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EVOLUCIÓN CREADORA





Bergson no estuvo nunca completamente satisfecho de la solución dualista al problema cuerpo-mente (-->) avanzada en Materia y memoria (1896). La reflexión posterior le llevó a su texto más comprometido, La evolución creadora (1907), en el que intentó <superar el dualismo entre psique y cuerpo> (entre espíritu y materia) a través de la determinación de un principio único y mucho más profundo. Materia y espíritu (o memoria) deben ser consideradas dos manifestaciones distintas de una idéntica actividad creadora, presente en todos los niveles de la naturaleza.


Por una parte Bergson argumentó que la materia no es en absoluto pura pasividad o simple extensión espacial (la res extensa cartesiana): por ejemplo, las ciencias biológicas muestran una proliferación extraordinaria de formas vivientes (células, bacterias) allí donde el ojo humano ve solamente la estaticidad de la materia. Y el evolucionismo darwiniano demuestra que hay una continuidad directa entre el hombre o la mujer y el animal: efectivamente, la vida (-->) es siempre, a todos los niveles, creación, innovación, imprevisibilidad. Vegetales, animales y hombre/mujer son formas distintas con las que se expresa el impulso vital: la fuerza creadora en estado puro, que es la esencia última de la naturaleza.


Por otra parte, Bergson negó que se pudiera dar una interpretación finalista de este ímpetu creativo. La evolución no es progreso (-->), porque no sigue ningún plan preestablecido: el élan vital (<impulso vital>) es una fuerza oportunista y sin principios que se adapta a todas las posibilidades de desarrollo; se lanza, por así decirlo, en todas las direcciones posibles. La vida se justifica por sí misma y por su obra, aun siendo una creación pura; no está condicionada por ningún fin. La naturaleza no sigue una única línea evolutiva ni un recorrido simple: es una fuerza de por sí ciega. Bergson la comparó a una alud que, al caer, aumenta progresivamente de volumen, acelera continuamente y arrolla todos los obstáculos que encuentra a su paso.


Lo que en la naturaleza aparece como materia en estado pasivo es sólo el residuo de la inevitable decadencia que espera a todo impulso vital. Bergson empleó la metáfora de los fuegos artificiales: cada cohete, apuntando hacia arriba con la fuerza arrolladora de su impulso, emula el impulso vital para luego, agotada su cuota de energía, caer de nuevo hacia abajo, apagado, amorfo, agotado. La materia es precisamente una recaída del espíritu: la otra cara de su naturaleza. 


La noción de <impulso vital> excluye que la naturaleza se pueda analizar en términos deterministas (--> Determinismo), tan queridos por el positivismo (-->). Si la naturaleza, afirmó Bergson, hubiese seguido siempre leyes fijas e inmutables, no podría haberse desarrollado la evolución biológica, que no es la realización de un plan prefijado, sino una invención que comporta la transformación continua de las reglas del juego. <La vida, las formas vivientes en el planeta Tierra, habrían podido adoptar formas y un aspecto externo muy distintos de los que hoy conocemos.>




TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO