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IDENTIDAD SEXUAL



Nuestra forma de entender la sexualidad como una <polaridad entre opuestos biológicos>, lo viril y lo femenino, cada uno definido por contraste con respecto al otro, nació únicamente a partir de la época moderna. Para el mundo antiguo, la distinción sexual se situaba dentro de un marco de referencia, en el que no se subrayaban sistemáticamente las diferencias, sino sólo las similitudes entre los sexos (--> Escala erótica). Aristóteles, al trasladar esta mentalidad al ámbito científico, afirmó que <el macho es el prototipo único y absoluto del hombre (de toda la humanidad); la hembra no es diferente> ni siquiera en el plano físico y anatómico, sino incompleta; es una copia que ha salido mal. La diferencia entre los dos sexos, dispuestos en un único eje en cuyo extremo superior está el ser humano varón, es sólo de cantidad, no de cualidad.

La fisiología aristotélica se fundamentó en el axioma según el cual la mujer <es un hombre al revés>: sus órganos de reproducción son exactamente iguales a los masculinos, con la única diferencia de estar invertidos; son internos y no externos. La única diferencia detectable entre los sexos no se halla en la anatomía, sino en la fisiología, en el mayor calor vital (--> Pneuma) del cuerpo masculino. La mujer es imperfecta porque internamente es más fría.

Mediante su fuego interior, el macho consigue transformar la sangre en esperma, mientras que en la mujer este proceso se detiene con la producción de la sangre menstrual (un esperma poco hecho). <El sexo masculino>, según afirma Aristóteles, <es capaz de cocer su alimento hasta el máximo nivel, generador de la vida; el sexo femenino no posee esta capacidad. La chispa que puede despertar la materia muerta reside únicamente en el semen masculino>. Así pues, por lo que se refiere a la procreación, no se debe hablar de maternidad, sino únicamente de paternidad: el papel de la mujer se reduce al de ofrecer, de forma pasiva, un ambiente adecuado (el útero) para que el esperma pueda convertirse en feto. <No es la madre quien genera al que es llamado su hijo; ella sólo es la nodriza del semen que ha sido puesto en su vientre. Únicamente el hombre genera al fecundarla, y ella, como a un buen huésped, conserva el vástago>. Éstas son palabras que el poeta Esquilo pone en boca de Apolo en la Orestiada; cabe destacar que se pronuncian en defensa de Orestes, el asesino de su madre, para demostrar que el asesinato de una mujer es mucho menos grave que el de un hombre.

Incluso las funciones fisiológicas típicamente femeninas se explicaban como desviaciones patológicas del modelo masculino. La medicina de los humores (-->) y la metamorfosis de los fluidos que de ésta derivaba ofrecían el marco interpretativo necesario, permitiendo pensar que la <sangre>, al refinarse, se transformaba en esperma; o bien que, al decaer, daba origen a la leche. La menstruación se consideraba la eliminación de los residuos sanguíneos producidos por un exceso de alimentación; según Aristóteles, las mujeres embarazadas no tienen menstruaciones porque, durante la gestación, el alimento superfluo sirve como nutrición al feto. Según esta lógica, también un macho puede tener una forma de menstruación: por ejemplo, perdiendo sangre por la nariz.






TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO