su vez, otras muchas formas animales (entre ellas, los seres humanos).
Esta idea, que estaba ya presente en las antiguas tradiciones míticas y en el pensamiento oriental, fue introducida en la historia de la filosofía por el Timeo de Platón, quien la consideró una consecuencia necesaria de la analogía entre microcosmos y macrocosmos. En efecto, si el hombre o la mujer y el Universo son estructuralmente parecidos, entonces hay que admitir que existen algunos rasgos propios de la humanidad (la vida, el alma e incluso el pensamiento) también en el Universo.
Como sucede a menudo con las ideas más sencillas y antiguas, la noción de alma ha resurgido en numerosas ocasiones a lo largo de la historia del pensamiento, adaptándose al contexto de cada momento. Los estoicos (--> Estoicismo) la identificaron con el pneuma (-->) cósmico, la fuerza divina que gobierna el Universo entero. Plotino recuperó la noción en el seno de su sistema, convirtiendo el alma del mundo en una de las hipóstasis del Ser, la segunda emanación intermedia entre el Dios-Uno y el mundo material.
En el pensamiento cristiano (en particular en el de la escuela de Chartres), el alma del mundo fue comparada al Espíritu Santo, pero fue principalmente en el pensamiento mágico (o sea, en el Renacimiento) donde la noción alcanzó mayor fortuna, convirtiéndose en el fundamento de la idea de simpatía universal (-->) que justificaba la práctica de la alquimia y de los hechizos. En la mentalidad del Renacimiento, todo está relacionado con todo porque cada cosa es sólo una pequeña parte del Universo. Aunque no pueda darse cuenta, el hombre y la mujer están correlacionados con la totalidad del cosmos, al igual que el pie no es consciente de formar parte de un cuerpo.
Así pues, equiparando los fenómenos de la fertilidad vegetal con los de la fecundidad animal (y aboliendo todas las distinciones entre química y biología), el Renacimiento concibió la Tierra como un gran animal donde las plantas serían los <pelos>; los bosques, el <cabello>; la madera, los <huesos>; los ríos subterráneos, las <venas>; el agua sería la <sangre>; las cavernas serían equiparables al <útero> del mundo, donde nacen las gemas y los minerales. De este modo, los alquimistas concibieron la producción de oro como una simple aceleración de las leyes de la naturaleza.
La ciencia moderna despreció el concepto de alma del mundo por considerarlo una forma de antropomorfismo (-->), pero la época romántica la incorporó dentro de la filosofía de la naturaleza (--> Finito/infinito). Schelling (Sobre el alma del mundo, 1798) utilizó este concepto para argumentar el principio de la continuidad entre el mundo orgánico y el inorgánico, en un organismo que puede ser considerado como un <todo> viviente (--> Absoluto).
TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO