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OPTIMISMO




Cultivar el <optimismo> significa considerar que <todo está bien>; es correcto que le suceda a cada uno lo que le sucede, porque incluso lo que parece negativo (dolor físico, catástrofes naturales, injusticia social...) es, en realidad (a largo plazo, a fin de cuentas) positivo y, de todas formas, necesario para la economía del conjunto. La concepción contraria en filosofía no es tanto el pesimismo (según el cual el mundo tiende por sus propia constitución al mal y a lo perverso) cuanto la idea de que en el mundo no hay ninguna forma de organización y de que todo sucede accidentalmente, por casualidad (-->).


Históricamente, el optimismo se ha presentado como una característica propia de dos grandes concepciones:


  • el finalismo. Teoría profesada por primera vez por Aristóteles, según la cual el mundo está organizado en vistas a un fin y los acontecimientos concretos en todos los ámbitos de la realidad pueden explicarse recurriendo a la <causa final> a la que tienden;

  • el racionalismo (-->). Idea defendida ya en la Antigüedad por el estoicismo (-->) y en época moderna por el sistema hegeliano (-->), según la cual realidad y racionalidad coinciden por completo y, por lo tanto, <las cosas no podrían ser de otro modo a como son de hecho>.


Se discutió sobre el optimismo especialmente en la segunda mitad del s. XVIII, a consecuencia de la enorme impresión que provocó el terremoto de Lisboa (1755), catástrofe en la que murieron 30.000 personas. Voltaire escribió enseguida un Poema sobre el desastre de Lisboa y, en 1759, el Cándido, la mejor de las <novelas filosóficas> de la Ilustración. La polémica de Voltaire estaba dirigida contra la doctrina de Leibniz, según la cual Dios ha decidido crear no un mundo absolutamente perfecto (que resultaría imposible), sino el <mejor de los mundos posibles>; es decir, aquel que es, al mismo tiempo, el más simple en hipótesis y el más rico en fenómenos: <Si no existiera el mínimo mal ya no se trataría del mundo que, considerado y sumado en conjunto, ha sido juzgado como el mejor por el creador que lo ha elegido>. Según Voltaire, esta tendencia a justificarlo todo impide, de hecho, entender nada. Significa cerrar los ojos ante el <escándalo cósmico> del sufrimiento de los inocentes y de todas las dramáticas desgracias que afligen a la humanidad. <Si quizá es cierto que un día todo estará bien, no es en absoluto cierto que ya lo esté hoy>, y afirmarlo significa transformar una esperanza en una ilusión.


La fuerza de Voltaire consiste en expresar estas convicciones no por la vía teórica, sino mediante el uso de la ironía (-->). El Cándido, obra importante incluso desde el punto de vista literario, es un relato tragicómico escrito en un estilo rápido y ligero que no refuta el justificacionismo, pero que lo convierte en objeto de un brillante sarcasmo. El filósofo puso la conclusión (la moraleja) del relato en boca de un sabio musulmán: <Hay que cultivar el propio jardín>. En otros términos: es erróneo perderse en estériles intentos de definir la bondad del mundo, puesto que no todo está bien, de la misma forma que no todo está mal. <El mundo es esencialmente problemático>: no es el mejor, pero es mejorable, de la misma forma que aún puede empeorar si decrece el esfuerzo constructivo.


TOMADO DE ATLAS UNIVERSAL DE FILOSOFÍA - OCEANO

PROFUNDIZACIÓN OPTIMISMO