Ir al contenido principal

Asesorías Filosóficas Personalizadas

Mostrar más

TRASCENDENCIA








En el ámbito teológico se denomina trascendente a un ser situado fuera del mundo y de todas las cosas, más allá de los límites del conocimiento humano, más allá de la finitud y de la experiencia del hombre.

Por contraposición, se denomina inmanente a cualquier realidad que no supera los límites del sujeto humano y, por tanto, se puede explicar a partir de la experiencia terrenal. Estos dos términos se emplean generalmente para distinguir dos concepciones del mundo diferentes. Todas las formas de panteísmo y animismo, como la religión mitológica griega (que considera a los dioses como un componente de la realidad natural) son inmanentes. Por el contrario, la noción de trascendencia ocupó una posición central en la especulación cristiana sobre Dios, con algunas variantes significativas que cabe tener en consideración:
  • La escolástica nunca radicalizó la idea de trascendencia divina hasta convertirla en un elemento de separación irremediable entre hombre y Dios. En la teología racional, Dios, aunque sede de toda perfección, sigue siendo un ente analizable por el intelecto.
  • La teología negativa, por el contrario, sostuvo la inconmensurabilidad entre el hombre y la divinidad. Dios, debido a su diversidad absoluta, no se puede definir de ninguna manera: es al mismo tiempo luz y oscuridad, quietud y movimiento; Dios es una paradoja que una mente humana no es en absoluto capaz de pensar.

De todas formas, la noción de trascendencia no fue una invención del mundo cristiano, porque ya la tardía antigüedad pagana había llegado a afirmar una visión trascendente de lo divino. Durante el s. II d.C., Plotino, recuperando en sentido místico la tradición platónica y elaborando el concepto de emanación (-->), había situado el Uno-Bien en una posición de lejanía inconmensurable con respecto a la naturaleza y al mismo hombre. Por otra parte, también en el seno del pensamiento cristiano (en una zona fronteriza entre la ortodoxia y la herejía) se desarrollaron diferentes teorías que sostenían la inmanencia de Dios. Por ejemplo, las filosofías panteístas de Giordano Bruno (s. XVI) y de Spinoza (s. XVII), unidas en su rechazo de Dios como un ente externo con respecto al mundo y distinguible de este último.

Las diferentes formas de entender la trascendencia divina influyeron de manera decisiva en múltiples tradiciones artísticas. El decorativismo y el gusto por la abstracción geométrica (el arabesco), típicos del arte hebraico y después del islámico (junto con la escasa presencia de la figura humana), dependen justamente de la oposición a la representación de Dios desde un punto de vista visual (mientras que es posible emplear símbolos abstractos).

En cambio, en el cristianismo, la encarnación de Cristo complicó la cuestión, siendo ésta debatida muy en particular durante el período de la Patrística. Por una parte, los iconódulos (literalmente <esclavos de la imagen>) afirmaron que era lícito representar lo sagrado y que, además, era útil, sobre todo en una época de analfabetismo generalizado como la Edad Media. Por otra, los iconoclastas (<destructores de imágenes>) afirmaron la imposibilidad de conciliar la trascendencia de Dios con su representación física a partir del modelo humano en términos de antropomorfismo (-->).




TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO